Pandemia en blanco y negro

Las vidas de un joven mulato y una chica recluida en Madrid dan un giro de 360º cuando ambos se conocen en un año tan delicado como el 2020.

Si alguien hubiera tenido que predecir este último 2020 hace años no hubiera acertado en absoluto. Era un año que inicialmente se me presentaba maravilloso: contaba con estabilidad laboral, a priori terminaba mi grado en la universidad y tendría un verano increíble viajando con mis amigos. Pero por culpa de la pandemia, salvo el hecho de graduarme a pesar de  las dificultades de la docencia online durante el segundo cuatrimestre y las complicaciones para realizar el TFG en dicha situación, me vi resignado a perder el trabajo, reducir mi vida social a cero y cancelar todos los planes del resto del año (al igual que le ha pasado a gran parte de la población). Esta pandemia que ha limitado la vida de gran parte de la población, ha repercutido en muchos aspectos, incluido el sexual. He sido testigo de como muchas parejas se han visto obligadas a vivir lejos unos de otros sin poder notar el calor de sus cuerpos con frecuencia, e incluso los solteros como un servidor se andaban por las paredes al no tener opciones de ocio con las que quedar por el dichoso virus.

En este contexto iniciaba mi verano, tras estar recluido varios meses en casa y siendo víctima de una soledad que se agudizaba más y más. Ante este panorama y yendo en contra de todo lo que había predicado, acabe recurriendo al mundo de los chats online para socializar un poco, matar el aburrimiento y siendo sinceros, si surgía tener algo con alguna chica con la que hubiese química. Particularmente, nunca he sido ni he tenido rollos de una noche, pues no me llama nada por muy atractiva que me resulte una persona, ya que no sabes nada de ella. Me gusta que haya un vínculo que te incite al interés sexual y realmente quieras hacer disfrutar a la otra persona, pues esta es la única forma en la que concibo el sexo, pues para todo lo que no sea así es mejor masturbarse antes que usar a alguien. Con todo esto, podría haber recurrido a apps de ligoteo, pero siempre las he encontrado muy superficiales ya que básicamente te tienes que guiar por fotos sin conocer a la persona realmente, por lo que las descarté. Igualmente siempre había renegado de estos chats, como bien me ha confirmado mi experiencia, ya que nunca sabes quién se puede esconder detrás de un nick al otro lado de la pantalla: ya que en más de una ocasión tras congeniar con alguien uno se lleva la ostia cuando Paula29 resulta ser Juan56, divorciado y heterocurioso… También supongo que resulta hipócrita quejarse por ello cuando (entre otras cosas) entrar en estos chats con un nick de chica es sinónimo de ser bombardeada en privado por infinitud de tíos, generalmente bastante maleducados, cuyo mayor logro es lograr mandar dichos mensajes privados empleando solo una mano para teclear.

Obviando estos males y volviendo a mi experiencia, que fue como buscar una aguja en un pajar, conseguí dar con algunas chicas (o eso quiero creer que eran) que resultaron ser majas y con las que chatear era una maravilla, pues coincidíamos en que se nos pasaba el tiempo volando hablando de todo. Lamentablemente, como suele ocurrir en estos sitios en los que se entra cuando no hay nada mejor que hacer, al final de un día para otro dejé de ver sus nicks y cayeron poco a poco en el olvido. Con este panorama iniciaba Agosto, en unos días marcados por el calor en los que ya me empezaba a plantear dejar el chat para no ilusionarme en vano. No obstante, justo cuando la resignación se iba a apoderar de mí, ocurrió lo que ha significado lo mejor de mi último año: un mensaje privado de Lucía23.

