Paquetes de nadie.

Serenity está muy preocupada por la desaparición de su hija Grace, a pesar de contar con la ayuda de la agente Natasha Harper en su búsqueda. Su preocupación aumenta cuando empiezan a llegar paquetes para su hija de un remitente desconocido... al usarlos, estos empiezan a inducir cambios en su mente

Serenity no hacía honor a su nombre aquellos días. Lo cierto es que no era para menos. Era normal que estuviera tan tensa. Su hija Grace llevaba varios días sin aparecer por casa. No había dejado ni una nota, ni un mensaje. No respondía a sus llamadas. Parecía haber desaparecido de la faz de la tierra. Y como toda madre, lógicamente, estaba que se subía por las paredes.

Serenity se había criado en escocia, y era un vivo reflejo de la imagen que se tenía del país. Era de aspecto bastante robusto, pálida con la leche, con el pelo de un vivo color naranja, el rostro lleno de pecas y unos ojos de color miel muy vivos. A su edad aún levantaba pasiones entre los chavales más jóvenes. Y casi le daba la impresión de que también lo hacía en la agente de policía que llevaba el caso de su hija, aunque eso era absurdo.

La agente Natasha Harper era una mujer impresionante. Rozaba los dos metros, era negra como el carbón, de aspecto robusto y el cuerpo fibrado. Estaba claro que estaba en excelente forma física como habría exigido el puesto de policía para ser admitida. Pero no era sólo eso. Tenía un rostro salvaje y una sonrisa que parecía capaz de hechizar a cualquiera. Natasha pensaba que más que una agente de policía parecía una modelo.

Y desde que Grace había desaparecido, no dejaba de verla. Se pasaba por casa habitualmente a hacerle preguntas sobre su hija. Al parecer había establecido su centro de operaciones en el piso superior, por lo que no era extraño que pasara tanto tiempo allí. Serenity lo agradecía, porque ya le había pasado varias veces que se había roto y había acabado subiendo para romper a llorar en brazos de aquella mujer. No tenía nadie más a quien acudir.

Estaba volviendo del trabajo, que la dejaba molida. El oficio de Chef no era tan glamuroso como había considerado al principio. Eran muchas horas dando el cayo, aunque el sueldo estuviera bien. Llegó al rellano, pasando al lado del ascensor que estaba estropeado, y se encontró al conserje pasando la fregona.

Suspiró lentamente. Ella no le tenía ninguna simpatía a aquel hombre. Era un hombre mayor, en muy baja forma, visiblemente obeso, que cuando no olía a productos de limpieza, destilaba un terrible olor corporal. Además de todo eso, Serenity sabía que cada vez que veía a una mujer del edificio, incluida a su hija, no le quitaba la vista de encima, mirándolas como el depravado que era.

Serenity no podía evitar intuir que aquel degenerado se había tocado pensando en su pequeña, y aquello le repugnaba. Lo cierto es que le había hecho investigar nada más empezar, pero la agente Harper no había encontrado nada sospechoso en su casa y lo había descartado. Quizá no hubiera secuestrado a su hija, pero decididamente era un mal bicho.

Así que, sin el menor remordimiento, Serenity le pisó lo fregado y se dirigió directamente a su casa con la cabeza bien alta e ignorando sus murmullos enfurecidos. Apenas estaba quitándose la cazadora cuando escuchó el timbre. Llegó a pensar que aquel degenerado tenía los huevos para ir a su casa y exigirle que se disculpara por haberle pisado lo fregado. Pero cuando abrió, no se encontró a nadie al otro lado.

Se quedó un par de segundos confusa antes de bajar la mirada y que sus ojos impactaran sobre un pequeño paquete. No parecía haber dirección de envío en él, ni siquiera una nota informativa. Tan sólo un pequeño papel pegado sobre él con cinta adhesiva.

De: YI

Para: Grace

Aquel paquete era lo más cerca que había estado de tener noticias de su hija que había estado en los últimos días. Así que, ni corta ni perezosa, se acercó a la cocina, cogió sus guantes de fregar y se dirigió al piso superior. Era tarde, pero aún así, la agente Harper le abrió la puerta.

La agente iba vestida sólo con un albornoz. Estaba claro que sólo se lo había puesto para ir a recibirla. Estaba visiblemente somnolienta y su pelo oscuro y rizado, completamente alborotado. Serenity no pudo evitar pensar en que seguramente, la agente dormía desnuda. Pero su mente no vagaría por ese pensamiento hasta horas más tarde.

