PAMELA, EL MASTIN Y JIM. (parte 3).

Esa noche, Jim soñó que finalmente se cogía a Pamela, subiéndola sobre su parada verga. En su sueño, el hombre se encontraba a punto de eyacular de nuevo, cuando observó que el animal, se montaba detrás de la mujer, y la ensartaba violentamente; haciéndola aullar de placer, disfrutando ella, de tan inusual sándwich, entre su can, y el hombre

Después de una semana de haber ido con el psicoanalista, Jim había decidido cambiarse a otro departamento que se encontraba en renta, por el mismo vecindario en el que ahora vivía, pero por sanidad mental (como el mismo decía), más alejado del departamento de Pamela. Jim, temía a la mujer, debido a los intensos dramas sexuales, que había observado entre ella y su enorme perro; pero principalmente, por las fuertes emociones despertadas en el mismo, que incluso, a la fecha, no había identificado de manera clara. El hombre, ya no sufría alucinaciones; pero tenía pavor volver a presentarlas. Él estaba evitando a toda costa, tener cualquier encuentro con su bella vecina, aunque este fuera de lejos.

Encontró en el mismo vecindario, un bello departamento, con vista al inmenso parque, en donde después de haber conocido a Pamela, él también iba en las tardes a trotar; sabiendo que, a esa hora, era improbable que Pamela fuera al parque.

Durante ciertas noches, Jim manifestaba sueños vívidos con Pamela; durante los cuales, el hombre presentaba episodios de eyaculaciones nocturnas, y cuando no las presentaba, al despertarse a media madrugada, se masturbaba intensamente. Sufría de una tremenda fijación erótica con aquella bella dama; a pesar de no considerarla una mujer adecuada para contraer matrimonio con ella.

Cierta tarde, estando sentado en una banca del parque descansando, a lo lejos, creyó verla venir trotando con su perro mastín; y velozmente, Jim, fue a ocultarse detrás de unos arbustos, dejando transcurrir el tiempo suficiente, para que ella se alejara. En el instante en que salía de atrás de los matorrales, Jim, observo aterrado, la presencia del inconfundible mastín perteneciente a Pamela, observándolo fijamente a los ojos. Jim, lamentó no llevar consigo esa tarde, aquel enorme bastón con una filosa y larga navaja oculta en su interior, con el cual, no hubiera tenido ningún empacho en atravesar al enorme animal.

En eso, Jim escuchó un breve pero fuerte silbido, y observó al mastín, girar y alejarse; pero el permaneció oculto. Unos segundos después, apareció Pamela; esta vez muy sonriente, contrario a como Jim la había observado antes, sujetando al enorme can de la correa. Jim estaba atónito, creía observar en la sonrisa de la bella mujer, la de una persona sádica, que estaba jugando con la crisis emocional que lo afectaba.

El, muy a su pesar, en ese instante, se sentía como un endeble conejillo; presto para ser destrozado y devorado por el enorme mastín, y se odiaba a sí mismo, y a la mujer también, debido al control que sentía que ella ejercía sobre su persona; y a su vez, odiaba al maldito perro.

Pamela continuaba sonriendo a Jim, mientras este, se encontraba muy confundido con su rara conducta actual. Empezó a sufrir una taquicardia y a sudar; la boca la sentía muy seca y pastosa, y en ese instante, recordó las palabras del psiquiatra:

-       Jim: Trata de evitar a la señora, mientras no te encuentres psicológicamente fortalecido.

Pamela, noto el estado alterado de Jim; e inesperadamente, lo tomo de ambas manos, y en un gesto de comprensión y cariño, las llevo a su propio pecho, a la vez que lo observaba a los ojos. Jim, ya no pudo más, y temblando, se arrojó a llorar como un niño.

Rato después, a la luz opalescente del sol que empezaba a ocultarse, ambos estaban sentados en una banca del parque, pegados hombro con hombro; sosteniendo Pamela aun, una de las manos de Jim, observando silenciosos, las hojas de otoño arrastradas por la leve brisa. Frente a ellos, una dama mayor, estaba sentada con un perro pequeño, de esos denominados falderos; el cual, ladraba constante y estridentemente hacia el perro mastín de Pamela.

-       Que horrible animal tan escandaloso-dijo Jim- dan ganas de ahorcarlo…

-       Está gritando cosas que lo tienen inconforme, respondió Pamela…

-       ¿Como? Respondió Jim asombrado.

