PAMELA, EL MASTIN Y JIM. (parte 1).

Se escuchó un chasquido como quien despedaza un pollo, y otro grito de ella; mientras que Pamela, tirada sobre sus pechos, y respirando agitadamente, con el trasero para arriba, expulsaba grandes cantidades de semen por la vagina.

Era una bola inmensa, atorada en Pamela; mientras ella aullaba, agitando su bella cabellera ondulada de color castaño de un lado a otro. Su vecino Jim, fue a ver por la ventana abierta, si la mujer necesitaba ayuda; y, casi infartado de la impresión, observo al enorme mastín arrastrándola por la sala. Se escuchó un chasquido como quien despedaza un pollo, y otro grito de ella; mientras que Pamela, tirada sobre sus pechos, y respirando agitadamente, con el trasero para arriba, expulsaba grandes cantidades de semen por la vagina.

El animal observaba a su ama Pamela, con su enorme verga punzando, y aun arrojando gotas de leche al suelo. Ella, deseaba que el animal le diera más, e impulsaba su trasero suplicante hacia este; y como si el perro comprendiera, la volvió a montar, ante la vista incrédula y excitada de Jim.

En esta ocasión, el perro la abotono por el trasero, dando vigorosos bombazos, y tras unos 4 minutos, el animal se detuvo y se giró quedando pegado a la bella mujer; y la enorme bola, esta vez tardo mayor tiempo en ser expulsada del culo de ella, entre alaridos intensos de Pamela.

Jim el vecino, observaba oculto y atónito la escena, y los gestos de dolor y de placer de su vecina, mientras creía que: aquella bola de carne, similar a una pelota de soft ball, atrapada dentro del culo de Pamela, iba a partirla en dos.

La mujer, pujaba por efectos de los intensos orgasmos que continuaba presentando; mientras el macho jalaba fuertemente, con la intensión de extraer aquella monstruosidad, mientras ella misma, se frotaba como loca su clítoris; hasta que, al fin, después de casi 20 minutos de estar pegados, la inmensa tranca, salió brutalmente de dentro de ella, entre gritos de dolor y calentura; y Pamela, permaneció casi desmayada tirada en la alfombra, temblando como si tuviera mucho frio; mientras Jim, arrojaba su semen de pie, por fuera de la ventana, observando como el perro, gimiendo, como consolando a su ama, lamia tiernamente, todo el trasero de ella, y parte de su vagina.

Pamela, jamás le dirigía la palabra a nadie en el vecindario, y únicamente, salía a correr con sus hermosos pantalones de lycra negros, que se ceñían a su trasero, y marcaban su concha por enfrente; llevando a su enorme mastín sujeto con una correa; con una pañoleta de seda sobre su fastuoso pelo ondulado, y unos lentes negros enormes, y una blusa blanca ceñida, con sus tetas rebotando alegremente. Las vecinas la odiaban, mientras que los hombres la deseaban.

Jim, aparte del educado saludo de parte de ella, siempre fue prácticamente ignorado; y jamás se atrevió a dirigirle la palabra a Pamela. Varias veces, busco poderla ver de nuevo cogiendo con su mastín, pero hubo de conformarse solo con escucharla coger deliciosamente con el animal, mientras que el, explotaba masturbándose.

Cierta vez, Jim observó que Pamela, llegaba a su bonito departamento con su perro mastín y con otro perro gran danés. De inmediato comprendió, lo que estaba a punto de suceder ahí dentro. Desesperadamente, intentaba ver o escuchar algo, pero no tuvo suerte, hasta que: en la madrugada, escucho los excitantes gritos sofocados de la mujer de nuevo, pero tampoco tuvo suerte de poder ver nada, por la ventana esta vez bien cerrada. Jim se masturbo desquiciadamente, recargado sobre la ventana de ella, imaginando a los dos fuertes animales, disputándose a la perra, mientras que ella, con la cola para arriba, disfrutaba con la lucha entre los dos machos, hasta que, al fin, uno de ellos, la había traspasado, siguiéndole rápidamente el otro, en cuanto el primero se desentrampaba de la bella Pamela. Imaginaba verla revolcándose de placer, y gritando llena de leche.

Jim, casi a punto de volverse loco, y de reventar de tanta imaginación y calentura; e incapaz de contenerse por mayor tiempo, cierta mañana, detuvo a Pamela, y con lagrimas en los ojos, le suplico… (continuara).