Papá y mi tío me iniciaron
El psicólogo me hizo recordar como fueron mis inicios sexuales; algo que mantenía oculto, en lo profundo de mi mente; y que, me arrastraba al fracaso, a la hora de desear una pareja estable, con proyección de familia.
Me llamo Elvira; y a mis 44 años tuve que recurrir al psicólogo, por estar fracasando en mis relaciones amorosas. Después de haber convivido en cuatro oportunidades, y de haberles echado la culpa a ellos, comencé a pensar que quizás, el problema era yo.
Voy a obviar varias sesiones psicoanalíticas, para describir la raíz de mis problemas directamente.
Luego, de varios encuentros con mi terapeuta, contándole sobre mis fracasos de pareja, llegó el momento de recrear una situación, que había olvidado u ocultado en lo profundo de mi memoria.
Doctor: Elvira ¿podrías mencionar cuándo fue tu primera relación sexual?
Elvira: ¡Uy! No lo recuerdo.
Doctor: ¿podrías estimar a qué edad fue?
Elvira: Creo que tendría unos quince años.
Doctor: ¿Por qué piensas que no lo recuerdas? Es un hecho muy importante en nuestras vidas.
Elvira: Sinceramente, no lo sé. Es verdad que es importante; pero, no puedo acordarme ni siquiera con quien fue.
Doctor: No te preocupes. ¿recuerdas tu despertar sexual?
Elvira: Creo que sí; tengo algunas vagas imágenes.
Doctor: ¿Me cuentas que sentías?
Elvira: Tengo la sensación de una época que, de eso no se hablaba; y de repente, el tema comenzó aparecer en la televisión, y los chicos conversaban a escondidas sobre revistas con mujeres desnudas.
Doctor: ¿Y qué te sucedía a vos con ese escenario?
Elvira: Creo que tenía curiosidad.
Doctor: ¿Recuerdas que edad tenías?
Elvira: Calculo que unos trece, porque fue cercano a mi primer periodo menstrual; pero no sé si fue antes o después.
Doctor: ¿Compartías esas sensaciones con tu madre?
Elvira: No. Como dije, de eso no hablaba con nadie.
Doctor: Pero tu madre te explicó sobre tu menstruación.
Elvira: No. Mi madre nos abandonó, cuando yo tenía unos 10 años.
Doctor: Cuando mencionas que “nos abandonó” ¿A quiénes te refieres?
Elvira: A mí y a mis dos hermanos menores.
Doctor: ¿Y a cuidado de quien quedaron?
Elvira: Nos crio mi padre y un tío que vivía con nosotros.
Doctor: Tu tío ¿era hermano de tu padre?
Elvira: Sí.
Ese día, me retiré del consultorio con mucha angustia; y, de hecho, falté a mis dos siguientes secciones; hasta que me llamó por teléfono su secretaria, para preguntarme si abandonaría el proceso.
Por unas semanas, estuve en duda de continuar, sin saber que me provocaba esa angustia; pero me decidí por seguir; así que solicité un turno.
Doctor: ¿Quieres contarme algo? Antes de continuar en donde dejamos.
Elvira: No.
Doctor: Me habías contado que aproximadamente a tus 13 años, tenías curiosidad por el sexo ¿Recuerdas qué pasaba por tu mente?
Elvira: No. Pero supongo que sería por lo oculto o pecaminoso.
Doctor: En tu hogar ¿practicaba alguna religión?
Elvira: No. Éramos católicos, yo había tomado la comunión, pero no se iba a la iglesia y no se hablaba de Dios.
Doctor: ¿Por qué pensabas que era una especie de pecado?
Elvira: La verdad que no lo sé; pero, sentía que todo el mundo hablaba de ello en secreto.
Doctor: Entonces, ¿el ocultamiento del tema te daba curiosidad?
Elvira: En parte sí, pero también porque recuerdo que me observaba como crecían mis senos y me tocaba la entrepierna. Me sentía extraña, principalmente porque mis senos estaban siendo más prominentes que los de mis compañeras de la escuela.