Siendo honesto, lo abrí sin grandes expectativas, respondiendo a su saludo acompañado de una sonrisa del mismo modo, para luego preguntarle qué tal estaba, lo que viene siendo la mítica conversación protocolaria insulsa que no llevaría a nada. No obstante, me vi sorprendido por su rapidez en la respuesta y las similitudes que ella presentaba conmigo: estaba allí por aburrimiento, me había escrito por mi nick (Pablo24Madrid) al suponer que teníamos edad similar y éramos de la misma ciudad y que ella tampoco descartaba nada si se sentía cómoda. Todo ello se veía reforzado por otro aspecto que es prácticamente imposible encontrar, pues Lucía era de esas pocas personas que, al igual que yo, escribe correctamente y sin faltas de ortografía pese a estar en un chat. Quizás resultemos maniáticos, pero ambos llegamos a coincidir rápidamente en que nos parece una falta de respeto e interés a la otra persona el recortar palabras, cambiar los “que” por k y la tendencia generalizada a los mensajes escuetos. Siempre se dice que la atracción entra por los ojos, y en un contexto como este más aún, por lo que ambos teníamos un buen indicio sobre el otro.

Tras nuestro acopio de fuerzas en nuestra particular cruzada gramatical, le hice saber lo que indicaba en el párrafo anterior sobre nuestros intereses y compatibilidad, lo que fue recibido fenomenalmente por su parte y aumentó el interés de forma recíproca. Así fuimos hablando un poco de todo según pasaban los días, lo que me permitió conocer que venía de Sevilla a Madrid para cursar su Grado en Medicina y que vivía en un piso alquilado por el centro, donde llevaba todo el verano dado que en su casa de Andalucía su entorno estaba medio aislado por casos de coronavirus que, afortunadamente, solo han resultado ser anecdóticos. Poco a poco vi que ella estaba como yo: llevaba sin poder socializar desde finales de febrero (lo que es algo durísimo para alguien que cambia de ciudad para estudiar), también había estado con clases online y en el chat buscaba lo mismo que yo.

Con las cartas sobre la mesa, empezaba a ser consciente del interés sexual que se empezaba a palpar entre ambos, de modo que un día opté por caldear un poco la conversación señalando que al menos nos había pillado solteros el virus, recalcando que muchas parejas llevaban tiempo sin verse y sin satisfacerse mutuamente. Mi idea resultó, porque este fue el punto de no retorno dado que ella no me pudo ser más directa: me hizo saber que llevaba desde junio más cachonda de lo normal, masturbándose con mucha frecuencia y con ganas de disfrutar del sexo con alguien.

Esa chica era puro fuego, simpatiquísima y no se andaba con tapujos. Me sentía muy cómodo hablando con ella, por lo que también le confesé que no habían sido pocos los días de confinamiento en los que me había matado a pajas fantaseando con hacer disfrutar a una chica.

En ese momento, si la curiosidad mató al gato, Lucía fue toda una felina al preguntarme cómo era. Al recibir mi respuesta quedó visiblemente sorprendida ante la revelación de estar hablando con un joven mulato de metro ochenta. Pero esta sorpresa fue recibida de buen grado como me confirmó su inmediato “mmmmmm” en el chat. No tuve que preguntarle como era ella, pues ella misma me puso al instante que tenía 23 años (algo que intuía por su nick), 1,68m, media melena castaña y ojos marrones, pecho normal y culo respingón. Según leía esa descripción, no pude evitar fantasear con la imagen de Lucía a 4 patas a merced de mi polla negra, mientras aprovechaba mi corpulencia y su menor tamaño para manejarla a mi antojo con mis manos mientras penetraba su coñito encharcado, deseoso de buen sexo…

Tarde unos segundos en volver en mí, aunque la erección que escondían mis pantalones no se revertiría tan rápidamente. Le escribí que sonaba increíble y fui correspondido del mismo modo. La cosa estaba funcionando de maravilla, por lo que ese mismo día le propuse darnos otra forma de contacto fuera del chat (pues la idea de no volver a ver su nick me mataba por dentro), a lo que ella me contestó con su Skype. Tras agregarnos con nuestras cuentas, le escribí un primer mensaje por la aplicación azul con la propuesta de abandonar el chat para seguir por allí y, tras su respuesta afirmativa, me desconecte del mismo y no he vuelto a entrar desde entonces. También quiero resaltar la importancia de agregarnos en Skype, porque ello significaba vernos por primera vez a través de nuestra foto de perfil, y yo quedé totalmente prendado de ella: su media melena castaña y ojos marrones se veían acompañados por una sonrisa que embriagó mi corazón, cuyos labios carnosos y sugerentes daban a unos hoyuelos en sus mejillas que integran una belleza entrañable y muy natural, la cual es un privilegio poder disfrutar.