La agente la recibió bien, y le indicó que se encargaría de que el laboratorio analizara el paquete. Fue cuando volvió al día siguiente cuando la agente le informó de que no había nada raro en el paquete. No había huellas ni trazas de ADN… y por lo que indicaba, el contenido no había sido manipulado. Agradeciendo la rapidez, pero maldiciendo los resultados, Serenity recuperó el paquete y volvió a casa.

A pesar de que no había nada sospechoso según la agente, la mujer decidió abrirlo para tomarse con que lo que había llegado a su hija era un chromecast. Aún con dudas, pero queriendo cerciorarse de que estaba todo bien, lo instaló en la televisión y se descargó la app a través del QR que venía en la caja.

Serenity no era ninguna manitas en informática, pero era lo bastante inteligente como para hacer la instalación del dispositivo siguiendo las instrucciones en pantalla. Cuando estuvo listo, lo primero que reprodujo fue una colección de sonidos relajantes. Le gustaron, así que decidió dejarlos mientras se preparaba la cena y se ponía a cenar.

Encontró muy útil el dispositivo para ver sus series y películas, así que lo dejó puesto mientras se acomodaba en el sofá. Se quedó dormida sin darse cuenta, acurrucada en el mismo. La televisión no se apagó, pero los sonidos relajantes dieron paso a otra cosa. Una voz de mujer que, muy sutilmente, iba susurrando cosas, consejos.

Serenity extendió lentamente una sonrisa mientras los escuchaba. Su mente, en estado de hibernación era muy sugestionable y, ante las palabras de la máquina, se empezó a acariciar la entrepierna sobre el pantalón del pijama. Sus pezones se erizaron bajo la camisa y emitió un gemido de gusto.

Se estuvo tocando así durante unos veinte minutos antes de que la voz le aconsejara que si de verdad quería sentirse bien tenía que tocarse directamente. Los gemidos de Serenity se hicieron más intensos cuando finalmente se metió la mano bajo el pantalón y las bragas. Sus gestos eran bastante mecánicos, pero el placer que se intuía por su expresión y sus gemidos era más que evidente.

Serenity se había corrido varias veces en su inconsciencia cuando se despertó aquella mañana. Se sintió un poco avergonzada cuando se sacó la mano de las bragas y la encontró empapada de flujos, pero no le dio mayor importancia. Se había levantado renovada y llena de energías. Aún con los sonidos relajantes de fondo se duchó y se vistió para ir al trabajo. Se dio cuenta de que la aplicación le permitía seguir escuchando aquellos sonidos mientras estaba fuera de casa, así que se puso los cascos de camino al trabajo.

Ella no podía oír la voz que aún le susurraba bajo los sonidos. No se dio cuenta de que se había puesto un escote más pronunciado de lo habitual, de que su falda era demasiado corta. No le dio importancia a que no se había acordado de ponerse bragas.

Aquel día trabajó mejor que nunca. Era como si tuviera un torrente de energía que no se acababa nunca. Volvía a casa con una sonrisa, sintiéndose mucho más reconfortada. Aún estaba preocupada por Grace, pero al menos el trabajo había mejorado.

Ya empezaba a convertirse en una costumbre el encontrarse al conserje fregando. Casi parecía que lo hacía a propósito. Con todo, Serenity razonó que aquel hombre sólo estaba haciendo su trabajo, y tampoco era necesario que fuese tan borde con él, por lo que le pidió permiso para pasar, y el hombre le indicó una esquina más seca. Al llegar a casa, también se repitió lo sucedido el día anterior. Tras entrar, llamaron a la puerta y al abrir… un nuevo paquete. Mismo destinatario, mismo remitente. Repitió el mismo proceso de llevárselo a la agente Harper. Aquella noche, su albornoz apenas le cubría los incipientes pechos.

La agente Harper le explicó que tras lo sucedido el día anterior, en el laboratorio le habían ordenado que hiciese ella misma el análisis preliminar si los sucesos se repetían. Le mostró su material para la policía científica. Usaron líquido para buscar fluidos y polvo para huellas. No encontraron nada en la parte externa del paquete.