Ante los ladridos cada vez más intensos del perrito faldero, Pamela, colocándose de pie, fue hasta donde estaba la dama y el escandaloso animalito; ante la mirada sorprendida de Jim. Esta dama, era una enorme mujer blanca, con tremendas nalgas, desparramadas en la banca del jardín; con una barriga prominente, y gruesas piernas; quien observo a Pamela que se acercaba, entre el escándalo casi incontrolable del animalito, y en ese instante, Pamela agachándose peligrosamente cerca, dijo algo al animal; haciendo que este callara de inmediato. Tanto la dueña, como Jim, y otros testigos cercanos, se encontraban muy sorprendidos.

Pamela le pidió a la estupefacta señora, le permitiera sostener entre sus brazos al animal; mientras que el mastín, solo observaba la escena sentado al lado de Jim, y la rolliza dama, lo hizo muy complacida. Acto seguido, Pamela llevo al pequeño animal, detrás de unos arbustos, y a los 5 minutos aproximadamente, regreso con este, y ante el asombro de Jim y de la dueña del perrito, Pamela lo acurrucó con su enorme mastín, lamiéndose ambos afectuosamente.

Una vez que Pamela regreso al perrito a su dueña, le susurro algo al oído a ella, a la vez que la regordeta dama, abría desmesuradamente la boca, y pelaba los ojos, en señal de gran asombro, ante lo que pamela le decía; y se puso de pie rápidamente, reanudando su camino, mientras volteaba a ver a Pamela, exclamando:

-       ¿Cómo se atreve? ¿Cómo se atreve?

Y moviendo su voluminoso trasero, se perdió de vista; lo más rápido que ella pudo. Jim, sumamente admirado ante los hechos, preguntó:

-       ¿Qué cosa le has dicho?

Pamela, mediante aquella sonrisa angelical, hasta el momento desconocida para Jim, respondió:

-       Nada…

Los días transcurrieron, y Jim, fantaseaba con volver a encontrarse a Pamela, imaginando iniciar una relación amorosa con ella. De tal manera, se toparon una tarde, de nueva cuenta en el parque, y quedaron en salir de nuevo al bar a donde habían ido aquella vez. Jim, le habló al médico psiquiatra, quien le advirtió:

-       Jim: No creo que sea una buena idea salir ahorita, con esa mujer…

Durante la cita, hablaron de mil cosas sin sentido; se rieron, compartieron gustos afines por la música clásica, el jazz, el rock; los libros y el teatro. De camino a casa en la madrugada, Jim la acompaño escaleras arriba de los departamentos que tan bien conocía este; y faltando 3 escalones para llegar a la puerta de Pamela, ella de súbito, besó a Jim apasionadamente en la boca; y acto seguido, ella se sentó en las escaleras, y dejando a Jim dos escalones abajo, empezó a bajar la cremallera del pantalón de este, iniciando a mamar y a chupar glotonamente, la ya para entonces, parada verga de Jim.

El hombre, no podía dar crédito a tanta belleza, e intentaba cogerse a Pamela en las escaleras; pero esta no estaba dispuesta a dejar de mamarlo. Sin poderlo evitar, debido a tantas semanas de abstinencia sexual, y ante el apasionamiento de aquella tremenda mamada propinada por la atractiva mujer, el hombre explotó mediante un grito, arrojando una espesa y gran cantidad de semen, en la boquita de ella; quien había sido capaz de tragarse toda la longaniza de Jim hasta topar con los vellos púbicos, sin hacer gestos. Pamela, deglutió todo el semen del hombre. Y lo despidió con un tremendo beso en la boca.

Lo más extraordinario de este encuentro, habían sido los aullidos y ladridos del mastín de Pamela, resguardado en el interior del departamento, desde el preciso instante, en que su dueña, y Jim, habían iniciado a besarse. El hombre no era capaz de disimular sentir un gran placer de triunfo, tanto por lo realizado sexualmente con la bella mujer, como por haberse burlado del mastín. Antes de retirarse, vio cuando Pamela abrió la puerta de su domicilio, y muy impresionado, observó la manera como el mastín, agresivamente, procedía a mordisquear levemente a la mujer de las muñecas; intentado meterla arrastrando al domicilio; y vio como el enorme animal, derribaba a Pamela de bruces, debido a la tremenda fuerza de su enorme cuerpo sobre la espalda de ella, intentando montarla sexualmente; y antes de que Pamela cerrara la puerta, impulsándola con uno de sus pies, Jim la escuchó gritar sollozante:

-       No amor…perdóname por favor; te lo suplico.