Visiblemente cachondos, pasamos el resto de aquel día (y alguno que otro posterior) hablando de preferencias sexuales. Yo le conté, entre otras muchas cosas, que generalmente me encanta empezar con ternura, besos, pasión, morbo… hasta ir subiendo a un punto de no retorno de sexo más duro y cerdo. Ella me decía que, en líneas generales, le encantaba sentirse usada para el placer del otro, sobretodo si este la maneja bien al ser ella pequeña (recuerdo que al leer esto mi polla erecta empezó a palpitar, pues mi fantasía podía ser realidad), pero ambos estábamos de acuerdo en el hecho de que cada polvo es único y por ello hay infinitud de posibilidades.

Como era lógico dada nuestra química, no tardó en salir el tema de quedar para conocernos en persona. No obstante, ninguno éramos de piedra y sabíamos perfectamente que de llegar a quedar, tras unos formalismos que se prolongarían más o menos, acabaríamos follando. Igualmente, ambos coincidimos en que tampoco era acertado lo de quedar en un sitio público con la pandemia y lo irresponsable que es mucha gente, ya que no nos hubiera gustado tener un disgusto por el hecho de conocernos. De este modo, acordamos seguir conociéndonos por Skype, donde llegamos a hacer videollamadas (normales, lo sexual lo dejaríamos para la realidad) durante los días siguientes, pasando numerosas horas juntos las últimas tardes de agosto.

Si lo miro en retrospectiva, creo que hubiéramos podido quedar antes, pero supongo que ninguno de los dos quería parecer ansioso en exceso. Sea como sea, el 1 de Septiembre eso cambió. Parecía otra mañana más en la que hablábamos sin más de todo un poco, hasta que disparó esa bala que tanto deseaba que me impactara.

  • ¿Te apetece venirte a mi casa a pasar la noche?

  • Hace días que no pienso en otra cosa Lucía… -le dije de inmediato.

Ella me respondió con un emoticono sonriente y me argumentó que quería disfrutarme con tranquilidad ahora que podía, porque ya estábamos en Septiembre y empezaba en breves con la universidad y papeleo. En cierto modo, era como una excusa dado que ella esperaba que fuera yo quién se lo propusiera, pero hacerlo me parecía descortés al no ser mi casa y tampoco poder invitarla a la mía. Le respondí que no tenía que darme explicaciones, que yo estaba encantado (porque su propuesta era sinónimo de que tenía muchísimas ganas) y me alegraba que lo hubiera hecho. Así, me dió su dirección y concretamos vernos sobre las 20.

Pasaban las horas y no me podía creer que por fin fuera a poder disfrutar con una chica tan maravillosa como Lucía. Mientras me duchaba antes de salir, dudé entre masturbarme o no hacerlo, pues tras tiempo de sequía quería hacerla disfrutar todo lo posible, por lo que tras mucho meditarlo pospuse la primera corrida del día sin estar seguro sobre si sería lo mejor. Tras vestirme, salí de mi casa con margen para llegar con tiempo de sobra, aunque creo que fue más por mi grado de excitación que por cortesía. Fuese por una u otra, estaba en su portal a las 19:50 y no pude esperarme esos 10 minutos, de modo que timbré. Para mi sorpresa, el telefonillo se descolgó inmediatamente.

-¿Sí? -preguntó la dulce voz con acento andaluz de Lucía, ignorando que sería la primera de muchas veces que diría ese monosílabo durante aquella velada.

-Soy Pablo -le contesté al instante.

Me abrió la puerta y me introduje en el portal. Vi que el ascensor bajaba, por lo que para evitar un posible incómodo encuentro con los vecinos decidí optar por las escaleras. Mi mente estaba tan fija en Lucía que ni repare en dar la luz de la escalera, pues con la del portal me bastaba para llegar hasta su piso. Fue subiendo esos escalones en la total penumbra y un silencio roto por mi respiración amortiguada sobre la mascarilla cuando me percate de lo cachondo que estaba: mis casi 20cm de polla se retorcían por liberarse de la presión de mis boxers y mis pantalones. Así, al llegar al último peldaño antes de su piso, me coloqué el paquete como pude para disimular la erección, dí a la luz y me dirigí a su puerta, a la que llamé golpeando con los nudillos.

