Papá, te regalo mi virginidad.

Papá había descargado su leche, toda dentro de mí. Un torrente de líquido caliente recorrió el interior de mi vientre y me hizo gozar como loca... había tenido mi primer orgasmo, con mi primer hombre, el único al que había amado y deseado: MI PADRE.

Cuando tenía 10 años, mis padres se divorciaron. Yo siempre tuve una relación estrecha con mi padre, así es que tras la separación, yo pude quedarme a vivir con él. Él se encargaba de mí completamente, compraba mis uniformes de la escuela, me peinaba, me llevaba a pasear, cocinaba y organizaba mis fiestas de cumpleaños. Siempre fue un gran hombre.

A mi madre escasamente llegaba a verla, debido a su trabajo casi siempre estaba viajando, así es que cuando me quedaba en su casa, pasaba los días prácticamente sola, ansiando volver a mi hogar con mi padre.

Pasaron los años y cuando comencé a crecer, mi cuerpo cambió y me volví atractiva para el sexo opuesto, por lo que empecé salir con algunos chicos de mi escuela, a los cuales mi padre nunca aceptó. Yo no entendía por qué los odiaba tanto, y eso generó algunas discusiones y enojos entre él y yo. Me volví rebelde e insolente y seguí saliendo con chicos de mi edad, pero nada pasaba más allá de unos besos, pues cuando estábamos a punto de pasar a segunda base, mi mente me llevaba directamente hacia mi padre, yo me asustaba, hacía un drama y terminaba alejando a cualquier chico.

Una de esas veces, recién cumplidos 18 años, regresaba a casa temprano por la noche, pues me había peleado con mi novio después de intentar tener sexo conmigo. Yo estaba muy molesta y confundida y cuando entré por la puerta, mi padre lo notó. Me habló y me preguntó qué sucedía, pero yo lo ignoré y seguí caminando rumbo a mi habitación. Entonces él se levantó del sofá y me siguió.

-¡Sofía, mírame cuando te hablo! ¡No me ignores, soy tu padre y exijo saber qué te sucede!

-¡Nada papá, no te importa, ocúpate de tu vida y déjame en paz!

-Muchacha insolente, ¿te revolcaste con ese tipo, verdad? ¡Por eso has estado tan rebelde!

La pregunta me dejó atónita, me detuve en seco y antes de analizar la situación yo ya me encontraba gritándole a mi padre en actitud defensiva. La discusión se tornó más y más intensa y yo, cansada del asunto solamente atiné a decir:

-Si padre, si eso te hace feliz te diré que acabo de ser montada por mi novio en su auto, estuvimos toda la tarde cogiendo. ¡Me he acostado con decenas de hombres y me encanta! Pero igual a ti no tiene por qué importarte, así es que lárgate y déjame en paz.

Esa afirmación era totalmente falsa. Pero antes de que mi padre pudiera responder, yo corrí al baño, cerré la puerta con seguro y me metí a la regadera a llorar. Después de un rato de silencio, decidí tomar una ducha e irme a dormir, pues estaba muy cansada y estaba segura de que mi padre ya no me molestaría más esa noche. Me enjabonaba el cuerpo cuando escuché que llamaban a la puerta. Era mi padre:

-Sofi, hija, quiero hablar contigo. Déjame entrar. No quiero que las cosas se queden así…

Su voz se escuchaba tranquila y un poco triste. Así es que después de enjuagarme, me envolví en una toalla y salí a abrir la puerta. Mi padre entró y me dijo:

-Hija, perdóname por haberte gritado. Y discúlpame también por querer enterarme de asuntos que no me incumben. Es que has cambiado últimamente y te extraño. Y sé que nuestra vida familiar no ha sido fácil y que probablemente no soy a quien tú buscarías para hablar de tus problemas e inquietudes, pero quiero que sepas que aquí siempre estoy para ti porque te amo, y puedes hablar de lo que sea conmigo. No me gusta verte así.

-Papá, también perdóname por ser grosera contigo, no pensé lo que decía. Y sé que toda la vida has dado todo por mí y te lo agradezco. Y aunque a veces parezca que no me importa, en realidad aprecio todo lo que has hecho. Y si te preocupa el tema del sexo, papi, no he tenido relaciones con nadie todavía, y estoy esperando a alguien realmente especial, así es que no te preocupes.

