Pamela, ni novia, la actriz (1)
...A ver, ahora escojan entre ustedes-, les anunció-, mi macho ahora se las va a coger a todas, ¿quién será la primera?...
Conocí a Pamela por mera casualidad; un amigo artista me llevó a una actividad por el aniversario de la Escuela de Artes. Después de un paseo por en medio de aburridas esculturas de los alumnos del primer año, al son de una intragable música experimental, "cortesía" de los alumnos de la especialidad de música, estaba yo ya presto a salirme de ahí, hasta que la ví a ella: de pie, en medio del patio, rodeada por todos, vestida solamente con una túnica larga, blanca y unas sandalias, estaba Pamela. Al ritmo brutal de un rock pesado, se dirigió al público:
-La "fragilidad" -, fue lo único que dijo, solemnemente.
En menos de un minuto, se arrancó de golpe la túnica, quedando totalmente desnuda frente a todos. Soltando un horrendo grito primitivo, cogió una brocha convenientemente a sus pies, y dentro de un balde con pintura roja-, se trazó un signo, un brochazo de pintura sobre sus blancos pechos para luego adoptar la posición de una escultura clásica, quedándose inmóvil y en silencio. Yo no entiendo ni jota de arte moderno, pero mientras algunos tímidos aplausos se dejaban oír en mi ciudad son bastante "chapados a la antigua"-, yo quedé totalmente cautivado con ella: no era muy alta, de piel blanca, pero con unos firmes y redondos pechos (ni grandes ni chicos: el tamaño perfecto), piernas delgadas y bien torneadas amén de un culito duro y respingón y una preciosa y frondosa almohadilla de vello púbico, que ahora goteaba gruesos gotones de pintura roja. Su rostro de niña, su cabello lacio castaño, largo y revuelto, me hizo imaginármela en cómo hubiese sido desvirgarla siendo colegiala. Mi pieza amenazó con alzarse dentro de mi pantalón, pudiendo meterme en una bochornosa situación. No paré hasta que convencí a mi amigo (ex estudiante de la Escuela), que me la presentase.
- ¿Oye, qué tienes? me reclamó-, ¡si es una marcianaza!...
Yo no entendía razones: la deseaba y no quería dejar pasar la oportunidad. Tardamos en encontrarla entre el pequeño gentío: el Director de la Escuela la estaba retando furiosamente por "su inadecuada performance". Menos mal nos cruzamos en su camino cuando salía del edificio de la Escuela. Le mentí: le dije que me encantaba su "arte". Pamela picó el anzuelo. Pasamos buena parte de esa noche en un bar bohemio, ella contándome de su trabajo artístico, y yo escuchándole, absorto, y deseando a cada segundo hacerla mía, y si fuese posible, sobre la mesa.
En resumen me contó su vida: era hija única de una de las familias más pudientes de la ciudad. Acostumbrada desde niña a hacer lo que le diese en gana, saltaba de una a otra carrera de las llamadas Bellas Artes, buscando así, su lugar en este mundo.
- Pero, ¿sabes?- me dijo-, estoy harta de la pintura. No sé, siento que me limita. Mi anhelo es ser una famosa actriz: quiero llegar hasta Hollywood: ser famosa y rica; mucho más que mis padres.
A mí no me importaba decirle que sí a todos sus sueños, anhelos y caprichos. Su mirada me indicaba que ella también se interesaba en mí, así que podía hablarme de lo que quisiera. Algunas botellas de vodka después- Pamela bebe como camionero-, sus piernas comenzaron a entrelazarse con las mías, bajo la mesa. Ya casi amaneciendo, me cogió con toda confianza la entrepierna y me pidió que le acompañe al baño del bar.
Sus jeans eran de esos que muestran varios agujeros; principalmente tenía dos bien grandes en el culo: me tenían enloquecido desde que llegamos al bar. Sin ningún pudor, Pamela se contoneaba enseñando a través de los huecos sus duras nalguitas, y un diminuto calzoncito rojo. Ya en el pequeño baño del bar, la besé con fuerza mientras le magreaba sus deliciosas nalgas a mi gusto. Pamela se emocionó cuando le dí vuelta y la aventé contra la pared. Impulsado por un deseo animal, de un tirón le reventé los gastados jeans, dejando así el camino libre para penetrarla. Su tanguita corrió el mismo volento fin, cuando se la arranqué bestialmente, mientras Pame soltaba un grito de placer.
¿Vas a ser mi novio?, mmm -,me preguntó jadeante, mientras seguía apoyada contra la pared. Pamela veía con deseo contenido mi verga tiesa y palpitante.
Si -, le respondí.