Cuando abrieron el paquete, ambas se sonrojaron un poco y se pusieron algo nerviosas. Dentro había, lo que inequívocamente, era un vibrador.

_ Bueno… _ La agente tosió. _ El análisis preliminar del contenido también indica que la caja no ha sido manipulada… no hay huellas ni fluidos y sigue estando sellada.

_ Escuche, Agente Harper. Mi hija no es de las que… _ Serenity se sentía abochornada.

_ Escuche… yo no voy a juzgar nada. Ni siquiera sabemos aún quién envía todo esto. _ Suspiró Natasha. _ Lléveselo a casa, guárdelo. Puede ser importante más adelante.

Serenity asintió, se llevó la caja y bajó a su casa. Encendió el Chromecast y se puso una serie mientras meditaba en lo ocurrido. Se comenzó a sentir extrañamente caliente, no dejaba de pensar en el canalillo de la agente Harper. No se había quitado la ropa con la que había venido del trabajo, la misma a la cual se le había olvidado sumar las bragas.

Por eso fue tan fácil para ella empezar a acariciarse distraídamente el clítoris mientras miraba a la pantalla. Pronto la serie dejó de interesarle y empezó a concentrarse en recorrer su vagina con los dedos. No supo el momento exacto en el que la serie dejó de emitir y saltó el salvapantallas. A pesar de que debía parecerle extraño el salvapantallas con formas y colores tan vivos, no lo hizo.

Sin apartar la vista de la pantalla ni dejar de escuchar atentamente los sonidos que empezaban a convertirse paulatinamente en voces, Serenity tomó la caja que habían entregado a su hija, la abrió con sorprendente facilidad y extrajo el vibrador, lo lamió como si fuera un helado y empezó a introducírselo en el coño con un ritmo lento y pausado.

No supo en qué momento se quedó dormida, pero Serenity despertó de nuevo en el sofá, con el vibrador aún metido en el coño y roja como un tomate. Se dijo que estaba estresada, que la desaparición de Grace la estaba confundiendo y que por eso hacía esas cosas. Se duchó, se vistió y se encaminó al trabajo.

El día fue incluso más productivo si cabe. Serenity estaba trabajando mejor que nunca. Llegó a casa aún con energía de sobra. Y… como ya iba siendo costumbre, se encontró al hombre fregando el rellano. Serenity dejó escapar una risita y, jugando con el pelo, le pidió permiso para pasar. Que guapo le parecía el conserje.

El hombre, con una sonrisa que le pareció adorable, a pesar de que una semana antes le repugnaba, le dio paso y, mientras iba pasando, le dio un azote en el culo. Ella, extrañamente, lo dejó pasar con una risita y volvió a su piso. De nuevo… llamaron el timbre en cuanto cerró la puerta.

Esta vez corrió, esperando encontrar al que había entregado el paquete, pero no fue así. El paquete esta vez era algo más grande, pero sin duda, lo que más llamó la atención a Serenity, fue el cambio de remitente.

De: Grace

Para: Mamá

El paquete iba acompañado de una carta, y esas indicaciones estaban escritas de su puño y letra. Demasiado ansiosa por saber qué le diría su hija y habiendo visto que ninguno de los paquetes anteriores tenía pistas, lo metió en casa, lo dejó sobre la mesa y abrió el sobre con un paquete de cocina. Fue una suerte hacerlo así, visto el contenido de la cara. Que, efectivamente, estaba escrita por Grace.

Querida Mamá:

Sé que debes estar preocupada, y echarme mucho de menos. Yo también tengo muchas ganas de verte. Antes de nada, debes saber que estoy bien. Tengo un nuevo trabajo y estoy disfrutando mucho de él. También debes saber que podrás verme muy pronto, pero es muy importante que hasta entonces hagas lo que te indique. En primer lugar, ni se te ocurra compartir este paquete con la policía, es un regalo que yo te hago en exclusiva a ti, y para nadie más. Disfrútalo. Tendrás noticias mías muy pronto.

Con amor:

Grace

Estaba viva. Aún no terminaba de entender los detalles, pero su hija estaba viva y, si la carta no mentía, estaba sana. Serenity rompió a llorar de la emoción y durante unos instantes se olvidó del resto. Tardó un buen rato en decidirse a abrir el regalo y echar un ojo a su contenido. Eran unas gafas de realidad virtual, con sus mandos y todo.

