Pandemia alcahueta de amores caninos

La pandemia favoreció mi encuentro con Dante mi amante canino y le dimos rienda suelta a nuestros instintos animales que nos permitieron satisfacer la lujuria reprimida y encontramos la manera de restablecer nuestra carnalidad y gozar de la privacidad que nos regaló la cuarentena.

PANDEMIA ALCAHUETA DE AMORES CANINOS

Durante de 4 años estuve viajando con mi esposo y mis estadías en mi ciudad eran fugaces, a mi Dante lo tuve en casa de mi hermano mientras hacía mis trabajos; ahora con esta pandemia endemoniada, encerrada con mi tesoro olvidado, se nos despertó a los dos la libido, esa carnalidad dormida, reprimida, que no pudimos satisfacer … todo fue un maremágnum de sensaciones, comenzaré a contarles cómo fue ese reencuentro.

Regresé a mi país en un vuelo humanitario desde Italia, todo fue muy traumático, pues la espera pareció eterna; cuando arribé a mi ciudad, mi hermano salió al aeropuerto por mí, fue una dicha inenarrable, me puso al tanto de lo que había sucedido en mi ausencia y así discurrió el camino a casa, primero pasaríamos por la de él a recoger a mi adorable y algo olvidado amante de cuatro patas… Llegamos a la casa de Andrés, mi hermano, y oí el ladrido quejumbroso de Dante y sentimos cómo arañaba con desesperación la puerta de la casa, pues yo le grité su nombre; una vez mi hermano abrió la puerta, salió Dante como un cohete y saltó sobre mí, tumbándome, soy de talla pequeña para ese “monstruo” pero tuve la fortuna de caer sobre el sofá lo que atenuó el impacto; mi amante canino, movía arrebatadamente su cola, me lengüeteaba por todas partes, la cara mis piernas, llevaba puesta una minifalda bastante corta y mis piernas estaban desnudas, no llevaba pantimedias; poco a poco fue disminuyendo su efusividad y recordó lo que más le gustaba y comenzó a buscar mi flor sexual que para esos momentos estaba bastante húmeda pues, durante el recorrido mientras conversaba con mi hermano no dejaba de pensar en esas experiencias morbosas con mi perrito. Mi tanga era la única barrera que separaba mi coñito de la lengua insistente de Dante; Una vez recuperada la compostura, pues mi hermano nos miraba fijamente, intentando infructuosamente, controlar al mastín, hasta que, como dije anteriormente, su ímpetu fue disminuyendo para concentrarse en su objetivo principal, mi vagina o la que él creía suya, por apropiación ganada con creces al hacerme una hembra feliz cada vez que me poseyó, tenía bien ganada esa propiedad. Recogimos a mi amante y sus utensilios, los acomodamos en el auto y nos dispusimos rumbo a mi casa, la cual añoraba locamente, después de tanto tiempo y porque tenía que guardar la consabida cuarentena impuesta por el gobierno, imposición que jugaba a favor de Dante y de mí, pues nos aseguraba intimidad, blindada por la norma gubernamental.

Una vez llegamos a nuestro destino, mi hermano se apresuró a dejarnos pues tenía compromisos por atender, nos despedimos, asegurándome que me dejaría hasta completar la cuarentena, pues había que seguir los protocolos de seguridad, me preguntó lo de rigor, que si se me ofrecía algo estaba a mi disposición, acto seguido nos despedimos.