-Sofi querida,- mi padre se acercó a mi y me abrazó- yo solo espero que el primer hombre con el que estés, te ame tanto como yo te amo.

Así abrazados estuvimos unos segundos que me parecieron horas y comencé a sentir cómo una tensión crecía entre ambos. Noté un bulto en el pantalón de mi papá que se pegaba a mi vientre y mi respiración se volvió entrecortada. En ese segundo supe por qué siempre que intentaba hacer el amor pensaba en mi padre… ¡deseaba hacerlo con él y sólo con él!

Nos separamos, mi padre me tomó de los hombros y me miró fijamente con ternura. Al parecer leyó mi mente porque sonrió, se agachó y me besó muy suavemente los labios. Para mí fue la gloria, darme cuenta que mi padre también me deseaba tanto como yo a él y que nos entendíamos a la perfección y así nos fundimos en un largo y apasionado beso, él me tomó del cuello y enlazó su lengua con la mía.

-Pa…Padre…

-Sofía, mi hija amada, debo confesar que te he deseado desde siempre, y no quiero que nadie te tenga antes que yo… pero eso sólo será tu decisión, sólo pasará si tú lo quieres…

-Papá, mi único deseo es que tú me hagas mujer…

Dicho esto, nos volvimos a envolver en una serie de besos que poco a poco fueron subiendo la temperatura. Mi padre acariciaba mi cuello y mis hombros y suavemente me quitó la toalla que me cubría y la tiró al piso. Se separó de mi, dio un paso atrás y se quedó ahí, sonriendo y observándome con un destello de ternura en sus ojos…

-Mi princesa tan hermosa, ¡cuánto has crecido! Ya no eres más una niña.

Me sostuvo en sus brazos y me llevó al sofá cargando cual novia recién casada. Me colocó suavemente y se desnudó dejándose puesto el calzoncillo, que ya se notaba muy ajustado, pues su bulto había crecido cada vez más y casi se salía por un lado.

Se sentó junto a mí y me acarició el cabello mientras bajaba su cabeza y aprisionaba uno de mis senos en su boca. Cuando su lengua tocó mi pezón, gemí y pude sentir un chorro de líquido saliendo de mi vagina. Él succionaba y jugueteaba con su lengua, mordisqueaba de vez en cuando y otras veces sostenía mi pezón entre sus labios y lo estiraba poco a poco. Con una mano se encargaba de mi otra teta, apretándola fuertemente, sobando y pellizcando mi pezón… me estaba volviendo loca, mis pezones que eran grandes y lisos se tornaron completamente duros y erectos en cuestión de pocos minutos.

Papá fue bajando su mano poco a poco, acariciando primero mi brazo, luego mi vientre, mis muslos y finalmente, sin dejar de mamar mis pezones, abrió mis piernas y comenzó a sobar mi vagina, lo que me hizo soltar un grito que intenté ahogar entre gemidos. Primero me acarició por encima, tocando los vellos que cubrían mi tesoro, luego abrió los labios mayores e introdujo sus grandes dedos por cada rincón hasta abrirse paso por entre los labios menores hasta llegar a mi pequeño clítoris que esperaba ansioso la atención de mi hombre.

Al cabo de unos minutos en los que mi padre seguía mamando mis tetas alternadamente y acariciando mi clítoris, comencé a temblar, mi cuerpo se sacudía y mi respiración se contenía durante unos segundos mientras yo acariciaba el cabello de papá. Finalmente mi espalda se arqueó y tuve una ligera convulsión a la vez que soltaba un grito ahogado en gemidos… había tenido mi primer orgasmo, mi primer orgasmo con mi primer hombre, el único al que había amado y deseado: mi padre.

Él se dio cuenta de ello, retiró su mano húmeda de mi vagina y alejó su lengua de mis pezones. Me miró con ojos tiernos y sonrió mientras yo recuperaba la respiración recostada en el sofá. Yo sonreí de vuelta y entonces él se abalanzó sobre mí dándome un beso tierno en los labios.

-Te amo mi princesa, mi chiquita- me dijo después al oído y acarició mi cabello alborotado.

Después de unos minutos, recuperé fuerzas y me senté en el borde del sofá. Mis muslos seguían aún húmedos y a la tela de la ropa interior de mi padre le faltaba poco para reventar, pues su bulto era ya enorme.

