Pamela, el mastín y Jim (parte final).

Jim, escucho una gritería que provenía del jardín; y observó, a través de la ventana, a una atractiva mujer, atada a un poste, y obligada a cintarazos a elevar el trasero, siendo atravesada por un pony de color negro; de quien recibió menos de la mitad de la enorme tranca, por ser humanamente imposi

Jim, se presentaba a la fiesta, muy bien vestido, con un traje de tres piezas de lana, de color azul marino; esperando a las puertas de aquella lujosa mansión en las afueras de la ciudad; temblando de nerviosismo. Llevaba consigo, una bonita invitación con su nombre escrito a mano, y abajo, la firma de quien lo invitaba: Su adorable Pamela. El solo nombre escrito, por propia mano, de la mujer responsable de tan enorme infatuación erótica, le provocaba sentir animalitos corriendo dentro de su panza.

Jim, se masturbaba a diario, recordando el encuentro amoroso sexual, que sostuviera con Pamela en la escalera de su departamento; recordando como esta preciosa glotona, le extrajera con su adorable boquita, todo su semen guardado de días enteros; observando de que manera se los tragaba ella.

Después de presentar la invitación a un empleado en la puerta, Jim fue dejado pasar con entera libertad; y se vio dentro de una sala, en donde estaban sentados otros hombres y mujeres, algunos con antifaces vistosos, donde resaltaban unos con facciones de caballo, y otros de perro, simios, burros y animales varios; algunas bellamente confeccionadas: verdaderas obras de arte. Los invitados nuevos, no estaban obligados a llevar antifaz; aunque si lo deseaban, podían adquirir uno en la lujosa recepción.

De una manera cortés y educada, todos los nuevos miembros, fueron advertidos acerca de discreción absoluta, en caso de ver personas conocidas, o de platicar por fuera, lo que ahí ocurría; pero a su vez, insinuaban posibles represalias en caso contrario. Por tal razón, todos los invitados, eran cuidadosamente seleccionados, siendo aceptados, dependiendo de quienes los invitaban. En ese instante, Jim, no pudo evitar recordar, acerca de un extraño asesinato, unos años atrás; en donde encontraron a un hombre apuñalado por todos lados, en una parte desolada del rio, con una máscara de cerdo, y un letrero colgando de su lengua, fijo mediante un anzuelo de pesca que decía: “stool pigeon” (soplón). Jamás dieron con los responsables.

Después de la bienvenida, se les invitó a observar, o a participar del espectáculo de zoofilia, sado masoquismo, gang bang y otros, si así lo deseaban; pero la mayoría de los invitados, iban movidos por la enorme curiosidad de ver un acto sexual de zoofilia. Aunque Jim, solo deseaba encontrarse con Pamela, e intentar estar sexualmente con ella, aquí, o donde fuera.

La sala era bastante amplia, con decoración tipo victoriana, en donde los invitados se congregaban en grupos bebiendo y charlando, en medio de la música; los invitados nuevos, vieron que entraban varias mujeres, algunas de estas, con cola de perro fijas a su cintura con una cinta, y vestimenta sensual; sujetando de sus correas, a sus perros de diferentes razas y tamaños. Por su parte, Jim se encontraba solo en un rincón, y observando todo.

Varios homosexuales, con diferentes tipos de lencería atractiva, y llevando sus colas de perras o zorras, y con máscaras de perras de color rosa o lila, llevaban a sus enormes mascotas bien sujetas.

La sala se fue llenando de todo tipo de personas con antifaces y disfraces completos. Algunas personas, principalmente los homosexuales, y frente a todos, succionaban los enormes penes de sus perros, los cuales se aprestaban a cogerlos; mientras que las damas de experiencia, animaban a algunas de las invitadas, a que se retiraran su ropa interior, o se desnudaran como ellas, colocándose en 4 patas sobre la alfombra, para que el perro buscara montarlas, o mamarles los genitales.