La puerta se abrió casi de inmediato, siendo esta la primera vez que ambos nos veíamos en persona y la realidad fue mejor que las fotos: ella era increíblemente atractiva. Mientras que yo iba con un look informal compuesto por zapatillas y vaqueros negros más una camiseta blanca en contraste con mi piel, Lucía me recibió con un vaquero largo bastante ajustado y una camiseta normal metida por dentro y unas zapatillas Converse. Tras un cordial saludo, ella se esperó a que pasase para cerrar la puerta mientras que yo me quitaba la mascarilla, aprovechando esta acción para contemplarla de arriba a abajo mientras me daba la espalda, resultando ser cierto lo de su culo respingón. Según ella se giraba alejándose del pomo de la puerta, la correspondí posando mi mano suavemente en su hombro y, al tenerme de frente, posé mi otra mano en su cintura mientras nos mirábamos con un deseo indescriptible.

-Lucía… -dije muy bajito, mientras mi mano surcaba su clavícula sobre su camiseta hasta colocarse en su cuello.

-Dime… -me seguía ella mientras nos pegabamos más.

Tardé en volver a hablar. Quería disfrutar de ese instante. Nos quedamos absortos según empezábamos a notar el aliento y la respiración del otro en nuestros respectivos rostros. Lucía había colocado una de sus manos en mi cintura y otra sobre mi torso, por lo que supuse que ya se habría percatado de mi erección (sí, colocarme el paquete no pudo reparar lo inevitable). Por como nos mirabamos, concluí que el grado de excitación era mutuo.

-No digas nada… -le susurré mientras me acercaba más aún, a la par que subía un poco mi mano para coger el lateral de su mandíbula con suavidad, tocando sus hoyuelos y cuello simultáneamente.

Lucía quedó hipnotizada. Me miraba ojiplática mientras sus manos hacían más presión en mi torso y cintura. Continúe acercándome, casi a la altura de estar labios con labios para besarnos. No obstante, alargué mi movimiento recorriendo con mi cara la mejilla opuesta a la que tenía sujeta, acercando mi boca a dicho oído.

-Déjate llevar... -le susurré de nuevo, pero esta vez a milímetros de su oreja, con mucha ternura y muy bajito.

Esa frase fue su perdición. Lucía ahogó un gemido mientras su cuerpo empezaba a arquearse hacia mí, empujándome hacia el salón mientras, como me confesaría horas después, empezaba a ser consciente de que ya estaba algo mojada. Tras volver a susurrarle su nombre al oído con mayor morbo aún, mientras me relamía los labios me retiré unos centímetros para volver a la posición en la que nos encontrábamos hace unos segundos: boca con boca. Ya no había vuelta atrás. Ambos fuimos presa de la pasión y fundimos nuestros labios por primera vez en un tímido pico mientras cerrábamos los ojos.

Tras una primera toma de contacto breve pero intensa, nos separamos unos centímetros abriendo los ojos. Volví a susurrar su nombre en ese tono que le estaba volviendo loca mientras prácticamente me la estaba follando con la mirada, excesivamente lasciva, presa de la pasión. Lucía se mordía el labio mientras yo colocaba mis manos en su cintura y mejilla, aproximándome de nuevo a su boca para un segundo beso. Este fue mucho más prolongado y apasionado: lo llevábamos deseando semanas. Nuestras lenguas empezaron un baile sensual dentro de nuestras bocas mientras sus manos empezaron a rodear mi cara y mi nuca, pues Lucía también era víctima de la pasión. Estábamos tan absorbidos por el beso, o por lo menos yo, que sin saber cómo habíamos llegado al sillón del salón, al que Lucía me empujó, transmitiendome sus ganas de disfrutar.

