Para ella

Una mujer que descubre lo que quiere cuando menos se lo esperaba.

Le clavó los ojos. Por un instante se sintió la mujer más envidiada del pub.

Un sábado, la gente, las amigas, los pesados... y ese tío a unos metros,

rodeado de ese halo de misterio.

Hay varios tipos de tíos: la mayoría los invisibles, los que saben que están buenos pero son imbéciles... los que saben que están buenos y son cabrones... los que tienen algo especial, y ese tío.

Se estaba aburriendo un poco, los pesados de sus amiguitos deseando que pasara algo de una vez, tomándose de cubatas para conseguir valor. Y él, bailando, escuchando algún comentario, mirando...

Todas sabían que estaba ahí. El cabrón era como los tiburones en el mar cuando no tienen hambre, y los peces no se esconden de su sombra, grande, lenta, temible. Pero están inquietos, vigilándolo, por si se les acerca.

Así estaban muchas de las tías que le echaban miradas huidizas. Era como un concurso, pero ninguna iba a tener los ovarios de acercársele, ni de ponérselo fácil: Era más probable y más posible dejarse cazar por piezas... más sencillas y darle la vuelta a la tortilla para hacer con ellos lo que quisieran.

Un sábado más, pero con ese tío delante.

La cancioncita de marras que le gustaba, por fin la cosa tenía algo de sentido. Se puso a bailar pasándoselo bien, a disfrutar un rato.

Entre vuelta y vuelta veía la imagen su imagen, moviéndose despacio, con el cubata en la mano... sabía que cuando la canción terminara no iba a poder dejar de mirarlo. Lo tenía de frente, el cuerpo delgado le dejaba imaginarse un culo precioso, las piernas fibrosas, y esos hombros anchos, muy anchos. ¿Cuántas habrían tenido la suerte de dormir con la cabeza apoyada en esos hombros?.

Una amiga la paró un momento para decirle algo, pero nunca se enteró de qué, porque él le clavó los ojos, y por un momento se sintió la mujer más envidiada del pub.

Se quedó paralizada, mirando esos ojos entrando en los suyos, inquisitivos, buscando su magia. Fueron unos segundos... como años, y ella no le apartó la mirada. Quieta, como una pequeña presa que ve cómo la boca atroz del tiburón por fin se a abierto y la va a devorar. Le sonrió, y ella esbozó una sonrisa. Se permitió el lujo de recorrerla descaradamente con la mirada de arriba a abajo, disfrutando casi lascivo con cada una de las curvas de su cuerpo. Sentía como una mezcla de placer y miedo. Se estaba excitando.

Pero eso sólo había sido una vuelta a su alrededor, antes de morder. Le apartó los ojos, se fue. Seguía allí pero como antes.

Pasó el tiempo. No se atreía a volver a mirarlo. ¿Qué se suponía que tenía que hacer? ¿Esperar a que él se acercarse, como con el resto de los tíos?, ¿Mirarlo con carita de buena, ir acercándose, contárselo a sus amigas?

Notó cómo un brazo grande la abrazó por la cintura desde atrás. Era él. Sobraba todo lo demás. Le dio la vuelta y puso el otro brazo en su cintura. Tenía una sonrisa encantadora, y otra vez los ojos mirándola con esa calidez, y la seguridad que te da el saber que te están mirando como eres, mirando dentro. Los dos bailaban al son de alguna canción. Se movía como Dios, despacio, elegante... respetándola.

Otra canción, y otra... ni una palabra, bastaba con bailar. Hasta que le dio la vuelta y la puso de espaldas contra él. Lo había hecho cien veces. Dejó que el culo le rozara la poya. Estaba empezando a empalmarse.

Un reguero de flujo se empezaba a preparar en su vagina, y ya sabía que esa noche iba a tener que claudicar a su cuerpo. Otra vuelta, la puso de frente de nuevo, y esta vez dejó de respetarla. Le puso la pierna entre las suyas, bailando, y empezó a rozarle entre las piernas, justo en el clítoris, al ritmo de la música. Notaba el volumen de los músculos de sus piernas, duros, seguros. Nadie podía verlo, y le estaba haciendo una paja en medio de la pista. ¿Iba a aseguir así hasta

que se corriera?. El flujo ya le corría. Notaba los nervios, la excitación, iba a jadear.

No siguió mucho, y es que el cabrón era educado hasta para eso. No quería excitarla demasiado. Allí no.

Le cogió la mano para llevársela fuera del pub:

-¿Nos vamos?

Ni siquiera espera que se lo diga a mis amigos, ni espera que me acabe la copa. Era un tiburón, quería a su presa. Ya.

Asintió con la cabeza, y antes de que se pudiera dar cuenta ya estaba montada en la parte de atrás de una moto yendo a alguna parte.

Vivía en un estudio en el centro, con la cama de matrimonio, claro...

  • ¿Qué quieres tomar?

  • Tienes Ballantines?

  • Si, claro... con coca-cola?

