Palabras Mágicas 8
Vemos el día a día de Jimmy con su familia después de unos meses. Además, podemos empezar a atisbar dónde ha estado Astrid ejerciendo como Mimy Pink durante ese tiempo de ausencia.
_ Sí… yo también te hecho de menos, Jimmy. _ Susurraba la voz de Astrid, dulce, como una caricia. _ Por desgracia aún no puedo volver.
_ Han pasado seis meses, Astrid. _ Gruñó Jimmy. _ No voy a tolerar que.
_ Jimmy, no está en tus manos. _ Astrid sonó repentinamente seria. _ No te inmiscuyas en esto… por favor.
_ Ah… está bien. _ Claudicó.
_ ¿Qué tal va tu encantadora familia? _ Cambió de tema, ágilmente. Jimmy sonrió.
_ Todo de acuerdo a los planes. _ Dijo él. _ Me sorprende lo bien que funciona. Hace una semana llegaron los nuevos carnets para mis padres. Su cambio de nombre ya es legal.
_ Magnífico, recibirás el nuevo cargamento el viernes. _ Astrid suavizó el tono. _ De verdad, tengo muchas ganas de volver a verte… iré en cuanto pueda. Hasta pronto mi amor.
_ Hasta pronto, Astrid. _ Jimmy colgó de mala gana, dejó el teléfono y miró a su lado.
Sarah aún dormía. La muchacha estaba increíblemente cambiada. Su rostro estaba adornado con un maquillaje permanente que marcaba sus labios de color negro al igual que sus ojos. Llevaba adorados el cuello y las muñecas con un colgante y pulseras de pinchos… adornado el primero con una pequeña placa son su nombre. Sin embargo, los cambios en su vestuario eran ridículos comparados con sus cambios físicos.
Sus piernas habían crecido y se habían estilizado, y su culo era mucho más redondo y relleno. Y sus tetas, que ya de por sí habían sido siempre grandes, habían alcanzado un tamaño gigantesco. Por alguna razón, eso no le producía dolor de espalda. Lo que sí que empezaba a producirlos, sin embargo, era la barriga hinchada producto de un embarazo que estaba rozando el inicio del quinto mes.
Por esto mismo los pezones de la muchacha estaban hinchados y leche manaba de ellos bajo los piercings que atravesaban sus pezones, a juego con los que llevaba en la parte superior de la oreja y en la nariz. Su cabello había pasado de un casual y común azabache a un rosa chicle que llamaba mucho la atención.
Jimmy no estaba preocupado por haber embarazado a su hermana, es más, le hacía bastante ilusión porque sus padres ser harían cargo de convertir a su hijo o hija en otro más de sus siervos o siervas. Lo cierto es que prefería a una hija, porque algún día sus padres y hermana le aburrirían y necesitaría un coño nuevo en el que meterla. ¿Qué mejor que una zorra educada desde su nacimiento para servirle?
Ese pensamiento se la puso dura como una roca. Y el efecto en Sarah fue instantáneo. Las aletas de la nariz se le inflamaron mientras, como un depredador, su sentido del olfato la despertó. Abrió los ojos con una sonrisa bobalicona y miró a Jimmy como si fuera un dios.
_ Buenos días, Hermanito… ¿Qué te apetece esta mañana? _ Le preguntó, con voz melosa.
_ Creo que de aquí a un mes te va a costar moverte con esa barriga tuya, así que aprovechemos mientras puedas… anal, de espaldas.
_ Como quieras, Hermanito mío.
Sarah se colocó como le habían ordenado, de espaldas a él. De esa forma, Jimmy podía apreciar bien los tatuajes de su hermana. En el brazo derecho llevaba la imagen de una sirena pin up en topless, que le realizaba una mamada a un hombre trajeado que se había bajado los pantalones delante de ella. La sirena tenía el rostro de la propia Sarah, con la misma expresión de vicio que le había mostrado al tatuador cuando le había hecho una mamada como parte del pago por su servicio.
Pero sin lugar a dudas, el tatuaje favorito de Jimmy, y la razón por la que ignoraba el gran busto de su hermana y le pedía que se lo follase de espaldas, era el que se encontraba justo sobre las nalgas. En letra estilizada y con brillos rosas, el tatuaje entintado de color negro rezaba “Bro’s Little Fuctoy”. Una señal más que clara y evidente de lo que Sarah era, y una imagen capaz de hacer que Jimmy se pusiera cachondo cada vez que la veía.
El muchacho se dio cuenta de que su hermana, en su ansia, una vez más se había olvidado del lubricante, o eso pensó hasta que vio cómo Sarah literalmente empezaba a chorrear sobre su polla. Acababa de tener un orgasmo a pesar de que su clítoris no había sido tocado.
