Pandemia 05: evolution
La enfermedad avanza y la seguridad del centro de control se ve comprometida. Parece haber un cambio evolutivo (ADVERTENCIA: mantengo la categoría por mantener la serie, aunque cada vez se añaden nuevos temas).
- Por lo menos…, ya estamos más tranquilos.
- ¿Pero… la han violado, dices?
- Bueno, eso sí… Pero está viva y a salvo.
- Ya… parece lo normal ahora… Por lo menos…
- Sí.
- ¿Y tú?
Stacy titubeó apenas un instante, lo suficiente para poner a Nina en la pista de que algo no funcionaba como debiera. Trató de sonreír como queriendo quitarle importancia y se encontró con su mirada inquisitiva.
- La verdad es que no sé…
- ¿No sabes?
Armándose de valor, se subió la falda. Nina trató sin mucho éxito de disimular su sorpresa. Bajo la braga se apreciaba claramente un bulto que, si bien no resultaba exagerado, quedaba claramente fuera de lugar.
- ¿Qué es eso?
- Ha empezado esta mañana…
Tirando hacia abajo del elástico, dejó a la vista lo que parecía ser un clítoris hipertrófico, de unos cinco o seis centímetros de longitud y alrededor de dos de diámetro, sonrosado, de color claro y brillante, que aparecía erecto, firme, y surcado de una compleja greca de delgadas venas azuladas.
- ¡Joder! ¡Alteraciones fisiológicas!
- Sí…
- Pues te vas a quedar aquí.
- ¿Aquí?
- En el laboratorio.
Dio orden a los militarse de la puerta de impedir la entrada de cualquiera y comenzó una batería completa de pruebas y mediciones. En el escáner pudo observar una inusitada actividad de aquella materia fibrosa, cuya temperatura se elevaba por encima de los cuarenta y dos grados centígrados, aunque no parecía causar daños. Se extendía ya a lo largo del bulbo raquídeo contaminando de aquella manera el cerebro completo en su más amplio sentido. Algunos diminutos filamentos parecían prolongarse enroscándose en torno al tejido nervioso.
- Si me dicen hace una semana que iba a ver esto…
- ¿Qué sabemos? ¿Hay novedades?
- América del norte y Sudamérica, Europa entera, todas las áreas costeras de Asia… Por ahora sólo se salvan Australia, Nueva Zelanda, Madagascar y las islas del Pacífico. Está muriendo mucha gente.
- ¿Por… por la enfermedad?
- No. De alguna manera, parece cuidar de los enfermos. Tenemos una salud de hierro… Violaciones, accidentes…
Conversaban de la manera más aséptica posible, procurando evitar la personalización, como si aquello no las afectara, como si pudieran verlo desde fuera y analizarlo científicamente sin considerar que ellas mismas estaban afectadas.
Mientras tanto, lenta e inexorablemente, el apéndice de Stacy seguía creciendo. Cuatro horas después había alcanzado los diez centímetros de longitud y un diámetro que rondaba ya los tres. La piel había perdido brillo, y se parecía cada vez más a una polla. Sus labios mayores se mostraban inflamados.
- Es cómo si tuviera inteligencia, como si hubiera un cierto sentido estético.
- ¿Eh?
- Mira.
Le mostró una imagen completa utilizando un espejo. Efectivamente, el conjunto iba adquiriendo la apariencia de un falo y, por debajo, se conformaba lo que parecían unos testículos, aunque su interior, a juzgar por lo que podían observar con los aparatos de diagnóstico, no contenía órganos. No mostraba ninguna utilidad funcional.
- ¿Sientes algo? ¿Te duele?
- No… más bien…
- ¿Sí?
- Me desespera.
- ¿Te desespera?
Stacy se adelantó hacia ella. Nina sintió el principio de uno de aquellos episodios en el preciso momento en que le mordió los labios. Había agarrado aquella polla anómala, que crecía entre sus dedos de una manera visible. Bajo la delgada piel que la cubría, se transparentaba la compleja trama de venillas azules, que parecían en movimiento continuo, dándole una apariencia extraña. Los labios abultados colgaban ya, y el aspecto de conjunto, de no haber sido por el color y el movimiento de lo que resultaba evidente que era un núcleo activo de aquellos filamentos neuronales, era el de una polla que ahora crecía de manera visible hasta que alcanzó una longitud de alrededor de veinticinco centímetros y un diámetro de seis.
