Papá está acumulado

Un padre sexualmente acumulado por la ausencia de su esposa, es asistido por una hija, primero, y por la melliza de ésta, después. El padre resulta ser una máquina de follar que colma de placer a sus hijas. Posteriormente y de manera inesperada se une a la fiesta un hermano de las mellizas y

Papá está acumulado

Hacía dos meses que mamá se encontraba fuera de casa, en el extranjero, y mi pobre papito ya no sabía qué hacer para disminuir la tensión que le provocaba la abstinencia sexual. Tal privación ya había invadido casi todos loa ámbitos de su vida.

Esta situación tenía desgarrado mi espíritu, pues mi padre era un hombre muy bueno. Desde que se casó con mamá, siempre había antepuesto las necesidades de su esposa e hijos a las suyas. Yo era una joven atractiva que siempre he sabido que despierto deseo sexual por parte de mi padre. Él siempre ha subyugado este apetito, pero no porque crea que una relación filial bien cuidada sea, necesariamente, algo inaceptable, sino más bien, porque nunca ha podido estar seguro de si yo me escandalizaría o no si él me propusiese una relación incestuosa.

Yo no tengo trabas de conciencia o morales por tener un polvo o una relación más perdurable con mi padre. Es más, muchas veces lo he deseado fervientemente. Papá es muy varonil y guapo, pero además, es poseedor de una gorda y larga polla que, por lo que se entera una hija curiosa, satisface plenamente a mi madre.

Por lo anteriormente señalado, me he decidido a satisfacer a mi papi como se merece y necesita. Como sé que él jamás me pediría o insinuaría siquiera que lo ayudase a desfogar su apetito sexual acumulado, seré yo quien lo provoque, excite y, en definitiva, tome la iniciativa.

A pesar que estaba casi segura que no me costaría mucho vencer su resistencia inicial, me preparé de la manera más esmerada que pude. Fui a comprar un conjunto de ropa interior muy especial y, sobre todo, muy, pero muy sexy. Escogí un conjunto de bragas y sujetador pequeños, semitransparentes y de color negro, como le gustan a papá. Complementé aquello con un batín muy corto, liviano y completamente translúcido. Se podía vislumbrar perfectamente mi figura esbelta, con senos voluminosos y un trasero prominente y empinado. Adicionalmente, concurrí a un centro de belleza para arreglarme el cabello, las manos, los pies y para depilarme. Me dejaron, modestia aparte, guapísima.

A medida que hacía todos los preparativos para sorprender a papá, mi libido crecía y crecía. Nunca me imaginé que alcanzaría el nivel de excitación que logré con sólo pensar que follaría con mi progenitor.

Cuando llegó papá de la oficina, yo ya estaba completamente preparada. Lo recibí, para empezar, con un tierno y largo beso en los labios complementado con un abrazo muy sensual, haciendo que mi entrepierna rozara su pene y mis pechos, su tórax. Papá se sorprendió, pero gratamente. Su polla se endureció y su rostro reflejó su agrado más allá de toda duda.

Mientras papá se duchaba y cambiaba de ropa, yo me ponía la tenida nueva de ropa interior y bata. Luego me recosté encima de la cama de mis padres, abrí la bata y apagué la luz. Como papá no se imaginó que yo estaría en su habitación, ni menos, semidesnuda sobre su cama, salió del cuarto de baño desnudo y semi empalmado. La erección se completó cuando encendió la luz de la habitación y me vio casi desnuda, en una pose provocativa encima de su cama y con cara de deseo, o más bien, de vicio. Aproveché esta bendita circunstancia de su polla erecta para abalanzarme sobre ésta, tomarla con ambas manos y comenzar a engullirla, casi sin dar a papi posibilidad a resistirse.

Papá comenzó a gemir casi instantáneamente y a dejar que las cosas fluyeran naturalmente con el impulso de nuestra elevada fogosidad y deseo. Pronto las manos de papá estaban acariciando mi culo. Cuanto más arremetía mi boca a su pene, más rienda soltaba él a su lujuria y deseos acumulados. El calzón, el sostén y el batín prontamente fueron despojados de mi cuerpo y, ya sin obstáculos ni escrúpulos, sus manos recorrían mi cuerpo y masajeaban mis tetas y mi clítoris. Aquello hizo que, rápidamente, mi vulva se inundara con mis jugos íntimos, e incluso, bañara mis muslos.

Como ambos estábamos a punto de caramelo, dejé la felación y me coloqué de espaldas y abrí mis piernas a plenitud, ofreciéndole mi coño, ávido de pene, a disposición de papi.

Papá, sin dudarlo y aparentemente dominado por la calentura, tomó su pene con una mano y lo apuntó a mi vagina. Como las apariencias engañan, empezó a hacer gala y vanagloria de un autodominio sorprendente. Comenzó por colocarse un preservativo que sacó de su mesilla de noche, luego dio inicio a un ceremonial, al borde del sadismo, de restregamiento de la cabeza de su verga en la entrada de mi vagina por largo rato. Tanto me sobreexcitó que me obligó a decirle:

—Papito, por favor, ¡métemelo de una vez! Ya no soy capaz de esperar más.