Doctor: ¿Podríamos decir que tenías curiosidad por cómo estaba cambiando tu cuerpo?
Elvira: No recuerdo muy bien; pero creo que también, era por las sensaciones que me causaba al tocarme.
Doctor: Y esos comentarios ¿los escuchabas de tus compañeras?
Elvira: No; pero había dos chicas del aula, que hablaban de salir con chicos más grandes.
Doctor: ¿Y eso te daba curiosidad?
Elvira: Supongo que sí; pero ellas no eran del grupo de mis amigas.
Doctor: Me contaste que esa edad explorabas tu cuerpo ¿lo recuerdas como algo placentero?
Elvira: Sí, mucho. Ahora pienso que, se trataba de la masturbación, lo cual hacía en bastantes oportunidades.
Doctor: Estimo que, al no poder compartirlo, sentirías la incertidumbre de que eso, fuera algo bueno o malo.
Elvira: Sí, supongo que sentía eso.
Doctor: Bien, hemos avanzado; pero, ¿sigues sin recordar cuando o como fue la primera vez?
Esa pregunta me hizo estallar en llantos, sin saber nuevamente, porque me angustiaba tanto. Comenzaba a preguntarme si había sido producto de una violación, o si la experiencia había sido tan mala, que la encerré en mi mente, bajo siete llaves.
La cuestión que el psicólogo me dejó ir, después de tranquilizarme; dándome un turno para dentro quince días.
Durante esas dos semanas, seguí sintiéndome triste, durmiendo mal, incluso con pesadillas, que al despertar no recordaba. Todo mi interior estaba revolucionado.
Para cuando asistí al consultorio, había tenido algunos flashes de cómo había sido mi primera vez; lo cual, me daba mucha vergüenza. Rogaba que el psicoanalista salteara esa etapa.
Al sentarme en el sofá, él me sorprendió:
Doctor: Cuéntame lo que desees.
Elvira: ¿No me va a preguntar?
Doctor: No.
Quedé varios minutos en silencio; y después, le dije.
Elvira: Pasé dos semanas terribles; pero, tengo algunos recuerdos vagos de cómo fue mi primera vez.
Doctor: ¿Quieres compartirlo?
Elvira: No, porque sé que me sentiré como una basura; pero, quizás me saque una mochila de encima.
Doctor: Como quieras.
Elvira: Recuerdo que fue el día que cumplía quince años. Mi padre me había despertado ese día con un regalo; se trataba de un hermoso vestido. Nosotros no teníamos dinero para hacer una fiesta; así que, sabía que ese regalo le había costado mucho.
Al levantarme, me probé el vestido inmediatamente y les mostré a todos como me quedaba.
Mi padre con ojos de admiración, me dijo que me quedaba hermoso y que me había convertido en una linda muchachita. Mis hermanos me hacían chistes, y mi tío asentía con la cabeza.
Mi padre me indica que por la tarde festejaríamos y que lamentaba no poder organizar una fiesta para mis amistades.
De cualquier manera, yo estuve feliz con mi vestido, el cual no me lo quité en todo el día.
Una y otra vez, pasaba por el espejo a verme como lucía. Se trataba de un vestido rojo, con pequeñas flores; con un estilo muy marcado de los años 80; la falda era acampanada y tableada; mientras que, la parte superior era pegada al cuerpo, abotonada hasta el obligo con muchos y pequeños botones forrados con el mismo género; el vestido no tenía mangas; por lo que, los breteles eran anchos.
Por la tarde, volví a observarme en el espejo por enésima vez; y me maquillé algo, lo usual de una chica de quince.
Aproximadamente al atardecer, salí de mi habitación para el festejo. En la sala, estaba mi padre y mi tío viendo un partido de futbol, y tomando cerveza. Al verme, él me dice:
Padre: ¡Oh! Ahí está mi princesa. Ven siéntate con nosotros, que el partido ya termina. Encargué unas ricas pizzas para festejar.