Él de pie se acercó a mí y volvió a acariciarme el cabello con ternura, luego sacó su miembro de la envoltura y lo colocó a centímetros de mi rostro. Yo estaba asombrada, era algo gigante y completamente erecto, grueso y muy rosado en la punta y las venas sumamente marcadas. No resistí más y acerqué mis labios mientras miraba hacia arriba el rostro de mi padre, besé la punta, la besé varias veces y luego con mi lengua comencé a recorrerla, de abajo hacia arriba y alrededor. El rostro de mi padre se notaba sumamente excitado.

-Mmmmh, oooh sí así mi nena… mmmmh- decía entre gemidos- métela toda en tu garganta.

Entonces obedecí. Metí su verga en mi boca. No sabía muy bien cómo manejar la situación, era un poco torpe, pero creo que eso le encantó a mi papá y comenzó a guiarme. Me tomó del cabello y jalaba hacia atrás y hacia adelante para mover mi cabeza, la polla de mi papá, empapada en saliva, salía y entraba de mi boca y cada vez iba un poco más profundo. Yo de vez en cuando miraba ese miembro tan grande y delicioso, pero prefería fijarme en la cara de mi padre, pues así podía saber si le gustaba lo que estaba haciendo o no.

Después de unos minutos de esta faena, inconscientemente sostuve su verga con la mano derecha, y comencé a moverla al ritmo de mi boca, de arriba hacia abajo… y con la mano izquierda alcancé las bolas de mi padre, que parecían dos frutos maduros a punto de explotar.

-Aaah, mi niña, mía nadamás, has crecido y te has vuelto una putita, MI putita. Lo haces muy bien mmmmmh.

Mientras apretaba los testículos de mi padre al tiempo que me comía su verga, él gemía más y más fuerte y justo cuando pensé que se correría, me hizo detener los movimientos y se separó de mí. Luego me tomó por la cintura y torpemente me acomodó sobre la alfombra con las piernas abiertas y recostada de espalda, él tomó su pene erecto y comenzó a juguetear con él, acariciando mi vagina por encima.

-Hija, mi putita, ¿de verdad me regalarás tu virginidad ?- dijo mi padre en un tono de duda y asombro.

-Papito, eres todo para mí y siempre te he deseado. Quiero sentir tu miembro dentro de mí, quiero que tú me hagas mujer por primera vez, quiero ser tuya nadamás.

Dicho aquello, su polla abrió paso por entre mis labios y se encontró con la entrada de mi coño aún intacta y colocó allí la punta de su enorme miembro.

-Quizás duela un poco, mi perrita, pero ya que te acostumbres lo gozarás como nunca.

Un poco asustada pero muy excitada también, me sostuve de los codos de mi padre y nerviosamente le dije:

-Estoy lista.

En ese instante sentí un dolor intenso, pues mi padre estaba introduciendo su verga por primera vez en mi coño. Pude sentir un líquido correr por mis muslos hasta mi trasero y de pronto ya tenía media polla dentro de mí. Solté un agudo gemido, más de dolor que de placer y me aferré con más fuerza a los brazos de mi padre.

Poco a poco el hombre sacó su pene y volvió a introducirlo en el agujero, acción que repitió una y otra vez lentamente mientras mi estrecho coño se acoplaba al tamaño de su verga. El dolor disminuyó un poco y en su lugar comencé a sentir placer, un placer indescriptible. Con cada embestida, mi padre lograba meter un poco más de su miembro, hasta que finalmente al cabo de unos minutos pude sentirla toda dentro de mí.

Así comenzó su faena, mi padre me follaba cada vez más rápido y yo gozaba de sentir todo su cuerpo sobre el mío, vueltos uno mismo. De los movimientos torpes poco a poco fuimos llegando a un ritmo armónico y mi cuerpo se ajustó al suyo. El sudor caía por mi frente y mantenía mi piel húmeda.

Trasladé mis brazos hacia el cuello de papá, entrelazando mis manos por detrás de su nuca, ya no sosteniéndome de él por miedo, sino abrazándolo con amor y pasión. Él se percató de ello y acercando su rostro al mío, nos fundimos en un eterno beso mientras era embestida cada vez más fuerte por mi padre.