La mayoría de las del grupo experimentado, llevaban una colita peluda, sujeta con una correa de la cintura; algunas vestían con pieles sobre sus hombros, cubriendo su desnudo pecho; otras, iban sin calzones, o bien, llevaban pantaletas muy atractivas, así como medias y liguero; Algunas calzaban tacones muy altos, y otras, iban con máscaras completas, o con el antifaz solo hasta la nariz, dejando la boca al descubierto.

También, fueron llegando hombres con máscaras y antifaces de perros; hubo particularmente una, que a Jim le ocasiono mucha gracia: Un hombre con máscara de pluto; el famoso personaje de Disney, muy sonriente, y las orejotas colgando.

El ambiente iba caldeándose, y cuando Jim se encontraba completamente ensimismado, llego una dama disfrazada de perra, con unas manoplas que le llegaban hasta las muñecas, simulando patas de perro, con uñas y todo; e igual en sus pies, cubriendo hasta los tobillos. La máscara de ella era negra, y permitía observar, unos labios intensamente pintados de rojo, y un orificio por donde emergía una dulce naricita pequeña perteneciente a la dama. La careta, tenía unas orejitas, y por debajo de la nariz de la máscara, tres bigotitos salían de ella. El pelo femenino de la mujer, intenso y ondulado, salía por debajo de la máscara, y reposaba sobre sus hombros bien formados. Sus piernas, eran formidables; con un traserito parado, discreto en tamaño, resaltando a través de la braga rosa completa.

La dama perra, coloco ambas patas delanteras, sobre las rodillas de Jim, y observándolo a los ojos, a través de los agujeros del antifaz, le sonreía amistosamente, sacando su lengua; y empezó ella a jadear como una perra, y emitía pequeños ladridos y gemidos, a la vez que elevaba el trasero. En eso, ella se giró de trasero hacia Jim, e inició a mover una colita de zorra; descubierto este, muy sorprendido y excitado, que dicha cola, estaba sujeta a un plug anal, que la dama llevaba sepultado dentro de su adorable culo.

Jim sabía que se trataba de Pamela, pero no veía para nada al maldito mastín; hasta que el animal, apareció llevado de la correa por un enorme individuo, muy alto, fácilmente de 1.90 metros, con un torso muy grueso, como tacle de futbol americano profesional; con una máscara de perro bravo, con el ceño fruncido, y unos colmillos postizos, brotando amenazantes de la boca del individuo. El hombre, tenía unos bigotes naturales muy largos, y su grueso abdomen, estaba ceñido por un enorme cinturón, llevando unos calzoncillos de baño negros, y una cola de perro.

El hombre, llevaba botas negras peludas, con uñas similares a las de un perro, y sus gruesas muñecas, estaban sujetas con dos muñequeras de piel con picos; también, llevaba un látigo que hacía tronar en el aire, provocando que los perros, se sentaran de inmediato.

Ante el sonido del látigo, Pamela pegó un gran salto, y se sentó graciosa y dócilmente frente a este hombre, jadeando alegre, como una obediente perra; y el gigante al verla, se fue sobre ella, atizándole con el fuete, mientras la hermosa y sensual mujer, chillaba y aullaba imitando a un perro, ante cada azote propinado en piernas, nalgas y espalda. Jim, no atinaba que conducta tomar, mientras la atención de toda la sala, se centraba en la mujer, y en el hombre sádico que la azotaba.

Pamela estuvo llorando ante los fuertes golpes, intentado correr a 4 patas, buscando como meterse debajo de la mesa, en donde se encontraban los suculentos bocadillos y bebidas; el grotesco individuo, intentaba sacarla a latigazos y patadas, mientras que, alcanzando por fin a Pamela, se extrajo su gorda verga, tomándola brutalmente de los cabellos, e introduciéndola en la boca de ella; hasta casi hacerla vomitar.

El hombre la elevó con sus fuertes brazos, procediendo a arrancarle los sensuales calzones; para luego subirla sobre su panza tirado en el suelo, atravesándola por la vagina; mientras la enardecida concurrencia, aplaudía y vitoreaba el brutal acto. Bruscamente, el individuo, extrajo de un tremendo jalón, el plug que Pamela llevaba colocado dentro de su ano, haciéndola gritar y revolcarse de dolor, clavada encima del voluminoso individuo.