Intenté irme a recostar, pero el diablillo del morbo, me asaltó, diciéndome: Vas a dejar a tu amante iniciado y te vas a privar de una buena sesión e travesuras, desmandadas, cargadas de lujuria, lujuria que iba “in crescendo” y comenzaba a hacerme palpitar mi clítoris, el cual se puso erecto y turgente, alcanzaba a sentir cómo palpitaba, mi clítoris, al que en adelante llamaré “mi gallo”, como le decimos en Colombia; Toqué con uno de mis dedos ese gallito que reclamaba a gritos atención, lo hice por debajo de mi faldita, pero por encima de la tanga y se sentía rígido, como rogando por ser atendido, le di una sobada fugaz, suficiente para arrancarle a mi vagina unas gotitas de flujito espeso que humedeció inmediatamente mis panties, y sin dudarlo llevé mis dedos a mi boca para probar el precioso juguito que emanaba tímidamente de mis entrañas. Fui de prisa al baño para hacer pis, mi guardián no se despintaba de mi lado, lo dejé, muy a su pesar afuera mientras acudía al llamado de la naturaleza; mientras satisfacía mi necesidad fisiológica sentía cómo tenía descargas flujo, que hacía hilos y se negaba a caer en el agua del excusado, miraba cómo ese flujo se alargaba lentamente y se iba engrosando en el extremo hasta que la ley de la gravedad lo arrebataba de su fuente, eso sucedió dos veces la primera vez era de color lechoso, la segunda vez era cristalino, yo sabía lo que significaba para mis amantes incluyendo a dante, ese flujo, era apetecido y les provocaba embeleso a algunos hasta casi la enajenación, lo que se reflejaba en las erecciones de mis amadores humanos, para Dante era un delicioso jugo que lamía con avidez como si se lo fueran a quitar; cuando terminé de orinar, salí con las bragas en los tobillos y le acerqué mi vulva a dante para que me hiciera la toilete, para que retirara los vestigios de esos momentos fogosos o de “arrechera” como decimos en Bogotá. Tuve que empujar con delicadeza a Dante pues no daba muestras de querer hacerlo a voluntad, en cambio sí trataba de abrazarme con sus patas delanteras o manos, para asegurarse un buen polvo, pero todavía no era oportuno, pues quería ponerme más cómoda, en mi habitación y sin ropa.

Tuve que volver a dejar a Dante fuera de mi estancia, pues estaba como loco queriéndome poseer, llegando a hacerme pensar que inclusive en su imaginario quería violarme, yo no iba a permitir violencia, que de pronto fuera a hacerme sufrir alguna lesión innecesaria, por lo tanto me tomé un tiempo prudencial, aunque oía cómo rasguñaba la puerta, tuve que darle una orden con mucho temperamento, para que no continuara dañando la madera, me hizo caso, se sentó muy nervioso y lloriqueo, me despojé de la ropa la dejé a un lado, le abrí la puerta poco a poco para contener su euforia y comprendió, entró despacio, me hinqué le acaricié su cabeza, sus orejitas, me fascina tocárselas, él inmediatamente comenzó su ritual de lametazos, intentando meter su hocico entre mis piernas, lo contuve y tomé su cabeza, la puse frente a mí para poder ofrecerle mi lengua para que intercambiáramos lengüetazos, besos con lengua como debe tratarse a un verdadero amante y eso era  justamente mi Dante, mi galán, mi enamorado, con el que cachoneaba o le era infiel a mi marido; muchas veces el pobre tuvo que culearme después de Dante, inclusive, teniendo aún en mi vagina lechita y yo lo hice varias veces de maldadosa, pues eso me excitaba y aún me excita sobremanera; imagínense ustedes, queridas amigas y amigos, culear con el esposo pensando en el amante?, bueno eso le habrá pasado a muchas personas, pero muy pocas, pensando en un amante canino, que inclusive vive bajo el mismo techo del cornudo y para colmo, el cornudo ayuda a su manutención y lo mima con mucha dedicación; créanme,  esas situaciones tienen una carga emocional intensa que me hacen tener microorgasmos a ver la candidez de mi pobre esposo, eso no significa que no lo ame, pero es que en materia de culeo nada, nadie, ningún humano iguala a mi Dante, es que esa vergota, con ese nudo hinchado, ese color nacarado entre rojo, blanco y fucsia , ese tamaño y ese continuo chisgueteo son inigualables, insuperables para mí.