Sin darme tiempo para respirar se abalanzó sobre mí para seguir besándome. La notaba muy cachonda y me estaba poniendo muchísimo. Ambos teníamos muchas ganas de sexo. El cambio de posición me llevó a poner las dos manos en cada extremo de su cintura, lo que fue un punto de inflexión en la excitación de ambos ya que yo la empujaba contra mi paquete. En esa situación Lucía empezó a notar directamente mi marcada erección sobre su coño ya encharcado, intuyendo una buena dotación que le hacía desear como una perra en celo el poder disfrutar de él. Así, subió la intensidad del beso mientras botaba suavemente con su culo contra mi polla, mientras yo desde la cintura pasaba a aferrarme sus nalgas como si no hubiera mañana.

Lucía se estaba perdiendo en el deseo y yo era perfectamente consciente. La situación no dejaba de ir a más y ambos teníamos las hormonas muy revolucionadas ya que habíamos pasado toda la pandemia sin vida sexual y estábamos a punto de reventar. Ella se veía sobre mí y notaba el control del que gozaba en aquel momento. Quería provocarme todo lo posible y ponerme a mil, por lo que optó por ponerme ambas manos en ambos lados de mi nuca, bajar a mi cuello y cubrirlo de besos lentos. Todo ello mientras no dejaba de bailar sobre mi paquete. Había dado con una chica increíble en todos los sentidos.

-Lucía, dios… -dije entre gemidos mientras estaba a su merced.

Me estaba matando de placer y el contoneo sobre mi polla estaba dejando a esta última al borde de la explosión. Mis manos empezaron a intercambiar posición con su camiseta, que estaba dentro del pantalón, pues yo estaba deseoso de carne y de meterle mano mientras ella me seguía devorando. Igualmente, mientras empezaba a bucear dentro de su prenda, aprovechaba los instantes en los que ella quedaba a mi disposición para intentar comerle el cuello del mismo modo. En uno de estos intentos, fue ella la que me cogió de la mejilla y me dió un beso muy húmedo y lento mientras se restregaba con fuerza sobre mi polla. Al retirarse, pude ver como era ella la que esta vez me follaba con la mirada, con unos labios relucientes fruto del intercambio de saliva. Yo caigo víctima de este último beso. En ese instante deje de ser yo mismo, pues mis instintos más primitivos se apoderaron de mi. Deje de urgar en su pantalón para cogerla de nuevo con más violencia de la cadera y el culo, agarrándola hacia arriba y hacia abajo, como simulando la penetración, deseoso de ello. Lucía, al ver mi reacción, me volvió a besar de forma morbosa y supercaliente, incitándonos a más y más.

En este punto, tras retirarse como un resorte, Lucía se quitó de una la primera prenda: su camiseta. Salté como un muelle a por su cuerpo según la camiseta cayó al suelo, abalanzándome sobre esos preciosos pechos que deseaba tener en mi poder desde hace días. Me aferraba a su culo de nuevo, con las manos fuertemente agarradas a sus nalgas dentro del pantalón.

-Joder… -decía mientras me acercaba a sus tetas para comerlas sobre la comisura del sujetador.

Aumentaba la fuerza con la que apretaba su culo contra mi, lo que seguramente terminó de inundar su coño. Yo no estaba sereno. Estaba muy cachondo, de modo que bajé el sujetador con la misma boca para liberar sus pezones, poniéndome a jugar con ellos. La miraba con deseo para luego morderlos tímidamente, lamerlos y succionarlos, alternando entre uno y otro mientras ella se derretía en gemidos cogiendome la cabeza.

Saqué mis manos de su tentador culo para subirlas por sus dorsales, ahora desnudas, mientras le seguía comendo las tetas lentamente. Llegué al cierre de su sujetador y este se cayó al suelo a la par que subía con mi cara a su boca para fundirnos en otro beso más cachondos que en el anterior, como probaba el hilo de saliva que salía de nuestros labios. Durante el mismo, sus manos pasaban por mi cuello y luego iban a mi espalda, pues ella también deseaba arrancarme a mi la camiseta.

Al igual que hizo ella, corté el beso para separarme y desprenderme de la camiseta, lanzando esta por el salón. Ella puso sus manos en mis pectorales y, ambos con los torsos ya desnudos, nos aferramos con fuerza al otro, volviéndonos a besar jadeando, con una excitación que ya no era normal. Me levanté mientras nuestras lenguas seguían en armonía, con ella cogida en mis brazos gracias a su estatura.