- Entonces, ¡viólame por el culo: mi "arito" es para mi novio y para nadie más!, hazme gemir como una cerda
En ese momento le presté total atención a sus palabras: su agujero sonrosadito palpitaba. Sin lubricarla siquiera, la empalmé por completo; ¡era tan estrecho que por un segundo pensé que me iba a partir la verga si no entraba!, pero entró, ¡y de qué forma!. A Pamela le costó mucho esfuerzo contener el grito para que no nos escuchasen. Ya con mi verga adentro suyo, comencé a hundirla hasta el fondo, para luego recogerme, logrando un acompasado y lento mete-saca. Pamela se metió el puño a la boca para contener los brutales gemidos que le hacía yo soltar. Yo sudaba por el esfuerzo, y casi estaba al borde del paroxismo, mientras sentía sus duritas nalgas contrayéndose, cada vez que mi pieza amenazaba son salirse de su agujero. Tras casi media hora que pareció eterna, finalmente le inundé todo el estrecho conducto con mi esperma. Hacía buen rato que desde afuera, los golpes contra la puerta del baño amenazaban con traérsela abajo. Nos dimos unos minutos para tomar aire: yo estaba rendido, mientras que Pame, hecha una lástima apenas se podía apoyar contra la pared, con la frente perlada de sudor frío.
Unos minutos después, nos retiramos del bar satisfechos. Pamelita me abrazaba con ternura, portando mi casaca anudada a su cintura, ocultando así sus jeans destrozados. A partir de aquella noche, éramos novios. No supe de ella por varias semanas. Era lógico que la habían botado de la Escuela de Arte por su "performance" de aquella noche, e imaginaba yo que tal vez estaba ocupada tratando de resolver el asunto con sus padres. Había quedado yo "la miel en los labios" (mejor dicho: con la miel en la pieza), y no paraba de pensar en ella, extrañándola. Un viernes en la mañana, no fui a trabajar, y me fui al bar de turista de un amigo abre todo el día-, a tratar de consolarme. Conversaba con mi amigo en la barra, y justamente acerca de ella, cuando alguien entró al bar, tocándome el hombro: era una mocosa de colegio, de trencitas.
Hola "papi"-, me dijo entre risitas.
Te has equivocado, hijita-, le respondí sin darme la vuelta.
¡OYE MOCOSA: SAL DE AQUÍ! chilló mi amigo-, ¡no atendemos a menores de edad!...
Pero la niña insistía en pasarme la voz, ¡cuál sería mi sorpresa al voltear y descubrir que la "mocosa" era realmente Pamela!. Contenta por que no la reconocimos, nos dejó verla con detenimiento: definitivamente la ilusión era perfecta; el uniforme era una de un colegio particular, muy conocido. Con zapatos escolares, Pamela perdía notoriamente en estatura, Las medias casi hasta las rodillas, así como la falda larga y ancha, disimulaban perfectamente su hermosa figura. Un par de largas trenzas rematadas con unos lazos de cintas y unos falsos frenillos, casi no permitían reconocerla.
Te he estado buscando por todos lados "papi" me dijo-, ¿no has ido a trabajar hoy, verdad, picarón, ehhh?, ahora dime, ¿qué tal me queda el uniforme?...
Pues fenomenal - le dije balbuceante-, pero, ¿a qué viene todo esto?,
Eso es precisamente lo que quería contarte me dijo más seria-, pero a solas, y si es posible, con un trago
Mi amigo, el dueño del bar, la miró con desconfianza: no le gustaban nadita las sorpresas. Nos dijo con molestia:
- Está bien; pero váyanse al segundo piso, no vaya a ser que te vea un policía
Ya sentados en una mesa, frente a unas cervezas, Pamela me explicó lo que se traía:
-¿Recuerdas que te dije que quiero ser una actriz famosa?- me dijo. Yo afirmé con la cabeza-, ¡pues ya lo hice!, a partir de hoy me estoy preparando como actriz, y ya que, los actores verdaderos "estudian" los personajes que van a interpretar, decidí comenzar con éste
Para mí, el asunto era una total locura: ¡de qué le iba a servir "hacerse pasar por una escolar" en esa tontería de ser actriz!. Pero Pamela se lo tomaba muy en serio (como comprendí en ese momento y luego, durante todo el tiempo que fuimos novios). Lo que sacó de su mochila de escolar me dejó lelo: había falsificado constancias de estudios y una partida de nacimiento; ¡se había inscrito en un colegio verdadero!. Sus padres, cansados de sus engreimientos, habían viajado a Miami por seis meses, dejándole un buen dinero "para que hiciese lo que le viniese en gana", como ella me contó. Contando con los medios suficientes, no era difícil que ella consiguiese cualquier cosa que necesitase.
Considero que las vivencias hacen más creíble la actuación -, agregó finalmente.
Pero, ¿meterse en un colegio?... le repliqué, criticándole-, ¿no te parece algo exagerado?; además, tú ya estuviste en un colegio antes, ¿o no?...
-La verdad es que no, me respondió, para mi sorpresa-, mis padres creían que ningún colegio era lo suficientemente bueno para mí, así que tuve profesores particulares: estudié en casa
Tras aquella revelación suya, comencé a comprender algo de su personalidad: demasiados mimos la habían convertido en alguien que creía que podía hacer todo lo que quisiera. Ser una niña encerrada y sobreprotegida la había vuelto así de rebelde también. Eso lo constataría durante todo el tiempo que fuimos pareja.
