¡¡ Papá, papi, me vuelves loca...¡¡
Ellos lo saben, que no está bien, que son padre e hija. Pero no consiguen evitarlo.
Me llamo Olga, tengo 19 años y soy bastante putita. Y no lo digo por nada en especial, solo que es la realidad.
Mi primera experiencia ya propiamente dicha, es decir, aparte de toqueteos y besos muy abundantes desde los 13 años, fue a los 16 años con un compañero de clase. Algo para no recordar mucho, fue un poco frustrante, ya que ambos éramos totalmente inexpertos y nada especial supuso para mí. Repetí con algunos otros de mi edad, pero aunque mejoró algo, no era lo que yo esperaba.
Así que siguiendo los consejos de mi amiga Marta, que tiene ya mucho camino recorrido en este tema, comencé a aproximarme a hombres mayores que yo. Como me decía mi amiga: solamente un hombre con la suficiente experiencia te hará feliz en la cama, y ese hombre debe de ser ya un maduro.
Y así llegó el primero, el profesor de educación física, que tenía 35 años. Me costó seducirlo, a pesar de que tal como se decía por el instituto, estaba especializado en follarse alumnas y había desvirgado a unas pocas. Pero yo entonces aún era menor de edad y para él eso era un problema, pues había tenido algún tipo de conflicto por esa causa. Pero bueno, al final, tras una sonrisa por aquí, un poco de escote por allá, un buen cruce de piernas, etc., le di a entender mis intenciones y un buen día me invitó a merendar a su apartamento, donde por fin conocí lo que es tener sexo de calidad. Pero tras dos meses de vernos una vez a la semana, acabó despidiéndome; al parecer tenía una cola de niñatas esperando sus servicios.
Bueno, de nuevo algo desilusionada, seguí buscando maduros y ya con los 18 años cumplidos, encontré a uno ya maduro de verdad: 50 años, precisamente el padre de mi amiga y compañera Marta. Estaba divorciado de su mujer, vivía solo y los fines de semana su hija se iba a quedarse con él. Yo la visitaba en casa de su padre y me quedaba incluso a dormir alguna noche. Y aquí era al revés, era el maduro quien se me insinuaba. Desde el primer día noté que me miraba descaradamente, recorriéndome con la vista toda mi anatomía, con ojos de salido. Debía de andar muy necesitado. Cuando mi amiga se ausentaba para ir al baño, o se retiraba a otra parte de la casa para hablar por teléfono, eran continuas las insinuaciones, bastante descaradas.
Yo me limitaba a sonreír, algo tímida todavía, ya que no estaba acostumbrada a esas cosas por parte de un hombre de esa edad. Pero no le hacía ascos al buen señor, la verdad es que era de buen parecido, elegante… Me sentía halagada.
Así que poco a poco, fuimos ganando confianza hasta que sucumbí a sus deseos. Se portó como un caballero, ya que reservó una habitación de un buen hotel, donde tuvimos cena, champán, etc. Yo como una reina. Luego me hizo el amor como de verdad se hace a una mujer, con entusiasmo, sin prisas, dedicándose totalmente a mí, haciéndome gozar como nunca me había sucedido.
Hemos quedado de vez en cuando, con mucho cuidado de que no se entere su hija. Aparte de eso, tengo un medio novio, Marcial, que no me tiene realmente enamorada, pero me viene bien para estar mejor servida. No es tampoco un gran experto, más bien algo torpe. El padre de mi amiga es mucho mejor.
Como decía, me siento putita. El sexo para mí no tiene inhibiciones, considero que es algo natural, como el comer. No tengo tabús. Ahora, con mis 19 años, echando la cuenta, entre jovencitos y mayores, más o menos me han follado y me he follado yo, a unos 15 hombres, que no está mal para mi edad.
Aquella tarde del mes de junio, con bastante calor, estábamos solos en casa mi padre y yo. Mi padre tiene 48 años. Mi madre había ido a un pueblecito cercano a hacer la visita semanal a los abuelos y tardaría unas horas en volver. Mi hermano menor, de 17 años, estaba en sus clases y después se ausentaba con sus amigos hasta la hora de cena.
Mi padre se había ido a la cama a reposar un rato. Yo sola en mi habitación veía la TV, bastante aburrida. Me empecé a sentir caliente, cosa bastante habitual. Pensé en hacerme una pajita, pero desistí y me fui a dar una ducha, a ver si me relajaba. Pero no, a pesar del agua fría, el coño seguía pidiendo guerra. Me vestí muy ligera, una simple braguita blanca y una especie de top o camiseta muy corta, cerrada por arriba, pero por abajo con cualquier movimiento se me veía la parte inferior de los pechos, que por cierto tengo bastante abundantes.