Elvira: ¿dónde están Pablo y Carlos?
Padre: Fueron a lo de tu tía, querían ir a jugar con los primos.
Me senté en el sofá, en el lugar que me habían dejado, en medio de ambos, esperando que el partido de futbol terminaba; ya que, a me aburría bastante.
Al rato, sonó el timbre, señal que era el mensajero con las pizzas. Mi padre se levantó a atender y regresó rápido, apoyando las cajas en la mesa ratona, frente a nosotros; luego, fue a la cocina por más cerveza y una gaseosa para mí.
Padre: Por hoy tienes permiso para tomar cerveza.
Elvira: No gracias, no me gusta.
Al rato, el partido de futbol terminó y mi padre me indicó que pusiera el canal que quisiera; pero yo le pedí permiso para poner una película; a lo cual accedió.
Puse un DVD en el reproductor, de una película romántica que deseaba ver, pero que no había tenido la oportunidad; ya que, era la que tenía menos derechos, y mis gustos no coincidían con nadie.
Con las últimas porciones de pizza, corta el silencio mi padre.
Padre: ¿Qué se siente? ¡Ya eres toda una mujer!
Elvira: Nada especial.
Padre: ¡Vamos! Puedes contarme ¿ya tienes novio?
Elvira: No, para nada. No me gusta ninguno.
Padre: ¿Quieres decir que aún no te has besado con nadie?
Recuerdo que me puse colorada; ya que él, nunca me había hablado así; y, además, en frente de mi tío.
En ese momento, me percaté que su mano estaba sobre mi muslo derecho, comenzado a acariciarlo.
Padre: No puedo creer que aún, nadie se te ha acercado.
Yo no sabía cómo seguir la conversación; ya que, por un lado, quería dejar de sentir vergüenza, pero por el otro, comenzaba a experimentar sensaciones por su mano en mi muslo. Así que, permanecí en silencio.
Padre: ¡Vamos! ¿no me digas que no tienes curiosidad por saber que se siente estar con un chico?
Elvira: Sí.
Respondí sin pensar.
Padre: Yo te puedo ayudar, si me dejas.
Seguí sin responder y sentí que habían tomado bastante cerveza, que estaba algo borracho, para hablar tan descaradamente.
Mientras, tomaba mi mano y la llevaba hasta su bulto.
Por un momento, tuve el impulso de levantarme y salir corriendo; pero, solo sucedió en mi mente.
Mi mano detectaba una zona caliente y una protuberancia; que, aunque sentía que estaba mal, hacía aumentar la temperatura de mi cuerpo y palpitar mi vagina; así que, quedé paralizada, sin reaccionar.
Mi padre bajó el cierre de su bragueta y me ordenó.
Padre: Mete la mano, te va gustar.
Al ver él, que yo no accionaba, me tomó la mano y la dirigió.
Al meterla, sentí su miembro tieso y húmedo en su glande.
Padre: ¡Sácala!
Tuve que rodearla con mi mano, y hacerlo con cuidado; ya que, sentía que era una acción delicada.
Y ahí estaba; era la primera vez que veía una verga, y estaba dura, brillosa y apuntando hacia el cielo; mientras, empezaba a sentirme también borracha, aunque no había tomado nada de alcohol.
Padre: Supongo que no sabes; pero, yo te enseñaré como se chupa.
Sin soltarla, siento que me toma por detrás de mi cabeza, dirigiéndome desde la nuca precisamente, y acercando mi boca a su miembro. Mis labios quedaron apenas a un centímetro de su glande, y yo quieta, como esperando instrucciones.
Padre: ¡Dale! Dame unos besitos.
Obedezco, y le doy besos, como si se tratara de las narices de mis muñecos; pero, al rato, el empujó mi cabeza hacia abajo, introduciéndome su glande en mi boca irremediablemente.
