¡¡ Papá, papi... me vuelves loca¡¡ (2)
Padre e hija descubren la sensualidad que en el amor ponen la madre y el hijo.
Desde que informé a mi padre sobre lo que estaba ocurriendo en casa, que mi madre se follaba a mi hermano desde hacía unos meses, anduvo algún tiempo algo cabizbajo, dándole vueltas al asunto. Ciertamente, eran hechos difíciles de encajar, eso de que tu esposa se esté entendiendo con tu propio hijo no ocurre todos los días.
Yo procuraba mentalizarlo, que se adaptara a las circunstancias. Lo que le decía siempre es que no podía quejarse, que él también se entendía conmigo, que soy su propia hija, así que todos iguales.
- Ya hija, ya, lo sé… Pero me cuesta, me cuesta…
Yo insistía diciéndole que el matrimonio estaba muy aburrido a nivel sexual, que había caído en una rutina absoluta. Y que si él se lo pasaba bien conmigo, pues mamá tenía el mismo derecho. Al final acababa afirmando y aceptando, y su comportamiento en casa fue normal y no hacía suponer que sabíamos lo que ocurría con la otra pareja.
Ahora, que los dos lo sabíamos, entramos en otro juego, que era observar a mamá y al hermano. Nos producía morbo ver los pequeños gestos que de vez en cuando se les escapaban, que antes podían pasar desapercibidos, pero ahora ya no. Una sonrisita pícara entre ambos, un pequeño roce, mamá que se ponía una camiseta algo escotada y se agachaba mucho delante de su hijo, etc. Sobre todo eso de enseñarle las tetas al niño (en casa a mi hermano siempre le decimos el niño ) era lo que más le gustaba a mamá. Ella tiene un pecho más bien pequeño, pero muy atrayente. Sus senos tienen forma de pera y al final una areola grande y picuda, sobresaliente del pecho. Son muy sugestivas esas tetas. Alguna vez en la playa, cuando hace topless, lo hombres la miran mucho.
Por nuestra parte, tras el primer polvo que echamos papá y yo en casa, no habíamos tenido otra ocasión. Era difícil quedarnos a solas. El trabajaba fuera muchas horas y los días festivos estábamos todos. Así que yo andaba muy salida de continuo y con mi noviete Marcial la verdad es que no me entendía muy bien, no me producía la satisfacción que mi padre y el otro maduro, el padre de mi amiga, me habían proporcionado.
Menos mal que pasado más o menos un mes, tuvimos otro encuentro, aunque más rápido, pero que durante otra temporadita me dejó ya algo más relajada.
La escuela universitaria donde estudio está cerca de casa, unos veinte minutos andando. Pero una tarde de mayo se complicó el tiempo y se puso a llover, cogiéndome desprevenida sin ropa adecuada ni paraguas. Así que llamé a papá para que fuera a buscarme en coche.
Me esperaba a la hora convenida. Yo entré en el coche, llevaba una falda más bien corta, que no me preocupé de colocar bien, así que tenía los muslos al aire. Mientras conducía despacio, mi padre comenzó a tocarme las piernas, subiendo su mano derecha todo lo arriba que podía. Yo no anduve con remilgos. Levanté el culo lo suficiente para quitarme la braguita y la puse hecha un ovillo sobre el salpicadero. A mi padre le hizo gracia el gesto.
- Cuidado, hija, no te la vayas a olvidar ahí….jajajaa. Imagina si la encuentra tu madre.
Me excitaba mucho aquella situación, con mi padre metiéndome mano en el coche y la braga allí, visible, como símbolo de mi desnudez y mi entrega. Me dejé resbalar sobre el asiento, para dejar mi sexo expuesto y me abrí totalmente. Ahora su mano recorría mi jugosa hendidura, arriba y abajo, con mucha ternura y delicadeza. Cerré los ojos, concentrada en el placer que recibía. Cuando llegaba a la parte superior del sexo, la yema de su dedo corazón me daba un suave masaje en círculos sobre el clítoris. Yo veía las estrellas. Comenzaba a sudar y me apetecía ser generosa con papá. Aprovechando que había ya anochecido y que la fina llovizna que empapaba los cristales impedía ver el interior del coche, me quité la camiseta y el sujetador y me quedé con los pechos al aire. Comencé a gemir mientras él seguía con su masaje a mi sexo agradecido.
