Para señoras casadas solamente...

Este famoso sexogenario, luego largas aventuras, inventa un nuevo juego. En exclusividad para Mujeres Casadas y especialmente para púberes, su manjar preferido...

SOLAMENTE PARA SEÑORAS CASADAS

Historias placenteras

Original de

ANALBO

Esa mañana, en el principal diario de la ciudad Capital de la Republica, en el rubro 59, un aviso rompió todos los parámetros. Aquellos que buscan permanentemente en la enorme cantidad de avisos sexuales, publicitados por bellas Ninfas, ofreciendo sus servicios a distintos precios, de acuerdo a las posibilidades del cliente quedaron desarmados, sin palabras. Esta asombrosa realidad, daba por el piso con los ofrecimientos sexuales de las chicas, que tuvieron una baja en los pedidos de turnos de casi el 50%. ¿Tenia algo que ver uno con el otro? Y, sí…. Y mucho, sino lean el CLASIFICADO:

"350 milímetros por 72, para tu gozo mujer NECESITADA. Solamente casadas. No importa la edad. ABSOLUTA RESERVA. Cuatro turnos por día de dos horas. 150 dólares la hora. No voy a domicilio. Gay abstenerse. Pedir fecha y hora al teléfono 00/329-7890. Para púberes precios especiales. UNICO AVISO".

Una PUBLICACIÓN así, primero fue tomada a risa, pensando en la broma de algún chistoso. Los pedidos bloquearon la línea. Hubo más llamados de curiosos que solicitud de turnos. Hasta los medios enviaron movileros cuando obtuvieron el domicilio de tamaña oferta. Radios, canales de TV y diarios. Un mundo de periodistas frente a una hermosa y antigua casona a casi cien metros de la artística entrada de hierro fundido, rodeada de un ENORME parque arbolado, en esa vecindad de casas quintas y residenciales de fin de semana.

  • Hola. Sí, ese es el número… pero a CABALLEROS no damos informes… Solamente a damas… No molestar por favor, porque estamos trabajando…Disculpe que interrumpa la comunicación.

Era una mujer la que atendía los llamados con mucha corrección y colgó el auricular

Los medios ayudaron al portentoso, publicando su teléfono y dirección tantas veces, que le llovían pedidos hasta del exterior. Los periodistas quería fotografiar al Magnifico. Iban a hacer cualquier cosa con tal de lograrlo. Pidieron entrevistas ofreciendo buena paga. Nada, el Magnifico no aceptó. Solamente podían verlo las mujeres casadas y las púberes, con turno y el bono que acreditaba el pago.

Todo ese gran movimiento, trajo sus consecuencias. El Magnifico Portentoso, debió cambiar el sistema ante los comentarios de las pacientes:

  • ¡¡ Hola!!... ¡sí, hable usted con tranquilidad!... ¡ Reserva absoluta

  • Claro usted está muy tranquila, señora… pero puede que algunos inescrupulosos esperen nuestra llegada y nos fotografíen…Soy de clase muy pudiente, pero oculta, que sufre la escasez de sexo, no por eso dejo de ser una honorable mujer… yo quiero reserva del turno, pero busquen la forma que los encuentros no se hagan allí…. El lugar es muy conocido… ¡por favor vuelvo a llamar en dos días… - y así se sucedieron varias otras llamadas que preocupaban la buena marcha del negocio. Cuando la agenda del Magnifico estuvo cubierta en casi todo un mes, con más o menos 100 entrevistas, unas 200 horas de sexo vigoroso, pues los sábados y domingos, no daba turnos, los reservaba para eventos especiales, para su propio goce, recibiendo a las púberes, su manjar preferidos.

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El Magnifico decidió cambiar de morada y mientras él recibía su primera cita en otro lugar, el periodismo continuaba merodeando la bella casona del Barrio Residencial.

