Para Dina

Ojalá leas esto, Dina.

Este relato no es un relato, es un mensaje en una botella con la esperanza de que su destinataria lo lea. Esto es un mensaje para ti, Dina, de mí, Sara, Sarita. Si lees este relato-mensaje es porque has buscado en esta página relatos lésbicos, y si has buscado relatos lésbicos es porque quizá puede gustarte una chica. Esta es mi esperanza porque nunca me he atrevo a decírtelo, a proponete que juntemos nuestros cuerpos, que hagamos el amor, y como no sé cómo insinuarme aquí te escribo, para seducirte, para que venzamos nuestro pudor y seamos amigas enteras, con nuestros cuerpos.

Te necesito, Dina, cada noche te imagino pegada a mí como en tu último cumpleaños, mientras me hablabas de tu viaje tumbadas en la hierba y yo sólo estaba pendiente del contacto de nuestros brazos y nuestros muslos. Imagino que en vez de escucharte callada me hubiera incorporado mirándote a los ojos y te hubiera besado despacio, apretando tus labios. Tú gemirías muy suavemente como cuando cierras los ojos oyendo el viento en las hojas, y yo entonces me pondría encima de ti para que sintieras mi peso, mi calor, mi sangre hirviendo por gozarte.

Te besaría mucho y pararía de vez en cuando para mirarte, para sentir que te tengo en mis brazos, para verte sonreír, tan guapa. Besaría tu cuello y acariciaría tu nuca, donde nacen esos ricitos que tanto he mirado cuando en el metro nos apretamos entre la gente, sin que te des cuenta. Me pondría después a tu lado y acariciaría tu cuerpo, no tardaría en tocar tu pecho, pequeño y redondito, lo cogería entero en mi mano para sentirlo mío, y lo haría de un modo que te haría estremecer, lo sé, y también haría que yo me mojara entera de deseo.

En poco tiempo iría bajando mi mano hacia tus piernas y de allí, levantando tu falda, subiría por tu piel a tus caderas para tropezar con tu braguita, quizá llevaras puesta esa verde que te vi, y jugaría un poco con la goma hasta empezar a pasar mis dedos sobre tu coñito, primero sobre la tela, haciendo círculos y recorriendo todo ese lugar con el que sueño, y después metiendo mi mano por debajo. Allí comprobaría que estás tan mojada como yo, y comenzaría a pasar mi dedo entre tus labios hinchados, resbalando de abajo a arriba presionando con la palma de la mano como me hago yo misma cuando quiero gozar mucho, como me estoy haciendo ahora mientras escribo.

Todo este tiempo habría estado mirándote, excitándome con cada parte de tu cuerpo y con la expresión de goce en tu cara, pero entonces, mientras siento en mi mano tus flujos y te vas abandonando al placer, me acercaría a besarte, lentamente, para que tú mordieras mis labios de gusto, y te obligaría a gemir a través de mi boca cuando se fuera acercando tu orgasmo. Porque no pararía hasta que te corrieras, que te corrieras mucho, que te corrieras en mis brazos, que yo sintiera tu cuerpo sacudirse de placer por mi causa, el acto de amor que le faltaba a nuestra amistad.

Entonces, cuando recuperaras el aliento, te pediría que me hicieras el amor, te pediría que me follases, que tomaras mi cuerpo como si fuera tuyo, como si tuvieras dos cuerpos ardiendo y tuvieras que satisfacerlos, después de uno le toca al otro. Yo me dejaría hacer todo lo que quisieras hacerme y gimiendo mucho te pediría más, siempre más caricias, más fuerte, más rápido:

-Sí, amor, házmelo así, házmelo todo, tócame entera, mírame cómo me tienes, te quiero, Dina, mi amiga, mi amor, hazme gozar, haz que me corra, házmelo mucho, házmelo siempre, fóllame, fóllame,

...fóllame.

Dina, tú ya sabías que te quiero, nos lo hemos dicho más de una vez. Ahora también sabes que te deseo, que me muero por tu piel y por tu cuerpo, y que si tú quieres bastará un roce o una palabra para que nos disfrutemos por completo, para que gocemos la una de la otra todas las veces que quieras.

Un beso, mil besos, Sara.