- ¡Dios mío es…!
El simple contacto de la mano de su amiga despertó en ella una oleada de placer que parecía recorrer a lo largo de todo su cuerpo la densa maraña de nuevas conexiones con que el extraño organismo la colonizaba. Experimentaba formas del placer indescriptibles, como un todo que la incapacitaba para la reflexión. Se lanzó sobre Nina como un animal en celo, mordiéndola, empujándola… Aunque había abrochado su bata, permanecía desnuda bajo ella. La empujó contra la mesa haciéndola caer de bruces sobre el tablero, se la levantó, y la penetró de un solo golpe para comenzar a follarla con un impulso bestial, rápida y violentamente, haciéndola chillar.
- ¡Joder…! ¡Joder…! ¡Jodeeeeer…!
Stacy se sentía impelida por un instinto incontrolable que, sin embargo, no la privaba de su percepción de la realidad, como si en su interior convivieran dos identidades y una de ellas, haciéndose con el mando, utilizara su cuerpo para proporcionarle un placer desconocido. Podía ver a su amiga, oírla gritar. La sujetaba por el pelo rojo y empujaba más y más fuerte, haciendo desplazarse la mesa. Su culo chasqueaba cada vez que volvía a clavarse en ella, que gemía y chillaba temblando como una posesa.
- ¿Qué está pasando aquí…? ¡Joder!
El sargento Thomas quedó paralizado en la puerta. Había escuchado los gritos y el ruido de la mesa al moverse y decidió entrar contra sus instrucciones. Sintió agudizarse sus sentidos en la atmósfera cargada del laboratorio y comprendió que estaba contaminado.
- ¡Dámela, cabrón! ¡Dámela!
Corrió hacia ella dejando el arma en el suelo y sacándose la polla por la bragueta, y se la puso en la boca. La doctora comenzó a mamársela con los ojos en blanco. Stacy seguía follándola como si no hubiera un mañana. Junto a la puerta, dos soldados permanecían paralizados contemplando el espectáculo.
- ¡Dioooooooooooos…!
Comenzó a correrse llenándola de un fluido denso, gelatinoso, de color azulado, que parecía quemarla. Nina sintió un calambre intenso, un violento espasmo que la hizo caer al suelo entre convulsiones. Thomas se arrojó sobre ella. Parecía haber perdido la razón. Clavando la polla en su culo, comenzó a follarla sin darle tiempo a recuperarse. La doctora balbuceaba presa todavía de espasmos que la sacudían entera.
- ¿Y tú, cielo? ¿Qué puedes darme tú?
Stacy, con su falo monstruoso todavía firme, se acercó a uno de los soldados, un muchacho rubio delgado y de aspecto tímido, y comenzó a dar vueltas a su alrededor como si lo valorase. Acarició su culo, lamió su cuello, besó sus labios, y apoyó la mano en su polla, sonriendo con un brillo de malicia en la mirada al comprobar que la tenía dura. Desabrochó lentamente su cinturón y los botones de su pantalón de camuflaje, y le abrazó por la espalda. El chiquillo temblaba.
- Voy a follarte hasta que pidas compasión.
- Señora…
- Te vas a correr nenita.
Fue incapaz de resistirse. Sintió un ardor dulce a medida que aquello iba penetrándole, y se dejó hacer. Gimoteaba como una niña, permitiendo que aquel monstruo bellísimo lo atravesara. Su polla, mucho menor que la de Stacy, goteaba. Sujetándolo por los brazos, forzando su torso a inclinarse, comenzó a follarle. Su compañero, un latino moreno y musculoso, los observaba con la suya en la mano, masturbándose lentamente, como hipnotizado.
- ¿Qué haces ahí? ¿No quieres que mi putilla te la mame?
Folló al muchacho hasta sentir que se corría en su interior causándole un placer de la intensidad del que había percibido en Sara. El chico, que apenas tendría un par de años más que Marge, chillaba mientras mamaba la polla de su compañero, que estuvo a punto de asfixiarle clavándosela en la garganta. De alguna manera, como a través de un enlace físico real, percibía el placer del soldado, notaba su impresión al verterse, al escupir su lechita gimoteando como una niña, al tragarse la de su compañero. Aquello que la dominaba, parecía capaz de insertarse en sus sistemas nerviosos comunicándolos. Sara chillaba como una cerda. También percibía su orgasmo.