Volví a la habitación ya bastante alterada. No sabía que hacer, si masturbarme, aguantarme, o llamar a Marcial para quedar con él. Pero sin pensar bien lo que hacía, y quizás siguiendo solo el instinto de la hembra que busca al macho, me fui a la habitación de papá para charlar un rato e intentar distraerme. Sinceramente nunca era en ese momento mi intención que sucediera lo que después sucedió, solo necesitaba un poco de compañía masculina, pero los acontecimientos fueron por otros derroteros.
Mi padre leía un periódico, con la chaqueta del pijama abierta. Es bastante musculoso y con abundante vello en el pecho, cosa que siempre me gustaba. De niña, cuando me cogía en sus brazos, me gustaba recostarme sobre ese pecho velludo.
Mi padre tenía la sábana hasta la cintura, también con aire de algo aburrido.
- Hola, papi…
- Hola, cariño… ¿quieres algo?.
- Nada, que estoy aburrida. Uffff, que tardes más largas…
Papá dejó a un lado el periódico y me invito a tumbarme a su lado.
- Ponte aquí y cuéntame algo, cielo..
- No sé papá, que te voy a contar que no sepas..
Me apetecía sentir a mi padre cerca. Me pegué bastante a su cuerpo. Él se incorporó un poco, apoyado en un codo, mirándome con algo de curiosidad, seguro que captaba en mí algo distinto a lo habitual. .
- Me podrías contar un cuento, papá….
- Jajajajajaa…. Que cosas tienes… ¿Tú estás ahora para cuentos…?.
- Bueno, pues imagina que era como cuando yo tenía siete años, que me acostaba contigo y me leías esos cuentos y me dormía a tu lado.
- Ya, ya….
- ¿Y por qué ahora no podría ser, papi?.
- Bueno, cielo, es fácil. Cuando tú tenías siete u ocho años, no tenías estas tetas…ajajajaa.
No lo esperaba , pero con toda naturalidad puso su mano sobre la camiseta, encima de uno de mis pechos. La quedó allí, inmóvil. Yo sentía el contacto de su mano grande, suave. Lo encontré también natural esa actitud y me dejé hacer.
Un poco coqueta ya, me atreví a un comentario.
- Papi… ¿a que tengo buenas tetas?.
- Por supuesto, cariño… Muy buenas, muy bien puestas, muy sensuales. Se mantienen bien firmes a pesar de que tu amiguito Marcial te las manoseará bien ¿verdad?.
- Bueno, bueno, no solo Marcial, papá. Algunos más..
- Uufffffffff… algunos más… Caray con mi niña…. ¿Tanta experiencia tienes ya?.
- No soy una santa, eh, papi. Y tú tampoco…Que más de una te has llevado al catre, que lo sé bien.
Yo sabía bien que mi padre era algo putero. Siendo niña ya había escuchado algunas discusiones en casa, entre mis padres. Que si una compañera del trabajo, que si una vecina… Mi padre era bien parecido, simpático, y tenía éxito con las mujeres.
Papá comenzó ahora una ligera presión sobre el pecho, despacito, amasándolo suave. Yo que ya venía caliente, empecé a mojar la braga sin remedio.
Mi padre se revolvió algo en la cama, acercándose más a mí. A través de la sábana capté ya el bulto de la erección que estaba teniendo.
- Papiiiiiiiiiiii….
- ¿Qué, hija?.
Aparté algo la sábana. Papá solo tenía un pequeño slip y el bulto de su polla era tremendo.
- ¿Has visto como estás, papi?.
Papá bajo la vista hacia su entrepierna…
- Es verdad, cariño, que apuro….Pero es que no soy de piedra, mi vida….
- Ya, ya, no te preocupes, me gusta que estés así, que me veas como mujer.
Decidí sacar de mí la mejor faceta de putilla que llevo dentro.
- ¿Pero sabes, papi..?. Tengo dos… Toca la otra, que se está poniendo celosa.
Mi padre quitó la mano del pecho que tenía agarrado y la llevó al otro. Pero yo, traviesa, al tiempo que lo hacía levanté la camiseta y la mano se posó sobre la teta desnuda. El contacto de su mano con mi piel fue algo delicioso.
- ¿Te gusta, papá?.