Enseguida noté que no íbamos en dirección a casa. Nada dije, ya lo adivinaba y deseaba. Volví a cerrar los ojos y seguí disfrutando de aquella ocasión única.
Ya estaba cerca del orgasmo cuando aparcó el coche en una calle de las afueras de la ciudad, muy tranquila, poco iluminada, no se veía a nadie por allí.
- Pásate al asiento de atrás, cariño -me dijo-.
Así lo hice, mientras él se bajaba del coche y echaba una mirada alrededor, pendiente de si pudiera venir alguien. Pero como digo, la calle estaba desierta y medio a oscuras y la lluvia no permitía ver lo que ocurría dentro del coche, con todos los cristales empañados.
Mi padre entró y se encontró con la hija ya preparada. Impúdica total, me había tirado sobre el asiento trasero. Un pie arriba, en la parte alta del respaldo y el otro en el suelo del coche. Abierta al máximo. Provocando a papá. Deseosa de ser poseída por él. Le miré con cara de salida, invitándole a que me hiciera suya cuanto antes.
Aunque mi padre es corpulento, no sé como se las apañó, encorvándose como pudo, pero al momento y tras cerrar la puerta, me encontré con el miembro paterno dentro de mí. Sensación deliciosa otra vez, íntima, especial. Un goce que no había sentido con los otros hombres. Me sentía la hembra completa, no necesitaba más que aquello, lo que ya tenía y ahora gozaba, aunque fuese en postura incómoda. Cada vez que la sacaba, al volver a entrarla, era como una descarga de placer. La punta del miembro abría con suavidad mi entrada vaginal y la dilataba, tan mojada, llenando de gozo todo mi cuerpo. Y al dejarla introducida, sentía mi conducto ocupado hasta lo más profundo. Él con una mano tocaba mis pechos y hacia pinza en mis pezones, llevándome al éxtasis. Me hubiera quedado allí horas enteras.
Pero papá me volvió a la realidad.
- Cariño, no tardes mucho en correrte, no estoy aquí cómodo y además tengo miedo que pueda llegar alguien y sorprendernos.
- Vale, papi, estoy a punto, ahora voy. Dime cositas, por favor.
Cuando me follan, me gusta que me digan “cositas”: putona, zorrita, guarrilla. Eso me estimula mucho. Me concentré y me agarré a sus brazos, clavándole las uñas. Moví las caderas adaptándome a su ritmo, que aumentaba de frecuencia, mientras apretaba con fuerza su pubis contra el mío. Atrás, adentro… Comencé a sentir el orgasmo, como muy dulce, muy especial, yo diría que un orgasmo con clase, señorial, y además muy largo. Cuando iba terminando papá se agachó a chuparme los pezones y eso me provocó que encadenase un segundo orgasmo con el primero, más suave, pero igual de placentero. Papá me miraba atento a mis reacciones, esperando que terminara para sacarla.
- Aaaahhhhhhhhhhhhhhh….Riquísimo, papi… Eres el mejor. Me quedas como nueva, cariño. ¿Te has corrido tú?.
- No, cielo. La verdad, no estoy muy cómodo aquí en esta postura.
- No te preocupes, lo arreglamos enseguida. Ven, sube, acércate a mi cara.
A horcajadas sobre mí, con una rodilla sobre el asiento, fue subiendo hasta llegar a mi cabeza. El miembro lo tenía, efectivamente, algo flácido, señal de que no estaba concentrado. Así que le di primero un masaje experto (recordar que ya he tenido muchas pollas en la mano), y en poco tiempo adquirió de nuevo toda su dureza. Incorporándome un poquito, me metí el pollón en la boca.
