Papá me lo insinuó

Microrelato

Papá me lo insinuó

Microrelato

Estaba harto de salir siempre con aquellos tíos que no hacían más que decir borderías a todo el que pasaba, irse a follar juntos al azar cuando no encontraban nada o ponerse borrachos y acostarse con el primero que se les acercara. Quería encontrar definitivamente a alguien que me mereciera la pena, más guapo o menos guapo, me daba igual. Quería a un tío que no se me echara encima por el mero hecho de correrse; uno con quien compartiera mucho más que unos toqueteos o unas pajas. Estaba desesperado.

Todos habían salido de casa y me decidí a vestirme de una forma algo distinta, a peinarme de otra forma, a usar otro perfume… Necesitaba ser otro y estar con otro.

Me costó mucho trabajo arrancar, pero me decidí al final. Tomé algo de cena y salí a la calle, sintiéndome otro y a buscar algo diferente. Cuando llegué al bar de ambiente gay que frecuentaba a veces, me sentí libre. Siempre tenía que ir con los otros a unos antros que no me gustaban. Unos lugares llenos de gente que no iba a otra cosa, sino a beberse unas cuantas copas, echar un polvo y volver descansados a su casa. Pero en cuanto me pedí un brandy con hielo (cosa que no bebía nunca), me di un paseo por aquellos pasillos de luz tenue, de gente echada en las paredes observando si pasaba alguien con quien irse al cuarto oscuro y que mereciese la pena.

Aceleré el paso y entré en la sala del fondo donde había otra barra y la escalera que subía a ese sitio oscuro que tan poco me gustaba. Me senté en un lugar cómodo y un poco apartado. O alguien se acercaba a mí interesado o me iría de allí al terminar mi bebida.

Pero cuando había bebido unos tragos, empecé a dudar lo que hacer. Nadie se me acercaba y estaba seguro de tener un aspecto deseable. Me enfurecí ¿Por qué no podía encontrar a ese tío al que yo imaginaba? Dejé el vaso en la mesa con rabia y subí los escalones hasta el cuarto oscuro a gran velocidad y con la cabeza agachada para que nadie me viese. Ya estaba harto de pasar por aquel asqueroso escaparate donde los demás decidían con quién querían follar.

Empujé la puerta balanceante y me metí por los pasillos. Algunos cuerpos se rozaron conmigo y alguna mano se posó en mi polla. Aquellos ciegos, entre los que me incluía yo, buscábamos algo que, posiblemente, nunca íbamos a encontrar.

Me metí en un rincón muy poco iluminado y respirando nerviosamente. Miré a la entrada casi sin luz y no veía ninguna sombra acercarse ni entrar. Eché la cabeza en la pared y suspiré profundamente. No podía aguantar más aquella soledad.

De pronto, por el fondo (aún más oscuro), se me acercó alguien que rozó mi mano con timidez. Miré sin mover la cabeza, pero no veía nada. No quería trucos de encender mecheros o encender cigarrillos para ver algo o que me viesen. La mano volvió a acercarse un poco más y alguien se arrastraba poco a poco por la pared de tablero. Me quedé inmóvil. La mano volvió a rozarme y no quise salir corriendo. Al poco tiempo, el cuerpo que se había puesto a mi lado, estaba muy cerca. Me llegaba su perfume y me olía a limpio. Volví a mirar a la derecha, pero la oscuridad no me dejaba ver nada.

El cuerpo se pegó al mío chocando con su hombro. Como un perro desesperado, volví mi cabeza y olí. Me gustaba su perfume. Unos segundos más tardes, noté que me ponía la mano sobre el vientre. No me moví. Su cabeza (seguramente al sentirse más seguro) se echó sobre la mía. Sus cabellos me rozaron en la cara y me volví hacia él. Su rostro era suave y sus cabellos cortos.

No hubo palabras. Me volví y lo abracé. Nos abrazamos al fin y comenzamos a besarnos ¡Me extrañé! No me besaba de una forma normal, sino con suavidad y con buen gusto. Le respondí. Poco después, bajó sus manos y comenzó a desabrochar mi bragueta. Me dejé. Me acarició con unas manos deseables ¿Sería alguien muy feo que se ocultaba para poder demostrarme sus sentimientos? No estaba buscando una polla donde agarrarse ni que le hiciera una paja. Buscaba lo mismo que yo: cariño.

Lo abracé con dulzura sin darme cuenta. Pensé en que había encontrado a quien realmente quería. Seguía en silencio ¿Sería mudo? No quise hablar; sentí un poco de miedo, pero noté que se agachaba y tiraba con muchísimo cuidado de mis calzoncillos hacia abajo. Quise facilitarle la tarea y me abrí el cinturón y dejé caer mis pantalones en un suelo que estaría asqueroso.

Su nariz comenzó a olerme y su boca a besarme los huevos y la polla casi sin rozarlos: sin brusquedad. Lo dejé seguir hasta que se la metió en la boca. Comenzó una mamada lenta, con clara intención de hacerme feliz y sin moverse ni apretarme el culo ni nada que me hiciera salir corriendo de allí. Aquella situación, me hizo poner mis manos en su cabeza y acariciarlo con cariño, incluso. Nunca me había pasado algo por el estilo. Tenía que ser alguien con algún defecto o con mucha timidez… Me corrí en su boca. Hubiera querido avisarle antes, pero creo que supo que iba a correrme y siguió.

Se levantó despacio tirando de mis pantalones y poniéndome bien los calzoncillos. No lo oí escupir mi leche ni le vi salir de allí corriendo. Me acariciaba las manos mientras me ponía los pantalones y, cuando quise agacharme para devolverle aquello tan maravilloso que me había hecho sentir. Apretó mis manos y tiró de mí hacia afuera de aquel rincón. Iba muy deprisa por los pasillos. Los conocería bien. Me aferré a sus manos. Quería conocerlo ¡Tenía que conocerlo fuese como fuese!

Al final del pasillo, empujó violentamente la puerta y salimos a la zona más iluminada. Se puso frente a mí y nos quedamos mirándonos… no sé si estaba aterrado, feliz, lleno de espanto o aterrado. Pero dio un paso hacia mí y, apretándome las manos, me sonrió y me abrazó. Era mi hermano.