- Cariño, cielo, claro, que delicia, que bonito…
La voz de mi padre sonaba ronca y sus ojos brillaban de deseo.
- Pero esto no está bien, no debemos… eres mi hija, no puede ser.
- No me seas cateto. Ahora aquí no hay ni padre ni hija… Ahora eres solo un maduro que se va a follar a una zorrita de 19 años. Aprovecha, no seas tonto.
- Bueno, visto así de esa forma…
Bueno, ya está, me dije. Ya cayó papá en mis redes. Me espera una dulce follada, seguro. Me incorporé un poco y me quité la pequeña camiseta.
Papá acariciaba mis pechos con entusiasmo. De uno al otro. Los gozaba con delirio, embobado. Yo me dejaba hacer, también encantada. Los pezones se me pusieron duros, salientes, muy sensibles. Notaba ya mi hendidura totalmente encharcada. No podía más, necesitaba ser penetrada.
- Espera un poco, papi, ahora vengo.
Me levanté y fui primero a la puerta, a cerrar por dentro dejando la llave puesta. Así no había riesgo de sorpresas, por si mi hermano se presentaba antes de lo previsto. De vuelta al dormitorio recogí una toalla de baño.
De pie, frente a mi padre, que me esperaba ansioso, me quité la braguita quedando totalmente desnuda. Yo notaba mi coño hinchado, mis labios ya rojos y brillantes. Estaba exquisitamente depilada, porque lo había hecho el día antes. Ni un vello, un precioso coño de cine.
Doblé la toalla y la puse sobre la cama. Mi padre mi miró perplejo.
- Es para no manchar las sábanas, papi. Yo me mojo muchísimo y podrían quedar manchas y no veas si mamá las ve, lo que puede imaginar.
- Ah vale, vale, cielo. ¿Pero tanto de mojas?.
- Como una burra, papi, ya lo verás.
Sin más preámbulos, me tumbé en la cama boca arriba espatarrada, sin pudor alguno. Papá se quedó mirando entre mis muslos, boquiabierto.
- Joder, hija, que bollito más lindo tienes..
- Pues todo tuyo, papi. Anda, ponte encima de mí. Quítate todo...
Al momento fui montada por mi propio padre. Pero ahora para mí era algo más. Era el macho que me iba a follar, pero con el añadido que al ser mi padre la situación era mucho más excitante que si fuese otro hombre. Yo estaba al máximo de deseo. Si él se hubiese negado, seguro que por mi parte lo hubiera violado sin compasión.
- Házmelo papi, sin miedos. Ya sabes que tomo la píldora, así, a pelo, cariño…
Llamé a papá cariño, tal como él siempre lo hacía conmigo. Nunca se lo había dicho, pero ahora era el amante ante todo.
Se apoyó sobre un brazo estirado, puesto de rodillas entre mis muslos totalmente abiertos. Ya estaba desnudo como yo, y se agarró el miembro con la mano, para dirigirlo a mi abertura. Un solo golpe. Un solo empujón. No hacía falta tener cuidado. La hija, la hembra, estaba dilatada, abierta, deseosa como yegua en celo. Un solo empujón y el falo paterno entró en mí hasta el fondo. Noté como su pubis chocaba contra los gruesos labios del sexo y la dulce, cálida sensación, de tener la vagina ocupada. Una especie de choque eléctrico sentí en mi interior. Me abrí todo lo que pude para que entrara más y me agarré loca de placer a la cintura de mi padre. Con mi boca abierta, como si me faltase el aire, con los ojos casi en blanco, mientras él me miraba extasiado, sintiendo su propio placer pero al tiempo orgulloso como hombre del placer que a mí me proporcionaba.
- Sigue, sigue así…papi…cabronazo…No cambies el ritmo, sigue…
Me estaba ya corriendo, solo con el primer embite. Él siguió penetrándome duro, entrando y forzando todo mi sexo al máximo. Dos minutos, no más, desde la penetración y…
- Ahhhhhhgggggggggggggggggggggg, papáaaaaaaa, papiiiiiiiiiiiiiiii… que rico, que ricoooooooooooooooo.
Temblaba como una posesa, azotada por las contracciones del orgasmo. Papá apoyado en sus dos brazos me sacudía en fuertes empujones, que agitaban mis pechos de forma convulsa.
- Cielo, cielo…. Que putita eres… mi putita….
