PAMELA, EL MASTIN Y JIM. (parte 2).

Lo que el hombre observó, lo dejo perplejo; causándole una gran impresión emocional: En el suelo de la cocina de Pamela, y a escasos dos metros de distancia, el animal sujetaba con el hocico, los cabellos de su ama; dándole fuertes metidas con su enorme verga, dentro de la vagina de ella, la cual chasqueaba entre una metida y otra, y escurriendo semen por sus bellos muslos, en enormes cantidades.

Retirándose los lentes oscuros, Pamela observó detenidamente a Jim, quien muy nervioso, titubeaba dirigiéndose a la atractiva dama y vecina suya. Jim, no era ningún experto en invitar a mujeres a salir, se trataba de un hombre solitario, con muy escasas relaciones con mujeres, y con antecedentes de un matrimonio fallido; y, no obstante, se encontraba decidido a invitar a su atractiva vecina Pamela a salir. Jim, sentía una enorme atracción física hacia ella; y, sobre todo, por aquello que observara cuando su vecina, fuera poseída sexualmente por su perro; lo cual, se había convertido en una creciente obsesión que, desde entonces, ya no le permitía a Jim, ni trabajar ni dormir adecuadamente.

Pamela, viendo a Jim, manteniendo un rostro sereno e inexpresivo, casi como una máscara, chasqueó sus dedos, ordenando con ello al can, que se tirara dócilmente a sus pies. Jim, no dejaba de pensar acerca de la impresionante belleza y seguridad de la mujer; lo cual le producía una mayor infatuación erótica, y ella preguntó.

-          ¿En qué le puedo servir vecino?

Jim tragaba saliva, y no atinaba que responder. Lo único que deseaba era salir huyendo, ante la impresionante mujer, que aquella mañana, llevaba un pants deportivo, de color fucsia de lycra, muy entallado; que delineaba atractivamente el trasero de la dama, mientras que por enfrente, se marcaba perfectamente su pubis. Sus pechos, amenazaban con romper la blusa blanca deportiva.

Jim, empezó a temblar levemente; sin saber que decir, bajando sus ojos.

La mujer retiró sus grandes lentes oscuros, y Jim, observó sus ojos aceitunados, exquisitamente pintados de sus parpados y pestañas; y una boca pintada de rojo, que incrementaba aún más, su piel morena clara. El cabello negro ondulado, estaba correctamente fijo por una pañoleta vistosa.

Jim enmudeció…y entonces Pamela, se dio un palmazo sobre uno de sus fuertes muslos, y el ruido, hizo que el perro, como un rayo, se colocara de pie; observando fijamente a Jim, quien sintió el peso de aquella mirada, pero sin gruñirle ni ladrarle; y la mujer dijo:

-          Con permiso vecino…tengo muchas tareas que hacer hoy.

Y el hombre, permaneció sintiéndose el más estúpido sobre la faz de la tierra; mientras que la grácil figura de Pamela, se alejaba escaleras abajo, de los lujosos departamentos donde habitaban ambos; colocándose sus lentes oscuros en el transcurso.

Jim, sin comprender la razón de sus actos, empecinadamente la siguió; viéndola trotar, por los diversos caminitos del enorme parque. El hombre, observaba lleno de excitación morbosa, como rebotaban levemente las nalgas y tetas de la mujer; quien llevaba a su perro, sujeto por una correa. Mientras tanto Jim, iba detrás de ella a distancia prudente, para evitar ser descubierto por Pamela.

En cierto momento, Pamela se sentó en una banca del hermoso parque, y el vecino, espiándola oculto detrás de un roble, vio que un joven atlético, y muy bien parecido, se sentaba junto a ella, plantándole un beso en la boca; y ambos estuvieron alegremente charlando; fue la única vez que Jim, la viera sonreír amablemente durante todos los meses de conocerla; hasta que en determinado momento, ella de nuevo se puso de pie, y  despidiéndose del hombre, reinició su trote.

Ella, aceleró su carrera; y Jim, sin tener condición física apropiada, iba arrojando los bofes, pero sin detenerse, decidiéndose a seguirla caminando, muy fatigado, con el riesgo de perderla de vista. No obstante, en la subida de una pequeña loma, Jim precisamente la perdió de vista; buscándola con la mirada, por todos los rincones del inmenso parque. De súbito, Pamela apareció saliendo de atrás de un árbol, quedando a escasos centímetros del hombre. Este, pegó un brinco muy asustado, a la vez que ella, le dijo:

-          ¿Porque me sigues?

Y titubeando, el hombre se quedó callado, avergonzado, y sin saber que responder. Jim, bajó apenado su vista, y entonces ella, sonrió divertida por segunda ocasión; iluminando al mundo, con sus dientes blancos y perfectos. Y dijo:

-          ¿Quieres invitarme a tomar una copa en la noche?