Succioné todo lo que pude, hasta que me entró más de la mitad. Medio asfixiada, pero quería darle el mayor placer. Tras unos momentos de angustia por mi parte, por la falta de aire, noté que papá se corría, ya que empujó con fuerza hasta clavarme la polla en la garganta. Casi me ahogo, pero como si fuese yo una profesional del sexo, seguí allí, chupando y aguantando. Un gemido de papá me anunció el final y de inmediato sentí dos chorros consecutivos de esperma, el primero más potente y el segundo ya más moderado. Me encantó sentir en mi boca las contracciones del miembro cuando eyaculaba, porque en el coño no se captan con tanta claridad.
Mi padre se retiró, despacio, con infinita dulzura. Me acarició la cara, satisfecho. Yo, sin ningún tipo de remilgos, tragué hasta la última gota de semen. Papá se asombró de ello.
- ¿Es que te lo tragas todo, cielo?.
- Siempre lo hago, papi. ¿Tus amantes no?
- La verdad es que no. Pocas me han hecho una mamada y si lo hacían, al final escupían.
- Creo que has tenido mala suerte… Menos mal que yo estoy aquí, para que pruebes de todo…jajajaa.
- Gracias, hija, eres un tesoro como mujer. Me haces un hombre.
Nos vestimos, y regresamos pronto a casa para no despertar sospechas. Para disfrutar más del momento, no me puse las bragas hasta que estábamos llegando a casa. Me apetecía tener el coñito fresco. Esas travesuras hacían disfrutar mucho a mi progenitor.
- Cielo… eres la más guarrona que he conocido, pero me encanta, de veras.
- Gracias, papito. Y tú el mejor macho que una mujer pueda encontrar. No me dejes, eh…. No te olvides de tu niña querida.
- ¿Olvidarme?. Pero si no pienso en otra cosa todo el día, en que encuentre el momento de estar a solas contigo. Incluso estos días me he tenido que hacer alguna paja, cosa que hacía muchos años que no sucedía.
- Soy feliz de que me desees tanto, papá. Yo también lo he hecho, pensando en que me follabas.
En las semanas siguientes nuestro juego continuó con la observancia de mamá y el niño. Ambos, de forma disimulada, procurábamos captar evidencias y luego nos las contábamos. Nos producía una curiosidad malsana. A veces tomaba unas cervezas con papá en el bar de la esquina y hacíamos confidencias.
- Papi, lo más fuerte que he visto hasta ahora, fue el otro día que llegué a casa algo más temprano. Estaban en el cuarto de baño. Mamá se puso algo nerviosa y dijo que había entrado a dar al niño una toalla limpia para la ducha. Pero estaba como muy sofocada, yo creo que se estaban metiendo mano.
- Sin duda, incluso a lo mejor estaban follando.
- ¿Crees que mamá ha tenido más amantes?.
- Creo que sí, que al menos uno. ¿Te acuerdas de aquel solterón que estuvo viviendo en nuestro edificio y luego se fue para Madrid?. Pues tengo bastante seguro que se la follaba. Tu madre ha sido también mucha hembra, tú llevas sus genes.
- ¿Y tú les has visto en momentos así?
- También alguna vez, hija. El otro día, sentados en el salón, yo veía la TV, tu hermano conmigo y ella llegó del baño, con una bata, se sentó frente al niño y aunque pensaba que no me daba cuenta, por debajo de la mesa abría y cerraba las piernas para que el chico mirara, seguro que no tenía bragas.
Esa curiosidad en la otra pareja familiar nos llevó a empeñarnos en que teníamos que verlos en algún momento haciendo el amor.
Papá siempre ha tenido muchas ideas, así que a comienzos de verano, cenando todos juntos, nos dio la sorpresa.
- Familia… He alquilado una casa rural en la sierra, para que descansemos a gusto una semanita que tengo vacaciones. ¿Qué os parece?.
Aplaudimos todos la noticia, también porque era una zona algo silvestre, donde abunda la fauna y papá y yo éramos muy aficionados a observar la naturaleza.
- No te olvides –me dijo- del juego de prismáticos, para ver bien las aves; nos llevaremos también las dos bicicletas.
Y para allá nos fuimos todos. Una casita coqueta, lo justo para cuatro o seis personas. Con una bonita piscina y apartada de otras construcciones de la zona. A lado, la sierra, un entorno precioso. Muchos días, papá y yo cogíamos las bicis y nos íbamos a dar una vuelta dejando a los otros dos en casa, que son menos aficionados al deporte.