No me respondió con palabras, pero comenzó a introducir su deliciosa vergota lentamente en mi vagina hasta que sus huevos tocaron mis nalgas. Mantuvo su gruesa barra de carne palpitante unos momentos sin movimiento dentro de mi cavidad vaginal, esperando que ésta se adaptase al tamaño de su pene. Conseguido aquello, inició un movimiento de mete y saca lento, al comienzo, y mucho más veloz cuando mi vagina logró una dilatación y lubricación óptimas (más sabe el diablo por viejo que por diablo).

Yo gemía, gritaba, pedía más y me retorcía de placer. Papá, con una experticia que no sospechaba, me colocaba en diversas posiciones que agregaban disfrute al acto. Luego de un buen rato de profundo goce, sentí que alguien nos miraba y, aprovechando un cambio de posición, miré de soslayo la entrada de la habitación. Con gran asombro vi a mi hermana melliza Isabel que nos miraba y se masturbaba frenéticamente. Papá notó la perplejidad reflejada en mi rostro y miró hacia la puerta. Al ver a mi hermana que nos miraba y frotaba su clítoris, sacó su pene de mi vagina casi instintivamente y se quedó de pie sin saber qué hacer ni qué decir. Aquel momento de titubeo fue aprovechado por mi hermana para lanzarse a la cama con rapidez y destreza felina, agarrar la polla de papá, sacarle el condón y comenzar, con inusual ansia, una mamada de colección. Mi padre no pudo, ni quiso, oponerse a las caricias bucales ni a los encantos del cuerpazo de mi hermana. Isabel era más voluptuosa que yo y mucho más fogosa.

Mientras observaba la faena de mi hermana, hurgué en la mesilla de noche en busca de un consolador al cual echar mano para aliviar la creciente calentura que me estaba provocando el accionar de mi padre y de mi hermana. Para mi dicha, no tardé mucho en encontrar un rico dildo que, apresuradamente, introduje en mi vagina. Para entonces, papá ya estaba haciéndose una cubana con las preciosas tetas de mi hermana. Isabel se apretaba sus pechos para aumentar el roce de la polla de papá, a la vez que lamía la puntita de ésta cada vez que se aproximaba a su cara.

Todo aquello fue demasiado estímulo para papá, y a pesar de su gran autocontrol, no pudo evitar correrse en grande y derramar su leche caliente en las tetas, cuello y parte del rostro de mi hermana. Aquella escena apuró un nuevo orgasmo en mí, y a su vez, detonó la explosión orgásmica de mi hermana.

Cuando nos recuperamos, acudimos deprisa a limpiar, chupar y recuperar la dureza y turgencia del pene de papá. No nos costó mucho trabajo aquello, pero igual nos engolosinamos mamando tan deliciosa verga. Luego papi nos puso a las dos en cuatro patas, una al lado de la otra, empinó nuestros culos y nos empezó a dar pene alternadamente a las dos. Se corrió dos veces más en nuestras bocas. Hicimos un alto para cenar algo ligero y después nos metimos desnudos los tres en la cama de papá. Nos quedamos dormidas abrazadas a papi.

Cuando desperté, me hallaba sola en la cama. Me levanté como estaba —desnuda— y fui a la cocina a beber un poco de leche. Al salir de la cocina comencé a recorrer las habitaciones de la casa para ver dónde estaban mi padre y mi hermana. Al acercarme al dormitorio de Isabel, escuché ruidos. Abrí sigilosamente la puerta y vi a, Isabel ensartada por los penes de papá y de mi hermano, quien por lo visto, no se había quedado a dormir con su novia. Mi hermana suspiraba, gimoteaba y sollozaba, pero de gozo. Mientras mi hermano rompía su culo con rigor y cierta delicadeza a la vez, mi padre horadaba su vagina con rápidos y cortos movimientos pélvicos. Isabel deliraba de placer y se corría una y otra vez sin cesar. Justo antes de correrse, papá salió de su posición, se puso de pie y empezó a cascarse la polla con frenesí. Pronto brotaron vigorosos chorros de abundante semen que fueron a dar a la espalda de mi hermana. La sensación del semen paterno caliente cayendo y deslizándose por la espalda de Isabel, indujo el desencadenamiento de un intenso y prolongado orgasmo en mi hermana. Mi hermano apuró su quehacer y derramó toda su leche dentro del culo de Isabel.Fui incapaz de seguir mi camino e ingresé al cuarto. Minutos previos, mientras observaba la doble follada de mi hermana, estaba frotando mi clítoris y sobando mis pechos. Mi cuerpo ardía en llamas por dentro. Pero lo que sucedió después, prefiero contárselos en otro relato, a fin de no agobiarlos con mi historia.