- Sargento Thomas, el soldado Bryan debe ser aislado de inmediato, y la doctora Larson y yo misma tendremos escolta permanente ¿Lo entiende? No importa donde vayamos, ni cuando ni con quien. Cada una de nosotras debe estar sometida a vigilancia permanentemente, y bajo ningún concepto se nos permitirá mantener relaciones físicas con ninguna otra persona.
- A sus órdenes, doctora.
Aunque no terminaba de comprender exactamente qué, la viva inteligencia de Nina Brown intuía que había un salto evolutivo entre el modo en que el organismo había colonizado a su amiga Stacy y el resto de los casos que conocía. Parecía haber un nivel superior de integración con ella, y le preocupaba la posibilidad de que se tratase de una mutación mejor capacitada para extenderse, capaz de llegar a los mecanismos más elementales del organismo. Aquello resultaba preocupante. Temió que el muchacho mariquita y ella misma estuvieran contagiados. Temió que también el sargento Thomas. Tendría que hablar con sus superiores.
- Mira.
- ¿Es…?
- Es parte de tu sistema nervioso. Mira: compáralo con esto.
- Es diferente.
- Ni siquiera parece el mismo “bicho”. En ti forma redes de una regularidad pasmosa. No es una colonización arbitraria, sin que parece formar una estructura geométrica, y se extiende por tu sistema nervioso entero.
- ¿Y eso significa?
- No sé lo que significa. Sólo que lo que en los demás parece producirse de una manera anárquica, en ti replica estructuras muy complejas. Y además…
- ¿Hay más?
- En los demás casos que conozco, la colonización alcanza el cerebro y el bulbo raquídeo, poco más, algún filamento aislado que se extiende aquí o allá; en ti… en ti se extiendo a lo largo del sistema nervioso entero. Realmente…
- ¿Sí?
- No estoy segura de si hablo contigo o con “ello”.
- Joder…
- Cambios fisiológicos…
Antes de acostarse, tras mandar escoltar a Stacy hasta su celda, a solas en el laboratorio, Nina examinó una muestra de su propio tejido. Mostraba la misma misteriosa trama geométrica que en ella, aunque no parecía estar provocándola cambios fisiológicos, o al menos no tan evidentes. Aquel apetito sexual, aquella desinhibición… Sonrió pensando para sus adentros que no estaba tan mal. Echaba cuentas en su cabeza: dieciséis científicos y auxiliares, doce militares, los cinco Larson, la niña, la enfermerita, la doctora Robinson y ella misma totalizaban treinta y siete personas, y el centro era ya evidentemente un foco de la infección. Los daños en el exterior parecían causados por tumultos descontrolados y accidentes. Aquel era un entorno seguro, y al menos Stacy, Sara, el sargento Thomas, Marge, Jenifer y ella misma parecían contagiadas por la cepa superior, y ejercían una cierta capacidad de control. Había observado que el resto obedecía. Si se organizaban bien… Podrían seguir adelante con la investigación. Tenían provisiones para años.
- Dígame.
- ¿Sargento?
- Sí, dígame.
- Necesito que retire las armas a sus hombres, a todos menos a los que hagan guardia en la puerta.
- Como mande.
- Preséntese en mi despacho a las siete, por favor. Habrá que hacer un plan de contingencia.
- Así se hará…. Perdone, doctora…
- ¿Sí?
- ¿Estamos…?
- Probablemente todos, y si no… bueno, acabaremos estando.
- Entiendo.
- Procure descansar.
- Gracias, doctora. Igualmente.
Thomas colgó el teléfono y volvió a agarrarse a las nalguitas de la joven Judit Parker. Casi le cabían enteras en las manos. No había dejado moverse durante la conversación. Gemía muy bajito, con los ojos cerrados, como si le diera vergüenza. Se dejó caer sobre su pecho temblando cuando el esperma inundó su chochito apretado. Pensó que podría soportar el aislamiento.