¿Para qué un día más?

El presente texto NO ES UN RELATO EROTICO, es la historia de mi amigo Carlos y su amado que se suicido por tener VIH. Nótese que son dos textos en uno, unidos por mi, Fardok.

¿Para qué un día más?

Por: Fardok

(Texto real, escrito por sus correspondientes autores)

Lo pensé mejor y me arrepiento de lo que dije. Acabo de regresar de hacerme unos estudios y créeme cuando te digo que lo siento más aún cuando leo tu carta:

Me estoy tomando el tiempo de escribir porque a nadie le importa mi vida y mucho menos lo que escriba. Hace ya mucho tiempo que perdí la esperanza de seguir luchando contra esta enfermedad. Me siento solo. Estoy en una prisión cuya condena es cadena perpetua. No sé qué hacer y estoy desesperado.

La historia de mi sufrimiento comenzó hace algún tiempo. Aún lo recuerdo como si hubiese sido ayer. Eran las tres de la mañana cuando sonó el teléfono, hablaban del hospital. Mi hermano había sufrido un accidente y necesitaban un donador compatible urgente. No lo pensé y salí de inmediato. Al llegar, desesperado busqué al doctor que lo atendía y me ofrecí para la donación de sangre. El doctor dijo que primero tenían que hacerme unos análisis de compatibilidad de sangre. Pasé a un cubículo pequeño, tomaron una muestra de sangre y me hicieron esperar.

Apareció el doctor y me hizo pasar con él. Fue directo en su respuesta: " Usted es seropositivo, no puede ser donador. Su sangre es compatible pero no podemos autorizar la transfusión, lo siento mucho ". En ese momento sentí que todo pasaba lentamente, como si el tiempo se hubiese detenido en el momento en que el doctor emitió el sonido de mi camino. No supe qué decir, me había quedado sin palabras. Innumerable cantidad de cuestionamientos pasaron por mi cabeza. Obviamente la primera pregunta que me hice fue cómo me infecté, e inmediatamente la segunda, qué va a ser de mi vida y la de mi hermano.

El doctor ante mi situación, al ver mi cara de sorpresa, exclamó que no me preocupara tanto, que esto es un problema que cada vez más está creciendo en el mundo, pero lo que importaba en ese momento era conseguir un donador compatible.

Ya había llamado a mis padres cuando iba en camino hacia el hospital y en unos instantes más, después de recibir la noticia, llegaron. Pasaron rápido a hacerse la prueba de compatibilidad, pero lamentablemente, para cuando llegaron mis padres ya era demasiado tarde, mi hermano había fallecido. He vivido con ese remordimiento toda mi vida. Yo pude haber salvado la vida de mi hermano pero todo por este maldito virus.

Salí frustrado del hospital y me dirigí a mi departamento. Mientras conducía pasaron muchas imágenes de lo que había sido mi vida. Pensé en lo mucho que había disfrutado y de lo mucho que había desperdiciado. Cómo me infecté, cuánto tiempo me quedaba, cómo decirlo a mi familia.

Cuando llegué a casa, lo único que hice es recostarme sobre mi cama e inevitablemente me puse a llorar. No lloraba por el hecho de tener VIH, sino por no poder hacer nada por mi hermano y por lo injusta que había sido la vida conmigo. A penas tenía 23 años y ya sabía que mi vida pronto terminaría.

La vida es injusta porque nunca me ha dejado ser completamente feliz. Cuando estaba en la secundaria me di cuenta que no era como mis demás compañeros, que tenía gustos diferentes y ello me atemorizaba. Descubrí que era gay pero nunca me decidí a contarlo. Mis padres son muy conservadores, muy devotos a la religión y de mentalidad cerrada.

Pasaron los años y conocí a varios chicos, entre ellos Jorge un chico de mi edad que conocí en la escuela y de quien me hice muy amigo. Sabía que yo le gustaba pero no me llamaba la atención. El día de la graduación de la prepa se atrevió a decírmelo. El esperaba que dijera lo mismo, pero yo no le correspondí. En venganza, llamó a mi casa para contarle ante mi familia mis preferencias y no sé qué más cosas.

Ese día lo recuerdo muy bien. Tenía planeado hacer un viaje al extranjero; todo se canceló. Mi padre me gritó e intentó golpearme. Todo había terminado con esa llamada. A partir de ese día las cosas cambiaron hacia mí, pasaron meses de hostilidad y opté por salirme de mi casa; ya no soportaba la situación.

Llamé a Carlos, mi mejor amigo, para contarle lo sucedido y para pedirle alojamiento. Calos es un chavo poco más grande que yo y que conocí un dia en una fiesta, y a partir de allí no seguimos hablando y viendo para tener encuentros sexuales. Pero eso ahora no es lo que importa, el punto es que me aceptó en su departamento y pasé con él las mejores experiencias de mi vida.

