Panamá hot

Historia real de un viaje del autor a Panamá, con infidelidad por parte de su conquisra.

PANAMÁ HOT

Hace algunos años, disfrutando mi vida de hombre nuevamente soltero, tuve la oportunidad de viajar al vecino país de Panamá; ya que en mi vida profesional gozo de un buen reconocimiento como ingeniero y hombre profesional; serio, responsable, exacto y fiable para encomendarle asuntos de importancia de la compañía a la que prestaba mis servicios profesionales.

Fue así como al ver la proximidad del viaje a dicho país, inicié la búsqueda en Internet de una mujer bisexual en Panamá; ya que desde hace un tiempo venía rondando en mi cabeza la idea de conocer mujeres con esa tendencia, con el fin de encontrar la mujer swinger que he deseado como compañera permanente en mi vida. Escribí a varios anuncios de diferentes páginas y sólo obtuve una respuesta de Luna. Empezó el ir y venir de correos electrónicos, el típico suministro de datos e interrogatorio de aspectos relevantes para conocernos. La química virtual fue tremenda e incluso se realizaron algunas llamadas internacionales.

El día del viaje a Panamá llegó. Luna ya tenía el número del teléfono celular de la persona que me acompañaría durante la visita técnica en la ciudad de Colón. Desde el momento en que aterricé en Ciudad de Panamá, empezaron las llamadas de Luna para estar al tanto del progreso de mi estancia y el momento en que nos podríamos ver, ya que yo sólo duraría dos días en ese bello y exótico país.

Pasó el día de la ardua labor técnica que realicé en Colón y finalizando la tarde regresé en automóvil a Ciudad de Panamá. Llegué al hotel a las siete de la noche y en las varias conversaciones telefónicas que había tenido durante el día con Luna, nos veríamos a las 7:30 p.m. Fue así como rápidamente me duché y me cambié. La humedad del ambiente en Ciudad de Panamá es alta y mi cuerpo aun con la ducha, no dejaba de sudar.

Nuestra clave para el encuentro, es que ella llegaba en su vehículo, sonoro por cierto, disminuiría la velocidad y casi sin detenerse yo me subiría; ya que ella es una mujer de reconocida trayectoria profesional en su pequeña nación. Una vez subí afanadamente, volteé a ver hacia la conductora y era una mujerzota espectacular, madura, vestido rojo infernal de falda corta que permitía ver esa maravillosa, brillante, seductora y bronceada piel. Cruzamos algunas palabras de halagos mutuos, pues ella superaba totalmente las expectativas que en fotos y charlas virtuales yo había observado.

Decidimos rápidamente cenar en un buen restaurante de la bahía, muy cerca de la Presidencia de la República. Deliciosa la comida árabe, la charla muy interesante y excitante, ya que ambos estábamos contándonos la vida íntima, pues de manera virtual ya nos conocíamos a grandes rasgos las formalidades entre dos personas que hacen un contacto por esa vía. Conocí en esa amena conversación que Luna es una mujer casada, que hace más de ocho años decidió ensayar su sexualidad con otras mujeres y luego incursionar en la vida swinger, encontrando allí la felicidad en la intimidad que su esposo no puede ofrecerle por diferentes motivos fisiológicos. Para no hacer tan largo el tema, estuvimos por un periodo de hora y media cenando y hablando. Ella en un momento miró la hora en su reloj y manifestó que no deberíamos perder más tiempo y sugirió irnos al hotel, pensando en todo el inconveniente que podría existir a la entrada. Fácilmente las cosas se dieron, entramos por el sótano de parqueo del edificio y para nuestro beneficio los ascensores bajaban hasta el sitio donde dejamos el vehículo; así que subimos directamente a mi habitación.

