Para señoras casadas solamente... (2)

Nadie conoce su rostro, ni sus ojos, solo su voz. Es acosado permanentemente por la prensa y la mujeres casadas quedan mas que satisfechas. La primer paciente, a pesar de ser casada, 32 años, doce de matrimonio, le dió al Magnifico Portentoso una gran sorpresa... increible y exacerbada exaltación del sexo...

PARA MUJERES CASADAS SOLAMENTE… (II)

Historias placenteras

Original de

ANALBO

El paraíso del Placer, ha quedado inaugurado con la entrada victoriosa de la primera adulta al edén que segrega esencias eróticas en todos sus ambientes. Desde el Portal de baños con enormes cargas de lujuria, al Claustro de deliciosos masajes en manos de expertas Geishas, cuya peculiaridad es el amasamientos de las zonas apetitosas más erotizados de la estructura física femeninas, únicamente por ellas conocidas y desde allí al Atrio de la delectación, la satisfacción, y

Delicias del gozo maravilloso en las virtuosas ofertas de los órganos sexuales del Magnifico, que con solamente pensarlo vuelve intemperante e inmoderada la libidinosidad de la hembra cuya vulva HUMEDECIDA expele feromonas, cuyas emanaciones envuelve el ambiente, excitando la sensualidad del macho en oferta y el furor uterino de la compradora. Ella tiembla. Él sonríe:

¿Miedo?...

¡No!... Vergüenza

¿primera vez?...

Si… Jamás pude hacerlo… - y se quebró. Giró sobre sí y se abrazó al Magnifico. Este no se atrevió a acariciarla. No estaba en sus requerimientos. Ella tomó la iniciativa, acariciando los oscuros vellos de los pectorales masculinos

¿Puedo?...

Sin fronteras… sus deseos son órdenes – reiteró - ¿Acepta usted mis caricias?... –Ella, tomó la suave mano del hombre y la llevó lentamente hacia sus senos. Él, quedó inmóvil. Sintió el endurecimiento de los pezones y la respiración agitada de su paciente. Se atrevió y movió lentamente sus largos dedos sobre la blanca y ardiente piel de la mujer, que se convulsionó como una adolescente y mordió con sus uñas sin filos, las carnes hirvientes y velludas del Portentoso, que intentaba ignorar la situación, pensando en todo el trabajo que le restaba aún hasta el final de las tres sesiones comprometidas para ese día.

¡¡Ahhhhgggg!!... – gimió regodeándose en un delirio que magnificaba su extrema estrechez y necesidades sexuales -… ¡Por favor!!... ¡No soporto más ésta tortura!...- suplicó la incontenible sensualidad de esa mujer derritiéndose en el fango de la íntima deshonra. La suave imploración de la dama denotando avidez, ansias… un sibaritismo inconsolable, que tras un segundo y avergonzado orgasmo subió sus labios hacia los del Magnifico, quien giró su cabeza negándose a besarla. Ese movimiento exasperó un salvajismo refinado de la hembra en celo, que corrió su mano izquierda hacia la pelvis masculina donde tropezó con un monumental tótem. Se detuvo. Asombrada, subió el tul que cubría sus grandes ojos verdes y miró maravillada al macho inmóvil. Él, le sonrió casi con crueldad, entablándose entre ambos un encarnizado y salvaje friccionamiento con tal impiedad, que sus labios y dientes mordieron la boca negada hasta sangrarla

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El Portentoso, no soportó la implorante mirada de esos ojos. El rostro de la dama se merecía por su belleza y juventud escondida tras una piel magistralmente trabajada por sus Geishas, la devolución de su mirada, permitiéndole levantar su antifaz, enfrentándose sus ojos negros con los verdes de mar bravío de ella, que volvió a suplicar:

  • ¡Por favor, señor!… no me haga usted avergonzar… - lujuria, obscena, impúdica, licenciosa, libertina, nada le importaba. Su incontinencia desenfrenada lubricó al máximo sus cavidades sexuales, al punto de sentir sus esfínteres clamar una piadosa penetración, cosa que jamás había hecho y a su útero morderse a sí mismo. El Magnífico, con sus piernas llevó las sábanas hacia un costado. Desató la cortinilla que cubría su bien más preciado. Su enorme méntula se parecía al Faro del Fin del Mundo, con el brilloso y morado Glande expuesto a lo que ella decidiera. Con suavidad la quitó de su imparable fricción de su vulva sobre su rodilla izquierda e hizo que observara. Ya con mirada viciosa la mujer comprobó que la oferta en el rubro 59, era una realidad

