Para que no me olvides
-Míralo cada vez que vayas a desobedecer una orden mía, sabrás lo que te espera-
Mi celular con el tan característico sonido que identifica a mi Amo me avisa que estoy recibido un mensaje suyo, lo leo:
“Paso a buscarte a casa en una hora y media más, espérame lista, no esperes regresar pronto, necesito mucho tiempo para enseñarte la sorpresa que te tengo”
- ¡No es justo que me avise con tan poca anticipación!- reclamo con una sonrisa nerviosa.
La incertidumbre y la premura del tiempo revoluciona las hormonas y la excitación se apodera de mi piel.
Comienzo con el ritual de preparar mis sentidos, uno a uno me alisto para recibir todo aquello que su generoso dominio me regala.
Me masturbo en la ducha para que me encuentre húmeda, caliente y preparada, rocío unas gotas de perfume en mi cuello, mis muñecas y también en el pubis.
Estoy lista minutos antes de la hora, mi mente empieza a evocar el tacto húmedo y exigente de su boca masculina en mi vagina, esta se empieza a tensar hasta casi llegar al orgasmo.
Siento su llegada y salgo a su encuentro, besos necesitados nos dan la bienvenida.
- ¿Que sorpresa me tienes con tanto apuro?- -porfa, dímelo-
No puedo evitar que de pronto aparezca la mina que llevo dentro, me intriga el misterio, más aún la incertidumbre de una visita sorpresa y el apremio del tiempo.
Solo me mira y esboza una sonrisa pícara, supiera que esa sonrisa derrite todos mis rincones.
-Sube al auto, iremos a un lugar especial-
El tono de su voz dejaba entrever que había segundas intenciones.
-¿Estás bien?- me pregunta, – te noto inquieta, un poco nerviosa-
-Tranquila guapisssima, disfrutaras del lugar al que iremos y más aun de lo que haremos-
-Supongo que estás caliente, sabes que me gusta que estés siempre caliente-
-Ansiosa y caliente, como te gusta- le respondo con una sonrisa.
-Eso lo debo comprobar-
Mete sus dedos entre mis piernas, nota y palpa la humedad de mi vagina.
-No era necesario que hicieras eso, debes creerme cuando te lo digo -le digo y sonrío complacida.
-Mmmmm…es verdad, estás deliciosa- lleva los dedos mojados a su boca y los saborea.
-Verdaderamente deliciosa, un manjar de dioses-
Sus dedos vuelven a mi entrepierna, desplaza el calzón hacia un lado y empieza a masajear el clítoris de forma circular provocando de inmediato el primer viaje a las estrellas.
Luego de un buen y largo trayecto llegamos a nuestro destino, una pequeña cabaña enclavada en los cajones cordilleranos a las afueras de Santiago, entramos e inmediatamente me despoja del vestido quedando en sostén y calzón, me mira sonriente, se acerca, muerde mi oreja y me susurra al oído:
-Sé que te masturbas habitualmente sin mi aprobación, estos días he pensado como castigarte por tus frecuentes desacatos y creo haber encontrado una solución para que no lo vuelvas a hacer sin mi permiso-
La habitación de la cabaña se encontraba tenuemente iluminada, casi en penumbras, se acerca al interruptor y enciende todas las luces, mi vista se llena de rosas rojas y blancas y en los extremos veo dos cámaras de filmación que apuntaban a la cama desde diferentes ángulos
Unas lucecitas rojas me indica que ya estaban grabando.
Miro a mi Amo sorprendida pero solo me responde con una sonrisa, esa maldita sonrisa que derrite y quiebra toda mi voluntad.
Se acerca, me abraza y desabrocha mi sostén, los pechos saltan y noto como mis pezones están duros presa de una excitación desconocida, de reojo miro las cámaras y me trato de cubrir, mi Amo se percata de esa situación, coge mis manos, las coloca detrás y empieza a chupar y lamer mis pezones que llegan a doler de lo duros que están.
-Tranquila guapisssima- me dice, mientras muerde y tira cada uno de los botones,
-Esto es solo un aperitivo, el verdadero castigo aún está lejos de comenzar – sé que te gustará -
Quita mi calzón que ya estaba humedecido por los fluidos que brotaban de mi vagina, lo acerca a su boca, pasa su lengua por el centro y repite nuevamente,
-Un manjar de dioses-
Y ahí estaba yo, desnuda, a punto de cruzar nuevamente el umbral de la sumisión cayendo bajo el poderoso embrujo y poder divino de mi Amo.
De su bolsillo saca unas largas cuerdas con las que amarra mis manos a la espalda y un antifaz con el que cubre mis ojos, me deja solo tres de los sentidos para empezar a gozar.