... ¿Y que te ha parecido esa nueva experiencia, la de estar en el cole? -, le inquirí.
Es interesante, pero creo que me equivoqué: dicen que las mocosas del cole son peores que las de antes, pero yo las veo normales. ¿O será por que escogí un colegio de monjas?, ¿sabes?, estoy súper caliente, mmmm -me dijo mientras se me acercaba y me abría los pantalones-, ¡ya van dos semanas que no tengo una buena verga; voy a reventar!,.. mmm .
Sin dejarme reaccionar, Pame ya tenía mi pieza entre sus manos, con las que me masturbaba para que mi pene se erecte por completo, a la vez que bajaba la cabeza, presta su boca a hacerme una mamada. Pamela era la mejor mamona que haya yo conocido: su boquita apretada y húmeda me la comprimía deliciosamente, conforme se la introducía por completo. El segundo piso del bar estaba desierto, así que no había problema alguno para disfrutar a nuestras anchas a menos que mi amigo decidiese subir-. Los profundos suspiros de placer de Pame me volvían loco, mientras me la chupaba con placer, mientras me observaba complacida, con sus tiernos ojos, desde allá abajo. Ella no lo sabía, pero estaba haciendo realidad uno de mis sueños eróticos: en el colegio yo fui muy tímido; nunca tuve enamorada ni nada parecido. Ver a una "escolar" chupándomela hasta los huevos, simplemente me estaba reventando el cerebro. Lamentablemente, tan deliciosa escena se rompió de pronto: su celular sonó y ella rápidamente lo sacó de su bolsillo y se puso a hablar, mientras me masturbaba con la otra mano:
¿Si?.....si, ..sip. Ya voy, adiositooo .-luego me dijo-, amor, me tengo que ir
¡¿IRTE?!, ¿ADÓNDE?...
-Al cole, pues tontito, discúlpame por dejarte así -me dijo, para luego sonreírse, poniendo una dulce cara de chiquilla-, es que, ¿sabes?, para venir a verte, yo y mis amigas nos "tiramos la pera" (traducción: "hacer la cimarra", "hacerse la vaca", "hacer novillos", o sea, faltar)
O sea que no te voy a ver, ¿y hasta cuando?-, respondí yo jadeante, con la pieza palpitándome a mil por hora.
Sólo unos días más, mi amor; ah, por cierto: toma me dijo mientras me daba las llaves de un auto-, son de mi auto: está estacionado en la esquina; es para que me recojas del cole,
¿Recogerte?,
-Si: recogerme, no todo lo puedo hacer yo sola, ¿recuerdas?: estoy en el colegio. Adiositooo
Y ahí me dejó, con la cabeza hecha un enredo, la pieza al aire, y totalmente desesperado. Con gusto me hubiese echado la cerveza helada encima del pene en ese momento. Cuando salí del bar y fui a la esquina, encontré estacionada una hermosa camioneta 4 x 4 del año; definitivamente era de sus padres. Mientras encendía ese auto que sólo pensaba que manejaría en sueños, trataba de hacerme una idea sobre qué se tendría planeado Pame. Aún si hubiese pensado mil años no me lo hubiese imaginado.
El jueves Pamela me llamó: quería que la recoja del colegio al día siguiente. Sus instrucciones fueron muy precisas. Debía ir yo vestido con el mejor traje que tuviese ("como si fueses un empresario", me dijo), y obviamente, debía seguirle la corriente en todo lo que dijese. Picado por la curiosidad, me encaminé así como me dijo, al colegio ese: era realmente caro, pensé, al ver las decenas de lujosos automóviles e los que los padres recogían a sus retoños. Algo preocupado por si alguien me preguntaba algo, me estacioné. A lo lejos divisé a Pamela, conversando con algunas chiquillas. Eufórica, me saludó dando brinquitos, para luego despedirse de sus "compañeras" y correr como loca hacia donde yo estaba. Sin darme tiempo a reaccionar, saltó sobre mí, gritando y colgándose de mi cuello, estampándome un beso en la mejilla. No puedo negar que me sonrojé, a la vez que tuve que contener la potente erección que casi me causó su proceder.