Posteriormente, mediante tres chasquidos de dedos, el mastín de Pamela, fue corriendo y la atravesó por su precioso y ahora lastimado trasero, debido a la extracción tan violenta, del grueso plug anal; a la vez que el abominable gorila, separaba las bellas nalgas de Pamela, para que le entrara toda, entre los chillidos de ella. Jim, se sentía profundamente humillado e iracundo.

Hombre y perro, eyacularon dentro de vagina y ano de la perra; este último a chorros, haciendo una mezcolanza de semen, escurriendo por las piernas de Pamela; y el sádico, se puso de pie, y empezó a orinar a Pamela, tirada en el suelo, en forma humillante; mientras ella, iba y lamía la verga de su amo, aun parada. El mastín, lamía a su vez, las nalgas y culo de su ama llenas de semen; mientras el enorme hombre, alejaba a Pamela de su lado, mediante maldiciones y puntapiés; y esta, chillando se alejaba, enroscándose sumisa bajo la mesa, ante la mirada indignada de Jim.

Repentinamente Jim, detectó la figura de la gorda mujer del parque, riendo estridente a carcajadas; con su antifaz de la cerdita petunia cubriendo parte de su rostro, llevando un leotardo negro que resaltaba su enorme barriga y grandes tetas, y cola enroscada de cerda; brincando y aplaudiendo a rabiar, ante el tremendo espectáculo, sintiendo Jim, que la mujer, de alguna manera se burlaba de Pamela; distinguiendo junto a ella, al perro faldero de su propiedad, al cual, el iracundo Jim, le daban ganas de retorcerle el maldito pescuezo debido a sus molestos chillidos y estrepitosos ladridos agudos.

En ese instante, Jim recordó lo que Pamela le había contado una tarde, acerca de lo que ella, le había dicho a la obesa mujer, aquella tarde en el parque; cuando ambos la conocieron:

-       Yo susurré a su oído, dijo Pamela a Jim: Que su perrito, me acababa de decir allá atrás, entre los arbustos, que: a su gorda ama, le encantaba que este, le lamiera su clítoris hasta el orgasmo múltiple; pero que ella, lo dejaba al perrito, sin sacarle la leche…

Cuando Jim escuchó lo anterior, le pregunto a Pamela:

-       ¿Y cómo sospechaste esto?

Respondiendo Pamela:

-       No sospeché nada…el animalito me lo dijo…

Jim, la observó extrañado, pero ya no realizó mayores comentarios. Al final comprendió, que: de alguna manera, Pamela, lograba comunicarse con los perros.

Ahora el gorila, fue tras la obesa mujer, y chillando ella, intentaba resistirse; pero el hombre, la atrapó fácilmente, desgarrando su leotardo, e introduciendo, entre pataleos de la señora, dos dedos a fuerza, sobre el profundo culo de ella; agitándolos intensamente de un lado a otro, entre los estrepitosos alaridos de la mujer, pidiéndole que se detuviera; por lo cual, el inmenso gorila, la azotó; mientras que la gorda, imploraba ayuda, pero a lo contrario, todos aplaudían y gritaban al inmenso hombre, que le atizara más.

El hombre, terminó de hacer trizas, mediante intensos jalones, el leotardo de la gorda; y trajo a un perro de gran tamaño; y reteniendo fuertemente a la mujer del cuello, entre sus dos enormes y peludas piernas, utilizándolas como pinzas; elevó el culote de ella, con ambos brazos, jalándola de su panza, mientras ella pataleaba e intentaba aruñar a su captor; quien le advertía que: no se atreviera a hacer tal cosa, so pena de darle múltiples latigazos en las nalgas como castigo; mientras tanto el animal, introducía su enorme pito, por el trasero de ella; quien gritaba y chillaba como toda una cerda, resultando cómico y paradójico, observar la máscara de la cerdita petunia, riendo en contraste; para finalmente, terminar pidiendo más, quedando abotonada placenteramente con el perro, por un buen rato.