Desde el día que huí de mi casa nos hicimos más que amigos pero nunca formalizamos nada y es por eso que tuvimos encuentros sexuales por separado (con chavos diferentes mientras vivíamos juntos) y fue en alguna de éstas donde me contagié de VIH. En ese entonces tendría como 18 años cuando comencé a trabajar e ir a la universidad al mismo tiempo. Pasó algún tiempo antes de que me separara de Carlos y tener mi propio departamento; esto fue cuando ya había terminado la universidad y tenía un trabajo muy bien pagado.

La lejanía que había tenido con mi familia durante tanto tiempo me hizo reflexionar y un día me decidí a llamarles. Habían pasado cinco años desde aquél día de mi graduación y estaba arrepentido de que en todo este tiempo nunca les llamé ni les hice saber de mí. Entonces les llamé. Se pusieron contentos de oír mi voz y pronto nos reunimos, era un viernes por la tarde. Lamentablemente el domingo siguiente es cuando mi hermano sufrió el accidente automovilístico que lo llevo al hospital y luego a perder la vida, y que aún recuerdo fuertemente.

Estuve viendo a mi familia en el velorio y en el entierro. Y esperé un tiempo antes de decirles a mis padres de mi situación. Preferiría no haberles dicho nada. Cuando se enterarron, cayeron en depresión y me responsabilizaron de todo. Dijeron que mi enfermedad era un castigo por mis preferencias. Hubo un rechazo total y otra vez nos distanciamos. En esta ocasión intenté hablar con ellos en innumerables ocasiones pero siempre fui humillado y rechazado.

Fue mi inmadurez e irresponsabilidad la que me hizo caer en esta situación. Aún recuerdo que de alguna manera en mi trabajo se enteraron de mi enfermedad y ante la imposibilidad que tenían mis jefes de despedirme alegando mal desempeño laborar, solicitaron mi renuncia porque, según ellos y cosa que aún me molesta, la presencia de mi persona en la empresa impedía que inversionistas extranjeros firmaran un importante contrato. Nunca se firmó dicho contrato.

Me siento todavía frustrado de cómo una persona de mi edad tenga la vida truncada de esta manera y que no pueda hacer nada por recuperarla. Siento que nadie me comprende. Todo el mundo se ha puesto en mi contra, incluso mi querido Carlos.

Un día me llamó, no sé como consiguió mi número, y me dijo que quería verme porque necesitaba que habláramos de nosotros. Nos quedamos de ver un jueves por la tarde para tomarnos un café. Me dio mucho gusto de verlo. Hablamos de muchas cosas, de lo que había hecho desde que tuve mi propio departamento y de los logros que había tenido en mi trabajo.

Le conté todo lo sucedido en mi familia y trabajo, pero no el motivo por el cuál mis padres no me hablan o por qué no tengo más mi exitoso trabajo, solo dije lo más superficial posible porque temía perderlo a él también.

Carlos cayó como una gota de agua en el ardiente desierto y me permitió olvidarme de los problemas que tenía. Me platicó de sus planes de trabajar en el extranjero y que requería de compañía. Por una semana todo estuvo bien hasta que llegó el momento de que decidiera si iba o no con él. Acepté. Sin embargo, el remordimiento de no decirle que estaba infectado me comenzó a consumir y exploté, tuve que decirle todo.

-Carlos necesito hablar de algo muy serio contigo.

-No me digas que ya te arrepentiste de ir conmigo.

-No. No es eso. Es sobre mí.

-Pues bien, dime.

-Tengo VIH y aunque aún no manifiesto lo síntomas, tengo conocimiento de ello desde la muerte de mi hermano.

-No puede ser, ¿por qué no me lo dijiste?

-Temí tu rechazo.

-¿Cuándo te infectaste?

-Al parecer después de que me salí de casa de mis padres y me fui a vivir contigo.

-¿Entonces yo también puedo tener?

-Muy probablemente sí

Me hizo salir de su departamento, muy molesto. Me dijo cosas que prefiero no escribir, pero que nunca se borrarán pues hirieron mi corazón. No me ha llamado, no me contesta las llamadas, no me abre su puerta. Estoy desesperado. Y lo peor es que no le pude decir lo mucho que lo quiero, que fue y es la persona más importante en mi vida. Pero sin él la vida ya no tiene sentido. ¿Para qué un día más de sufrimiento?

Carlos si bien no te lo pude decir de frente, recibe esta carta donde te escribo y te hago saber algunos detalles del porqué hoy me quito la vida. No quiero experimentar los síntomas físicos de la enfermedad; los emocionales me han destrozado. Solo recuerda que fuiste el amor de mi vida.

Te quiere Fer.

No pensé las cosas bien, perdón por lo que te dije Fer. Tampoco te lo pude decir pero también fuiste el amor de mi vida. No sabes cuánto sufro por tu ausencia, desde el momento en que te apartaste de mi vida.

Hablé a tu antiguo trabajo para conseguir tu número, después de mover la tierra para saber dónde trabajabas. Pero eso ya no importa. El motivo por el cual quería que viajaras conmigo era porque quería pedirte matrimonio y casarnos en España, pero ahora ya no se puede, y sin ti no existe mi felicidad. Yo, Carlos, te amo a pesar de lo sucedido.