Ya dentro del auto, Pamela comenzó a contarme acerca de su día, como cualquier chiquilla. Realmente hacía "su papel" muy bien. Lo que me tenía más bien intrigado era que, mientras salíamos del estacionamiento del colegio, pude ver cómo sus compañeritas nos observaban, cuchicheaban entre ellas o se quedaban simplemente con la boca abierta (y yo no soy ningún modelo que digamos); pero no se lo llegué a preguntar: apenas llegamos a mi departamento, Pamela me aventó a la cama, sedienta de sexo. Había venido preparada para la ocasión: no llevaba bragas puestas, así que no le costó casi nada sentarse encima mío y cabalgarme bestialmente y a una velocidad demencial: era obvio que la abstinencia no iba con ella. Abriéndose de golpe la camisa escolar, Pamela me dejó succionarle sus pezones erectos, mientras que ella embestía con todo, contra mi pieza erecta, con sus caderas golosas, en medio de fuertes gritos de placer y lujuria. Nuevamente Pame me hacía disfrutar de mi fantasía. Se lo hice saber en un respiro de nuestra faena. Desde ese momento, y por espacio de una semana, Pamela y yo fuimos explorando todas las facetas que podíamos disfrutar con su papel de colegiala: desde súper-excitantes y peligrosas-, mamadas que Pame me regalaba, en pleno día, en el auto estacionado en calles desiertas, hasta "violaciones" simuladas en mi departamento, en las que incluíamos mucho masoquismo y morbo: Pamela tenía una inmensa imaginación para crear situaciones de lo más excitantes, y muy pocos límites, como pude comprobar al poco tiempo.
Al siguiente viernes, la esperaba en la puerta del colegio en el auto, cuando de pronto se apareció con un alegre grupo de cuatro compañeritas: había decidido darles un aventón: al menos eso creí:
Chicas, les presento a, er Ernesto: MI NOVIO les dijo apenas subieron a la camioneta, para mi absoluta sorpresa y pasmo.
Un gusto, chicas , apenas pude responder.
Las niñas reían fuerte y nerviosamente. Tal revelación de Pame las había dejado lelas: por lo que comprobé después, Pamela les había estado diciendo eso desde hace semanas, y ellas no le creían hasta que me presentó. Metido hasta el cuello en el asunto, me ví obligado a seguir la corriente. El grupito de nenas era un tanto dispar: estaba Lourdes, la más pequeñita, el típico "ratoncito de biblioteca": muy blanca, pelo negro recogido en moño, lentes que le abarcaban casi todo el rostro, y luciendo una falda larga y holgada, casi hasta las rodillas, rematado todo esto con sus medias de uniforme subidas hasta el máximo, y las mangas de su pulóver cubriéndole casi en su totalidad las manos: en pocas palabras, tratada de no dejar a la vista ni el más mínimo centímetro de piel. Luego estaba Carolina, alta para su edad-, de cuerpo delgado pero con suaves formas que ya iban desarrollándose, una carita preciosa, ojos cafés muy grandes y cabellera color castaño, rematada por una colita francesa. Una futura rompecorazones. Continuaba Cindy, la gordita (¿y qué les puedo decir?, siempre hay una gordita en un grupo), alegre, risueña y dicharachera. Sus pechos eran grandes y respingones, y su boca, grande y carnosa, daban ganas de mordérsela. Finalmente estaba Liliana. Definitivamente era la "creída" del grupo: casi tan alta como yo, de anchas caderas que no disimulaba al usar ella la falda del uniforme alta y ajustada. Su trasero era inmenso hasta para una mayor de edad, así como sus pechos. Los rasgos de su rostro eran finos y a la vez duros, lo cual, junto a sus ojos casi verdes y cabello rubio encendido, le daba un aire de ser una mandona y dominante. Y de hecho lo era.
Tras conducir un rato por la ciudad, en medio del estruendo de risotadas de la chiquillada, Pamela me hizo saber, cuáles eran sus planes:
- Papi me dijo-, mis papás están de viaje y yo y mis amigas queremos divertirnos, ¿podemos ir a tu casa de campo para hacer una fiesta, siiii?,...
Si respondí que sí fue por que estaba distraído conduciendo: ¡pero si yo no tengo casa de campo, ni siquiera casa, vivo en un depa alquilado!. Afortunadamente, las risas y el abrazo de agradecimiento de Pame me rescató de decir algo inapropiado.
- ¡Ay, pero en tu casa no hay que comer!... exclamó Pamela oportunamente-, para aquí en el super y compramos botanas, ¿ya?...
Ya en el supermercado, y alejado se sus compañeras (se quedaron en el auto escuchando música), pude hablar con Pamela.
¿TE HAZ VUELTO LOCA?!! -, le increpé.
Tranquilo amorcito me respondió con calma-, tengo todo bajo control: solo dí que sí a todo lo que diga. Toma esto (me dio una dirección escrita en un papel), es una residencia que mis papis compraron: está amueblada y vacía. Ahí iremos. Ah, y toma la tarjeta de crédito de mis papás: no se vería bien que yo pague
Sintiéndome al menos aliviado de que no acabaría con mi magro sueldo en semejante loca aventura, decidía tratar de sacarle algo más:
¿Pero y qué diablos piensas hacer con estas mocosas?
Ahhh, te has portado tan bien contigo que te tengo un regalito. Sé paciente
Uno de mis mayores defectos es ser un irremediable curioso, así que, decidido a saber que había en la mente de mi enamorada, sin chistar me encaminé con ella, cogiéndose de mi brazo, y portando yo las bolsas con todo lo necesario para la "fiesta", hacia el auto donde las chicas reían a rabiar. La mansión era inmensa y realmente elegante. De estilo colonial, contaba con amplios jardines y piscina. Desde que llegamos, inmediatamente me convertí en el héroe de las chicas; ¡qué nena no sueña con tener al lado a un hombre que cumpla todos sus caprichos!, todas, excepto Liliana, que miraba todo arrugando la nariz, como si nada fuese bueno para ella.