Sin darme tregua me recuesta sobre la cama y con la respiración agitada, enredamos nuestras lenguas en una interminable sesión de besos.
Acaricia mi cuerpo, besa mis pechos, muerde mis pezones, hunde sus dedos en mi vagina, siento la erección de su pene que a estas alturas ya era imposible de rechazar.
Empiezo a jadear sin control, ya no me importaba nada y de las cámaras ni me acordaba, solo su presencia me calentaba, estaba caliente, muy caliente.
-Guapisssima, sabes que te has ganado un castigo, ¿cierto?-
-Si mi Amo – respondo con un pequeño hilo de voz.
Sentir el tono autoritario de su voz hacía que naciera un deseo incontrolable por complacerlo.
-¡Quédate quieta!- me ordena.
Hago un esfuerzo monumental por quedarme tranquila porque las manos, aun estando atadas a mi espalada, clamaban por acariciarlo, tomar y estrujar su pene y mi vagina rogaba por ser penetrada.
Estaba inmovilizada e indefensa a los caprichos de mi Amo, deje de luchar y me entregué por completo al juego de la excitación que él me proporcionaba porque estas, como siempre, me llevarían al cielo, a morir por algunos segundos.
-Rogarás que te culee, gritaras para que te culee, mi puta deliciosa- exclamó mi Amo.
Siento como mi Amo empieza a meter sus dedos en mi vagina, entran y salen aumentando en fuerza e intensidad, lame y muerde mi clítoris, su otra mano viaja por mi vientre dibujando el contorno de mis curvas hasta llegar a mis pezones que los pellizca y tira sin compasión.
-Sigue por favor, no te detengas, dame más – exclamo al límite del orgasmo.
El dolor mezclado con un intenso placer hace que arquee mi espalda, un grito estrepitoso sale de mi garganta, estaba acabando, me estaba corriendo de forma brutal, violenta y salvaje.
El deseo, la calentura, el nerviosismo y la tensión acumulada hace que mi cuerpo explote en miles de brillantes estrellas, mi cuerpo queda flácido y agitado sobre la cama.
Me siento bañada en fluidos y sudor, mi Amo se acerca y besa suavemente mis labios haciendo que el aterrizaje sea más dulce, placentero y suave.
Aún con el corazón desbocado, cierro los ojos y me desvanezco por algunos minutos.
Me despierto con las manos liberadas y la vista despejada, mi Amo parado frente a mí me recibe con una copa de espumante, la tomo y bebo unos sorbos, me refresca la garganta, las burbujas juegan y explotan en mi boca.
-Veo que ya regresaste de tu vuelo, guapisssima, espero que no hayas alcanzado la altura de velocidad de crucero, porque esto no hace nada más que empezar, te aviso guapisssima, acabas de despegar- me dice sonriente.
Vierte su copa en mi vientre, siento como el frío liquido baja e inunda mi sexo, mi Amo se dobla y empieza a beber de ella, empieza a lamer y chupar cada una de las gotas derramadas en mi vagina, gimo y me retuerzo, el placer de sentir su boca y su lengua en mi sexo nuevamente me calienta, vierte el ultimo contenido de su copa, vuelve a chupar y lamer.
-Esto no es el manjar de los dioses, es el néctar de los dioses- exclama.
De pronto se levanta y dice:
-¡Quédate quieta!-
Se dirige a un pequeño maletín que traía cuando llegamos a la cabaña de dónde saca un enorme vibrador con forma de pene pero mucho más grueso y grotesco.
Sorprendida lo quedo mirando, junto las piernas y abrazo mis rodillas.
-¡Puta perra mal criada, te he dicho que no te muevas!-
-¡Abre las piernas guapisssima, esto te va a gustar, te lo aseguro!- me dice.
Se acerca, me recuesta y suavemente abre mis piernas, no me resisto mayormente, las abro y ubica su cuerpo entre medio impidiendo así que las pueda cerrar, empieza a recorrer mi cuerpo con su enorme amigo de colores, mis nervios son presa de las intensas vibraciones que emite, primero los pechos y luego sobre mis pezones que los presiona uno a uno provocando enormes descargas de fluidos que mojan todos mis rincones, me empiezo a agitar y a gemir.
-Me gusta, me encanta, sigue así –
Baja hasta llegar a las puertas del paraíso, lo pasa por mis muslos, por la ingle y se detiene en la entrada de la vagina, lo presiona haciendo que me retuerza de placer, las vibraciones estremecen hasta el cerebro, los vellos se paran y la piel se eriza.
Mi sexo totalmente depilado y lampiño, como el de una niña pequeña , hace que semejante artefacto provoque inmensos e incontrolables estímulos de placer que llego a perder totalmente el dominio de mi cuerpo.