PRIMERA JORNADA

Sonó el timbre de entrada al piso 22 de la Avenida del Libertador. Una mujer, adustamente vestida, abrió la puerta. Una joven señora. Bella adulta, tratando de esconder su rostro detrás de grandes y oscuros anteojos, abonó trescientos dólares. Tenía el turno reservado anticipadamente por teléfono. La secretaria privada del Magnifico, le entregó una cartilla lujosamente diagramada con las instrucciones. Lo que asombró a la paciente fue la delicadeza del cuadernillo y la limpieza del texto, que usaba un glosario con mucha ética, a pesar del verdadero motivo de su visita a tan suntuoso y lujurioso sitio. Un extraño aroma la invadió, acompañada de una música muy especial y relajante, además de las luces que invitaban a no perder un minuto, para la iniciación. Las paredes de colores claros, vestidas con cuadros modernos, sin alusiones al sexo. Un lugar digno de un lechado de virtudes. Las instrucciones indicaban: Puerta "A", duchas; "B", masajes y "C", el paraíso. La dama entró al primero, donde la aguardaban dos mujeres, con vestimentas orientales, una especie de Geisha, con una tina "Yacuzi" lleno de burbujas con aguas en movimientos que golpearían su blanca piel, como manos de ángeles acariciándola. Mientras una de las Geisha, la ayudaba a quitarse la ropa, la otra con un toallón de seda cubría sus espaldas. Un vaho, vapores de perfumes sensuales, excitantes, iban despertando como un afrodisíaco extrañas sensaciones nunca percibidas en su cuerpo. Una vez desnuda, ambas mujeres le colocaron un gorro para que no se le moje el cabello y una telita transparente que cubría su vista. Ella podía ver a través de la misma, pero nadie podía ver sus ojos, a menos que lo permitiera. Así eran las reglas. Se hundió en un mar de espumas y sales, que sabían a glorificación de lo desconocido. Estaba en un mundo inexplorado por ella. Era el Podio del deleite, la complacencia, la pasión, el goce delicioso, la satisfacción carnal. Era el principio de la invasión de extravagantes deseos que abrieron sus libidinosos pensamientos. La lujuria la invadía. Un intemperante e inmoderado sentimiento de entrega la invadió, convirtiéndola en una voraz hembra con apetitos insatisfechos. Una vez finalizada la primera sesión pasó a masajes, donde otro ambiente de maravillas, con otros olores, como efluvios que la penetraban y la exaltaban íntimamente, Entre las dos Geishas la ayudaron a recostarse sobre una camilla muy especial, se sintió trasladada, rumbo a un mundo desconocido. Jamás había tenido convulsiones tan profundas, nunca algo semejante, tan delicioso, había hecho estremecerla tan profundamente, hasta que, casi avergonzada, no pudo contener su primer orgasmo en manos tan delicadas. Las manos de ambas mujeres la llevaron a dormitarse de tal manera que se complacía solamente con eso, ya estaba en el paraíso.

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A su vez, había un formulario, que solamente contenía una pregunta: ¿Servicio completo? Y la Paciente había respondido: únicamente sexo.

Salida de los vahos del Yacuzi, y el relajamiento de la sensual sesión de masajes, la mujer, envuelta en el Toallón de seda transparente, penetró extasiada en el amplio salón, "El Paraíso". Las luces tenues, producto de velas de colores que despedían emanaciones que la convertían en una irrefrenable y lujuriosa hembra dispuesta a hacer lo impensable. Un ambiente condicionado para tal evento terminó de exaltar sus deseos, penetrando en un nuevo y desconocido mundo, donde lo sicalíptico le había hecho perder los deberes de una madre de familia. Un suave humo de inciensos paradisíacos, acompañado por una música que la invitaba a una bacanal y desmedida tarde de placer. Cerró sus ojos. Sus músculos se contrajeron y cuando quiso reaccionar, se encontraba en el centro de un círculo acolchonado, que desde abajo iba elevándose. Era el lecho del placer. Se dejó caer lentamente, ebria, fogosa, ardiente casi chocando la furia de sentirse tomada, maltratada gozando hasta el éxtasis. Una voz melosa, dulce y sin agresiones de palabras groseras, le dio la bienvenida a la dama que le había tocado en suerte haber sacado el primer turno, en la tarde inaugural en el Paraíso de los Placeres:

Sea usted bienvenida, bella dama al Paraíso de los placeres… estoy a su disposición. Sus deseos son órdenes para mí… cuando usted disponga podrá verme, no así mis ojos, como yo no veré los suyos, ese ha sido su deseo. Apoye su brazo sobre la almohada, y entonces estaré con usted… - Los perfectos brazos de la bella dama accionaron la llave del cielo, y como en un sueño, apareció la figura del Magnifico Portentoso, envuelto en un tul negro y con delantalillo que le cubría sus pudendas partes. Sus ojos cubiertos con el mismo material que ella. Podían verse. Observarse. Solamente los ojos permanecían ocultos. Ella temblaba. Él se sonrió.

¿Miedo?...

¡No!... Vergüenza

¿primera vez?...

Si… Jamás pude hacerlo… - y se quebró. Giró sobre sí y se abrazó al Magnifico. Este no se atrevió a acariciarla. No estaba en sus requerimientos. Ella tomo la iniciativa, acariciando su pecho… - ¿Puedo?...

Sin fronteras… sus deseos son órdenes reitero. ¿Acepta usted mis caricias?... – tomó la suave mano del hombre y la llevó lentamente hacia sus senos.

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