Al desabotonar el perro a la gorda, hubo una expulsión, mediante un pedo muy grande de semen, por el trasero de ella; quien siguió presentando orgasmos tirada en el suelo. Mientras tanto, el enorme individuo, le dijo a la mujer, completamente sudorosa y temblando de pasión:

-       Aun no termino contigo cerda…

E introdujo dos grandes pepinos, uno por enfrente, y otro por el culo de la obesa mujer; metiéndolos y sacándolos alternativamente, como pistones de motor; mientras la mujer gritaba enloquecida, dando débiles golpes con el puño, sobre el grueso brazo del hombre, quien aparte, de vez en cuando le daba fuertes nalgadas, jalones de pelo, y bofetadas para someterla. Al final, con ambos pepinos en mano del gorila, un empleado, trajo a un homosexual sumiso, vestido de rosa, a quien el gorila, hizo que chupara, y mordiera, ambos pepinos, a la vez que lo latigueaba.

Jim pensaba mejor retirarse, cuando Pamela llego cerca de él, sin bragas, ya bañada, y solo llevando una camiseta blanca de algodón muy corta, notándose sus gordos pezones, con el pubis afeitado, y las nalgas de fuera. Ella lo beso en la boca, y el mastín se acercó, echándose sobre los pies de su ama. Jim, desesperado, le confesó acerca del intenso y profundo amor que sentía; mientras que ella, lo observaba directamente a los ojos, diciéndole:

-       Jim…este es mi tipo de vida; y no creo que te vayas a acoplar a mi mundo.

El hombre, apasionadamente, le respondió:

-       Haré lo que tu desees, menos matar a nadie.

Unas horas después, el mastín penetraba vigorosamente a Jim, dentro de un cuarto privado; mientras el hombre pensaba que: estaba haciendo algo que jamás hubiera imaginado. Pamela lo observaba muy excitada masturbándose, ante los pujidos involuntarios de Jim, quien luchaba por no demostrar emoción alguna. Mientras Jim, sentía aquella monstruosa manguera muy profundo en su recto, y el enorme peso del can, encima de su espalda; muy contrario con sus pensamientos, empezó a lloriquear quedamente como una mujercita sometida, deseando que el animal no lo dejara de bombear.

En ese instante, Jim recordó algo de su infancia, ahora sepultado en su inconsciente debido al trauma psicológico que resulto de ello, y que había omitido al psiquiatra: Cierta vez, cuando unos chiquillos, le pidieron que se dejara coger, con el fin de ser aceptado por la pandilla; algo que para Jim, resultaba un recuerdo muy vergonzoso; mientras sentía ahora, como la enorme verga del mastín, frotaba muy fuerte su próstata, a través de la pared rectal; provocando que eyaculara grandes cantidades, chorreando sus piernas; a la vez que Pamela, lamía todo aquel semen, y mamando de paso, también el pito muy parado de Jim.

Ella, le daba las gracias muy emocionada por haberse dejado coger por su mastín, y Jim se percataba de lo que era capaz de hacer por obtener el amor de Pamela; igual que cuando niño, buscaba la aceptación de los demás, sin importarle lo que le pidieran por ello. Todo inició, con una madre que se daba gusto rechazándolo, mientras que el niño Jim, la observaba siendo muy amorosa con los padrastros en turno.

Jim fue al sanitario, y arrojó grandes cantidades de semen por su trasero; y posteriormente, al llegar con Pamela, con el fin de hablar acerca de su nueva relación de pareja, apareció el enorme gorila aquel, y tomando a Pamela de un brazo, jalándola violentamente, la condujo a una sala, en donde esperaban dos perros, que la enchufaron uno por uno, ante las miradas de un grupo de mujeres y hombres emocionados; mientras que Jim, se odiaba a sí mismo, por haberse dejado coger por el odiado mastín, y por no ser capaz de defender a la mujer; pero sobre todo, porque observaba la gran satisfacción sexual que demostraba aquella puta perra, de quien se había enamorado como un estúpido.