Y en una de esas tardes largas del verano, estábamos los cuatro en la zona de la piscina. Mamá y mi hermano en el agua. Papá y yo, leyendo en las tumbonas.
Mamá no sabe nadar muy bien. Así que mi hermano estaba de pie, con el agua por el pecho, y su madre horizontal, boca abajo, chapoteaba en el agua intentando mantenerse a flote. El hijo la sujetaba con ambos brazos por debajo, una mano a la altura del pecho y la otra por las caderas.
Papá y yo hacíamos que leíamos, con la cabeza agachada, fingiendo estar atentos al libro. Pero con las gafas de sol puestas, podíamos mirar levantando los ojos, pendientes de la pareja y cuchicheábamos por lo bajo.
- Le está metiendo mano a tu madre de forma descarada. Creo que la tiene ya caliente.
Quizás mamá y el niño pensaban que debajo del agua no se veía, pero con atención se podía captar bien el manoseo del niño a la madre.
- Mira, papi… creo que le ha sacado una teta fuera del bikini.
Mi padre miró con mucha atención.
- No se ve muy bien, hija. Pero es posible, sí, que tu hermano esté sobando tetas. Y cuando ella se abre para nadar, le echa la mano al coño por encima del bañador, fíjate.
Ambos daban saltos en el agua y grititos divertidos. Alguna vez que mi hermano subía más de la cuenta, bajo el traje de baño se le notaba la tremenda erección.
- Tu mamá y tu hermano están deseando follar aquí mismo, hija. Así que vamos a darle oportunidad. Vamos a ir a dar un paseo.
Mi padre ahora se dirigió en voz alta a su mujer.
- Cielo… Me voy con la niña a dar una vuelta con las bicicletas.
- Vale…¿Tardaréis mucho?.
- Unas dos horas. No os preocupéis.
- Bien, aquí esperamos.
- No olvides los prismáticos, hija, que echemos un vistazo a las aves. ¡¡¡ Hasta luego, madre e hijo…¡¡¡
Mi padre cogió su mochila, donde siempre llevaba algo fresco para beber y también para comer. Yo cogí los dos prismáticos. A unos 250 o 300 metros de la casa hay un promontorio, no muy elevado pero que permite ver con toda claridad la casa completa y la piscina, sin que estorbe la valla y el seto que la rodea. Yo no me había percatado, pero papá lo tenía estudiado.
Así que una vez en las bicicletas y tras rodear la loma, mi padre que iba delante se salió del camino y cogió una pequeña vereda, hasta la cima. Yo ya adiviné por donde iba el asunto.
Nos sentamos sobre la hierba, con la espalda apoyada en una roca y con unos arbustos altos delanteo, que nos permitían estar cómodos sin ser vistos.
- Bueno, cariño, prepárate para ver una buena follada de la mamá y el niño.
Yo estaba expectante, curiosa. La situación me producía una excitación nerviosa muy especial. Había imaginado más de una vez como sería el polvo entre los dos, pero ahora llegaba el momento de verlo y estaba en ascuas.
- ¿Y si se meten en la casa, papá?.
- Ya verás como no. Están demasiado calientes, follarán ahí, al lado de la piscina. Me apuesto lo que quieras.
Una vez acomodados, cada uno con su potente prismático en las manos, nos dispusimos a ver los acontecimientos. Con los prismáticos parecía que los teníamos allí al lado, todos los detalles podían apreciarse perfectamente.
Mamá estaba echada en la tumbona. Sin el sujetador del bikini, los pechitos morenos al aire. El hijo, arrodillado en el césped a su lado, la rodeaba con un brazo por detrás de la cabeza y la atraía hacia él, dándole profundos y largos besos. Con la mano izquierda el niño acariciaba largo y tendido los pechos picudos de mamá.
- Caray, date cuenta, hija. Siempre pensé que esta escena me iba a disgustar, a provocar celos. Pero no, me encanta verlo, lo disfruto de verdad.
- Es que es realmente erótico, papá, fíjate que besos…ufffff. Y no deja de achucharle las tetas…Se lo están pasando divino.