-Vamos a tu cuarto… -dije cortando el beso, cachondo perdido, buscando la comodidad horizontal de una cama para lo que estaba por venir mientras nos volvíamos a besar.

A la vez que la tenía cogida, ella me indicaba con movimientos de cuello a dónde ir. Realmente no tenía perdida, pues su casa solo contaba con una habitación a la que llegamos con torpeza por mantener el beso. Una vez en ella, la deje caer con suavidad sobre la cama sin perder la posición en la que estaba cogida, colocándome sobre ella mientras me quitaba como podía las zapatillas con los propios pies para no perder ni un segundo. Por sus jadeos, respiración y movimiento de su mano sobre mi paquete, era totalmente consciente de que se moría por jugar con mi polla de una vez. Pero yo tenía hambre. Súbitamente, estando ella boca arriba y tras quitarle ambas Converse, retiré parcialmente sus pantalones y unas braguitas totalmente mojadas, bajando ambas prendas hasta la altura de sus rodillas mientras su respiración se aceleraba. Esta acción me permitió notar por primera vez aquel delicioso aroma que emanaba del coño de Lucía y tanto me hacía enloquecer. De este modo, mientras me relamía, cogí con rapidez sus dos piernas y las coloqué hacia el techo, ligeramente flexionadas y sujetadas entre sí por los pantalones ajustados por las rodillas, lo que me dejaba su coño y culo a mi total disposición, en una posición en la que ella poco podía hacer. En ese momento, ví parte de sus nalgas y todo su coño empapado de sus fluidos.

-No sabes las ganas que tenía de hacerte esto… -dije con dulzura, mientras me acercaba a una de sus piernas para besarsela poco a poco a la par que ella suspiraba y gemía.

Seguía recorriendo su muslo lentamente de camino a su coño, tentándola demasiado y el recorrido se le hizo eterno. Tan larga se le hacía la espera, o tan cachonda estaba, que acabó buscando mi cabeza con su mano para arrastrarla con ímpetu hacia su fuente de placer. Así, Lucía no tardó mucho en notar mi aliento sobre su coño encharcado, y el contraste de temperaturas le hizo enloquecer. Por mi parte, mientras ella se contenía los gemidos, me deleitaba inhalando su aroma para volverme también loco, hasta que ya no pude más y le di una primera lamida uniforme a todo su coño sobre los labios, saboreando todos sus fluidos. Ella se estremecía de placer mientras yo flipaba con ese sabor tan rico, repitiendo la acción con ternura mientras ella gemía, despertando totalmente sus pliegues con mi lengua. Según gemía más, me acercaba con mi lengua a su clítoris y con esta lo empecé a frotar tímidamente mientras ella llegaba al límite empapando mi cara. Consciente de ello, mientras le empezaba a succionar el clítoris le introduje, sin dificultad y hasta el fondo, dos dedos en su coñito, flexionandolos hacia arriba a la par que los sacaba para volverlos a meter mientras le seguía devorando todo, provocando un orgasmo descomunal en el que Lucía no se pudo contener el chillido.

-Qué rico te sabe… -dije relamiendome.

Mientras ella recuperaba el aliento, me despedí de ese coñito con un tierno beso en sus labios empapados. Aproveché el movimiento para quitarle del todo pantalón, braguitas y calcetines, quedando Lucía totalmente desnuda ante mí en una cama salpicada por sus fluidos. Me abalancé sobre ella y le di a probar su rico coño con un profundo beso. Ella se agarraba a mi espalda y me hizo la pinza con las piernas, prácticamente frotando su coño contra mi paquete, deseosa de más.

-Quiero comerte la polla -me dijo tajante, cortando el beso de repente con la mano en mi paquete.