Ya allí nuestros instintos se desbordaron. Empezamos a besarnos frenéticamente, a acariciarnos, a desvestirnos; no podíamos perder tiempo, ya que ella tiene la "sana" costumbre de llegar a su casa antes de media noche. Al desnudarla, su bella figura fue revelándose cada vez más imponente antes mis ojos. Su fina ropa interior color vino tinto, hacía juego con el brillo de su piel canela sin igual. Mi excitación se desbordaba cada vez más y más. Su cuerpo era una sinfonía para mis ojos, su sensualidad era un baile para mis manos que la acariciaban y desvestían. Empecé a besarla por todo su cuerpo y a pasar por cada centímetro de su piel. Sus perfectamente proporcionados senos fueron por muchos minutos mi deleite y el producto de sus primeros suspiros de satisfacción. Posteriormente seguí hacia su vagina y allí nuevamente dirigí todos mis impulsos orales para satisfacer tan exquisita zona y producir en ella gemidos que cada vez iban subiendo de tono y su respiración agitada anunciaba la llegada de su primer orgasmo, el cual fue una explosión de espasmos. Su cara de satisfacción era total y a cambio de los placeres recibidos inició a besar todo mi cuerpo, lentamente, de manera experimentada, apasionada, excitante. Cuando llegó a mi pene ya el grado de mi excitación era total, Luna había recorrido todo mi cuerpo y mi piel era un mar de sensaciones. Cuando atrapó en sus manos y labios mi glande, su lengua acariciaba de forma experta todo mi miembro que estaba por estallar. Yo tengo la fortuna de saber esperar y la posibilidad de controlar mi eyaculación. Fue así como pude disfrutar su larga sesión de sexo oral sin eyacular para así tener todos los ímpetus necesarios para continuar nuestra aventura amorosa.

Continuamos besándonos, acariciándonos, no parábamos de disfrutarnos. Volví a hacerle sexo oral por mucho tiempo en el cual tuvo dos orgasmos adicionales, fuertes y sonoros en sus guturales sonidos. Encontré en Luna una mujer panameña muy ardiente. No cesaba en responder mis estímulos con caricias, besos; era una mujer muy activa sexualmente, la mujer ideal en la cama y en muchas otras actividades de la vida. Descansamos un momento y seguíamos conversando y contándonos aspectos de nuestras vidas; algunos relevantes y otros superficiales. Llevábamos aproximadamente un poco más de una hora de darnos placeres de piel y oral. Ella se acomodó en la cama y me pidió sensualmente que la penetrara. Nos dispusimos lentamente a jugar con la cabeza de mi pene sobre su pulcra vagina, rasurada a la perfección con un pequeño moñito de vellos púbicos ubicado unos centímetros más arriba de su clítoris. Era todo un deleite pasar la cabeza de mi pene por la entrada de esa gruta húmeda, llena de placer y alta temperatura. Poco a poco la cabeza de mi pene se fue hundiendo en su intimidad y los gestos de satisfacción y gozo expresado en su cara, me animaban a proseguir con esa deliciosa incursión. Ella no es una mujer pasiva y el movimiento cadencioso de sus caderas invitaban a moverse cada vez más a un ritmo acelerado. Era todo un placer entrar y salir de su vagina. Era un placer ver sus reacciones, ver su excitación y por último ver su explosión orgásmica, anunciando su cuarto éxtasis de la noche.

Los dos estábamos extenuados, la humedad del ambiente me tenía totalmente transpirado y con olor a sexo en toda la habitación; ambos estábamos satisfechos de mas de dos horas de caricias, sexo oral y penetración. Seguíamos embebidos cada uno en el otro, nos mirábamos y no creíamos todo lo que había sucedido en tan corto tiempo y con tanta pasión. Aún quedaba poco menos de una hora para que ella tuviera que partir y nos dispusimos a no perder el tiempo, continuando con muchas caricias, besos, sexo oral; nos consentimos hasta saciarnos y hasta conseguir en ella el último orgasmo de la noche. Quedamos extenuados y ella miró el reloj. Vio la imperiosa necesidad de partir para cumplir con la hora de llegada a su casa, sin que su esposo sospechara de sus ocultas actividades.

Le ayudé a vestirse y me deleité nuevamente con ese bello cuerpo que poco a poco me escondía la piel que segundos antes había disfrutado hasta saciarme. Le dije que la experiencia me tenía sobre excitado, que no quería quedarme allí solo pensando en ella, que saliéramos los dos del hotel. Así fue, ella rápidamente me llevó por algunos sectores de Ciudad de Panamá para tener una visión nocturna, me mostró donde quedaba su oficina y otros sectores de la ciudad. Me dejó lejos del hotel, ya que yo le pedí esto, para caminar, airearme, pensar y poder discernir todo este bello y excitante acontecimiento. Nos despedimos con un apasionado beso y un hasta pronto. Me bajé de su auto y vi alejarse así esa bella y espectacular mujer que acababa de brindarme una apasionadísima velada de placer.