Para escribir relatos eróticos
Unos cuantos consjeos para intentar aumentar la calidad de los relatos de la web.
PARA ESCRIBIR RELATOS ERÓTICOS
Surge esta guía para intentar suplir las carencias que, considero, aparecen con demasiada frecuencia en los relatos publicados en esta web. Sin embargo se podrían aplicar a cualquier tipo de escrito, salvando las distancias.
Lo primero, lo más importante, para escribir relatos eróticos (o pornográficos, quién sabe dónde está la diferencia) es escribir con la cabeza y no con la polla (o el clítoris). Parece un chiste, pero está lejos de serlo. Hay que olvidar, mientras se escribe, todos esos calores que te entran al transcribir aquella idea o recuerdo que te martiriza y te enciende la libido. Hay que ser profesionales; escribir erótica es lo mismo que escribir aventuras, suspense, etc. No creas que por teclear con ese deseo calenturiento anidando en la entrepierna vas a poder transmitir a tu escrito ese deseo. No, amigo/a, no. Me viene a la cabeza la imagen de un escritor haciéndose una paja con una mano mientras con la otra va tecleando a trompicones, loco por expresar su orgasmo por medio de palabras. O una cosa o la otra, señores; hazte la paja antes o después de escribir, pero mantén el pajarito (o la pepita) escondido mientras tecleas o, te aseguro, saldrá una mierda tan grande como indigerible.
Y, no obstante, tu escrito tiene que expresar esa idea que te atormenta. ¿Qué cómo se hace?, pues con arte, mi amigo, con puro arte. Parece fácil, pero ya habrás intuido que no lo es. Te contaré como lo hago yo, ten en cuenta que en esto de escribir no hay reglas. Mis relatos suelen empezar con una imagen, una escena, un cúmulo de escenas o, simplemente, una idea. Es mala cosa empezar el relato con un personaje, alrededor del cual surgen las situaciones, sobre todo porque las nenas esculturales y cachondas o las tímidas y huidizas ya están retratadas, siento decirlo, de todas las maneras posibles. No intentes crear a alguien nuevo, especial, arrebatador, porque ya está inventado, te lo aseguro. ¿Tú crees que, entre los cuarenta y pico mil relatos que hay en la web, aún no se ha creado nada parecido a lo que estás pensando? Es simple estadística. Ahora bien, el cómo actúa un personaje ante una determinada situación, como se desarrolla y crece su personalidad (o muta) ante los hechos que se le presentan ay, amigo, ahí está la gracia del asunto.
Alrededor, por ejemplo, de esa imagen, escena, etc, es de donde surgen las preguntas, las preguntas que deben hacerse los lectores y que hacen tejer un relato que atrape o que al menos sea grato de leer. Las preguntas que te harán parir la trama. Supongamos que nos viene a la imagen un cuarto pequeño, amueblado con enseres antiguos, objetos de antaño, madera oscura, arañada, deslucida; una mesa camilla en el centro, con un tapete de ganchillo. Alrededor de la mesa cuatro ancianas juegan a las cartas; rostros arrugados, concentración absoluta mientras se trasiegan copitas de anís o chinchón y van echando las cartas jugando a la brisca mientras despellejan a sus vecinas o familiares con comentarios hirientes, de esos que solo la edad sabe sacar toda la iniquidad y mala leche. Un reloj carrillón da las seis y un gato maúlla desperezándose en una esquina. Quizá, pensando en un relato erótico, te venga a la cabeza una situación típica: detrás de las ancianas, un hombre y una mujer, con un delantal por única ropa, con la cofia de ella y la pajarita de él como muestras en su vestuario de su servilismo, esperan inmutables, como dos estatuas, el devenir de los acontecimientos. ¿Por qué están desnudos? ¿A qué aguardan? ¿Por qué no les importa mostrar sus vergüenzas? Seguro que te surgen más interrogantes. Las respuestas son las que te dan el camino a seguir para escribir el relato. Y esas respuestas motivarán más interrogantes: ¿cómo ha llegado a esa situación la pareja? ¿Qué ocurrirá después? Si te cuesta encontrar más preguntas o pergeñar las respuestas es debido a dos motivos: tienes poca imaginación, y por lo tanto, siendo franco, mejor será que, por ahora, te dediques a otra cosa que a escribir. También puede ser debido a que tu método de extracción de ideas sea otro, perfecto en ese caso.