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Agazapada como una gata, hundiendo sus dedos en las carnes duras y musculosas del Magnifico, impúdica e inmoral la mujer se arrastró, hasta que tomó con ambas manos el enorme miembro deseado enfáticamente, mientras remolcaba su sexo sobre el estómago masculino dejando un sendero de secreción vaginal. Sintió por primera vez esos dedos de hierro que la tomaban de las caderas levantando su bello trasero. Ella, mientras, no quería abandonar el más grande falo jamás tocado y aprisionado entre sus manos, intentando bajar el prepucio de semejante príapo, para dejar al descubierto una calva y olorosa cabezota de tal órgano genital que comenzaba a erupcionar las primeras gotas seminales. Los labios carnosos, al rojo vivo, gemían por engullir esa virilidad, mientras sus orgasmos se reprodujeron en ristras, cuando la lengua, enorme, gruesa y adhesiva de él, jugueteó con su ano virgen logrando la perfecta lubrificación, al tiempo que un suave y empapado dedo en crema, se introdujo sutilmente en el punto negro de la sierva del placer, que al sentir cómo se abría paso un segundo y extraño objeto, separó sus labios al máximo, segundos que aprovechó el Portentoso para empujar su pelvis hacia arriba e introducir su increíble pene en tan pequeña boca, la que esforzó demasiado ya que un hilito de sangre comenzó a correr por sus comisuras. Tanto fuego solamente pudo ser apagado por gruesas descargas de esperma que inundó la desacostumbrada cavidad bucal de la mujer que en su apasionado degustar de tan rico manjar, le faltó aire, quedando semi asfixiada, atragantada por tan espeso líquido.

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Enredados en la cama, él sacó su mástil de esa pequeña cavidad, la que al tomar aire, aspiró profundamente tosiendo luego de sendas arcadas, quedando extenuada abrazada a semejante monumento al placer, que tal como lo anuncio del periódico, la enorme medida era una realidad. Se recostó sobre la alfombra renegrida del pubis masculino como no queriendo abandonarlo por nunca jamás y sollozando imploró:

  • ¡ Por favor… la necesito toda, toda… no me niegue el placer de aplacar el inmenso río de fuego que corre dentro de mí… -una suave música, acompañada por una voz casi celestial, por lo suave, interrumpió el ruego de la hembra que lloraba lágrimas de pasión:

  • ¡su turno está finalizando en 15 minutos, por favor a las duchas!

  • ¡¡Nooo… todavía no!! …- imploró -… necesito una hora más

  • ¡Es mi hora de descanso!... – musitó el Magnifico, mientras la tomaba de las piernas y la alzó hacía él hasta tener su boca en los labios de la vagina que manaba excelente aromas ardientes, introdujo su boca y le besó sus belfos, mordiéndolos con suavidad, luego penetró su lengua descargando un torrente de líquidos espesos que gustoso saboreó, mientras ella imploraba convulsionada totalmente:

  • ¡Por favor… una hora y pago por dos!…- volvió a contorsionarse desenfrenadamente, como queriendo golpear al hombre que le estaba negando el principio de un placer no recibido

  • ¡Marita!…- alzó la voz el magnifico - … ya ha escuchado a la paciente, agregue las próximas dos horas como ocupado… abonará al retirarse…

  • volvió a la vida la Ardiente y ya casi pervertida dama. Denota un ardor desenfrenado, sintiéndose ya esclava del Portentoso. Girando en el lecho busca la boca del hombre y le absorbe sus propios líquidos. Dando comienzo así una encarnizada lucha entre ambas lenguas. Era una guerra sin cuartel. El Magnifico, no podía hacer lo que estaba haciendo, de tal exigencia, podía llegar a no cumplir con otros compromisos. Pero la dama, además de ser limpia y de buena salud, lo había enardecido convirtiéndolo en un licencioso libertino. Al sentirla al borde de la humillación, no quiso aceptarlo. No soportaba que la mujer se rebaje a tanto y entonces entró a acariciarla y a hablarle, hasta sacarla del estado de apetencias sin frenos. Notó que ella de pronto reaccionó como saliendo de una alucinación, tras el deslumbramiento que él le produjo por seducción, despertando desde sus profundidades un irrefrenable apetito genésico que la obnubiló convirtiéndola en una cautiva del sexo hasta morir. Se tranquilizó y habló… habló mucho, tal vez sin pensar en lo que decía pero expresaba en sus palabras un profundo dolor: La insatisfacción. El Magnifico, intentó comprender, ella se dio cuenta. Lo cree imposible. Ella volvió sobre el tema:

  • ¡Señor, si quiere saber mi verdad… usted tiene la llave para llegar a ella… - se abrió de piernas y dejó penetrar los gruesos dedos encremados del hombre. Pero él noto algo extraño. La vagina no se dilataba. Agregó un tercer dedo y ella gimió de placer. Él sintió un enorme orgasmo y otro pedido suplicante con los ojos cerrados:

-¡Por favor… penétreme! No tenga compasión… si grito o me desmayo, continúe… ¡¡Por favor, señor… por favor!!... – Él mojó con crema su enorme falo y cubrió la entrada ardiente de la dama. Colocó la cabeza misílica de su verga en la puerta que latía como si fuera a explotar. Empujó suavemente. No estaba autorizado a proseguir. Ella gimió - … ¡Por favor, no se detenga!…. ¡¡Asiiii… así... más, por favor… sin compasión…¡Toda mi vida esperándolo!... – un profundo suspiro. Mordió sus labios y lo último que se le escuchó fue un desgarrador gemido y sus uñas penetrando las carnes de esa musculosa espaldas que entró a sangrar -… ¡¡¡Ahhhhgggg!!!... – aflojó su cuerpo desvaneciéndose, el hombre ducho en su placentero trabajo, de inmediato tomó una pequeña botellita y la destapó debajo de sus fosas nasales, cuyos vahos, la volvieron en sí con una sonrisa angelical que demostraba una inmensa felicidad. El Magnifico, sin sacar de esa estrecha profundidad su elemento. Continuó con un "pone y saca" lento y con fuerza. Los gestos de la dama, motivaron al macho acelerar lentamente el ritmo hasta que ella gritó un - …¡¡ Maaaassss!!... – él, notó que la hembra se relajó, en ese instante todo el cuerpo, sus músculos se ablandaron, cerró los ojos jadeante, había partido hacia el Paraíso entre largos suspiros fatigosos y un contenido llanto, que jamás había visto en tantas mujeres que pasaron por él. Sintió el camino liberado. Su miembro había logrado penetrar una cuarta parte. Se sintió exaltado, pocas veces había entrado en semejante clímax, e impiadosamente arremetió como nunca, es que él estaba entrando en plena convulsión, cuyo arrebato lo llevó en segundos a tal sobreexcitación, que le abrió las puertas de la glorificación en una eyaculación que no quiso detener. Al golpear ambas pelvis sintió que había llegado al útero de la mujer que acababa de de demostrarle que era una ninfómana incipiente. Por primera vez él, que era el encargado de dar placer, gozaba más que quien le había pagado para ello. El monumento Fálico, estuvo descargando torrentes de esperma durante interminables minutos, manteniendo su erección dentro de la hembra, aprisionado por sus piernas. Un susurro de la dama, muy dulce y agradecida, le llegó a lo más profundo de sus sentimientos:

  • ¡Señor!… ¡Gracias, usted me ha desflorado!… ¡El hombre que fue mi esposo, en doce años de casada no ha consumado el matrimonio!…¡¡ Hace tres días el Juez declaró la nulidad del mismo!!... – esa voz sonó a un canto de ángeles. El Magnifico se retiró, dejando a la mujer en el tálamo nupcial, bañada en sangre, con una rictus de tristeza en su boca. Mirando la cámara oculta sobre el lecho, dijo por lo bajo con la voz estrangulada:

  • ¡Marita…ahora que se retira la paciente, no le cobre y además desvuélvale lo que ha abonado. Que venga para asearla… - y se retiro su toilet privado

FINAL DE LA PRIMERA JORNADA DE "EL MAGNIFICO"