En esa postura los amantes aguantaron un largo rato. Luego mi hermano se puso de pie y se quitó el bañador, quedando con el miembro erecto al aire y apuntando al cielo. Con gesto delicado, le quitó también a la madre la braga del bikini.
- Vaya pollón que tiene tu hermano…
- Y vaya coño peludo que tiene mamá, no se lo había visto antes.
Con los prismáticos se apreciaba perfectamente la mancha negra del pubis de mamá, una buena mata de vello espeso y rizado.
- Pues con esa coño peludo, mi hermano seguro que más de una vez se traga algún pelo…
Parecía como si el niño me hubiese escuchado, porque ahora se arrodilló otra vez, pero esta vez entre las piernas de la mamá-amante y comenzó con mucho estilo a hacerle sexo oral. Se le veía encantado de saborear las mieles que emanaban del sexo materno. Lamía con entusiasmo. De vez en cuando hacía un alto, seguro que para controlar el orgasmo materno. Pasaba la lengua desde la rodilla por la cara interna del muslo hasta el sexo y luego seguía por la otra pierna. Levantaba a veces la cabeza y se decían algo el uno al otro. Mamá sonreía satisfecha, luego el hijo se volvía a agachar y ella le agarraba fuerte la cabeza presionando sobre su coño. Otras veces mamá levantaba las piernas, las agitaba, apoyaba los pies en los hombres del hijo. Movía los brazos de forma convulsa y abría la boca en lo que parecía un largo gemido.
- Una buena comida de coño. ¿Verdad, papá?.
- Sin duda, hija, sin duda.
Los dos seguíamos allí clavados, sin quitarnos los prismáticos de la cara. Disfrutando también con el bello espectáculo.
Tras un largo rato de sexo oral, mi hermano hizo levantar a la madre y la puso de rodillas sobre la hierba, con la cabeza agachada, apoyada en la colchoneta de la tumbona. Como las tumbonas son bajas, el culo sobresalía de forma exagerada, grueso, robusto. Mamá no tiene grandes tetas, pero si caderas amplias y un buen culo de madura.
Colocado de rodillas tras ella, y agarrado bien a su cintura, el niño comenzó un enérgico mete y saca, apartando las nalgas de la madre, para profundizar mejor. Concentrado, miraba a ratos al cielo, saboreando el placer del conducto materno. Le daba fuertes pollazos, que la hacían moverse entera. Ella se agarraba a la tumbona para tener estabilidad. Con la cara hacia abajo, apoyada en la colchoneta, no se veía ahora ningún gesto de la madre. Estaba quieta y se dejaba penetrar, sin ningún gesto de cansancio o impaciencia. Desde nuestra posición la veíamos de lado, y destacaban los gruesos muslos sedosos, de piel brillante y bien cuidada. Toda una mujeraza. El niño también aprovechaba para pasar las manos por esos muslos y por las poderosas nalgas. También se echaba hacia delante y deslizaba la boca a lo largo de la espina dorsal de ella, que seguía inmóvil, dejándose hacer encantada.
- Vaya experto follador, para tener solo 17 años. Que estilo, que poderío…Tu madre ha tenido suerte, está disfrutando los mejores años de su sexualidad.
Mi hermano se separaba algunas veces un poco del trasero materno, se agarraba el miembro con la mano y lo deslizaba por el sexo abierto. Luego lo volvía a meter.
Tras uno de esos movimientos pasó algo raro. Mamá comenzó a agitarse, como molesta, intentando incorporarse y tratando de apartar al hijo. Daba manotazos hacia atrás y se veía que le increpaba con mal humor.
- ¿Qué le pasa ahora a mamá? No lo entiendo, si se la veía muy a gusto.
- Es sencillo, hija: creo que tu hermano se la ha metido entera por el culo y de un solo golpe.
- ¡¡ No jodas, papá….¡¡
- No, yo no La que está bien jodida es tu madre…jajajaa.
- Pero esa polla por el culo es algo tremendo. Y a lo mejor es la primera vez.