- Síiiiiiiiiiiiiiiiii, papi…….siiiiiiiiiiiiiiiiii, soy tu putita, gózame, mátame, asíii, asiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
Me venían líquidos de forma continua, a chorros. Me mojaba a tope y mojaba a mi amante paterno. Poco a poco me fui relajando hasta quedarme inmóvil, agotada, extenuada, con la respiración muy agitada y el corazón a tope de pulsaciones.
Despacio, mi padre me descabalgó y volvió a quedarse de lado, apoyado de nuevo en su codo para mirarme bien. Ahora se fijó en la tremenda mancha de la toalla…
- Hija, de veras…. Con ninguna de las mujeres que he follado había visto algo igual.
- Ya te lo dije, papá….
- He sentido perfectamente cuando te la metía el líquido que expulsabas, mojándome la polla. Vaya hembra que eres.
- ¿Te has corrido también, papá?
- No.
- ¿No? ¿Por qué?.
- Porque quiero aguantar. A duras penas he conseguido contenerme. Eres mucha mujer, seguro que necesitas mucho más…
- Eres buen amante, papi. Sabes bien lo que necesito. Por supuesto, que quiero mucho más. Espera un poquito que termine de relajarme.
- Bien, cielo… Todo para ti.
Agradecida, agarré despacio la polla paterna. Dura, muy masculina. Él se dejó hacer, mientras seguía tocando mis pechos.
- Sabes bien como acariciar una polla, cariño. ¿Cuántas has tocado?.
- Calculo que unas quince, si no me confundo.
- Joderrrr…. Ni yo he llegado a follarme a tantas mujeres, con mi edad.
- Jajjajajaaa…….He salido algo puta, padre. Lo siento…jajajajaaa
- Bueno… lo tomaremos del lado bueno, cariño. Al menos, yo lo estoy disfrutando. Quizás hasta ahora la mejor mujer a la que me he montado.
- Pues no esperemos más, papi. Espera, que me voy a asear algo, estoy perdida de jugos.
Fui al baño, me lavé bien el rezumante coño, quedándolo perfumadito. Cambié la toalla a otra posición más seca y me volví a tumbar de nuevo. Como antes, patas arriba, a lo tradicional. Ahora papá decidió hacerme un oral, que ha sido hasta ahora el mejor de mi vida.
No eran unos lametones sueltos, como solía hacer el torpe de mi novio. Solo el padre de mi amiga había sido bastante exquisito en comerme el coño. Pero ahora papá se lució, superó a todos con diferencia.
Me hizo girar sobre la cama, quedándome atravesada. De esa forma mi coño quedaba cerca del borde. Se puso fuera de la cama y cogió la almohada para arrodillarse y estar más cómodo.
- Creo que esto va para largo -me dije, entusiasmada-.
Eso sí era sexo oral, si señor. Sexo oral bien dado. Disfrutando cada rincón del sexo femenino. Buscando el interior con la lengua en punta y dura. Luego la sacaba toda fuera, plana, y recorría todo mi coño lentamente, hacia arriba y al llegar al clítoris lo aspiraba. Volvía a repetir. Descansaba un momento y me miraba para ver mi reacción. Mi cara tenía que ser un poema de gusto y deseo, pues él al mirarme sonreía y volvía a bajarse.
Yo seguía chorreando, ahora sobre su boca. Apenas caía ya nada en la toalla, el lo tragaba gustoso. Al principio yo estaba algo apurada, por verterme así en su cara. Pero al ver que le gustaba ya me relajé del todo y en lugar de controlarme lo que hacía es expulsar todo con fuerza, como si fuese un regalo que le hacía. Le entregaba mi esencia más íntima de mujer.
Una vez pasada la euforia del primer orgasmo, ahora ya disfrutaba sin prisas. Me dejaba hacer, dejando pasar el tiempo. Papá era incansable. Mientras me comía subía las manos agarrando mis tetas y mis pezones. Otras veces metía por debajo las manos, agarrándome las nalgas.
Era un experto. Sabía muy bien como mantenerme a punto, en el límite justo. Ahí, durante minutos y minutos. Yo gozando de dulcísimos sensaciones que me llegaban por todo el cuerpo. Si mi excitación aumentaba, el lo notaba bien y se retiraba unos momentos. Así evitaba que me corriera. Me mantenía ahí, al borde, era una mezcla de placer y suave sufrimiento que me tenía realmente loca.
Yo gemía dulcemente, de forma continuada. Me apetecía desahogarme, pero además quería demostrarle lo bien que me lo estaba pasando. Era mi forma de estar agradecida. Los gemidos a veces eran casi alaridos. De vez en cuando bajaba mis manos para acariciar su cabeza.
