Para Alexxx
Una sumisa que gobierna a su dueña para obtener un aberrante placer.
Este relato, totalmente ficticio, está dedicado a Alexxx, autor que también publica en esta página, con la intención de que entienda qué cosa me reconcome. Porque por Messenguer o email no parece o no quiere comprender o, quizá, escuchar.
Soy una esclava sexual. Tengo 34 años. Me casé a los 22 y tuve dos hijos que en la actualidad tienen 10 y 12 años y viven con su padre, divorciado de mi desde que le revelé mi tendencia masoquista, hace ya 5 años. Soy rica por herencia y, salvo que mis hijos sean derrochadores en exceso, pueden vivir siempre sin trabajar a costa de la herencia que les dejaré, ya que no he entregado mis bienes a ningún amo. Espero que eso les compense por abandonarlos tan niños para satisfacer mi depravación.
Me colgué del Sado Maso por culpa de Internet cuando estaba embarazada del segundo y tras meditar mucho, casi seis años, decidí ofrecerme de esclava a través de una página especializada en esa práctica. Tuve un primer amo muy experto y sofisticado, que no me satisfizo porque sus prácticas se reducían a eternas horas de entrenamiento a la sumisión, inmovilizaciones y padecimientos físicos en privado. Parecía avergonzarse de ser mi dueño y no mostraba su dominio sobre mi en público. Le rechacé por inútil, pero en el tiempo en que fui su sumisa averigüé qué deseaba.
Yo deseaba ser humillada en público. Ser expuesta, ser una basura humana a los ojos de los demás, fueran hombres o mujeres. Tras buscar algún tiempo y probar con otros amos, encontré a quien quería que fuese mi dueño. Era una mujer: Leticia. No, no soy lesbiana, pero si bisexual y no me importa pertenecerla a ella.
¿Qué por qué la seleccioné a ella?. Porque era fácil dirigirla hacia lo que yo quería. En el fondo la dominada era ella. Seguía siempre mis sugerencias. Así conseguí mi ansia de ser expuesta, humillada y castigada siempre en público.
Aunque sea presuntuoso para una esclava debo decir que estoy bien formada. No soy demasiado guapa, pero mi cara refleja inocencia y ternura, según la gente, lo que es ideal para una sumisa. Tengo unas tetas de un tamaño apreciable y nada duras como las que parecen de silicota, son mórbidas, con una exquisita caída, de nacimiento estrecha, idóneas para atar y para castigar con fusta. Las aréolas las tengo muy extensas y oscuras, lo que acentúa el grosor de las mamas. Ya hablaré de los pezones.
Para mi edad, y después de dos partos, apenas tengo barriga, solo una ligera curva lisa, sin estrías. Mis nalgas aún están bien altas y son extensas, como mis caderas. Muslos gruesos y magros, sin pizca de celulitas. Piernas largas musculadas y recias. Todo ello conseguido con los intensos ejercicios a que me he sometido para soportar torturas desde que decidí ser esclava sexual.
No tengo un pelo por el cuerpo salvo en la cabeza, las cejas y las pestañas, ni lo tendré jamás, ya que me sometía a una depilación definitiva mediante láser. Ostento por tanto un pubis sedoso y ligeramente abultado. Igualmente suave es toda la piel de mi cuerpo sin mácula alguna y de moreno uniforme.
En mi cuerpo debo destacar su decoración, muy reciente, ya que no abordé ese aspecto hasta que no me entregué a Leticia. Ha supuesto algunas deformidades que asumo con orgullo ya que facilitan mi uso y mi castigo.
Mis pezones son muy largos y gruesos. Es consecuencia de las constantes sesiones con cápsulas de succión a que me sometió Leticia por sugerencia mía. También están perforados por un orificio que tiene un diámetro suficiente para pasar por ellos un lápiz. Normalmente mi ama los decora con unas argollas -no se pueden llamar anillos- de titanio de 5mm de espesor y de 4 cm de diámetro. De todos los esclavos y esclavas que conozco nadie exhibe una cosa tan extremada. Yo no podría si no hubiera sido por la elongación producto de las cápsulas de succión. Mis pezones no me causan placer ni dolor, son insensibles. Su única utilidad es sujetarme por ellos.
No siempre llevo las argollas, mi Ama tiene gusto e imaginación. A veces porto placas horadadas de diverso diseño que dejan pasar mi largo pezón y se sujetan con un pasador. Otras veces llevo gruesas barras atravesándolos con bolas en sus extremos. Gracias a la flexibilidad de mis mamas es posible juntar los pezones con una sola argolla. Eso le gusta mucho a mi Ama Leticia. Otras veces me pone una larga barra de acero de un pezón a otro que se asegura con gruesas bolas en sus extremos. Eso lo usa cuando quiere colgarme de las tetas estando éstas fuertemente atadas en su nacimiento por una cuerda o goma elástica.