Serenity sintió cierto temor a usarlas, pero recordando que se las mandaba su hija, y que probablemente ese fuese un paso más para volver a ver a Grace se decidió. Probablemente no habría hecho aquello unos días antes, pero las voces se habían asegurado de prepararla para eso.

Se sentó en el sofá, se las puso y las encendió. No había juegos, tan sólo una colección de vídeos. Puso el que parecía ser el primero, y se vio sobrecogida. La calidad del dispositivo era increíble. Era como si realmente se encontrase en una habitación distinta, y frente a ella, estaba la agente Harper.

Sintió que se le endurecían los pezones como piedras cuando la fuente de sus más recientes fantasías finalmente se quitaba aquel maldito albornoz y le mostraba sus hermosas tetas, su torso fibrado con una leve tableta… y un coño rasurado de un goloso color rosa que contrastaba muy bien con su piel negra.

La agente Harper se deslizó sobre ella y bajó la cabeza, contemplando cómo comenzaba a lamer el coño de su avatar, que era sorprendemente parecida a ella. Se estremeció, alargó la mano en el mundo real y cogió el vibrador, que encajó en su sexo. La imagen de la agente Harper la estremecía, la forma en la que lamía, la forma en la que la miraba. Serenity se corrió con violencia aquella noche. Llamaron a la puerta.

Serenity se quitó el dispositivo y lo ocultó tan rápidamente como pudo. Lo escondió tras el sofá, se recompuso y se dirigió a abrir. Al otro lado se encontraba la agente Harper. Recordando que, tan sólo unos segundos antes, había visto esa cara pegada a su coño virtual, no pudo menos que ponerse como un tomate.

_ ¿Agente? _ Preguntó, como saludo.

La agente llevaba de nuevo su albornoz, pero parecía haberse olvidado de abrochárselo. Serenity llegaba a ver sus morenos pezones cuando la tela se movía… eran iguales a los de la simulación.

_ Disculpa… ¿Puedo tutearte, Serenity? No sé, llevo tanto aquí que ya te considero como una amiga.

_ Sí… claro. _ Se mordió el labio. _ ¿Qué sucede, Natasha?

_ Nada, es una tontería. Sólo quería asegurarme de que estabas bien. _ La miró. _ ¿Te ha llegado algún paquete sospechoso?

_ No, me temo que esta noche no. _ Mintió. No iba a dejar que Natasha viera aquella grabación… o peor, que la borrase.

_ Vaya… una lástima. Esperaba que fuera alguna pista. _ Susurró la mujer. _ No te molesto más. Avísame si ocurre algo.

_ Gracias por todo, Natasha. _ Susurró Serenity.

La pelirroja entró en una rutina completa. Cada mañana se despertaba llena de energías, se vestía de forma cada vez más provocativa, iba al trabajo donde daba el resto, cocinando cada vez mejor y de forma más eficiente. Llegaba a casa y se encontraba al conserje en el rellano, pidiéndole de forma cada vez más coqueta que le dejara subir, se metía en su casa, recibía un paquete y se pasaba la noche masturbándose con los vídeos de la agente Harper.

Los paquetes ya eran todos con su hija como remitente y la indicación de que no avisara a la policía. Y ella obedecía sin rechistar… y los usaba. Consoladores, pulgs anales, dispositivos que mejoraban la experiencia de realidad virtual. Todos los iba sumando a su experiencia con la agente Harper. Había muchísimos vídeos de ella, y Serenity no cuestionaba de dónde salían, o que la colección se fuera actualizando cuando creía que había terminado.

Además de vídeos comiéndole el coño había podido experimentar cómo le comía las tetas, cómo era ella la que le comía el coño o el culo, diferentes posturas y acciones. Serenity tenía contenido de sobra para no aburrirse. El ciclo sólo se interrumpió la noche en que se encontró al conserje sentado en la escalera y no fregando.

Aquella noche Serenity llevaba un top apretado que apenas contenía sus grandes tetas, unas botas altas con medias negras y una minifalda de cuadros que dejaba entrever la parte inferior de su vagina cuando anduvía… porque obviamente, no llevaba bragas.

_ ¿Todo bien, Manuel? _ Era la primera vez que usaba el nombre de aquel hombre, casi le sonó extraño.

_ Mejor que bien, verás… es que tengo algo de información sobre tu hija.