- Papi..papi…..Qué bien, que bien...
No me explico como no le dolía la lengua. Quizás estuviera muy acostumbrado a hacerlo. Pero llevaba ya casi una hora así.
- Me voy a deshidratar, papi… No dejo de verterme…¿lo notas, verdad?.
Él hizo un alto para relajarse algo y dejarme descansar a mí.
- Lo noto bien, vida mía, me tienes inundado.
- Quiero correrme de nuevo, papi….No me hagas sufrir más, por favor, cariño…
- Vale, tendrás ahora tu orgasmo, prepárate..
Me agarró fuerte por los muslos, apretándome hacia abajo para evitar que mis saltos descontrolaran sus lamidas. Ahora aceleró el ritmo, frenético.
- Yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, papáaaaaaaaaaaaaaaaa…………………
Si el primer orgasmo fue fuerte, este no lo fue menos. Diferente. La sensación de la boca absorbiendo mi clítoris fue algo realmente increíble. Pero además, mientras lo hacía, uno de sus dedos, no se cual, bien untado en mis jugos, lo fue introduciendo por mi culito. Eso nadie me lo había hecho antes. Esa combinación de sensaciones, la lengua actuando, el dedo excitando mi recto, fue algo explosivo. Bajé las piernas agotada y él se incorporó dejándome descansar unos minutos. Le oí ir al baño, lavarse bien la boca y también el miembro. En eso sí coincidíamos toda la familia, en ser muy aseados.
Medio transportada a otros mundos, lo sentí volver con unos vasos en la mano. Dos cocacolas, para refrescarnos un poco de tanto ajetreo. Yo me incorporé en la cama y él se sentó en el borde.
- Papá, eres único, la leche, que bien… Anda, que si lo descubro antes…ajajaaa
- Ahora ha sido el momento, hija. Antes eras menor, no hubiese sido adecuado.
- ¿Dónde aprendiste tanto, puñetero?.
- Jjajajaaaa. Me ha gustado siempre el sexo y las mujeres. Algunas me han enseñado mucho, pero eso se lleva dentro, no hay escuelas para todo.
- Eres el amante perfecto, papi. El que se preocupa de dar placer, no solo de recibirlo. Pero sigues sin correrte, papito, no es justo. ¿Lo harás ahora?.
- Por supuesto cielo. Me verteré en ti, cuando te corras de nuevo.
- Uuffffff. Tres son ya mucho, ya veré, pero contigo seguro que lo consigo.
Habitualmente con dos orgasmos siempre estoy satisfecha. Pero ahora, después del refresco y algo de descanso, mi coño parecía coger vida propia de nuevo. Miré hacia abajo, entre mis muslos.
- Joder, papi… Se me está abriendo otra vez..
- Lo dicho, cariño… Eres la hembra perfecta.
- Móntame de nuevo, papi…
- ¿Quieres otra postura, cielo?.
- No, no, la de siempre… estoy cómoda, tiempo habrá para experimentos…
Mi padre me puso ahora una almohada bajo los riñones. De esta forma quedó mi sexo algo más levantado. La polla de mi padre de nuevo en erección total. Nueva penetración, ahora ya más relajados ambos, con dulce cadencia, más suave, pero no por ello menos gustoso. Ahora me la sacaba y me la metía despacio; luego se apartaba un poco y pasaba los dedos por el coño jugoso. Volvía a entrar y a salir. El sexo otra vez encharcado, sonaba un poco como la botella de vino que se descorcha.
Ahora no había prisas. Él sabía que tenía que ser paciente, pues yo buscaba un tercer orgasmo y ese no llega de inmediato. Lo que me asombraba era su capacidad de concentración, para no correrse, pues yo notaba el miembro como una estaca clavada en mi interior
Curiosamente, llevábamos ya follando una hora y media y no nos habíamos besado. Como si para eso quedara aún algo de pudor en nosotros. Yo caí en la cuenta y se lo hice saber.
- Papi, no me has dado tu boca, quiero tus besos…
Lo agarré por el cuello atrayéndolo hacia mí. Se mezclaron nuestras lenguas, en un beso largo, interminable, jugoso como mi sexo. Mientras me besaba, para no distraernos de la nueva sensación, dejó ese tiempo la polla fuera. Al atraerlo sobre mí se dejó caer sobre mi cuerpo. Sentí toda su piel sobre la mía, su pecho velludo, su calor. El roce de sus muslos en los míos.