Intercambiamos posiciones, quedando yo abajo tumbado boca arriba. Ella se colocó de rodillas a la altura de mis pies, flexionando su tronco y cara hacia mi polla. Verla fuera de sí recubierta de saliva me terminó de perder. Bajé mi mano a su cabeza unos instántes mientras esta sobrevolaba mi bragueta. La ví relamerse y su vicio me remató. Lucía por fin podía jugar con libertad, haciéndolo primero sobre el pantalón. Lo hacía firmemente, con una mano que no llegaba a cubrir la mitad de la polla por poco, lo que la hizo aumentar la excitación y segregar saliva. Yo gemía como un cachorro mientras ella palpaba mi rabo con su boca directamente sobre el pantalón, llegándole el olor a polla por primera vez y despertando esa faceta de perra en celo deseosa de carne. De repente me desabrochó los botones y me quitó el pantalón, quedando un boxer que se despegaba de mi piel por mi erección, empapado de preseminal.

Lucía estaba cachonda y no se iba a contener. Empezó a lamer mi polla sobre mi boxer, saboreando lentamente mientras mi miembro estaba deseando liberarse. De golpe me quitó mi última prenda, quedando ante ella un precioso tronco de ébano que se alzaba contra el techo, empezando a hacerse notar el olor a polla junto al del coño en la habitación. Sin pensárselo dos veces, Lucía empezó a hacerme una mamada criminal que me llevaría al séptimo cielo. Embadurnaba toda mi polla en saliva, lentamente, succionando mientras me miraba a los ojos. Tragaba como si le fuera la vida en ello y se relamía una y otra vez. Era increíble y se lo tenía que hacer saber.

-Joder, Lucía.. -dije casi sin palabras mientras veía como sonreía con mi polla en su boca, conocedora del placer que me estaba dando.

Cuando pensaba que la cosa no podía ir a mejor, me colocó mi mano con la suya sobre su cabeza mientras me volvía a sonreír. Literalmente me estaba dejando follarle la boca, aunque más bien era su boca la que se estaba follando mi polla, porque mi mano no influía en su movimiento ya que ella tragaba rápidamente una y otra vez. Era una sensación brutal. Me temblaba todo el cuerpo, pero caí en mi nivel de excitación. No quería correrme sin penetrarla y culminar por todo lo alto, por lo que baje mi mano de su cabeza a su mejilla, apartándola de mi reluciente rabo. La acerqué a mi y la besé, notando el sabor intenso de mi polla.

-Quiero follarte el coño, Lucía… -le dije muy bajito mientras nuestros labios se separaban.

Ella me sonrió nuevamente y se acercó a mí con sus piernas, quedando sentados entrelazados momentáneamente hasta que ella se puso a horcajadas. Empecé a agarrarla por la cintura mientras ella cogía mi polla por la base del tronco y la dirigía hacia su coño, frotando mi glande y frenillo por su clítoris, lo que nos llevó al éxtasis. Solo se escuchaban nuestros gemidos en el cuarto mientras ella me mordía el cuello y se frotaba más y más. Yo tampoco era de piedra y al final fuí yo el que acabé suplicando al contrario de lo que esperaba.

-Fóllame ya, por favor…-dije entrecortado impaciente.

Lucía escuchó mi dulce súplica y no se lo pensó dos veces. Lo necesitaba. Al notar mi polla en su entrada terminó por bajar del todo, muy lentamente mientras me miraba e iba gimiendo al notarla dentro. Una vez llegó al fondo de mi rabo, bajo a mi cuello de nuevo para gemir en él mientras movía sus caderas cada vez con más ritmo.

-Qué polla tienes, cabrón... -me dijo mientras empezaba a botar sobre ella como si no hubiera mañana.

Oírla decir eso hizo que mi polla palpitara. Su coño era una jodida maravilla. Mi rabo se sentía en el paraíso en su interior y sus movimientos me mataban. Notaba sus contracciones de placer mientras botaba más y más sobre mi miembro. En ese momento tuve un lapsus en el que me quedé alucinando mirando a Lucía sin creerme mi suerte por vivir aquello con ella. Volví en mi, con la idea de hacerle disfrutar todo lo que pudiese. La agarré de las caderas sacudiendola con fuerza. Sí, deseaba que me reventara la polla.