El gorila, expuso a la atractiva mujer, a otros hombres, quienes gustosos, también se la cogieron; y al principio, ante la negativa de Pamela, el hombrón, procedió a azotarla, con el fin de someterla sádicamente; y sollozando, ella fue y se entregó a los hombres, quienes le pegaron soberana cogida.

Absorto en sus pensamientos contradictorios acerca de Pamela, Jim, escucho una gritería que provenía del jardín; y observó, a través de la ventana, a una atractiva mujer, atada a un poste, y obligada a cintarazos a elevar el trasero, siendo atravesada por un pony de color negro; de quien recibió menos de la mitad de la enorme tranca, por ser humanamente imposible admitir más. Ella gritaba, completamente desnuda, llevando una máscara de yegua, y rodeada de personas; a la vez que el animal, le daba fuertes estocadas; y cuando este, al fin extrajo la enorme manguera, hubo una salida abundante de semen de la vagina de la mujer, quien se encontraba temblando aun atada al poste.

En la madrugada, Jim salió del lugar, sin despedirse de la bella mujer; sintiéndose peor por lo que vio acerca de Pamela, y por lo que él, consideraba como un sacrificio infructuoso, de que el mastín se lo cogiera; todo con el fin de que Pamela lo aceptara, sintiéndose manipulado por ella; tal y como lo sintiera desde el principio cuando la conoció.

Días después, Jim fue con el psiquiatra, a quien contó con mucha dificultad, lo ocurrido en la mansión; hablándole de lo sucedido durante su niñez, y también, acerca de la cogida que le había pegado el mastín de Pamela, como condición para que ella, se fuera a vivir con Jim como su pareja. Todo lo que le dijo al psiquiatra, provocó en Jim, una gran vergüenza, sintiendo ganas de suicidarse.

El psiquiatra le recomendó:

-       Jim, creo que en verdad te agradó lo que viviste en la mansión; o al menos, bríndale un poco más de análisis a lo ocurrido. Y si acaso es así, debes dejarte llevar; pero en caso de no ser de esa manera, retírate y olvídate de Pamela. Lo de tu infancia, ya lograste recordarlo, y es algo que ocurre a menudo; más de lo que la mayoría de la gente supone; pero eso no te hace un homosexual ni mucho menos. Ya trabajaremos más adelante en ello, si gustas.

Cuando Jim abandonaba la oficina del médico, observo casualmente un bello antifaz negro, con plumas también negras, colgado como adorno en una de las paredes; algo que antes, no había notado, y no pudo evitar recordar, la fiesta sexual en la mansión.

Dos días después, Pamela fue con Jim, para pedirle que asistieran de nuevo a otra reunión; asegurándole que ya había terminado la relación con el enorme gorila. Jim accedió, y el sábado, estaban en la reunión, en donde ahora, si llevaba el, un antifaz, para evitar ser sometido a posibles burlas, de quienes lo vieran enchufado, la semana anterior, por el mastín de Pamela; pesar de que otros hombres, también fueron fuertemente cogidos por perros.

Lo que mayormente molestaba ahora a Jim, es que, hasta el momento, no se había podido coger a Pamela; y esta aseguró a aquel, que después de aquella noche, ella sería suya para siempre.

Esa noche, Jim vio a un hombre alto y esbelto, vestido con un elegante smoking negro, con una máscara de león; quien subió a la bella Pamela al estrado, nalgueándola fuertemente, ante el enojo de Jim; y cogiéndosela entre los aplausos de la concurrencia. Pamela, después de la cogida propinada por aquel personaje, se fue con Jim a un cuarto privado, en donde le pidió se dejará Jim de nuevo, coger por el perro; a lo que: curiosamente, Jim dijo que si, pensando que después de todo, el placer generado por la gran culeada del animal, había sido muy intensa, y se dejó, tras la promesa de Pamela de dejarse coger enseguida por Jim.

Una vez que el enorme mastín, lograra después de varios minutos de estar pegados, extraer la inmensa bola del culo de Jim, este se fue sobre Pamela; y cuando estaba a punto de penetrarla, se abrió la puerta, entrando el hombre con la máscara de león, haciendo a Jim para un lado de un empujón, tomándolo por sorpresa.