Padre: Ahora chúpalo como si fuera un helado.
Ahora me percato lo inocente que era; ya que recuerdo haber imaginado un helado, para realizar los mismos movimientos de labios y lengua.
Al comienzo, no recuerdo que me haya producido nada especial; pero sí, me viene a la mente, el gusto semi amargo de su líquido preseminal y sus gemidos de placer.
Mi padre tenía su mano izquierda apoyada sobre mi cabeza; y de reojo observé que estiraba su brazo derecho, abriéndose camino por debajo de mi falda; y, a los segundos, luego de acariciar la parte interna de mis muslos, su dedo índice frotaba mi clítoris; lo cual, me recordaba a mis exploraciones; pero, esta era acción que no estaba manejando; por lo que, me causó placer que otro lo hiciera.
Continuando con mi tarea de mamada, me sobresalta una mano que acariciaba mi muslo izquierdo, que era la de mi tío, de quien había ignorado su existencia, hasta ese momento.
No pude oponerme; ya que mi padre, había comenzado a jugar con su dedo, en mi apretada vagina; y eso, me estaba produciendo mucho más placer. Pero, seguramente por mis chupadas, se entusiasmaba con la penetración de su dedo y me causaba dolor, hasta tomarle la muñeca fuertemente, en señal de que me estaba haciendo mal.
Por detrás, mi tío, con la punta de los dedos de su mano izquierda, se estaba tomando el trabajo de desabrochar uno a uno, los botoncitos de mi vestido, haciéndolo muy delicadamente, como si tratara de un ladrón abriendo una caja fuerte.
Lo que me pareció una eternidad y un mar de sensaciones; en realidad, había pasado un cuarto de hora; cuando sentí sobre mi paladar, sucesivos choques de un líquido espeso. Mi reacción instantánea fue erguirme; pero, mi padre me lo impidió.
Padre: Traga y límpiame, no tiene nada de malo.
Traté de razonar lo que me estaba ordenando; cuando siento a mi tío que separa mis piernas, para introducir su cabeza y comenzar a lamerme el clítoris, con la punta de su lengua.
Tragué ese líquido para no ahogarme y seguí chupando, hasta que sentí que la presión de su mano izquierda, ya no existía. Entonces, esta vez, puedo reincorporarme y observo a mi tío, arrodillado y sumergido en mi entrepierna; y, el brazo de mi padre cruzando por encima de mi pierna derecha, sintiendo su dedo índice como jugaba en las paredes de mi estrecha cavidad vaginal.
También, me doy cuenta que tenía mis pechos al aire, sintiendo la mirada obnubilada de mi padre; quien no tardó en zambullirse sobre ellos, para besarlos y lamerlos.
Al rato, todo eso me provocaba un espasmo y hermosa descarga placentera; pero, al rato, cuando culminé con mis gemidos, casi gritados; me vino a la mente un cuestionamiento: ¡No estaba bien lo que estaba sucediendo! Y justificándome a mí misma; pero cómo sería posible, sentir este placer.
Esa dialéctica interna es interrumpida por mi padre, que se había puesto de pie y con su mano extendida, me invitaba a pararme.
A pesar de mi incertidumbre, me incorporo, y veo mi vestido cae sobre la cabeza de mi tío, que permanecía arrodillado.
Mi padre y yo comenzamos a caminar por la sala, en dirección a las habitaciones. Yo iba desnuda, portando sólo mi bombacha rosa; pero, ellos estaban vestidos.
Llegamos hasta la puerta de la habitación de mi padre; y, al ver la cama de dos plazas, quedé paralizada. No sé qué significaría eso para mí, no recuerdo que sentí; quizás, ver la ausencia de mi madre o prejuzgar sobre lo que iba a suceder. Si recuerdo que nosotros, mis hermanitos y yo, jamás entrábamos a la habitación de mi padre.