Sorprendentemente, los besos me estimularon ahora hasta llegar al goce máximo. Consiguieron elevar mi líbido acercándome al tercer orgasmo. Conseguí hablarle, medio asfixiada por los besos.
- Papi, papi… Me corro otra vez, métela, métela… Por favor, por favor, no me dejes sola, métela, así, asíiiiiiiii, muévete….
Me la volvió a clavar sin compasión, apretando al máximo.
- Suéltamelo todo, échamelo, papi… Todo dentro, todo, todo….Dámelo todo, es mío, lo quiero, sí, siiiiiiiiiiiiiiii.
Mientras comenzaba a correrme por tercera vez note como mi padre lo hacía también. El rostro se le contrajo como el mío, con el placer de terminar. Y a pesar de que era el tercero, ese sentimiento de que mi padre me poseía ya sin freno, y que yo lo poseía a él hasta sentir en mi interior su esperma, fue algo especial. Nunca me he llevado demasiado bien con mi madre y este acto era algo fantasioso, el amor en su máxima prohibición, el incesto, el engaño a mi madre. Y así lo disfruté, era de forma inconsciente una sensación de robarle algo a mamá, de quitarle lo que era suyo durante tantos años y que yo ahora me apropiaba de forma incestuosa. Ahora es mío, parecía decir mi mente. El hecho de que el esperma paterno me inundara era algo antes impensable, pero que ahora sucedía, estaba allí, debajo de él, sintiendo perfectamente como terminaba dentro de mí, de su hija. Me concentré para captar las contracciones de su miembro y de su escroto al expulsar el chorro seminal al fondo de mi cueva. Orgullosa del placer que sentía poseyéndome. Ahora el amor filiar salía un poco a relucir, pero al revés, yo era como la madre que hace feliz al niño que en ese momento era mi padre.
- Suéltalo, cielo. Suéltalo, papi. No te quedes nada para ti, dámelo, esoooooooo…
Soltó un gemido mientras eyaculaba. Luego su relajación, agotado pero feliz. Se dejó caer un poco de lado.
- Quédate así, papá… Pero no me la saques todavía. Estoy a gusto.
Aún bien orgasmada como yo estaba, la sensación de seguir llena era deliciosa. El hombre, el padre, allí dejándose caer sobre su niña, una vez poseída. Que feliz me sentí al hacer también feliz a papá. Acaricié su espalda fuerte, musculosa, su cabeza, sintiendo su respiración ya más lenta en mi cuello. Me sentí de momento muy mujer, pero como una mujer madura, ya hecha.
Finalmente el miembro se fue relajando y noté que se salía de mi interior ya flácido. Unas gotas de semen colgaban de la punta. Agarré el pollón paterno y lo apreté de en toda su longitud para sacar los restos de esperma. Luego deslicé mis dedos manchados por mis pechos para extender los restos de semen.
- ¡¡ Vaya corrida, eh papi..¡¡ Mira, como me gotea el coño. Estás hecho un toro, cabronazo.
Así era. La eyaculación debió de ser muy copiosa. Lentamente un chorro blanquecino iba saliendo de mi sexo hasta la toalla.
- Delicioso, hija…. Delicioso, no tengo palabras para expresarlo. Me has exprimido como a un limón y llevaba muchos días sin correrme, me has vaciado bien.
Tras un rato de descanso y mutuas caricias nos incorporamos para ducharnos juntos. Gozosos los dos. Pero aún mi padre tenía algo de pudor, la conciencia intranquila.
- Hija mía, que esto nunca salga a relucir, por favor. No quiero ni pensar que se enteren tu madre y tu hermano. Tenemos que tener mucho cuidado. Ellos no deben de saberlo, se llevarían un gran disgusto.
Escucharle decir que tenemos que tener cuidado me sorprendió muy gratamente. Mi padre estaba anunciando que no se había terminado, que pensaba seguir. Y yo para tranquilizar su conciencia, y animarlo precisamente a eso, que fuese mi amante durante mucho tiempo, decidí que era el momento de contarle el secreto familiar que yo sabía pero que por prudencia venía guardando desde hacía un año por el bien de los cuatro. Era bueno que papá supiese que esto nuestro no era una novedad en la familia, así lo vería más natural.
- Ayyyy, papá… con lo buen amante que eres y lo que vales en todo, aún sigues siendo inocente para algunas cosas.
- ¿Por qué dices eso hija,?.
- Pues sencillamente, porque tu esposa se folla a tu hijo desde hace casi un año….