Todo aquello, representaba algo bizarro y difícil de aceptar de parte de Jim; y no atinaba si retirarse, o tratar de ver o escuchar lo que sucedía, y penetrar al domicilio de ella, en un intento de “rescatarla”; aunque sabía que quizá aquella actitud de entrar al rescate de una doncella, no iba a ser bien visto por Pamela, y mejor desistió; pero de nuevo, atravesó por la mente de Jim, destripar al perro.

….

Esa noche, Jim soñó que finalmente se cogía a Pamela, subiéndola sobre su parada verga. En su sueño, el hombre se encontraba a punto de eyacular de nuevo, cuando observó que el animal, se montaba detrás de la mujer, y la ensartaba violentamente; haciéndola aullar de placer, disfrutando ella, de tan inusual sándwich, entre su can, y el hombre. Entre la penumbra distorsionada de la pesadilla, el aterrado Jim, observaba, al animal, viéndolo con sus ojos rojos, bombeándose a su ama; y pelando los dientes a Jim. En el instante cuando el animal extraía su enorme verga del interior de Pamela, el hombre se despertó sudando a chorros.

….

Transcurrieron varios días, sin que Pamela diera señales de vida de nuevo; mientras que Jim, tampoco se había atrevido a ir a buscarla, hasta que una tarde, el la observó a lo lejos; en medio de una alegre conversación con la dama del perrito con quien se habían encontrado ambos en el parque. Esto se trataba de algo sorpresivo como inesperado, ya que la señora del tremendo culo, se había retirado aquella tarde del parque, aparentemente muy molesta. ¿Qué era lo que ahora estaba ocurriendo? Se preguntaba Jim desconcertado.

Jim, decidió hacerse el aparecido con ambas mujeres; la dama culona del perrito faldero, respondió escuetamente a su saludo, viendo a Jim, de arriba abajo, a la vez que Pamela, le sonreía amablemente, sin dejarlo de sorprender con su ahora, actitud amistosa. Pamela se despidió de la frondosa mujer, y enseguida, se concentró en Jim. Y para gran satisfacción romántica de este, Pamela lo tomó de la mano, y ambos caminaron a un bar que estaba cerca; y ahí, la sensual mujer, le dijo:

-       ¿Quieres ver algo, pero prometes no escandalizarte?

-       Desde luego, respondió Jim.

Pamela, mostro a Jim un video; en donde aparecía una dama grande, con un antifaz, y un corsé de terciopelo negro, el cual sujetaba su enorme panza, y con su tremendo trasero apuntando hacia arriba, mujer a quien Jim, le pareció que era la dama del perrito faldero; siendo penetrada por un enorme perro, pero por prudencia, no realizó pregunta alguna.

La mujer, externaba grandes chillidos, particularmente cuando el can de raza gran danés, intentaba extraer la enorme bola atrapada en su agujero anal, como del tamaño de un puño de un hombre adulto, según observo Jim, cuando finalmente el enorme perro, extrajo su enorme verga. Bajo del cuerpo de la dama gorda, en el video aparecía otra mujer, no identificada, dando lengüetazos sobre el clítoris de aquella.

Resultaba evidente que Pamela, de alguna manera, había logrado convencer a aquella mujer, de entrar al círculo de los amantes de la zoofilia. A Jim, le resultaba increíble reconocer el enorme poder de convencimiento de Pamela; y no se podía explicar, los argumentos empleados para lograrlo en tan escaso tiempo, y sobre todo, luego de haber tenido aquella desavenencia con la mujer, en el parque. Entre todo aquello, continuaba siendo un misterio, la manera casi mágica, como Pamela había tranquilizado al perro faldero; y también, lo que ella le dijera aquella tarde, a lo obesa mujer.

Después de la tremenda clavada que le propiciara el enorme perro a la dama del parque, apareció en escena el perrito faldero recostado boca arriba, mientras que la señora obesa, y otra mujer con un antifaz de perro, lamian ávidamente la parada verga del perrito faldero; hasta que este, terminó arrojando chorros de leche, como una fuente de agua, el cual, la cual era atrapada por las dos bocas femeninas.

Evidentemente Jim, nunca tocaba el tema de lo que él había observado entre el mastín, y Pamela; no deseaba estropear la frágil relación; ya que su infatuación erótica por ella, iba en aumento, hasta casi hacerse insoportable.

Continuara: PARTE 4: Pamela inicia a Jim en la zoofilia.