Empapó generosamente la polla que adoraba con su flujo y se empapó el culo. Lejos quedaba ya aquella primera vez en la que había tenido que usar ingentes cantidades de lubricante. El culo de Sarah, de hecho, se había amoldado ya perfectamente a la polla de Jimmy y encajaba en su interior como un guante.
La muchacha ya no botaba de forma entusiasta sobre la polla de su hermano, si no que marcaba perfectamente el ritmo para que Jimmy sintiese el máximo placer posible. Jimmy le dio un par de azotes, pero cuando escuchó su móvil pareció olvidarse por completo de ella.
Mientras Sarah hacía su mejor esfuerzo por complacerlo, Jimmy cogió su teléfono y revisó las notificaciones. Una sonrisa apareció en su rostro.
_ Sarah… esta tarde tenemos partida de rol… así que guarda tus energías.
_ Oh, joder, sí… me encanta el rol. _ gruñó la muchacha, acelerando el ritmo al que embestía.
Sarah no tardó mucho en hacer correr a Jimmy, lo que, debido a su condicionamiento, provocó que ella se corriese, lanzando un chorro de flujos y… dos pequeños chorros de leche a través de sus pezones.
La muchacha se deslizó por la cama y Jimmy se acercó a los pechos para beberse aquella leche. Sarah dejó escapar una risita, su hermano le hacía cosquillas. Le acarició el pelo y dejó escapar un suspiro. Se sentía tan feliz.
_ Te quiero, Hermanito. _ Susurró, con un ronroneo.
La puerta del cuarto se abrió y Fred entró por la puerta con la bandeja del desayuno. Ella sí que estaba cambiada, lo que le había ocurrido a su hija eran cambios menores comparados con los suyos. Y es que nadie en su sano juicio diría que, en algún momento de su vida, la persona que había entrado en la habitación había sido un hombre.
Tenía la piel morena y el cabello de un llamativo color dorado… y un cuervo voluptuoso y extremadamente femenino. Iba ataviada sólo con un delantal y una diadema. Su rostro era extremadamente dulce y la hacía parecer incluso más joven. Tampoco llevaba ya relleno. No era necesario porque tenía dos buenas tetas de apariencia bastante natural que En aquel momento sujetaban la bandeja de desayuno que llevaba.
Había entrado en la habitación contoneando su más que generoso culo y dejó la bandeja en la mesilla, Se acercó y le dio un beso en la frente a Sarah antes de inclinarse sobre Jimmy y comerle la boca directamente.
Al principio a Jimmy le daba cierto reparo besar a su antiguo padre, pero cuanto más femenina resultaba, menos reparos había tenido para con ella.
_ Buenos días, Ginger. _ La saludó.
Ella sonrió, feliz de que la llamara por su nombre. El que, desde hacía aquella semana, figuraba en su documento de identidad. Le dio un azote en el culo y ella soltó una risita muy femenina.
_ Buenos días, mi hijito predilecto. _ Sonrió, maternal. _ Os he hecho tortitas y zumo de naranja. No quiero yo que mis niños pasen hambre… estáis todo el día fornicando y tenéis que estar agotados… además, tengo que mantener alimentado a mi nieto.
_ También tienes que mantener alimentada a tu hija. _ Le recordó Jimmy.
_ Vale… pero no se lo digáis a vuestra madre. _ Susurró con tono confidencial.
A Jimmy aquello le divertía. Era como cuando tu abuela te daba unos billetes a escondidas de tus padres, con la diferencia de que lo que Ginger hizo fue sacarse la polla de debajo del delantal. Su miembro, en aquel cuerpo tan femenino, casi parecía fuera de lugar.
Por suerte. Jimmy le había retirado la “maldición” de la erección permanente, pero apenas necesitó unos mimos de parte de su hija para volver a ponerse como una piedra. Jimmy no les hizo mucho caso, estaba ya muy acostumbrado a ver aquella interacción… aunque no dejaba de divertirlo la forma tan afeminada en la que gritaba Ginger cuando le chupaban la polla.
Cogió la bandeja de desayuno y se entretuvo comiendo mientras el cabeceo de su hermana producía un sonido de succión que había sido casi hipnótico las primeras veces que lo había visto pero al que ya se había acostumbrado.
Ginger finalmente lanzó un quejido y se corrió sin ceremonias. Pero si había alguien que estaba preparada para esa eventualidad, era Sarah, que había aprendido a recoger hasta la última gota de esperma con todos sus agujeros. Resultaba sorprendente cómo en aquel momento no se parecía estar escurriendo nada de entre sus nalgas. Sarah dejó bien limpia la polla de Ginger, se elevó y le dio un abrazo, comiéndole la boca. Gesto al que su madre respondió encantada.