Vale, bien, tienes historia. Una historia más o menos hilvanada, con los suficientes cabos sueltos aquí y allá para que tú mismo vayas descubriendo los detalles y te incentiven durante la escritura. Y ahora, ¿cómo la cuentas? Pues poco a poco, poniendo palabra tras palabra. Pero antes, detente, no sigas. Te falta lo fundamental, aquello que puede convertir tu relato en algo interesante de leer a algo imprescindible de leer. Ritmo. Sí, ritmo, como en las canciones. Puede ser pausado, lento, con situaciones y escenarios descritos con detalle y mimo. O rápido, electrizante, sin que te deje respirar. Puedes combinarlos si quieres, no tienes porqué limitarte a un solo registro rítmico. Ritmos lentos se consiguen con frases largas, palabras masticadas, difíciles de digerir, descripciones detallistas cargadas de opiniones y preñadas de sentimentalismo y hondura. Ritmos rápidos aparecen con diálogos cortantes, acciones furiosas, párrafos de pocas palabras, un devenir continuo de contradicciones y mareantes subidas y bajadas, como en una montaña rusa.
Cuando escribas, por favor, no lo cuentes. Dilo. Aprecia la diferencia con este ejemplo.
"Alfredo estaba furioso con Ana. Se sentía abochornado y dolido ante lo que estaba escuchando. Un cornudo, eso era, un puñetero cornudo. Y la muy puta quería que la perdonase. No hay derecho, pensó, esto exige un resarcimiento descomunal. Ahora vas a ver, rió para sí."
Esto no, señores, esto no. Si solo sabes contarlo así, matas todo el encanto de la escena. ¿No puedes imaginarte la situación, intuir el diálogo, dejar que sea el lector quien adivine, a través de tus palabras escritas la escena, los sentimientos, los pensamientos? Deja que sea él quien lea, guiado por tus palabras (aunque solo le muestres un camino posible, como un corderillo) de lo que quieres expresar. Deja que el lector imagine. Por ejemplo así:
"El hombre se sentó con el cuerpo rígido en el sofá, las manos en las rodillas, los dedos tensos clavados en las rotulas, la mirada fija en la pared, dejando que aquella sensación de odio le embargase.
¿Me perdonas, Alfredo? preguntó Ana con un hilo de voz, sentándose a su lado. Intentó tomar entre sus manos una de las de su novio, pero no le fue posible. Estaban unidas con firmeza a las rodillas.
Alfredo apretó los labios, permitiendo que sus mandíbulas rechinasen en el interior de su boca, consintiendo que la respiración entrecortada se adueñase de su pecho. Los dedos de su novia estaban tibios al contacto con su mano. Tibios no, fríos, pensó, tan fríos como ella. Pero así de frío debía mostrarse él, argumentó, más frío aún.
Perdonarte. Eso me pides, Ana repitió Alfredo mirando a los ojos de su novia. Ni siquiera esos ojos azulados, pensó amargado, están cubiertos de lágrimas. Ni siquiera muestran un arrepentimiento genuino. No, no lo hacen ahora, pendón de los cojones, se dijo para sí, pero lo harán, puta, te juro que lo harán. Esos ojos tuyos tan lindos van a suplicar, sí, ya lo verás."
Un párrafo convertido en cuatro, más largo, sí. Más complicado de escribir, sí. Menos adjetivos, sí. Más ambiguo, sí. Pero, ¿te gusta escribir? ¿Te has imaginado la situación, la tensión entre ambas personas? ¿Has intuido de va el asunto, porqué viene motivado el enfado de él? Si eres capaz de sacar eso, de vomitar ese alud de sentimientos, continúa escribiendo. Si no ya sabes la respuesta, lo siento.
Este corto escrito, resumido, sería así: escribe con cabeza. Las situaciones mandan, no los personajes. Imprime un ritmo al relato. Cuéntalo, no te conformes con decirlo.
A estos pequeños consejos, añade uno bien grande. Lee. Pero lee mucho, y si no es erótica, tanto mejor. Y no leas los relatos de la web, no. Lee libros de verdad, impresos en hojas o en formato electrónico, pero libros de verdad. Adquiere vocabulario, busca nuevas formas de expresar aquello que retienes, aquello que te impulsa a escribir. No hay nada de malo en escribir pensando o imitando a un escritor consagrado (que no publicado). No serás el primero que lo hace.
Por último, ¿qué historia se te ha ocurrido en torno a las ancianas en su mesa-camilla tras las cuales esperan esa pareja desnuda? ¿Ahora sí? Pues, venga, dale a la tecla, joder, ya estás tardando.
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Ginés Linares
gines.linares@gmail.com
http://gineslinares.blogspot.com
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