Padre: No temas. Vamos a terminar de convertirte en una mujer completa; y, se prometo que seremos muy cuidadosos. Después de todo, eres nuestra princesa.
Fui casi arrastrada por él, hasta que me sentó en el borde de la cama. Recuerdo que sí estaba muy intranquila.
Luego, mi padre se dirigió a su chifonier, abrió un cajón y sacó algo, que recién cuando me lo mostró, supe que era.
Sobre su mano derecha, colgaban un par de medias negras con liga de encaje.
Padre: ¿Sabes cómo ponértelas?
Elvira: No. ¿Por qué quieres que me ponga eso?
Él no me respondió, y comenzó como a remangar la media, pidiendo que estirara mi pierna y apoyara mi pie sobre su muslo.
Yo esperaba una respuesta; pero, obedecí.
Él me la colocó y comenzó a estirarla sobre mi pierna, hasta llegar a la ingle.
Padre: Tu madre siempre las usaba cuando lo hacíamos.
En ese momento, sentí, lo que con años entendería el significado de morbosidad.
Ahora que lo comento, descubro que, de ese entonces, uso medias negras de liga cuando tengo sexo; quizás, como lo hacía mi madre; de hecho, no recuerdo una sola vez, que no las usara.
Mientras tanto, a un costado, mi tío se desnudaba.
Cuando mi padre me pidió la otra pierna, me negué.
Elvira: Yo puedo hacerlo.
Entonces, repetí la tarea de remangar la media, para colocarla en la punta del pie, y deslizarla hacia arriba, hasta la ingle. Mientras tanto, mi padre se desnudaba frente a mí.
Luego, él se acercó y me hizo subir a la cama, me acomodó en cuatro patas, mirando hacia su chifonier, que se encontraba frente a la cama.
Por detrás, me llevó la mano hacia su miembro, y sin soltarme, comenzamos a masturbarlo, hasta que, en un instante, me dejó hacerlo sola. Sentí como se iba hinchando en mi mano. Mientras tanto, él ensalivaba su dedo, para introducirlo nuevamente en mi vagina.
Cuando levanto mi cabeza, casi me choco con el miembro erecto de mi tío, quien estaba parado frente a mí. Si bien yo sabía que pretendía, me negué a tomar la iniciativa; así que, él me tomó la cabeza con ambos manos y apuntó su verga hacia mi boca, chocando contra mis labios cerrados; pero, los abrí al instante, al sentir los círculos que describía el dedo de mi padre, y a la necesidad de volver a gemir.
De repente, se me escabulle el miembro de mi padre, de entre mis dedos; era que él cambiaba de posición, para lamerme los labios externos de mi vagina, y seguir profundizando el juego de su dedo índice.
Al rato, siento que mi padre me toma de las caderas e intenta penetrarme con su verga. La zona estaba muy húmeda y se le dificultaba, supongo que por mi estrechez. Estiró su brazo, y con su mano sobre mi cabeza, me obliga a bajar, hasta que quedo con mi cara enterrada en la sábana.
De esta manera, siento que introduce su glande, con algo de dolor; pero, que se mezcla con placer.
Al mismo tiempo, siento que mi tío, tomaba mi mano derecha, para llevarla hacia su miembro; ahora, yo había aprendido que eso significaba el deseo de ser masturbado; lo cual, hice sin pensarlo.
Mi padre comenzaba su ida y vuelta; y en cada estocada, lo hacía un poco más profundo, cuidando que no sintiera dolor; el cual, era inevitable; pero, yo lo disimulaba con gemidos mezclados con gritos. Recuerdo que ese comportamiento, lo sentí como lago amoroso de su parte.
De repente, estallo en un grito, como si me hubiera desgarrado algo, dentro mío.
Padre: Tranquila, te acabo de romper el himen mi amor, prometo que no te dolerá más.
En ese instante, me tapa la boca con su mano, acelerando su cogida.
Recuerdo apenas, la extraña mezcla de dolor y placer.