- No creo que sea la primera vez. Estos tienen ya experiencia. Pero ahora la ha cogido por sorpresa, desprevenida, y eso duele. Veamos a ver como continúa esto, estoy intrigado.
Mi hermano puso final a los movimientos histéricos de mamá. La agarró con fuerza por el cuello y le hizo otra vez bajar la cabeza, inmovilizándola contra la hamaca. Ella no podía moverse y solo agitaba los brazos.
- Un poco bruto.. ¿no crees, papá?.
- Si tu hermano actúa así, es porque a ella en el fondo le gusta, no lo dudes. A tu madre siempre le gustaron los hombres dominantes.
Totalmente sujeta la madre, sin posibilidad de moverse, ahora la pareja de amantes estaba inmóvil, parecían un grupo escultórico de un museo pornográfico. Solo él movía un poco la mano libre, acariciando la espalda de la madura en forma muy lenta y suave.
- ¿Te das cuenta, papá?. No se mueven nada, están quietos.
- Sí, ya veo. Pero supongo el porqué. Tu hermano está esperando que ella se relaje, que se le abra el conducto trasero tras la sorpresa del impacto y la penetración. Luego, cuando deje de dolerle, comenzará a bombearle el culo, ya verás.
El grupo escultórico se mantuvo así, como congelado, bastantes minutos más. Luego el niño retiró la mano de la nuca de la madre, pero ella no se movió en absoluto y siguió en la misma postura.
- Ya la tiene sometida. Muy bien, hijo, con dos cojones. Así se doma a una yegua salvaje.
Tenía razón mi padre. Ahora mi hermano comenzó a trabajarle el recto a mamá. Pero con infinito cuidado, se la metía y sacaba muy despacio, quedándose quieto a veces, esperando otro rato, otra vez hacia dentro y hacia fuera. Mamá seguía sin moverse, ahora aguantaba estoica. Seguro que ya le gustaba y el dolor había dado paso al placer. Noté que había separado algo las rodillas que tenia apoyadas en el suelo, como acomodándose mejor a la situación.
En algunos instantes el hijo se echaba hacia delante y le susurraba cosas al oído.
- ¿ Qué le estará diciendo, papi?.
- Pues imagino que le puede decir cosas como: “¿todo bien, mamá? ¿Te gusta ahora? Lo has hecho muy bien. Aguanta un poco, me das mucho placer, mami. Estás riquísima…
- Pues que tierno, oye. Me encanta.
Después de susurrarle al oído, mi hermano bajaba por la espalda de ella, recorriéndola entera en un beso tierno. También metía de vez en cuando las manos bajo el cuerpo de la madre, para acariciarle los pechos y el coño. Ahora ella puso la cabeza apoyada de lado, mirando hacia donde estábamos. Ajusté los potentes prismáticos para acercar más la imagen.
- Fíjate, fíjate, papi. Que sonrisa de puta tiene mamá….jajajajaa.
Era, sin duda, la imagen más sensual, más erótica, que yo había visto nunca. La madre ya relajada, orgullosa de cómo la trabajaba el semental de su hijo, sumisa. Y el chico sodomizando a mamá, gozando del sexo pleno con la misma madre, con la mujer madura, que es también uno de los mayores lujos que cualquier adolescente puede tener.
Mi padre dejó un momento los prismáticos en el suelo y sacó una cerveza fresquita de la mochila y un pequeño bocadillo.
- Esto va para largo y me ha entrado hambre, caray. Tú sigue mirando y me cuentas la película, cariño.
Yo seguía atenta, informando a papá de los acontecimientos.
Duró bastante la sesión de sexo anal, me sorprendía la resistencia de mamá que estuviese tanto tiempo recibiendo por el culo. Claro que lo tendría ya abierto como el de una burra. Al final el niño se separó de mamá, le propinó una fuerte palmada en el trasero y agarrándola por debajo de los brazos la ayudó a incorporarse, pues ella estaba como medio desmayada. La dejó sentada sobre el césped, con la espalda apoyada en la tumbona.
- Me parece que se han corrido ya, papá.
- ¿Cómo tiene tu hermano la polla?.
- Pues sigue apuntando al cielo.