La tarde pasó rápidamente, pidiendo pizzas, escuchando la horrorosa música de moda (por lo menos para mí), y dando cuenta de cervezas y todo tipo de licores finos: el bar de la mansión estaba muy bien provisto. Las nenas bailaban, alegremente, para luego preguntarme acerca de mi vida: seguí el juego de Pame y al poco rato era yo un poderoso potentado en el negocio inmobiliario, viajando por todo el mundo, y viviendo experiencias exóticas (aunque existe Internet, es muy fácil encandilar a las jovencitas, sobre todo si te gusta leer). Pamela, por su parte, aprisionando mi brazo en todo momento, les decía cosas como que ella escaparía de su casa, antes de terminar el año, dejando casa y estudios, para casarnos y recorrer mundo. La noche avanzaba, pero no había problema: las chicas le habían dicho a sus padres que irían a dormir a casa de los padres de Pamela. Las botellas se vaciaban a una velocidad alarmante, mientras las bebas bailaban entre ellas a tropezones, ya completamente ebrias. Yo veía a las chicas en uniforme, y lentamente mi líbido comenzó a encenderse como nunca: verlas bailando lascivamente, por la ebriedad, totalmente desinhibidas, hacía que yo, borracho comenzaba a excitarme: sus tiernas carnes deberían tener un sabor delicioso, pensé. Pamela se las arregló para que no dejen de beber hasta que aceptaban todo lo que ella les proponía. Cuando vió que estaban listas para lo que se proponía, se puso de pie y anunció:
- Chicas: acá mi amorcito y yo, tenemos una sorpresa para todas. Sígannos .
Es así como me incorporé y seguí a Pame, hacia una habitación dentro de la mansión: atrás mío, las chicas caminaban apenas, apoyándose unas en otras, tropezándose con todo y sin soltar las botellas ya casi vacías. La habitación sólo constaba de una puerta, no tenía ventanas: seguro que era un antiguo depósito. Dentro de la habitación, sólo había una enorme y mullida cama. Apenas entraron todas, Pamela cerró la puerta con llave.
- ¿Y ? dijo Liliana molesta-, ¿nos traes para ver una cama vieja?...
Pamela, tras aventarme a la cama (yo ya estaba ebrio), caminó hacia Liliana, poniendo los brazos en jarra, enfrentándosele como un gallito de pelea:
- Noo, Lily: ya que me voy a casar con mi "papi", quiero darles un regalo: ustedes se hacen las que saben tooooodo del sexo, pero en realidad son unas aguantadas que jamás han visto una buena verga: así que mi hombre y yo les vamos a enseñar cómo se coge
Todas se quedaron con la boca abierta: Lourdes quedó paralizada de terror, al igual que Carolina. Cindy reía nerviosamente, mientras Liliana miraba con odio a Pame:
- ¡¿ESTÁS LOCA?!, ¿¡QUÉ HAS FUMADO?!...- le increpó a Pame-, ¡QUÉDATE CON TUS COCHINADAS: YO ME VOY?!!!...
Liliana se avalanzó contra la pesada puerta. Fue inútil, estaba cerrada con llave y Pamela había escondido la llave. Los golpes de Liliana contra la pesada puerta y sus gritos también fueron inútiles, así como sus insultos contra Pame que, dueña de la situación, caminó hacia la cama, donde yo estaba.
- .Es por gusto nenas dijo Pamela, a la vez que me abría el pantalón, sacando afuera mi pene erecto, tomándolo con su mano, mientras las miraba. Las chicas pegaron un grito al ver mi verga-, la que quiera la llave, tendrá que chupársela a mi hombre. Aquí la guardaré (dijo mientras la metía dentro de mi pantalón), ahora, pónganse cómodas y disfruten del show .
Las chicas entraron en pánico. Todas juntas trataron de echar abajo la puerta y no ver cómo Pame se introducía toda mi pieza en su boca. Todas, excepto Lourdes que se quedó apoyada contra una pared: estaba hipnotizada, observando mi pieza, siendo devorada por Pame. En realidad las demás aporreaban la puerta y a la vez volteaban la vista hacia mi sexo duro y ensalibado: me imagino que sería un espectáculo imponente para ellas ver un pene de hombre adulto totalmente dudo (perdón la inmodestia); el sentir los ojos de las jovencitas viéndome la verga me puso a cien por hora. Pamela se desnudó sin dejar de mamármela, al igual que yo, que ya estaba a tope ante la situación. Liliana estaba fuera de sí, y casi con miedo, se acercaba de rato en rato a la cama, a increparle a Pame:
¡IMBÉCIL, ABRE LA PUERTA!!!...