_ ¿Qué? ¿Sabes algo? Dímelo. _ Le rogó, dando un paso hacia él.

_ Verás, Serenity, en este mundo nada es gratis. Si quieres que te diga lo que sé… vas a tener que hacer algo por mí.

Tiempo atrás, ese comentario le habría costado a aquel hombre una buena patada en la entrepierna y que lo mandase a la mierda antes de denunciarle a la policía. Su respuesta, en esta ocasión, fue muy distinta.

_ Es muy simple en realidad. _ El hombre sonrió. _ Quiero sexo.

_ ¿Es todo? _ Preguntó ella, como si le hubiera pedido un chicle. _ ¿Si follamos me dirás lo que sabes?

_ Sí, es todo, ni más ni menos. Un trato justo, ¿No?

_ Sí, me parece bien. _ Respondió Serenity.

El hombre la tomó del brazo y la llevó a su garita. El lugar apestaba incluso más que aquel desgraciado. Nadie parecía haber sacado la basura en meses, y había un fuerte olor a sexo enclaustrado en la habitación, probablemente por continuas masturbaciones.

Serenity se desnudó sin ceremonia, dejó su ropa doblada junto a la entrada y apartó una bolsa de basura de encima de la cama, que tenía la sábana completamente cubierta de semen reseco.

_ ¿Qué quieres hacer primero? _ Le preguntó.

_ Primero… _ El hombre se bajó el pantalón y los calzones, revelando una polla morcillona bajo sobre su gran barriga. _ Me la chupas.

Serenity se encogió de hombros, le invitó a aproximarse con el dedo y, cuando se hubo sentado sobre la cama, empezó a manipular el miembro y las bolas con la misma dedicación que en su día le dedicó al padre de Grace, antes del divorcio, aunque para ser justos, la polla de Manuel era bastante más grande, le costó metérsela en la boca.

A pesar del fuerte sabor a orina y semen reseco, producto de varias días sin bañarse, Serenity hizo de tripas corazón, pensando en su hija, y le hizo el mejor trabajo oral del que fue capaz. Manuel chillaba como un gorrino, tomándola de la cabeza y metiéndosela hasta lo más hondo de la garganta.

Serenity se sorprendió de no sentir una sola arcada a pesar de que estaba llegando a lo más hondo de su ser, de lo grande que era y del hediondo sabor de aquella vara de carne. El hombre se corrió una vez más gritando como un cerdo y lanzando una risotada mientras Serenity se aseguraba de tragárselo todo.

_ Buena chica… ¿Has hecho sexo anal antes?

_ No. _ Respondió, escogiéndose de hombros.

_ Perfecto… es el momento ideal para estrenar ese culito. _ Sonrió. _ Apóyate ahí, en la zona de seguridad.

Se sentó frente a las pantallas que revelaban las imágenes de las cámaras. Por algún motivo no vio necesidad de señalar que había una cámara que se encontraba en su salón, apuntando al mismo sofá en el que se había masturbado cada noche sin fallo durante las últimas semanas. La mesa en la que se apoyó también estaba cubierta de restos de semen.

_ No tengo lubricante, así que esto tendrá que servir. _ Dijo Manuel, sacando un bote de margarina de la nevera.

Por el olor, estaba claro que la margarina estaba caducada. Serenity debería haber reaccionado a aquella locura, haber dicho algo. Pero no lo hizo. Sencillamente se quedó parada dejando que el conserje le untase el culo con margarina pasada de fecha y que, tras repetir la operación con su polla, le desvirgara el culo de la forma más violenta y desconsiderada posible.

Mientras Serenity gritaba de dolor, el hombre lanzó una risotada y cogió el mando de las televisiones con la mano que le quedaba libre.

_ Mira dónde ha estado tu hija, puta. _ Le gritó.

Sin dejar de encularla un solo momento, cambió la fecha de la cámara que había frente a la puerta de Serenity, y la pelirroja pudo ver como, noche tras noche, su hija salía del ascensor supuestamente roto, dejaba un paquete frente a su casa y volvía a subirse antes de que ella saliese a recogerlo. Serenity gritó de dolor y frustración, pero fue incapaz de moverse hasta que el hombre se hubo corrido en sus entrañas. Se quedó allí tirada, adolorida y confusa.

_ Aquí tienes las grabaciones, disfrútalas.