Lucía ante mis sacudidas empezó chillar de placer numerosos “sí” y diversos gemidos, por lo que deduje que estaba fuera de sí, deseosa de que la partiese el coño. Y yo también lo deseaba. Así, la empujé para que abandonase esa postura sobre mi y la tumbé boca arriba mientras la cogía de las caderas. Ella abrió sus piernas y mi polla volvió rápidamente a la calidez de su coño. Pese a dirigir yo la penetración por primera vez, dada nuestra excitación empecé a percutir su coño con violencia desde el inicio mientras ella no dejaba de gemir. Yo mantuve el ritmo, lo que implicaba la percusión de mis huevos en la comisura de sus nalgas empapadas a la par que, con una de mis manos, jugaba frotando su clítoris con el dedo índice y corazón. Lucía se arqueaba y se retorcía de placer, lo que aproveché para llevar la misma mano a sus tetas, ahora que estaban más cercanas, para torturar sus pezones un poco con pellizcos. A los segundos, mientras la penetración no aminoraba de ritmo, Lucía me cogía esa mano y me la llevaba a su boca para lamer mis dedos. De esa posición, lleve mi mano a su cuello para tenerla cogida de este mientras la follaba en esa posición algún minuto más.

Retiré mi mano del cuello, le saqué mi polla e intenté girarla. No obstante, no hizo falta, pues como si me hubiera leído la mente, ella misma se puso a cuatro patas. A la par que alucinaba con la química que teníamos, me hipnotice al ver esa figura dispuesta para mi. Su coño y su culo se veían supertentadores, de modo que tras frotar mi glande algunos segundos por la comisura de su ano, durante los cuáles Lucía se giro indecisa ante la idea del anal, la cogí de la cintura y se la clavé hasta el fondo de su coño de una. Lucía ahogó un grito de placer y se aferró con sus manos al colchón mientras su tronco caía hacia él. Yo seguía penetrándola con fuerza mientras ella me buscaba con su culo, buscando aumentar la intensidad. Ese gesto me hizo perder los estribos, por lo que la cogí del pelo y empecé a follarla con toda la fuerza que pude.

-¡Aaaah! ¡Sí, joder! ¡No pares! -me chillaba y me exigía Lucía mientras me miraba de forma depravada.

Obedecí sin rechistar para empezar a reventarla como si fuese nuestro último día de vida, pero lamentablemente tuve que aminorar el ritmo al poco tiempo contra mi voluntad al notar que no iba a aguantar mucho más.

-Lucía, me voy a correr en nada… -le hice saber casi tartamudeando mientras la penetración pasaba a ser muy lenta.

Lucía me miró con ternura mientras se sacaba mi polla de su coño. Se giró y me dió un dulce beso.

-Déjame a mí, tu no te preocupes... -me dijo muy bajito al oído mientras era ella la que esta vez me tumbaba sobre la cama.

A los segundos de quedar yo tumbado boca arriba, ella se colocó sobre mí y se clavó mi polla en su coño, sin perder el contacto visual. Llevó sus manos a mi abdomen y me empezó a cabalgar muy lentamente, como queriendo disfrutar de cada centímetro de esa polla que estaba a punto de reventar. Mientras veíamos las muecas de placer del otro, llevé mis manos a sus caderas según ella aumentaba el ritmo. La lentitud se transformó en unos instantes en velocidad y yo no podía más.

-Lucía… -dije de nuevo mientras se me quebraba la voz en su última “a” para avisar de que me corría.

Para mi sorpresa, no pude terminar de hablar porque ella buscó mi boca con la suya para fundirnos en un beso que supuso un orgasmo brutal, en el que mi polla disparó 6 o 7 disparos densos de semen dentro de su coño. Al finalizar el largo ritual labial, ella se dejó caer sobre mi torso, quedando los dos pegados varios minutos escuchando la respiración del otro y disfrutando de ese rico y penetrante olor a sexo. Tras ese tiempo, ella extrajo mi polla semi erecta de su interior. Así, mientras yo le acariciaba el pelo y su espalda, ella me rodeaba con sus brazos mientras acomodaba su cabeza en mis pectorales. Comentamos con un tono casi imperceptible lo bien que había estado mientras poco a poco nos sumimos en un profundo y relajante sueño, exhaustos, pegados el uno al otro mientras la oscuridad de la noche nos arropaba, dando inicio a algo increíble.