. He dicho que no: se quedarán ahí viendo hasta que aprendan, o hasta que se animen a que mi macho les dé lecciones, ¿te animas?...
Pamela no soltaba mi pene a punto de reventar, mientras reía satisfecha por tenerlas a todas a su merced. Liliana se dio vuelta, mirando la puerta, con los brazos cruzados, pateándola y mascullando maldiciones. Lograda toda la atención, Pame deslizó una y otra vez, lentamente, su lengua por mi pene, mientras las miraba, y les decía:
¡Así se el lame la verga a un hombre!, ¡hummmm!, ¡humo!,
Mmmmh!, así se le chupa la verga a un hombre!, hummm, mmmm .-,decía a la vez que unía la teoría a la práctica.
Desde mi cómoda y deliciosa posición, yo disfrutaba del doble espectáculo: el ver a Pamela tragándose toda mi pieza, y ver a las chiquillas pálidas y asombradas: Cindy abría los ojos cada vez más y más, con la boca entreabierta, apretando contra sus piernas la faldita de su uniforme, como si quisiese evitar que algo salga,..o entre. Carolina caminaba de una lado a otro, tratando de ver la techo, a las paredes, a otra parte, sin poder contenerse de dar una ojeada cada segundo, para luego voltear la cara avergonzada, y luego repetir todo de nuevo. Liliana por su parte, miraba fijamente la puerta de madera, rabiando, apretando los dientes, tratando de no oír los gemidos apagados de Pamela y de mí.
- .¡Hummm!, uhmmm!,..así se le chupan las bolas a un macho, uhmmm!, uuuhmm!!, - repetía Pame su "didáctica clase", mientras yo veía de cuando en cuando a las bebas a los ojos, con lujuria, y las hacía así desesperarse aún más.
Ya cansada de chupármela, Pamela se incorporó, me tomó con ambas manos por los tobillos y abriéndose completamente de piernas, mostrándoles su sexo abierto y chorreante de jugos a las espantadas colegialas, lentamente fue descendiendo e introduciéndose toda mi pieza:
- ¡OOOhhhhh!, ..¡AAAAhhhh!, .¡Así!,..asiiií te mete la verga una macho, .Ahhh!,.. Ah!!!....
Poco a poco, primero despacio, y luego cada vez más rápido, mi novia les mostraba un primer plano de su raja abriéndose más, dando paso a mi pene, que se le introducía hasta el fondo, arrancándole con cada descenso suyo, increíbles gemidos y gritos de placer. Observando a nuestro "publico", pude descubrir algo: la candente escena estaba ya teniendo efecto en ellas. Todas sin excepción frotaban sus piernas entre sí; de los muslos interiores de Carolina pude ver dos largos hilos de fluídos que descendían por sus piernas hasta casi sus rodillas. Al poco de empezar la cabalgata, un ruidito captó nuestra atención; un chorro caía sonoramente desde la falda de Lourdes, golpeando el suelo bajo ella y formando un charco: se había orinado de la excitación y le miedo. Tras largos minutos de yo resistir la soberbia cabalgata de Pamela, finalmente exploté dentro suyo, llenándole de semen, el cual se rebalsó por encima de mi verga aún tiesa. Ya satisfecha Pame, se incorporó de la cama: las chicas le veían pasmadas, caminando desnuda hacia ellas, sorprendidas por lo que había hecho:
- A ver, ahora escojan entre ustedes-, les anunció-, mi macho ahora se las va a comer a todas, ¿quién será la primera?...
¡Lo que es la amistad!, sin pensarlo dos veces, Cindy y Carolina cogieron con fuerza de los brazos a la pobre Lourdes y sin más, me la aventaron a la cama. No tuvo tiempo ni de chillar, en un instante, estaba encima mío temblando sin saber que hacer. Sólo sentir su cuerpecito cayendo sobre mí, a mi total merced, mi pieza se alzó de nuevo, en un segundo, presta para metérsela: yo ya estaba como loco, deseando más sexo. De nada sirvieron sus gritos y sus golpecitos, tratando de defenderse: en contados segundos la desnudé a la fuerza, haciendo volar su uniforme por todos lados. Al final solo le dejé encima sus lentes, sus medias caídas y sus zapatos cuadrados. Lourdes temblaba como una hoja acostaba boca abajo, tratando de cubrirse como sea; sentía mi aliento de macho excitado en su nuca y sus nalguitas temblaban, al sentir sobre ellas los gotones de semen que caían de la punta de mi pieza erecta:
- .Por favor, -, musitó apenas.