No sabía si estaba introduciendo todo su miembro; pero sí, recuerdo esa sensación de su pedazo de carne, recorriendo toda mi vagina.
Poco a poco, el dolor se va diluyendo, y comienzo a disfrutar de ese acto.
También, con los años y la experiencia, comprendía que aquellos sublimes líquidos que emanaban de mi interior, se tratarían de orgasmos; pero, no recuerdo cuantos fueron.
Y de igual manera, lo que parecía una eternidad de sensaciones, probablemente no superaban otro cuarto de hora; cuando sentí la inundación del semen de mi padre, en el interior de mi vagina.
Casi simultáneamente, mi tío soltaba su leche en mi boca; la cual, la sentía también tibia; pero, en mayor cantidad, y sabía un tanto más agrio. Esta vez, no me resistía; así que, la tragué y completé la limpieza.
A continuación, ambos me llenaron de besos por todo el cuerpo. Lo sentí como una expresión de agradecimiento y admiración, como si se tratara de una verdadera pleitesía hacia su princesa.
Yo me había recostado sobre uno de mis lados, cansada de soportar el peso del cuerpo de mi padre; mientras, continuaban recorriéndome con besos; hasta que mi padre, me sorprende con un beso en la boca. Recuerdo que la punta de su lengua, intentaba abrirme los labios y mi boca; pero, yo le ofrecí tanta resistencia, que él, abandonó el intento. Aún no sé qué significó eso para mí.
Al fracasar, se deslizó por la cama hacia la cabecera, hasta que su flácido pene, quedó frente a mi cara. Yo, ya sabía que significaba eso; así que, lo tomé con una de mis manos y comencé a besárselo, mientras comenzaba una masturbación.
Mientras tanto, mi tío se había detenido a lamer mi ano, e intentaba introducirme su dedo ensalivado. Automáticamente, me resistí tomándolo fuertemente de su muñeca, intentando evitar su intensión. Fue una reacción inconsciente.
Tío: Tranquila, esto también te va a gustar.
Serían las únicas palabras que escucharía de él, el resto de la noche; si bien, no era de mucho hablar.
Mientras sentía como, el miembro de mi padre recuperaba su erección en mi boca; prestaba atención al dedo de mi tío, que realizaba movimientos, como si quisiera agrandar mi agujero; lo cual, era inevitable que lo detuviera con mi mano, al sentir las puntadas de dolor.
Así, estuvimos un rato largo. Yo comenzaba a sentir placer por las mamadas; pero, más por lo que producían en él, que por lo que sentía en mi cuerpo.
Mi padre saca su miembro erecto de mi boca; y esta vez, se desliza hacia abajo, colocándose frente a mí, también recostado sobre uno de sus lados. Luego, levanta mi pierna, colocándola sobre la suya, mientras acomoda su pelvis, más cerca de la mía.
Terminada la maniobra, con su mano tomando su pene, lo acomoda en la puerta de mi vagina; entonces, yo muevo mi pelvis hacia adelante, para producir un acoplamiento. Fue placentero volver a sentirlo dentro mío; esta vez, fluía todo más suave.
Cuando nuestros cuerpos estuvieron pegados, y ambos conseguíamos un sensual compás al coger; él intentó volver a besarme con la boca abierta; a lo que yo, nuevamente me resistí a corresponderlo. Él se dio cuenta y no insistió, conformándose con besarme el resto de mi cara; y, por momentos, aunque le costara, chuparme los pechos.
Mientras tanto, mi tío se acomodaba detrás de mí; también apoyado sobre uno de sus lados; y dirigiendo su erección hacia mi ano.
En ese instante, por la curiosidad que había despertado en mí, supuse que, al ser más flaca y corta, que la pija de mi padre, no habría tanto dolor.
Pero me equivoqué desde el primer instante. El dolor que me causaba mi tío, luchaba con el placer que me propinaba mi padre, por delante.