Mientras nos dábamos besos con lengua, yo simultáneamente, le frotaba el prepucio del pene, esa piel suave y delicada, que protegía mi tesorito…poco a poco iba asomándose la puntita roja intensa y húmeda, goteando los líquidos que facilitan la penetración lubricando en receptáculo que ofrecemos las hembras, el conducto vaginal que más tarde hospedaría ese miembro que nos proporciona tanto placer. De repente Dante saltó liberando su cabeza de mis manos, inmediatamente se ubicó detrás de mí para montarme, pero yo aún no estaba preparada, entonces me enderecé y el quedó sin soporte, aunque no renunció al intento y me empujó para que yo quedara otra vez en cuatro patas como lo haría una hembra receptiva e intentó agarrarme con sus patas delanteras o manos apretándolas en mi cintura pero yo logré zafar una a tiempo que me tendí y quedó desubicado una vez más, lloriqueaba y me embestía, incluso intentó montarme por la cabeza, casi me mete su falo por la boca, yo corregí mi posición para facilitarle el trabajo, él dio la vuelta se ubicó sobre mí y comenzó a mover desesperadamente su cadera buscando atinar con su estilete o verga en su blanco, mi ardiente coño, mi conchita o mejor su cuquita, que para ese momento ardía en deseos y estaba completamente mojada por los fluidos que no paraban de producirse, hizo uno, dos, tres intentos, yo miraba nuestras imágenes en un espejo de cuerpo completo que tengo en mi habitación, regalo que me hizo mi esposo en un cumpleaños, a pedido mío, lo que él no sabía es que se lo pedí para poder disfrutar visualmente de nuestras orgías zoofílicas, nadie sabe para quién trabaja, como dice el adagio popular. Dante me montó teniendo la cola levantada, cuando logró penetrarme, inmediatamente bajó la cola y comenzó a moverse frenéticamente, bombeando su lindo miembro dentro mío, yo lancé un grito de dicha y algo de dolor cuando introdujo su tremendo aparejo, yo hacía movimientos contrarios a los suyos, literalmente nos estrellábamos, pero eso lo hacía yo adrede buscando una penetración lo más profunda posible, mis piernas se abrían al máximo para facilitarle su labor sin perder el ritmo. Después de unos instantes Dante dejó de moverse y simultáneamente sentí cómo su glande o nudo se expandía produciéndome un agradable dolor, mezclado con excitación máxima, el de pronto se quedó quieto y yo me movía desaforadamente, de adelante hacia atrás y contrayendo los músculos vaginales que apretaban esa soberana verga, como queriéndola arrancar, engullir, exprimir, vaciar, arrebatarle hasta la última gota de semen, yo gemía como una perra en celo, como una puta cargada de placer, me movía y me movía apretaba, soltaba y volvía a apretar, él impávido, quieto, hacía un pequeño ruidito cuando le prensaba con mi vagina su miembro viril,  sentía lo que le estaba haciendo, quise comprobar cómo reaccionaba al dejar de comprimirlo y él se movía reclamando más masaje, entonces volvía a sujetarlo, me movía alternadamente de adelante hacia atrás y como haciendo círculos, estaba como loca, en momentos oía palpitar mi corazón y sentía desfallecer, era el culmen de la dicha, mientras Dante no dejaba de eyacular su leche dentro de mi coño, yo sentía ese líquido llenarlo pero estaba tan bien sellado por el nudo, que no se escapaba ni una gota, me imaginaba esa leche llenando todos los espacios y penetrando a mi cavidad uterina, buscando garantizar que llegara a las trompas de Falopio para intentar, infructuosamente, fecundar algún óvulo. Mi cabeza pensaba en eso y otras cosas, me imaginaba la verga frotando el interior de mi vagina y sentía como corrientazos de excitación, tuve varios orgasmos pues mi cuerpo sufría estertores y contracciones espasmódicas, Dante comenzó a moverse para ponerse cómo, para ubicarse cola a cola, con el nudo adentro, es esos intentos me maltrataba un poco, incluso lloriquee, le pedí que por favor no se moviera bruscamente, como si el me entendiera, algunas lágrimas se me escurrieron, hacía mucho tiempo no tenía ese jaleo y va la vagina estaba muy cerradita; logró pasar  una de sus patas sobre mi grupa y quedamos perfectamente alineados cola a cola, veía esa imagen y me desmayaba de la dicha y arrechera, él quieto y yo no paraba de moverme, ahora con más suavidad mientras le tomé sus dos patas traseras con mis manos para garantizar que no se me escapara… esa agitación duró varios minutos, me gusta cronometrar las culeadas, sobre todo el tiempo que duramos pegados entre, fueron entre 8 y 10 minutos, pero parecen una eternidad, hay tiempo para pensar muchas morbosidades, hay tiempo para poner a divagar la mente, volví súbitamente a la realidad cuando sentí que la bola o nudo salieron intempestivamente al moverse Dante y jalonear, también se escuchó el ruido típico de cuando sale un líquido a presión  y comienza a fluir a borbotones haciendo burbujas de leche, yo brinqué rápidamente para capturar esa verga empapada en una mezcla de licores de él y míos era gigante y de color morado y seguía emitiendo chorritos intermitentes de líquido seminal y de un bocado estaba dentro de mis fauces y llegaba a mi garganta, empecé a succionarlo con avidez para no desperdiciar ni una gota del valioso licor, de sabor y textura inigualable, se lo mamaba y me tragaba sin ningún recato lo que despedía, mis mejillas se encogían en cada succión y mi respiración se paraba  esporádicamente él me miraba con esos ojitos tiernos y completamente sometido a mis devaneos sexuales que iban aumentando de intensidad hasta llegar a un clímax y luego me relajaba, para tomar alientos y seguir abusando de mi amante; ahora yo lo dominaba. Después de otro lapso de tiempo me dejé caer en mi cama, cómplice de esa aventura y él empezó a lamerme la cuca para tragar lo que ella dejaba escapar, así pasamos un rato hasta que mi novio hermoso, mi amante vigoroso, se echó y comenzó a lamerse su verga, como preparándose para otra faena.