Abre los labios de mi vagina y empieza a frotar el vibrador en el clítoris, este ya endurecido por la excitación me hace gritar, la humedad de mis fluidos hace que este resbale y se frote suavemente sobre él.
De pronto lo posiciona en la entrada de mi vagina, presiona suavemente y el pene vibrador comienza a penetrarme, siento como intenta entrar ese tremendo aparato en mi pequeño cuerpo, me duele, pero también me gusta y disfruto de sus perversas intenciones.
Presiona y lo mueve, lo mueve y lo presiona, estoy empapada de los fluidos que brotan a borbotones hasta que logra penetrarme, siento que mi vagina se llena por completo, toma posesión de todo mi interior, grito desaforadamente de placer.
Tenerlo en mi interior vibrando y vibrando, moviéndose, entrando y saliendo hace que pierda totalmente la noción de lo que sucede, me retuerzo, gimo y grito.
Si, grito:
-¡Culéame por favor, te lo pido, te lo suplico!
El orgasmo asomaba rápidamente hasta el punto de no retorno, estaba a flor de piel, quería tenerlo dentro de mí, lo quería a él, quería a mi Amo.
Quería que su pene, no el juguete me embistiera sin compasión ni demora.
-¿Perdón perra, no escuché lo que dijiste?-
-¡Culéame!- dejo escapar sin pensarlo
-¡Ruégame puta perra caliente o no tendrás ni una gota de mí!-
-¡Quiero que me culees!- le grito sin control – ¡quiero que me culees, que me hagas gritar sin piedad, te lo suplico!-
Su juguete seguía introducido en mi vagina, vibrando en su mayor intensidad, lo cual me desesperaba, me angustiaba no poder controlar las emociones, todo mi cuerpo temblaba, los orgasmos iban y venían uno tras otro, apenas podía respirar del placer que me proporcionaba.
Mi Amo me levanta y mi coloca en cuatro, aún con el vibrador ensartado en mi vagina, este por su forma y tamaño no se movía del lugar ni se salía de su sitio, seguía a su ritmo, vibrando y vibrando.
Lubrica mi ano con los fluidos, lo empieza a acariciar en forma de círculos, acomoda su pene en la entrada y lo siento entrar, -desfallezco- estaba siendo doblemente penetrada.
Este entra y empieza a embestirme vigorosamente, siento su pene duro como estaca.
No puedo describir las sensaciones, porque estas son indescriptibles, retiro violentamente el vibrador de mi vagina y me empiezo a mover frenéticamente, adelante y atrás, sintiendo y gozando del poderío de mi juguete favorito, el pene de mí Amo.
Me toma del pelo, tira mi cabeza hacia atrás y me grita:
-¡Querías que te culeara puta perra caliente, pues toma!- y embiste mi ano una y otra vez.
Este solo acto hizo que comenzáramos a movernos al unísono manteniendo uniformemente el ritmo como salvajes, entrando y saliendo, haciendo que el mundo desapareciera de nuestra vida.
Estábamos en un estado salvaje, puro y primitivo
No recuerdo cuantos orgasmos llevaba esa tarde/noche, pero eran muchos, cuando de pronto mi Amo empieza a aminorar el ritmo, pega una última embestida, emite un largo y gutural sonido, queda inmóvil dentro de mi ano, su pene empieza a palpitar y a escupir una y otra vez largos chorros de su leche caliente que me inunda por completo.
No pude evitar que al sentir su éxtasis y su ardiente líquido en mi interior, me volviera a correr.
Un inesperado e inevitable llanto se apodera de mí, me abraza, me cobija y me besa.
En ese momento siento que soy una privilegiada, una sumisa que siente una devoción infinita e incondicional por su Amo, el hombre que me convirtió en hembra, que me moldeó con infinita paciencia para convertirme en la persona que hoy soy.
Hace cuatro años era una mujer chata, plana y aburrida hasta que el destino lo cruzó en mi camino y un simple e inocente café hizo que despertara la fiera que hay en mí.
Segura, hermosa, autovalente, rebelde, contestataria, libre y feliz.
Nos levantamos, nos duchamos donde entre juegos y risas me vuelve a masturbar, nos vestimos y antes de irnos se dirige al computador que había previamente instalado, desconecta las cámaras, de las cuales ya me había olvidado por completo, saca un pendrive de su bolsillo, lo introduce en el portátil y vuelca el contenido de una de las carpetas.
-Toma- y me entrega el pendrive.
-Míralo cada vez que vayas a desobedecer una orden mía, sabrás lo que te espera-
Sonríe y me guiña un ojo.