Jim, estupefacto, no cabía de alegría. Sin embargo, Pamela se había negado a proporcionarle el número de su móvil, argumentando que no se lo sabía de memoria, y de nuevo reanudó su carrera por el parque, dejando a Jim, de pie, viéndola partir, llevando a su perro.

Llegada la noche, Jim vistió de traje, para llevar a la dama, a un sitio elegante y costoso. Ella, lo recibió a la puerta de su departamento; llevaba medias y una falda negra exquisitamente corta de piel; una blusa roja transparente, con un sostén, también muy transparente como de papel de china, de color rojo debajo; a través de los cuales, se esbozaban discretamente los parados pezones de la dama. Jim, recobro un poco la estabilidad emocional, y estuvo platicando largo y tendido con la mujer, dentro de aquel lujoso bar, donde algunos hombres, observaban a la bella dama, quizá envidiando a Jim, lo cual lo hacía sentirse muy bien a este; pero sospechaba que ella, no se encontraba para nada interesada en su plática; y cuando Jim, le pedía que ahora ella participara contando algo de su vida, ella decía:

-          Te estoy escuchando atentamente.

Sorpresivamente, Pamela propuso al sorprendido individuo, irse a un hotel; Jim no podía dar crédito a aquel gesto inesperado de parte de ella; pero en realidad, no sabía de que manera debía comportarse ante una extraordinaria mujer como aquella; y en el camino, antes de llegar, el hombre sudaba ante la posibilidad de llegar a fallar sexualmente. Mientras el manejaba, Pamela se subió la entallada falda de piel, luchando contra sus hermosos muslos, e introduciéndose los dedos por entre las bragas, ella mostró al impresionado vecino, una bella pantaleta roja, trasparente, y con un ligero también rojo, de tres ligas, e inició a masturbarse frenéticamente. Ella, gritando muy fuerte, tuvo un intenso orgasmo; y enseguida, extrajo sus dedos empapados de líquido vaginal, y los introdujo en la boca del sorprendido Jim, quien los succionaba ávidamente, como un cachorro, a la vez que continuaba conduciendo su auto.

Al llegar al elegante cuarto del hotel, Pamela dijo que iba al baño; mientras que Jim, luchaba por destapar una botella de fino champagne. En unos minutos, la dama apareció solo con la fina pantaleta roja trasparente, dejando ver, un pequeño conglomerado de vellos púbicos, cuidadosamente recortados; y debajo de estas bragas, llevaba el liguero de satín de tres ligas, también rojo, sujetando unas medias de lycra negras, mientras que las tetas, estaban expuestas libremente.

El vecino, no era capaz de creer lo que sus ojos veían; la escultural figura de tan deseada mujer, se encontraba a unos metros de sus manos y de su boca. Una tremenda erección, estaba casi rompiendo los calzones del hombre. Súbitamente, timbró el móvil de Pamela, y escuchando ella lo que le decían, informo a Jim:

-          Debo salir de inmediato, requieren de mi presencia urgentemente en mi trabajo.

Sin agregar nada más, ella se vistió, saliendo disparada del hotel.

Jim quedo pasmado, sin saber que conducta tomar. Estuvo un rato viendo porno en la televisión, se masturbó; y finalmente salió del hotel, con un profundo sentimiento de frustración. En los días subsecuentes, Jim esperaba, que al menos, Pamela le diera una explicación, pero ella nunca dio señales de intentar hacerlo. Ella entraba y salía de su departamento, y si acaso alcanzaba a ver la presencia de Jim, lo saludaba escuetamente, con un movimiento de mano, y luego, ella se iba; igual si lo encontraba en la calle, siguiendo su camino como si nada hubiera ocurrido.

Jim, no alcanzaba a creer, que ni siquiera hubiera podido tocar a Pamela, ni un solo beso logro arrancarle; mucho menos una buena tocada de nalgas, piernas, o una mamada de tetas.

Jim, estuvo cierta noche bebiendo solo en casa, y dándose valor con esto, acudió al departamento de la vecina, cuando la escuchó llegar en la noche; y tocando a su puerta, ella le abrió, correctamente y sensualmente vestida como siempre andaba, y entonces Jim le dijo en tono de reproche:

-          Tal parece que: en lugar de haber dejado a un ser humano botado, y sin mayores explicaciones, en un cuarto de hotel, hubieses abandonado a un animal cualquiera…

Entonando sus ojos, Pamela sin hacer ningún otro movimiento en su cara, le interrogó:

-          ¿Y con cuál animal te compararías?

Jim se quedó callado sorprendido, ya que la respuesta inesperada y cínica de la dama, le cayó como agua helada, precisamente por la frialdad de la conducta de ella; un sentimiento de rabia iba creciendo dentro de Jim, jamás había pensado en una humillación tal, de parte de nadie. Pamela, continuaba observando fijamente a su vecino, sin parpadear; recordándole a Jim en ese momento, en cuanto a su fría mirada, a la que el observó en el perro de ella, aquella ocasión, cuando intercambiaron palabras escuetamente; mientras que ella dijo:

-          Cuando sepas definir que tipo de animal hubieras sido, me lo dices…

Cerrando la puerta delicadamente. Jim, estaba temblando de rabia, y gritó desde afuera:

-          Vete a la mierda, maldita arrogante…

A la semana después del incidente, Pamela y Jim se encontraron en la calle de nuevo, y ella lo detuvo con un gesto de su mano; el vecino, había jurado no volver siquiera a saludar a la bella mujer, y mientras el, la observaba con rencor, ella preguntó seriamente:

-          ¿Ya sabes que animal abandonado eras aquel día?