Ambos hombres, se liaron a golpes, y Jim, tumbó de un manotazo la máscara al león; viendo estupefacto, que se trataba de su psiquiatra. Jim, tomo una botella, y lleno de ira, la sorrajo en el cráneo del médico, abriéndolo. Mucha sangre empezó a manar de la herida, y las personas que fueron testigos de aquello, ante el temor del hecho, se fueron rápidamente del lugar; avisando de paso a otros, acerca de lo que ocurría, huyendo algunos en estampida, ya que muchos de los asistentes, eran prominentes hombres y mujeres de negocios, políticos, jueces y jefes policiacos.

El inmenso gorila, empleado sexual de aquella mansión, intentó detener a Jim; quien esta vez, llevaba consigo, su inseparable y bonito bastón de caoba, con un puntiagudo y filoso espadín, oculto dentro, con el cual, se había defendido de varios maleantes callejeros; y sin dudarlo, acuchilló al gorila en el abdomen, doblándose este, y cayendo al piso.

Cuando Jim se encontraba dispuesto rematarlo con gran rencor, debido a lo que vio que le había hecho a Pamela en la mansión, acudió a su mente, cuando de niño de solo 10 años, acuchilló al compañerito que lo había inducido a dejarse coger por el grupito de amigos, y como a partir de entonces, Jim fantaseó durante varios años, sin poderlo evitar, el ser cogido por varios hombres.

Después de aquella experiencia de niño, Jim empleaba a escondidas, las bragas sensuales de su madre, quien era una mujer bastante atractiva; y aparte, empleaba las medias y ligueros de la misma, masturbándose con ellos colocados sobre su cuerpo, y viéndose ante un enorme espejo empinado de nalgas, tal y como observaba oculto, que lo hacia ella, con uno de tantos padrastros de Jim, mientras el jovencito, se introducía algún objeto en el recto, eyaculando a chorros.

Su complejo de Edipo era muy intenso, y se exacerbaba mayormente, ante el rechazo de una madre sádica que lo despreciaba, por estorbarle en sus planes. Todo esto, Jim lo vino a recordar a partir de los sucesos con la bella Pamela, quien ahora, representaba su figura materna, sin que Jim, se diera cuenta de ello.

Esta vez, Jim, salió corriendo, no sin antes propinar unas bofetadas a Pamela, sujetándola del pelo, y penetrándola fuertemente; a la vez que ella gritaba llena de calentura, y Jim, le daba bofetadas y le decía a ella:

-       Ten toda esta verga, maldita perra puta…

Y cuando Jim, se alejaba, escuchó por primera vez a Pamela gritándole desesperada:

-       Jim…amor mío, por favor no me dejes; te amo, te amo…

Pero de alguna manera, ahora Jim, dueño de la voluntad de la mujer, obtenido mediante maltrato físico y verbal, propinándole hasta una serie de patadas en el suelo a la indefensa Pamela, ahora ya era dueño de sus propios actos; a pesar de seguir amándola como a nadie en su vida.

Mientras tanto, el gorila estaba tirado en el piso, siendo atendido por un grupo de personas que organizaban las fiestas en la mansión; mientras a lo lejos, se escuchaban el ulular de las ambulancias, y quizá de la policía. Pamela intentó irse con Jim, pero en esta ocasión, este la despreció; dejándola en aquel lugar; comprendiendo que: de verdad, “si hubiera sido capaz de llegar a matar por ella” y recordando la frivolidad de su propia madre; y comprendió también, que el intenso amor enfermizo hacia Pamela, se debía a esta parte olvidada de su vida de niño con su madre.

Jim sentía un extraño alivio, como si se hubiera quitado un gran peso de encima; súbitamente se dio cuenta de su propio valor como ser humano, y mientras iba corriendo cerro abajo, se encontró con las ambulancias y la policía, quienes iban rumbo a la lujosa y bella mansión; observando sorprendido, al mastín corriendo junto a él, y ambos se perdieron en la oscuridad de la noche para siempre.

FIN.