Sin pensarlo dos veces se la hundí por completo. El que se abra de golpe su rajita y le rompiera el himen virginal, acompañado de un grito agudo, fue todo en una sola vez. Comencé a bombearla con fuerza animal, clavándosela hasta las entrañas. Lulita lloraba a la vez que jadeaba con fuerza, empañando sus lentes; ¡su rajita apretadísima era la dicha!, mi pieza entraba y salía con dificultad, haciéndome sentir espasmos de placer, como si fuese a venirme en cada embestida. Con dificultad tomé y apreté con ambas manos sus senitos: ¡eran pequeños pero tenían unos pezones inmensos, erectos a tope y que se alzaban entre mis dedos! Todas alrededor miraban extasiadas a su compañera siendo penetrada. Los pechos de las demás se alzaban agitadamente, siguiendo cada respiración de Lourdes. Poco a poco, Lulita se comenzó a serenar: dejando de lado el llanto y los quejidos, comenzó a gemir. Primero quedo y despacio, luego cada vez más intensamente. Su culito comenzó a lazarse acompasadamente a mis embestidas: cada vez que se alzaba, mi pieza se le introducía más profundo, mientras mis testículos aporreaban con fuerza su culito.
- .¡Es grande!, .- exclamó jadeante, a media voz, como para que las demás supiesen lo que sentía-, .¡es graaandeeee!!!, .¡ahhh!, ¡basta!, ¡Bastaaaaa!!!!....
No tenía la menor intención de dejar tan delicioso agujero. Pamela me observaba, mientras se masturbaba con la escena sin ningún descaro. Lenta y lascivamente se acercó a la linda Carolina, que la veía venir hacia ella, deseosa. Carolina se apoyó contra la pared, temerosa.
¡Déjame! -, trató en vano de ordenarle a Pame.
Yo sé lo que tú quieres-, le dijo Pamela, muy segura de sí misma, casi respirándole en la cara-, ¿crees que no te he visto cómo me ves en las duchas cuando nos bañamos?, ¿o cuando me haz visto cogiendo?, no lo mirabas a él: me mirabas a mí,
Sin permitirle reaccionar, Pame se le abalanzó, le cogió el rostro con ambas manos y la besó a la fuerza. Carolina trató de resistirse, buscando zafársela de encima, con sus manos temblorosas, pero no pudo: Pamela le introdujo hasta las amígdalas su delgada y experta lengua. En pocos segundos se escuchaba en todo el cuarto, los apasionados gemidos de Carolina siendo besada, entrelazando su lengua con Pame. Liliana, que no estaba ajena a lo que pasaba, seguía tratando de ignorar lo que acontecía, volteándose hacia la puerta, roja de vergüenza. Los gritos, suspiros y gemidos dentro del cuarto le estaban achicharrando el cerebro. Tras tres fuertes embestidas, finalmente acabé, soltando mi semen sobre las nalguitas suaves de Lourdes. Lulita se quedó ahí, quieta, acostada, con la mirada perdida, sus lentes empañados y la boca entreabierta, suspirando, babeando. Tras ver esto, Cindy, la gordita, comenzó a caminar hacia la cama como un zombie, con la mirada puesta en mi pieza, ya algo alicaída:
-..Perdón, perdón, -, era lo único que atinaba a decir.
Como un sediento en el desierto, se arrodilló frente a mí y cogió mi pene y comenzó a succionarlo con desesperación. Yo ya estaba sin fuerzas pero la gordita había resultado ser toda una experta mamadora, ¡ahora el que gemía con fuerza era yo, al sentir aprisionada mi pieza por sus gruesos labios!. A mis gemidos se aunaron los de Carolina quien, había sido poco a poco desnudada por Pame, mientras la besaba con pasión. Apoyada la cabeza contra la pared, Carolina gemía desesperada, mientras Pame le chupaba los pechos con fuerza: yo trataba de abrirle la blusa a Cindy para dejar al aire sus enormes pechos, mientras que Pamela le levantaba a Carito una pierna, y le metía al mismo tiempo sus dedos en su raja rozadita y en su estrecho ano.
- ¡No quiero!, .¡no quierooooo!!, .-, gritaba Carolina en medio de los fuertes gemidos que le arrancaba Pame al penetrarla sí, doblemente.
Yo ya con la verga nuevamente armada, tomé a Cindy y acostándola en la cama, me puse sus piernas al hombro y la penetré con gozo. La gordita reía escandalosamente por el placer que sentía: noté al instante que no era virgen. Mientras tanto, Lourdes no se había quedado sin hacer nada; teniendo a escasos centímetros de su cara los sexos míos y de su amiga Cindy, pronto se unió al concierto de gemidos: en la misma posición en que la dejé, comenzó a masturbarse, berreando como un animalito, gozando de ver mi pieza hundiéndose en la gordita. Liliana, mientras tanto, aún trataba de alejar su mente y su cuerpo de lo que ahí pasaba.
- ¡ Mami, papi; me quiero ir a casa!, .-, exclamó llorando, mientras pude ver que apretaba ambas manos entre sus piernas.
La descomunal orgía acabó cuando Pamela me pasó la voz: arrastrando lentamente a la divina Carolina, la traía a la cama para mí. Sin dejarla voltearse, la hacía caminar de espaldas, hacia el borde de la cama. Yo esperaba ahí a Carito, sentado, con mi pieza dispuesta para ella:
- .¡Nooo: por atrás no quiero, nooooo!!, .- decía Carolina, mientras era tranquilizada por los besos de Pame.