Jim, temblando de rabia, ante la altanera postura de la mujer, le gritó:

-          Un enorme perro: maldita perra arrogante… para atravesarte con todas mis fuerzas, por tu vagina y por tu redondo trasero… (recordando lo que Jim había observado).

-          Interesante…respondió Pamela a secas…

En seguida, Jim se arrepintió de su exabrupto, y balbuceo:

-          Perdón…

Pamela pareció no escucharlo, y despidiéndose amablemente, y sin ningún tipo de cambio en su rostro como de palo, siguió su camino con su inseparable perro, que parecía burlarse de Jim.

Esa madrugada, Jim fue despertado por los gritos sofocados de una mujer en la lejanía, y creyó distinguir la voz de Pamela, entre lloriqueos amorosos, diciendo a alguien:

-           “te amo” “te amo”

Para luego dar paso a suplicas de perdón, y de gritos escandalosos, solicitando aparentemente, más cantidad de embestidas sexuales; expresando palabras vulgares, cada vez más alto.

Jim, pegó un salto de la cama, y en calzoncillos, salió a hurtadillas, al pasillo común de ambos departamentos; y observó la ventana de la cocina de Pamela, abierta de par en par, y con las cortinas totalmente descubiertas.

Lo que el hombre observó, lo dejo perplejo; causándole una gran impresión emocional: En el suelo de la cocina de Pamela, y a escasos dos metros de distancia, el animal sujetaba con el hocico, los cabellos de su ama; dándole fuertes metidas con su enorme verga, dentro de la vagina de ella, la cual chasqueaba entre una metida y otra, y escurriendo semen por sus bellos muslos, en enormes cantidades.

En medio de la impresión por lo que estaba viendo, Jim, se preguntaba, como era que aquella enorme bestia, había aprendido a realizar el acto de jalar a la mujer de las greñas, llenándola toda de babas, y mordisquearla de la espalda y cuello, dejando señales sobre la delicada piel de ella. La cara de Pamela, estaba completamente recostada sobre las frías baldosas de la cocina, sometida por las patas delanteras, y el hocico del animal. Ella gritaba como desquiciada, mientras que Jim, fácilmente adivinaba, que su escándalo, era escuchado más allá del edificio donde ellos vivían.

Repentinamente, el perro volteó a ver a Jim, con la misma frialdad en la mirada, observada por este en Pamela, y en el perro mismo; y el animal, parecía gozar diciendo al vecino:

-           Mira…ella es mi perra, y no tuya…y jamás lo será.

Una rabia asesina se apoderó de Jim, y se imaginaba acuchillando al perro en fiera batalla, mientras que el can, no le quitaba la vista de encima; a la vez que continuaba bombeando a Pamela, entre sus estridentes chillidos de placer de ella. En cierto instante, el animal emitió un extraño sonido por su hocico, y lanzó su cabeza hacia atrás, aparentemente eyaculando mayor cantidad de semen, en las entrañas de su ama; mientras que el alucinado hombre, suponía escuchar al animal diciéndole burlón:

-           Mira imbécil, que rico me la cojo; mientras que tú, eres un miserable patético que vive solo, a expensas de tus solitarias masturbaciones, pobre fracasado…

El perro, y Pamela, quedaron pegados un buen rato trasero con trasero, a la vez que Jim, arrojaba también, chorros calientes de semen, sobre las plantas que adornaban el pasillo. Jim supo perfectamente, que ella, había planeado todo aquello, con el fin de que el la observara; y arrastrando el hombre, tristemente sus pies, se fue a casa.

Jim, no pudo más; y días después, sin dudarlo, fue con un psicoanalista, a quien contó todo aquello, y acerca del supuesto amor, sentido hacia su bella vecina Pamela; incluyendo la terrible alucinación de escuchar al perro hablándole. Entre otras cosas, el medico explico a Jim, que la zoofilia, era una manera atípica de tener sexo, pero que ya no se debía emplear el termino anormal; pero le advirtió también, acerca del supuesto amor, que Jim sentía por aquella mujer, quien aparentemente, era tremendamente fría y calculadora; y, además, externó su preocupación profesional, ante las alucinaciones de Jim, sugiriéndole que le avisara si acaso se volvían a repetir; prescribiéndole unos medicamentos para dormir, sugiriéndole que mientras tanto, evitara a la mujer, hasta llegar a fortalecerse un poco, mediante terapia psicoanalítica.

(continuara):