- Entonces no se ha corrido y ella tampoco, ahora verás como rematan.
Efectivamente, mirando con atención a mi madre, noté que aunque agotada, miraba al hijo todavía con sonrisa libidinosa. Aún necesitaba al macho. Con seguridad que mi hermano, ya experto amante, la había mantenido allí, en el límite, excitada a tope, pero sin dejar que se corriera.
- Tu hijo se va ahora a la ducha…
- Sí, supongo la razón. Tras follarse a una dama por el culo hay que enjabonarse bien la polla antes de volverla a follar por el coño, para evitar contagios de las bacterias del recto.
- Lo que sabes, papi.
El niño, tras darse la ducha al borde de la piscina se dirigió sin prisas hacia la madre, y con el miembro en erección perfecta, como si más que un pene tuviese una estaca de madera. Marchaba orgulloso, decidido, seguro de sí mismo y de sus atributos masculinos que exhibía delante de la madre como un trofeo. La madre, viendo venir al macho en esas condiciones, se dejó caer sobre la hierba, rendida, boca arriba, espatarrada, esperando. En esa postura destacaba aún más la mancha negra del vello de su pubis. Si un pintor necesitara plasmar a una venus desnuda, mi madre en ese momento hubiese sido la modelo perfecta, la mujer por excelencia.
Van a terminar en la postura del misionero, la que más me gusta también a mí.
Será cuestión de genes, hija. A ver, que el final no me lo quiero perder.
Papá apartó la cerveza y el bocadillo y se colocó de nuevo los prismáticos.
Mi hermano se acercó a mamá y se agachó para cabalgarla. Ahora despareció la mancha negra del pubis y casi todo el cuerpo de mamá bajo el cuerpo de mi hermano que se había tumbado entero sobre ella. Solo se veían los muslos grandes, super abiertos.
- Uffff, mira, mira, como se abre tu madre. Menuda hembra, solo un buen macho como tu hermano puede satisfacerla, no todos se atreverían con ella.
Muy unidos ambos, disfrutando totalmente de toda la piel del otro. Muchos más besos y tocamientos intensos. Mi hermano moviendo el culo con entusiasmo, señal de que se la estaba sacando y metiendo a buen ritmo. La madre, aguantando perfectamente las embestidas, como decía mi padre: es mucha mujer. En un momento el niño dejo de bombear, se quedó quieto, con las rodillas bien clavadas en la hierba, apretando con toda su fuerza, insertando el miembro con desesperación.
- Ahora sí, ahora la está inseminando, se está vaciando completo, mira, mira….
Mamá inició ahora unos movimientos convulsos: subía las piernas bien estiradas o bien con las rodillas dobladas. A pesar de tener a mi hermano encima, conseguía mover las caderas y el cuerpo de forma enérgica. Agarró al niño por el cuello y tiró de él para meterle la cabeza entre los pechos.
Luego fue bajando despacio las piernas hasta apoyarlas en el suelo, relajada y exhausta. También aflojó el abrazo al niño, que descabalgó despacio dejándose caer a un lado. Con un brazo por encima de la madre, quedaron ambos quietos.
- Buena corrida, desde luego. Seguro que hasta se echan un sueñecito. Después de tanto ajetreo, no es para menos.
- Que bonito ha sido, ¿verdad, papi?.
- Sí, ha sido realmente fuerte, pasión y sexo sin complejos, pero al mismo tiempo elegante y sensual. Dos buenos amantes. Me alegro por ambos y también por nosotros. Tanto me ha encantado, que mira como estoy.
Papá se bajó el pantalón deportivo y con orgullo de hombre exhibió el miembro en total erección. Agarrándolo con una mano, lo movía arriba y abajo delante de mi cara.
- Hija, creo que podrás imaginar lo que va a suceder aquí y ahora. No se te ocurra salir corriendo, eh.
- Lo imagino, papi, lo imagino, y de salir corriendo nada….jajajaa –le contesté con mi mejor sonrisa, al tiempo que desabrochaba despacio los botones de mi blusa-.
Y sin duda, vosotros lectores, también habéis imaginado lo que sucedió en aquella loma, en tan maravillosa tarde de verano.