No sé cuánto tiempo habría transcurrido desde ese polvazo de reencuentro, cuando un lengüetazo de mi amador me sacó del sopor en que había caído, si allí estaba mi desvergonzado, insaciable y persistente amante canino, iba por lo suyo, quería recuperar el tiempo perdido y encontró en mí una cómplice dispuesta a satisfacerle sus instintos primitivos, mejor había encontrado a la compinche perfecta para poder solazarnos en la lujuria y carnalidad, en la lascivia que volvía a poseernos y de la cual no íbamos a renunciar, lo dejé que me lamiera hasta que comenzó a encaramarse sobre mí, ahora yo quería probar la posición de misionero, si, quería tratarlo como un hombre-perro, el solo pensarlo volvió a detonar el deseo imparable por poseerlo por comerme ese pedazo de carne gordo con mi chochita ávida por sensaciones nuevas y perversiones que invocaba de solo ver su vergota dispuesta a darme placer, pues sí, me acosté de espaldas, abrí mis piernas, las separé tanto como pude para poder acogerlo cuando sentí su cálida barriga contra la mía, con mi mano derecha, a tientas busqué su pija y la confronté contra mi coño, que para esos momentos estaba hecho un río de fluidos remanentes del pasado polvo y de los recién secretados; tenía su cara frente a la mía comencé a ofrecerle mi lengua y me correspondió, lo traté como a un macho humano, cuando sentí la penetración le solté la verga y le crucé mis piernas sobre su lomo, como asegurándolo y comenzó la hermosa función del mete y saca y la mía del sube y baja, para estrellarnos en la cópula y sentir lo indescriptible, el hundió su gran verga en mi chocha que ardía en deseos y comencé a sentir su metamorfosis dentro mío, ese nudo crecía y crecía, dolía rico y yo me meneaba como desquiciada, descruzaba las pierna para abrirlas y tragarme ese manjar con mi irritada flor sexual, pero volvía a abrazarlo con piernas y manos y mi boca contra la suya robándole besos con lengua, yo sudaba como nunca lo había hecho, estaba emparamada de pies a cabeza y él seguía proveyéndome de sus licores y yo le correspondía con los míos, allá abajo dentro de mi coño sentía que todo resbalaba en ese mar de leche de mi amante y mi flujo vaginal, él volvió a dejar de cañonear, y yo seguía martilleándolo como queriéndolo amputar, me volvió a llenar de leche, lo seguí amando hasta que las fuerzas me abandonaron y él también… esta cuarentena, esta “PANDEMIA ALCAHUETA DE AMORES CANINOS” comenzó a hacer de las suyas.

Amigas y amigos, espero les haya gustado esta experiencia y les sirva de inspiración, para las personas indecisas, atrévanse, den el primer paso y no se arrepentirán, si están aquí leyéndome, es porque allá en el interior de cada quien hay un ser inquieto que desea experimentar cosas nuevas. Ya me estaré comunicando una vez más con ustedes. Besos para todas y todos, agradezco sus comentarios. Ciao, que la vida les regale lo mejor de lo mejor, hasta pronto.