Su rajita depilada era tan hermosa, que la preferí de inmediato a violar su agujerito posterior. Lentamente descendió sobre mi pinga, soltando un profundo y largo suspiro hasta sentirla hasta el fondo. Casi de inmediato, Carito se corrió, apenas la tuvo adentro. Disfruté un buen rato haciéndola saltar, clavándose ella misma más y más, hasta que finalmente eyaculé sobre los pechos sonrosados de Cindy, que me lo pedía con desesperación. Luego de eso nos acostamos a tomar aire, todos rendidos. Pasado un rato, Liliana se enjugó las lágrimas y tratando de mostrar de nuevo su posición de "dura", se dirigió a Pamela:
-..¡Si ya terminaste con tus porquerías, ábreme la puerta: me voy a mi casa!
Cansada de batallar con ella, Pame abrió la puerta, a la vez que les dijo a todas:
- Okay, quién quiera irse a su casa que lo haga: las que no, hay un dormitorio al frente para que se queden a dormir.
Liliana salió molesta, enrumbando a la cocina. Las demás chicas se pusieron de pie, no recogieron sus ropas y fueron al otro dormitorio; Lourdes y Carolina incluso se fueron abrazadas, besándose. A pesar que ya no daba para más, yo tenía aún algo pendiente con el inmenso culo de Liliana. Dejé a Pame descansar, y me dirigí a la cocina. Liliana estaba tomando un vaso de agua cuando me vió llegar.
-¿Tan pronto te vas?- le dije-, aún es temprano
- ¡yo no soy como esas perras; váyase!- me respondió-, ¡yo no hago esas cosas!...
Su soberbia me embotó la cabeza en ese instante. Tomé le borde de su falda y de un tirón, la rompí por completo. Liliana gritó y se aferró al fregadero, mostrándome su inmenso culo pecoso. Volvió a gritar cuando le reventé igual las bragas, así como también lo hizo cuando los botones de su blusa volaron por todos lados: sin soltarse del fregadero me miró asustada, ya con únicamente el sostén encima.
- ¡Por favor, no me posea, no me mancille, soy casta aún!, dijo.
¿Casta?, ¿poseer?, mancillar?, ¡de qué novelitas baratas me sacaba esas frases esta mocosa!, pensaba yo mientras acariciaba sus nalgas, mientras me apretaba contra ella, apretando sus inmensos globos con mis manos. Una rápida mirada me constató que, efectivamente era virgen, ¡pero el culo lo tenía más trajinado que una buscona!, gimiendo falsamente, agregó entonces:
- Por favor, prefiero que me coja por detrás, quiero llegar virgen al matrimonio
¡Semejante farsante!, accedí a eso, pero con la condición de que ella misma se abriese las nalgas con sus propias manos. Ella, obediente, alzó el culo, poniéndose en puntas de pie, y separándose las nalgas. Conforme yo acercaba mi pieza otra vez erecta a su dilatado agujero, ella no paraba de gemir del gozo de sentir muy pronto un pene de hombre machacándole el culo. Entonces se me ocurrió: era bueno darle una buena lección. Cuando ya no podía más de placer, excitadísima, le puse la cabeza en el ingreso de su orificio, para luego decir
- ¡Naaa, mejor no!... exclamé de la manera más chabacana-, después termino partiéndote; no, mejor te vas a tu casita, que estas cosas no son para ti...
Y sin más me fui al dormitorio silbando, mientras Liliana, jadeaba a más no poder, desesperada por su ración de carne ardiente. ¡Pegó un grito de rabia pero que ni un Neanderthal!, aún recuerdo que me insultó diciéndome poco más y de lo que se van a morir mis nietos. Liliana estaba fuera de sí: la había violado sin violarla. Para algunas mujeres, eso puede ser imperdonable. Ya en el dormitorio la conté todo a Pamela. Ella, continuó su "papel" unas semanas más, y se encargó de contarles a su grupo de amigas, ese suceso: la vida de Liliana se volvió un infierno, todas en el grupito se burlaban de ella, por que ellas "tenían experiencia" y ella no (obviamente Pame maquinó eso). Las chicas nunca dijeron nada a nadie de lo acontecido esa noche (para alivio mío), Pamelita les hizo creer que había grabado toda la descomunal orgía y, que si hablaban, lo pondría todo en "Youtube"; total, como estaban tan borrachas esa noche, nunca pudieron comprobar que era una cochina y vil mentira. Ahora que lo recuerdo, fue una fantástica experiencia: comerse a tres chiquillas a la vez no sucede todos los días. Lourdes más bien vino donde nosotros más de una vez, y terminó volviéndose una experta en armar orgías -¡quién lo hubiera dicho!-, yo por mi parte, deseaba no volver a pasar semejantes aprietos, por más que mi novia Pamela me propusiera de nuevo "actuaciones" de ese tipo. Qué equivocado estaba!, apenas fue las primera, de muchas que vinieron después.
(CONTINUARÁ )