_ Mamá, ¿No vas a llegar tarde? _ Le recordó Jimmy. _ Aún tienes que ducharte y vestirte.
_ Cierto, cariño. Y vosotros también tenéis que hacerlo. _ Miró a Sarah severamente. _ Y no vuelvas a intentar chuparles la polla a los profesores si no quieren. Ni que lo necesitaras para aprobar.
_ Ah, mamá… ya sabes que me ponen las figuras de autoridad. _ Sarah se pasó la lengua por los labios. _ ¿Vamos a la ducha, Hermanito?
Jimmy asintió, apurando su desayuno. Y siguió a su hermana a la ducha, viendo cómo se movían graciosamente esas nalgas. Adoraba su vida.
Ginger se había quitado el delantal y la diadema, y estaba a punto de entrar en la ducha cuando la puerta del lavabo se abrió y su marido hizo acto de presencia. Helena no había cambiado tanto. Seguía teniendo el mismo rostro femenino… pero, sin embargo, bajo sus pechos, apretados por una faja, se habían formado unos pectorales muy marcados. También se podía percibir que sus brazos y piernas estaban en mejor forma física. También estaba desnudo y entre sus piernas era donde estaba la mayor sorpresa.
Su clítoris había crecido hasta alcanzar un tamaño desproporcionado, más propio de una polla. En aquel momento, mientras miraba a su mujer, estaba hinchado y latiendo. Al verlo, Ginger se ruborizó y su propia polla dio un bote muy gracioso.
_ Hueles a polla, Ginger… ¿Has vuelto a dejar que Sarah te la chupe?
_ Yo… sí, John. Es imposible esconderte nada. _ Le dijo, llamándole por su nuevo nombre.
_ Creía que ya habíamos hablado de eso. _ Le dijo él, enfadado. Apretando los puños.
_ Cariño, Jimmy lo ordenó. _ Eso pareció apaciguarlo, pero no demasiado.
_ Deja que te compense… escucha… ¿Quieres que te chupe yo la polla? Sé lo mucho que le gusta eso a mi hombretón.
Ginger sabía muy bien cómo camelarse a John. Porque era un reflejo de sí misma. Sabía que, si apelaba a su hombría, lo conquistaría. Ambos compartían la misma inseguridad sobre su género.
_ A todos los hombres le gusta que su pareja se arrodille y le chupe la polla, Ginger… _ John se quitó la faja y sus pechos se liberaron. Se metió en la ducha y abrió el agua. _ Empieza.
_ Sí cariño. _ Sonrió Ginger.
Lo cierto es que en realidad lo estaba deseando. Ginger sabía bien cómo tratar la “polla” de John. Comenzó dándole leves lametones y aquel clítoris monstruoso siguió creciendo aún más, hasta adquirir el tamaño al que tan bien se había acostumbrado el culo de la rubia.
Se lo metió en la boca con presteza y empezó a chupar. John abrió el agua y empezó a ducharlos a ambos mientras gimoteaba. Su clítoris era extremadamente sensible y Ginger sabía exactamente cómo tratarlo. No llevó mucho tiempo antes de que se corriera violentamente en la cara de su mujer. Ginger estaba preparada y abrió la boca justo a tiempo para tragarse el squirt. John cerró la ducha.
_ Vamos, de espaldas, dame ese culo.
Ginger lanzó una risita coqueta y le dio la espalda, mostrando sus nalgas redondas. John la penetró salvajemente y, como un animal. Empezó a embestir ese culo, provocando que todo el cuerpo de Ginger se moviera, incluida su durísima polla. La rubia lanzó un sonoro grito varios minutos después cuando su polla pareció hincharse y empezó a disparar semen como una ametralladora.
John se miró al espejo del baño. Podía ver a su esposa agachada chupando su propio Semen, pero lo que le llamó la atención fueron sus pechos. Como parte del condicionamiento, no se le pasaba por la cabeza tratar de esconderlos o quitárselos, porque su hijo se la seguía follando como la mujer que había sido y estaba condicionado para aceptar esto como normal, por muy contradictorio que fuera aquello.
Lo que le llamó la atención, sin embargo, fueron los dos chorros de leche que estaban manando de sus pezones. ¿Acaso Jimmy había conseguido embarazarla a pesar de todas las hormonas masculinas que tomaba? Por un lado, se sentía preocupado de ser un hombre embarazado y la vergüenza que suponía. Pero, por otro, sentía un extraño orgullo masculino hacia su hijo por ser todo un semental.
Haciendo esas ideas a un lado, se duchó junto a su esposa, se pusieron ambos la ropa de trabajo y, después de llevar a sus hijos a clase, pues ahora ambos estudiaban en el mismo colegio, John llevó a su mujer a la tienda de ultramarinos en la que trabajaba y se encaminó hacia su despacho. Pensó en que no estaba bien que su hijo le prestase el coche mientras el suyo estaba para el arrastre. Se acarició la barbilla, buscando una barba que se negaba a salir y pensó que quizá tuvieran que comprar un nuevo.