Llegó con las copas en la mano y se sentó a su lado.

  • ¿Cómo te llamas?

Menuda estupidez, seguro que lo siguiente que le iba a preguntar era que si estudiaba o trabajaba, y es que o las apariencias engañan o se había hecho demasiadas ilusiones... la realidad es terca y tópica… Empezaron a hablar.

De vez en cuando, cuando él no miraba, se regodeaba mirándole el paquetón, apretado contra los vaqueros, o los pectorales, tan fuertes como las piernas. Joder. A pesar de todo podía ser una buena noche...

  • .... Sí? y cuéntame cómo fue eso de la carrera...

Joder, la carrera.... no podía ser peor.

Mientras hablaba con un movimiento de experto le desabrochó la falda, le puso la mano en el coño y empezó a masajearle el clítoris, despacio, a través de la tela de las bragas.

  • Sigue hablando, no pares.

Cuando la respiración se le entrecortaba y las palabras no le salían se puso de rodillas frente a ella, le arrancó la falda y las bragas al mismo tiempo. Le subió la piel del clítoris, suavemente, con

los dedos, y empezó a chuparle despacio la punta, libre, con la parte de debajo de la lengua.

Se iba a volver loca. Sabía cómo mantenerle el orgasmo, estremeciéndola con un placer constante, sin dejar que se corriera. Se levantó para metérsela. Ahora quería entrar dentro de ella para disfrutar, ahora que tenía el coño bien húmedo y bien caliente. Pero ya era demasiado tarde: Ella quería correrse en su boca.

  • Sigue

  • Él le sonrió con esa sonrisa preciosa, encantador...

Sin hacerle caso se cogió la poya con la mano para moverla un poco antes de metérsela.

  • Te he dicho que sigas.

Se quedó quieto, sin comprender qué estaba pasando. Seguro que estaba tan harto de tener que llevar él siempre la iniciativa, de hacer lo que quisiera, claro, quién se iba a resistir

Nunca nadie le había dado una orden.

  • Me estabas comiendo muy bien mi coño, ¿por qué has parado?. Desnúdate y túmbate en el suelo boca arriba.

En un momento, como un animalito obediente, todo ese cuerpazo de tío estaba esperando órdenes, en el frío suelo, con la poya húmeda y dura, empinada, esperando.

Se acercó a él y puso cada pierna a cada lado de su cabeza, de pie, para que pudiera verle bien entre las pernas.

  • Te gusta?

  • Saca la lengua todo lo que puedas

Se sentó encima de su preciosa cara y se metió la lengua en la vagina.

Muévela, quiero correrme.

Empezó a mover la lengua dentro, buscando las paredes, haciendo círculos. A ella ya le quedaba poco para terminar, y notaba los espasmos del orgasmo llegándole desde dentro.

Muévela más rápido, vamos, capuyo. Me quiero correr en tu cara.

Presionó su coño y su culo sobre su cara hasta sentarse encima. Ahora la única salida que tenía, si quería volver a respirar, era terminar lo que ella había empezado. Notaba cómo la lengua se le retorcía nerviosa dentro de la vagina, y la boca abierta intentando inhalar algo de aire. No podía más. Apretó fuerte y se empezó a correr. Fue un orgasmo largo. Fue el mejor orgasmo. Por fin se había dado cuenta de qué era lo que le gustaba.

Cuando terminó todavía siguió unos segundos encima de su esclavo, disfrutando del poder, hasta que decidió levantarse y sentarse en el sofá a mirarlo.

Todavía jadeante, él se incorporó.

  • No te he dicho que te levantes

Otra vez, como un animalito obediente, volvió a tumbarse boca arriba, con la boca y las mejillas llenas de flujo.

  • Ven, ahora sí que puedes venir... siéntate aquí a mi lado.

La poya le seguía apuntando hacia arriba, deseándola. Ella le acercó la boca. Quería sentir la suavidad de su piel con los labios, y empezó a acariciársela con ellos. Notaba como aquel pobre se estaba poniendo a mil, y cómo hubiera dado cualquier cosa porque en ese momento se la hubiera metido en la boca. Pero eso no era lo que ella quería.

Cogió las medias que él le había quitado antes.... tan seguro de sí mismo.

  • Date la vuelta, dame las muñecas.

Se las ató, y por fin pudo verlo completamente indefenso, sentado en el sofá, casi sin poder moverse.

Se sentó encima de él.

  • Cómete mis pezones

Abrió la boca y empezó a mordérselos con los dientes. Joder eso era saber. En seguida se le pusieron duros, y él cada vez le daba más placer. La poya le rozaba las piernas, nerviosa, húmeda.

  • Te voy a follar, sabes?

  • Sí por favor.

Sin pensarlo, le golpeó la cara con la palma de la mano. Lo suficientemente fuerte como para hacerle daño. Él la miró aturdido, con cara de sorpresa y resentimiento.