Serenity debería estar cabreada. Aquel hombre se había aprovechado de ella y había ocultado pruebas sobre el paradero de su hija. Debería pegarle, denunciarle y asegurarle de que se podría en la cárcel por haberla violado.

_ Gracias, Manuel. _ Respondió, recogiendo el DVD que le había entregado y saliendo de la garita con el culo manando sangre y semen.

Aquella noche, Manuel tuvo que volver a pasar la fregona por la escalera, pero no le importó. Serenity no le entregó las grabaciones a Natasha de inmediato. Quería comprobar al día siguiente, en su día libre, si no había nada que comprometiera a su hija, y así omitirlo.

Aunque le dolía el culo, no renunció a su ritual de masturbación. Simplemente optó por hacerlo con más cuidado. Fue viendo vídeos hasta que llegó al último. Con cierto desasosiego, lo puso y la imagen se quedó en negro un par de segundos… escuchó un silbido y luego las gafas se apagaron dejándola en completa oscuridad.

Por un segundo, pensó que las gafas se apagaron, que se habían quedado sin batería, pero eso era imposible, porque acababa de ponérselas y siempre las cargaba por la mañana. Sus dudas se esfumaron cuando alguien mucho más fuerte que ella dio un tirón y le arrancó las gafas. La agente Harper estaba allí, de verdad, frente a ella, desnuda, y con una sonrisa pícara en los labios.

_ Veo que has disfrutado de mis vídeos… _ Le susurró al oído. _ Eran especialmente para ti.

Serenity no fue capaz de reaccionar. Tampoco hizo falta. La agente Harper la empujó contra el sofá y empezó a comerle las tetas con la misma intensidad que en las grabaciones… pero en la vida real se sentía muchísimo mejor.

_ ¿Cómo has… entrado? _ Masculló, notando cómo se le desbocaba el corazón cuando la morena cogió el consolador y se lo empezó a menter.

_ Yo le he abierto.

Apoyada en la puerta, y con una gran sonrisa, Grace estaba observando cómo la agente se follaba a su madre. Serenity no entendía nada, pero el condicionamiento era muy fuerte, y el deseo, aún más. Se entregó a la agente y se corrió una y otra vez sobre el cuerpo ajeno. Las tetas, el coño… incluso su malogrado culo. La agente se lo sabía de memoria y la hizo correrse de formas que ninguno de sus otros amantes había logrado nunca. Acabó desmadejada sobre el sofá, con una sonrisa de oreja a oreja… nunca había sido tan feliz.

_ Mamá… tenemos que ponernos en marcha. Te espera tu nuevo trabajo.

_ Lo que tú desees, Grace.

Ambas pelirrojas se vistieron escuetamente y fueron a una parada de autobús cercana. Poco después un autobús serigrafiado con el logo de “Yagami Industries”, las recogió. Serenity, al igual que su hija, se introdujo en el autobús. Estaba vacío a excepción del chófer. Pero a Serenity no se le escapó que en cada uno de los asientos había un dildo esperando ser usado.

Serenity se desnudó después de su hija y se sentaron juntas en la primera fila. La mayor estaba ansiosa por saber qué nuevas funciones iba a desempeñar.

Mientras tanto, Manuel se encontraba disfrutando de la grabación que había visto de parte de la policía y su vecina. No pudo oír cómo la agente Harper entraba en la garita hasta que ella silbó y provocó que diera un bote en el asiento.

_ ¿Te gusta lo que ves? _ Le preguntó.

_ Ah… eres tú. _ Susurró, Aliviado. _ Pensé que sería la presidenta de la comunidad.

_ La verdad, me extraña que no te despida.

_ Tengo grabaciones de su hija haciendo cosas que no quiere que se sepan. _ Sonrió. _ ¿Y bien? Ya tienes lo que querías. Ya me has pagado ¿Por qué estás aquí?

_ Verás, mi jefa está muy contenta con tu desempeño y quiere ofrecerte un bonus. _ Le miró. _ Tienes dos opciones a elegir.

_ Dispara. _ Le dijo él.

_ Trescientos dólares… o… _ La mujer sonrió, lasciva. _ Una noche de pasión conmigo.

_ ¿Por qué sigue vestida aún, agente Harper?

Natasha Harper sonrió de oreja a oreja. Nadie quería nunca el dinero…