Muchas veces, sobre todo si me lleva de exhibición, me coloca en los pezones unos artilugios con muelle en forma de tronco de cono cuya base se apoya en mi extensa aréola y estira firmemente del pezón hacia fuera. La estampa, aunque muy molesto para mi, resulta encantadora para los espectadores.
Llevo otra argolla del mismo tamaño en el vómer, el cartílago que separa las dos fosas nasales, me cuelga hasta el centro de la boca y es permanente, no se puede quitar como las de los pezones. Esa argolla, como las otras sirve esencialmente para restringir mis movimientos o para forzar posturas incómodas. Frecuentemente la enlaza con cadenas a las de los pezones o la del clítoris para obligarme a escorzos indignas. También tiene su efecto emblemático y decorativo. Conducirme con otra cadena enganchada de la argolla de la nariz causa más efecto que llevarme atada del clítoris, de los labios vaginales o del collar. Tiene buena utilidad para forzarme a alzar la cabeza cuando se combina con arneses de apertura de boca o de amordazamiento. Como decoración causa gran excitación que me ponga cadenillas que van de la nariz a los pendientes de las orejas. También llama la atención si me liga la argolla de la nariz muy tensamente al collar.
Estoy orgullosa de mi collar y mis pulseras. Son de acero de superficie mate y forrados de cuero por el interior. De diseño muy austero y estilizado, no llevan nada grabado más que el nombre de mi Ama. No parece que su función sea la restricción, parecen meramente decorativos ya que las argollas de sujeción se pueden retraer dentro del collar o las pulseras y su cerradura está embutida y no es visible. Los llevo puestos habitualmente, mi Ama solamente me los quita para la ducha, con agua fría siempre, por supuesto.
En mi monte de Venus se centra normalmente el mayor interés de las amas y amos que me usan cuando mi Ama me cede o me prostituye.
Mis gordos labios vaginales externos están horadados cada uno por un orificio de igual diámetro que los de los pezones, también pasa un lápiz normal. Pero además están reforzados con un ovalillo de titanio de manera que parecen ojales. Ello facilita que mi explotador de turno pueda cerrar mi vagina para impedir mi penetración ya sea con tres candados, ya sea con una cadena entrecruzada y un solo candado, ya con pasadores rematados en bolas. Las posibilidades solo están limitadas por la imaginación de mi circunstancial dueño. Ama Leti los emplea para demostrar ante sus amigos la cantidad de peso que pueden soportar mis labios y la distensión que alcanzan, pero no le gusta hacerlo muy a menudo. Dice que nos soporta unos labios exteriores demasiado deformes. Eso a veces me hace dudar de si tendrá repulsión por mi abominable clítoris. Por ello he firmado un adenda a mi contrato de esclavitud otorgándole la facultad de extirpármelo si le llegase a parecer conveniente. A fin de cuentas obtendría tanto placer mostrando mi aberrante clítoris como mi ablación de él.
Mi clítoris, que fue sometido inicialmente a la misma técnica de elongación que los pezones es monstruosamente largo y gordo, si no no hubiera soportado el mismo diámetro de orificio que aquéllos. Pero debido a la característica de su argolla ha seguido alargándose más con el tiempo y su agujero actual es el doble que los de los pezones o de los labios vaginales. Está adornado con otra argolla de titanio, como todos mis adornos, no quiero oro ni plata. Circundando el perfil de la argolla desliza una barra de 4 cm de longitud que termina en una pesada bola de 3 cm de diámetro.
La argolla de mi clítoris es inamovible, como la de la nariz, y el peso de la bola poco a poco ha estirado el delicado apéndice de una forma descomunal. No hay nadie que quede impasible a su vista. Escandaliza, inspira lástima o repugnancia, o bien levanta pasiones perversas, pero todos esos sentimientos me excitan intensamente y esa es mi única finalidad en la vida, no me interesa nada más.
Mi clítoris, al igual que mis pezones también es ya inútil para proporcionarme ningún placer. Mis orgasmos, porque mi Ama no me los ha prohibido más que eventualmente, los consigo de mi profunda complacencia por la exposición de mi cuerpo humillado en público. Por el convencimiento de ser de inferior condición, por ser como una bestia o un objeto de uso. Por mi renuncia a ser humana.
Ni a mi Ama ni a mi nos importa que la gente sepa lo que somos. Bueno, a mi si me importa. YO QUIERO QUE LA GENTE SEPA que soy una inmunda y degenerada esclava sexual a la que cualquiera puede usar para su placer si mi Ama lo permite. Por eso salgo a la calle sin disimulo alguno. Me gusta que se fijen en la argolla de mi nariz o en las marcas que las argollas de los pezones hacen en mi ropa. También adopto posturas en la playa o la piscina para que la gente note bajo el bañador el bulto de mi argolla del clítoris con su bola. Debo decir que siempre tenemos cuidado de no provocar que la policía nos detenga. A pesar de que, al no tener que mantener un trabajo ni una posición social, pues vivimos de mi fortuna, podamos permitirnos el descaro, no nos gustaría terminar en la carcel.