  • No te he dicho que hables. Lo que tienes que hacer es obedecer, ¿entiendes?. Ahora sí, dime: quieres que te folle?.

  • Bien

  • Te quieres correr?

  • Sí, por favor.

  • Pues no te voy a follar.

Era tan fácil que casi le hacía gracia. Le cogió la poya con la mano y empezó a machacársela.

  • Vamos, cabrón, córrete.

Al cabo de un rato se le estaba poniendo roja, y notaba cómo las venas se le engordaban cada vez más. Debía de llevar mucho tiempo sin correrse. Quiso investigarlo y le cogió los huevos con la otra mano, estaban grandes, rebosando semen.

  • Vaya, lo que tienes aquí.

Dejó de moverle la poya.

Ahora estaba loco, jadeando, necesitando con locura sólo un poco más. Se agitaba como un pez fuera del agua. Eso la excitaba muchísimo. Se puso de pie encima del sofá, y le puso el coño delante de la cara. Sabía cuánto lo deseaba, lo que lo necesitaba.

Se metió dos dedos dentro y los sacó completamente húmedos. Se los puso delante de la boca.

  • Chúpalos.

Como si fuera lo que más quería en el mundo los chupó, sorbiendo todo el flujo.

Volvió a meterse los dedos dentro y empezó a pajearse delante de su cara. Notaba cómo él intentaba sacar la lengua para acercársela al coño, Intentando conseguir algo de su sabor. Estaba excitadísima.

Se volvió a sentar y se metió ese pedazo de poya dentro. Empezó a moverse para sentirla bien dentro, bien gorda. Estaba demasiado cachonda como para aguantar mucho más, y se movía como una posesa, inconsciente, loca de placer. Notaba los espasmos de su poya dentro, a punto... pero ella llegó antes, y una explosión de locura y de placer le recorrió todo el cuerpo otra vez. Cuando terminó, se quedó sentada, con la poya hasta el fondo, entera, y se quedó quieta.

Él no podía más, lo necesitaba, jadeaba y se retorcía, necesitando más. Empezó a levantarla en el aire a base de poyazos. Era como estar encima de un animal de rodeo, luchando por su libertad, pero este quería otra cosa, quería poder moverle la poya dentro. Joder, le estaba gustando mucho. Hizo todo lo posible para que no pudiera moverle la poya dentro, y sintió una tras otra todas las embestidas en su clítoris. Le gustaba demasiado. Mientras menos le daba más rápido y más fuerte se movía. Él empezó a gritar, intentando seguir con todas sus fuerzas. Sólo necesitaba un poco más.

Tanta embestida era insoportablemente placentera, y ella volvió a correrse. Cuando terminó el orgasmo lo miró tranquila, satisfecha.

  • Estate quieto. ¿Qué quieres?

  • Quiero correrme, por favor.

  • Date la vuelta.

Le desató las manos, y él casi instintivamente se cogió la poya para machacársela desesperadamente.

Volvió a pegarle

  • Te he dicho que te esperes. Es mío. Levántate.

Se arrodilló frente a él y se lametió en la boca. No necesitó mucho tiempo para que le estallara en la boca todo ese montón de semen. Creía que se iba a ahogar, pero ya era suyo. Sintió cómo la excitación otra vez le llegaba desde el coño a todo el cuerpo. Se lo tragó. Se puso a cuatro patas en el sofá.

  • Fóllame.

Él le cogió la cintura con las manos fuertes, los músculos tensos, nervioso. Se la metió hasta el fondo. Se empezó a mover como un animal, como si quisiera romperle el coño. Había aprendido que esa podía ser su única oportunidad. A ella la ola de placer se le estaba haciendo insoportable, se le fueron las palabras y las fuerzas. Ya sólo podía dejar que la siguiera jodiendo a lo bruto.

  • Vamos, cabrón, no pares.

Y no paró. Siguió y siguió hasta que ella se volvió a correr.

Se levantó, con el coño chorreando.

-Límpialo

Se arrodilló frente a ella, sacó la lengua y le lamió todo el coño, sumiso, rebuscando por todas partes, y el culo, hasta que no le quedó nada de flujo.

Se puso de cara a la pared.

  • Ven

Él se acercó por detrás, y ella empezó a rozarle la poya con el culo. Seguía dura, era incansable. Sus jadeos le calentaban el cuello...

Se apartó

Vamos, ponte ahí, delante de mí, como en el pub.

  • Ahora puedes pajearte mirándome. Te gusto?

  • Sí, mucho, me gustas mucho

Y mientras tanto se destrozaba la poya desesperado, mirándola como aquella primera vez, todas las curvas, pero esta vez desnudo, lascivo, con la cara desencajada de placer.

No pudo esperar mucho más antes de correrse, regando de semen el suelo de la habitación.

Se había acabado, estaba satisfecha. Se visitó

Se fue

Sabía que volvería verlo. Ahora era suyo.

Bueno, es mi primera vez… espero que os haya gustado.

Comentarios: aseiscientos@hotmail.com

A.