Tuve un segundo orgasmo. Esta vez más intenso y ruidoso que el primero, mi cuerpo tembló, mi respiración se detuvo y la mirada se me nubló. Exhalé en un largo grito y mi padre sacó su verga de mí, comenzó a masturbarse y mientras yo seguía tirada en el piso, él de rodillas se corrió sobre mis tetas. Descargó una gran cantidad de leche tibia en mi pecho y pude escuchar un grito de placer desgarrador.

Mi padre cayó de espaldas al suelo, recostado junto a mí, aún con su miembro duro en la mano.

Los dos agotados permanecimos ahí largo rato. Mi padre volteó su cuerpo  de lado, y quedando frente al mío me miró, acarició mi cabello, me besó la frente y me rodeó con sus brazos. Así fundidos nos quedamos más de una hora, sin decir nada el uno al otro, sintiendo la tibieza de nuestros cuerpos.

Ya recuperado el aliento, le dije a mi padre:

-Papi, gracias.

-Gracias a ti mi amor, me has dado el regalo más hermoso que un hombre puede recibir: la virginidad de su propia hija.

-Papi, quiero que volvamos a hacerlo en mi cama. Y que esta vez te corras dentro de mí. Quiero sentir en mis entrañas la leche de la que fui creada, y quiero en un futuro ser tu esposa y estar preñada de ti.

-P..p..pero….

-Papi, por favor, te lo estoy suplicando. No lo pienses demasiado, ¿a quién le importa qué dirá la gente si no entiende nuestro amor?

Convencido con ese argumento, mi padre se levantó y volvió a sostenerme en sus brazos para colocarme sobre mi cama. Ahí desnudos los dos, mi padre se recostó sobre las almohadas y yo me lancé sobre su verga, aún un poco dura y crecida, comencé a comerla de nuevo y ésta se endureció nuevamente.

-¡Nena, rápido que papá te va a dar lo que quieres!

En escasos minutos, la polla de papá estaba aún más grande que antes, inflada de semen y roja de tanta presión.

Sin pensarlo dos veces, me puse de pie sobre la cama y me coloqué con las piernas abiertas sobre el miembro de mi hombre. Lo introduje de una sola vez y así quedamos de nuevo unidos el uno al otro. Mi cuerpo subía y bajaba rápidamente, y podía sentir aquel pene tocando mi vientre. Mis senos, víctimas de la gravedad, se movían al ritmo de las embestidas y rebotaban frente a la cara de papá. Ambos estábamos empapados en sudor y gemíamos de manera escandalosa.

Repentinamente, papá se levantó, y aún dentro de mí, se colocó de lado y yo frente a él. Los dos estábamos recostados de lado derecho, y mi espalda estaba pegada a su pecho. Mis piernas estaban abiertas y la pierna izquierda estaba elevada en el aire mientras mi padre me penetraba una y otra vez. Su boca estaba a la altura de mis oídos y me estremecía al sentir su respiración tan agitada.

-Mi puta, mía toda. ¡Qué zorra tan buena he criado! Te amo mi niña, qué coño tan rico y estrecho tienes, dale todo a tu papi. – me hablaba al oído.

Sus embestidas aumentaron de frecuencia, fuerza y velocidad y sus manos alcanzaron mis tetas, las cuales masajeaba entre sus dedos y apretaba mis pezones. Me estaba volviendo loca.

Pasaron así varios minutos hasta que en un momento escuché a mi padre gemir mientras apretó mis senos con tal fuerza que me hizo doler.

Papá había descargado su leche, toda dentro de mí.

Un torrente de líquido caliente recorrió el interior de mi vientre y me hizo gozar como loca.

Exhaustos debido a ese par de horas tan intensas, los dos caímos sobre la cama, abrazados, desnudos y aún unidos nos rendimos lentamente al sueño.

A las 10 del día siguiente, papá ya se había despertado, pero no se había levantado aún de la cama y me miraba tiernamente cuando yo desperté. Me besó en los labios y me dijo:

-Nena hermosa, mi princesa, vamos a desayunar, levántate y ponte lista porque te voy a llevar a un lugar elegante, tal y como mi mujer se lo merece.

Así comenzó nuestra historia de amor. Hasta ahora no he quedado embarazada, y disfrutamos de una relación muy abierta. Por mi parte, he guardado mi coño para la verga de papá, es por eso que disfruto más de las relaciones lésbicas, pues para mí no hay otro hombre más que mi padre.


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