Todo se transformó en un huracán de sensaciones contradictorias. Mi padre gemía y aceleraba sus embestidas, expresando su placer de cogerme. Mi tío que se aferraba con sus manos a mis hombros, intentando penetrarme por el culo, sin causarme un inconmensurable dolor. Yo disfrutaba el ir y venir del pedazo de carne de mi padre, por delante; y, sin poder detener a mi tío por detrás, sentía que se adormecía mi ano; pero, lo que era verdaderamente indescriptible, era la sensación interna de ser penetrada y recorrida por dos penes.
Entre placer y dolor, sé que tuve varios orgasmos, hasta que ambos, dejaron su semen dentro mío.
Con esa imagen en mi mente, exploté en llanto.
Doctor: Desahógate tranquila; por hoy ha sido más que suficiente; has avanzado mucho Elvira.
Me fui a mi casa muy afligida, por recordar todo aquello y comenzando a entender, porque fracasaba en mis parejas.
A la semana siguiente, volví al sofá del psicólogo.
Doctor: Comienza por donde desees, lo primero que te venga a la mente.
Elvira: Prefiero que me pregunte, tengo un torbellino en la mente, y no puedo ordenar mis ideas.
Doctor: Ok ¿Cómo te sentiste al rato o al otro día de lo que viviste con tu padre?
Elvira: En realidad, no sentía culpa, se había disipado la poca que sentía al comienzo. De hecho, esas fiestas se repitieron con cierta periodicidad, al menos una vez por mes, durante los próximos tres años.
Doctor: O sea que ¿el sexo lo concebías de a tres? ¿Alguna vez estuviste a solas con tu padre o con tu tío?
Elvira: Sí, siempre fuimos nosotros tres.
Doctor: Mencionaste que esa práctica duro al menos 3 años ¿Qué pasó?
Elvira: A los 18 años, conocí a mi primer novio; y al poco tiempo, nos fuimos vivir juntos.
Doctor: Muy bien. ¿Y cómo fue eso?
Elvira: Al comienzo, muy bien. Él era unos 5 años mayor que yo; teníamos muy buen sexo; de hecho, le sorprendía que, a mi edad, lo hiciera tan bien.
Doctor: Continua
Elvira: A los meses, el me contaba sus fantasías, y yo las mías.
Doctor: ¿Y?
Elvira: Bueno, nos mencionábamos las que todos tiene, las que normalmente tienen los chicos, y las más comunes entre las chicas. Pero, coincidíamos en el trío; pero, la versión de dos hombres.
Doctor: ¿Entonces?
Elvira: Terminó en un acuerdo de hacerlo con un amigo suyo.
Doctor: Y eso ¿te retrotraería a tu pasado familiar?
Elvira: No. Para mí era un permitido dentro del sexo en pareja, que disfrutaba mucho.
Doctor: Quiere decir que ¿Eso no es adjudicable al fracaso?
Elvira: Creo que sí, porque a partir de eso, la relación cambiaba; era como si se cruzara un umbral sin retorno.
Doctor: En conclusión, ¿me quieres significar que se repitió con el resto de las parejas?
Elvira: Creo que sí. Con todas practiqué, al menos un menage a trois, y ellos cambiaron. Con mi última pareja, creo que cambió mi rol de novia, a una compañera de sexo; ya que, lo hicimos varias veces, con distintos amigos suyos.
Doctor: ¿Por qué lo dejaste entonces? Parecía aceptarlo.
Elvira: No, es como dije; y ya no proyectábamos una vida de dos; por esto, lo digo.
Doctor: Ahora que tienes todo claro en tu mente, para la próxima hagamos el ejercicio de cómo concebís tu futuro, tus relaciones, etc. Porque seguramente deseas estar en pareja ¿verdad?
Elvira: ¡Uy! Qué difícil pregunta.
Transcurrí toda la semana pensando en la respuesta, ahora que tenía todo más claro en mi mente; ahora que recordaba las raíces de mi comportamiento.