Mis mano derecha está adornada con un anchos anillo de acero mate por delante de mi alianza matrimonial. Llevo la alianza porque mi ama y yo queremos que le gente sepa que soy tan pervertida que rompí mi matrimonio para renunciar a ser humana y que abandoné a mis hijos cuando tenían 5 y 6 años de edad, que soy solamente una bestia lúbrica. Y no se priva de contarlo a quien quiera delante de mi y yo de admitirlo.
En el anillo de acero está grabada bien visiblemente a expresión ESCLAVA DE LETI y procuro que se vea bien cuando tengo que pagar en algún establecimiento o cuando me agarro a la barra del autobús o cuando voy leyendo sentada. Si es esto último siempre llevo una novela o tratado de SM.
Mis pulgares llevan otros anchos anillos muy apretados, por lo que sería difícil quitármelos, que, a su vez, tienen una pequeña anillita y sirve para inmovilizar mis manos sujetando los pulgares al collar, a los pezones o al clítoris, según sea pertinente. Una medida de restricción sencilla y eficaz.
Y mi otra decoración la constituyen los tatuajes. Tengo bonitas y prolijas alegorías de la esclavitud en colores sobre mi pecho izquierdo y sobre toda la extensión de la cara externa del muslo derecho. Una gran cenefa sobre mi amplia riñonada. Unas imitaciones a brazaletes o tobilleras en mis remos. Una barroca cenefa circular alrededor del ombligo. Un grupo de corazones en mi nalga derecha. Sobre mi nalga izquierda esta implantado a hierro candente el nombre de mi Ama Leti y en el monte de Venus esta tatuada la leyenda "FELIZ ESCLAVA SEXUAL DE LETI".
Otra de las reformas de mi cuerpo que, a sugerencia mía como siempre, ordenó mi Ama fue extraerme todos los dientes para poder mamar pollas mejor y encastrarme mordazas que impidiesen absolutamente ningún sonido. Estoy provista de una dentadura postiza corta, es decir, sin las últimas muelas, para poder encajarme mejor el bocado cuando sirvo de poneygirl.
Estoy deseando que se decida a procurarme otra alteración de mi cuerpo que le he sugerido. Tengo que tener cuidado siempre en que no se de cuenta de que realmente soy yo quien dirige las pautas de mis castigos y transformaciones. Ahora quiero que disponga mi preñado por quien ella le plazca designar. Obtengo orgasmos solamente con soñar en verme castigada y humillada públicamente luciendo una gran barriga.
Ama Leti me ha informado que mañana acudiremos a una fiesta con unos 1o amos o amas e igual número de esclavos. Yo he sido designada como esclava retrete y hace un rato me ha probado la embocadura que usaré en mi culo para facilitar el depósito de los deshechos.
Seré utilizada como retrete tanto por el culo, por las damas, como por la boca, por los caballeros, y no seré follada en ningún caso, así que portaré los tres candados de clausura de mi coño. El artilugio para entrada de desperdicios en mi ano será una especie de trompa o enorme embudo embutido en mi agujero que se soportará con unas correas a un cinturón de cuero y a unas anchas ligaduras en mis muslos, igualmente de cuero. Después de colocármelo en prueba he implorado al Ama que me dejase verme en un espejo y, al verme, casi inmediatamente me ha sobrevenido un orgasmo solo con imaginar el placer que obtendré mañana ofreciendo mi boca y mi ano a las meadas, cagadas, semen y vómitos de los señores y señoras invitados.
Además el Ama dice que seré encadenada por las argollas del clítoris y de los pezones a otra argolla fijada en el suelo mientras que deberé mantener la cabeza alta para facilitar el acceso a mi boca mediante una cadena trabada a mi nariz. Al terminar la fiesta, si no he conseguido contener todos los desechos en mi cuerpo, seré azotada en las nalgas y después en el pubis. Estoy segura, porque ya lo procuraré yo, de que seré azotada. Esta noche no podré dormir de impaciencia. Me preocupa que, en la postura en que seré inmovilizada no podré evitar que bajo mi se forme un charco producto de mis orgasmos durante mi degradante utilización.
Confío al Ama mi inquietud por si quiere prohibirme el clímax, ya que está mal visto en general que los dueños de esclavos tengan tanta permisividad con su bestias como tiene Ama Leti conmigo. Ella me tranquiliza porque dice que habrá otro esclavo o esclava fregona que lamerá mis jugos en cuanto los vea en el suelo y le doy las gracias por permitirme ser una lasciva exhibicionista.
FIN
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