Jimmy en cambio, se pasaba las clases distraído, si no fuera por su hermana, probablemente estuviera suspendiendo. No se quitaba a Astrid de la cabeza. Era genial tener a ambos padres y a Sarah convertidos en sus putas serviles… pero extrañaba a la diosa sexual de la que, en cierta forma, se había enamorado. Se había enamorado de sus perversiones y de la monstruosa identidad que le había creado, así como de sus curvas, pero amaba eso. Y no dejaba de preguntarse qué habría sido de ella.
5 meses antes
Howard Jenkins era un hombre muy poderoso. Era dueño de una naviera y gestionaba un cantidad de capital que resultaba absurda. Sin embargo, nadie se preguntaba por qué a sus cuarenta años, siendo el partidazo que era, estaba soltero. La respuesta era evidente. Si bien Howard había tenido suerte en lo económico, no así con la genética. Era un hombre feo, con el pelo mal repartido a mechones pues la mayor parte de la cabeza era calva. Era obeso y tenía un rostro que ni su madre había encontrado bello. También parecía ser demasiado grande, malformado.
Lo peor era que, llegado cierto punto, había abrazado lo repugnante que era y había decidido dejar de ducharse regularmente o higienizarse de ninguna manera. Lo más probable es que de no ser porque le gustaba pasar el rato en su piscina privada, tuviera una gran capa de mierda cubriéndole. Pero era invierno y el olor corporal que despedía ya empezaba a ser nauseabundo.
Howard no salía de su mansión. Sólo tomaba las decisiones importantes para la empresa y siempre por teléfono o videoconferencia, algo que sus muchos delegados agradecían porque a ninguno le gustaría estar en persona con él.
Era un hombre que solía aburrirse mucho, abusar de sus criadas, todas ellas muy atractivas, tenía un límite. Se aburrió de que todas terminaran pidiendo el despido. Estaba cansado de que no le hicieran ni caso.
Fue entonces cuando empezó a usar internet para cosas ajenas a su trabajo. Al principio buscaba porno común… relatos eróticos. Pero pronto fue insuficiente para sus apetitos. Lo cierto es que sí que había una cosa en la que había tenido suerte en la genética. Su monstruosa polla. Estaba a juego con el resto de su cuerpo y parecía propia de una bestia más que de un hombre.
Habían sido pocas las ocasiones en las que, debido a la presión, algunas de sus criadas habían accedido a follarlo… y todas habían acabado varios meses en silla de ruedas, despedidas e indemnizadas. Por ello normalmente se conformaba con la pornografía y se veía viendo cosas más y más morbosas.
Así fue como acabó llegando a los foros de la Deep web… y de ahí, a los streamings. Fue entonces cuando conoció a Mimi Pink. Aquella chiquilla había despertado algo en él, un encaprichamiento desmedido al punto en que se registró y terminó guardando aquel vínculo en favoritos. Incluso se puso el Nick en su honor, llamándose XxFollaMimy37xX. No, 37 no era su edad, pues él tenía diez años más, pero se negaba a reconocerlo. 37 era el número de pajas que se había hecho en honor a la chiquilla cuando se registró… aunque el conteo era mucho mayor a esas alturas.
Se había dejado grandes sumas de dinero en aquellos Streamings, por lo que no pudo evitar caer en la tentación y había pujado en la lotería de navidad… y por supuesto, había ganado a base de billetera. Ganar implicaba conocer a Mimy en persona y que fuera su esclava sexual durante una semana entera. Dudaba que la chiquilla pudiera aguantar su tranca… pero seguro que le daría las mejores mamadas que había recibido en su vida… además, estaba el morbo. Si eyaculaba sólo por verla obedecer a lo que hacía en sus donaciones… ¿Qué no haría si le obedecía en persona, si le miraba a los ojos y le llamaba “amo”?
Habían pasado varios días desde la finalización del concurso cuando llamaron a su puerta y dejaron una caja en el porche. Nadie llamó a la puerta, ni le pidió que firmaran nada. Simplemente la dejaron allí, y lo agradeció, porque no tuvo que ponerse la bata siquiera. El hombre, desnudo, moviendo su descomunal miembro semierecto en el proceso, metió la caja en casa, con cierta dificultad, lo que le resultó difícil, porque era extrañamente pesada.
Cuando finalmente la abrió, se quedó de piedra. Tumbada sobre una prisión de gomaespuma, con un respirador en los labios y su característica máscara y traje de licra rosa, con sendos vibradores en su culo y coño, estaba su adorada Mimy Pink.