Palabras Mágicas 7

Sarah se acomoda del todo en su legítimo rol... y Astrid toma decisiones inesperadas para su amado Jimmy.

Sarah no dejaba de fantasear con la polla de su hermano y lo bien que sabía. Ella era consciente de que tarde o temprano necesitaría volver a alimentarse. No se paraba a pensar en que  era antinatural tener una fuerte adicción al semen, lo veía como algo natural, como si fuera una parte natural del desarrollo.

Y su madre no ayudaba. Mientras Fred pasaba la aspiradora y fregaba los cacharros, Sarah no dejaba de ver el enorme bulto que tenía entre las piernas. Su polla era de un tamaño más que generoso y podía ver su capullo por debajo de la falda mientras trabajaba. Se relamió y notar en el ambiente el olor a sexo no ayudó.

Se deslizó por la casa hasta la habitación de su hermano. Pudo mirar a través de la puerta entreabierta y lo que su olfato ya le decía se confirmó. Astrid botaba alegremente sobre la polla de Jimmy, gimiendo como una loca y agitando sus enormes tetas para él.

Cuanta envidia sintió. Cómo deseaba ser ella la que se empalase y recibiera todo aquel esperma. Algo en su fuero interno le decía que recibirlo directamente en el útero sería incluso más satisfactorio que tragarlo. Se quedó observando la escena hasta que Jimmy finalmente se corrió. Para colmo de males, la rubia se separó con un sonido de succión que humedeció el coño de Sarah y se inclinó para chuparle la polla a Jimmy con dulzura.

Aquello fue demasiado para Sarah que pudo escuchar las voces taladrando su cabeza y exigiéndole semen como nunca antes. Sintió un retortijón desesperado de hambre y por un momento pensó en entrar en la habitación de una patada, apartar a Astrid de un empujón y comerse la polla de Jimmy, pero se contuvo. Sabía que era una mala idea.

Por eso se dirigió hacia el salón. Fred estaba relajándose después de haber dejado la casa como los chorros del oro. Como de costumbre, mantenía su permanente y más que marcada erección en ristre. Había llegado el punto en el que se había acostumbrado a tenerla siempre dura.

Jimmy había hecho un trabajo cruel con su padre al convencerlo de que era una mujer, pero condenarle a tenerla siempre preparada para penetrar a alguien a pesar de que su intención era no volver a hacerlo con nadie y de que su marido sólo le daba por atrás.

Sarah se acurrucó a su lado y Fred sonrió, mirando a su pequeña. Por un momento sencillamente parecía que iban a pasar un agradable momento madre e hija… pero Sarah tenía claro sus objetivos y en cuanto estuvo lo bastante cerca y cómoda… empezó a sobarle la polla a Fred.

Ella reaccionó menos de lo que quisiera. Se alteró, pero no se movió en lo más mínimo, y no pudo evitar un gemido de placer. Jimmy también se había asegurado de que tuviese la polla ultrasensible, porque su plan estaba claro. Quería que Fred fuese incapaz de resistirse al mínimo tocamiento a su miembro para así poder dañar fácilmente su feminidad.

_ Sarah… ¿Qué diablos haces? _ Le preguntó.

_ Mamá… lo siento. _ La miró fijamente a los ojos. _ Pero necesito semen… y tú eres la única aquí que me lo puede dar.

_ Cariño, soy tu madre… no digas tonterías. _ A pesar de sus palabras, gimió de nuevo y la polla latió entre las manos de Sarah, revelando lo ansiosa que estaba de ser usada.

_ Por eso mismo te lo pido… ¿Acaso dejarías que tu hija muriese de hambre? Escucha mi estómago. _ Este emitió un sonoro retortijón. _ Necesito que me alimentes.

Sarah la miraba con ojos desesperados. Quizá fue por eso… o quizá por la agradable sensación sobre su polla que estaba sintiendo, pero Fred asintió lentamente y claudicó.

_ Está bien, hija… quizá no me guste… pero si es algo que necesitas… no puedo negarme… haz lo que tengas que hacer.

Sarah no dudó y se lanzó a bajar las bragas de Fred. Levantó la falda, sin quitársela siquiera, y se metió aquel pedazo de carne directamente en la boca, chupando como la mamona experta en la que era inevitable que se convirtiese.

Fred al principio evitaba mirarla y trataba de ignorar las sensaciones de su cuerpo, diciéndose que su polla era un órgano que no debía usar más que ocasionalmente para masturbarse, recordándose que su culo era su único órgano sexual… pero las sensaciones que la envolvían eran demasiado grandes para ignorarlas.

Acabó dejando caer la cabeza sobre el sofá, emitiendo gemidos agudos y graves sin ton ni son mientras su hija succionaba con auténtica desesperación. Fred primero le acarició el pelo, agradeciendo a su hija su gentil esfuerzo, pero más tarde sus instintos se apoderaron de ella y comenzó a empujar la cabeza de su hija violentamente hasta que se corrió, lanzando un gruñido nada femenino.

Sarah tragó con desesperación, devorando hasta la última gota del preciado y espeso fluido que ahora necesitaba para sobrevivir, y sintiendo a la vez un instante de perfecta comunicación con Fred que nunca antes había tenido. En cuanto terminó, dejando aquella masa de carne impoluta, le subió las bragas a su madre y le dio un beso en los labios.

_ Gracias mamá, te quiero… eres la mejor. _ Le dijo, marchándose alegremente.

Fred se sentía culpable, pero no podía evitar sentirse muy bien. Por un momento tuvo el fugaz impulso de pedirle a su marido que le hiciera algo parecido, porque las sensaciones que había tenido habían valido mucho la pena… pero la idea se desvaneció rápido de su mente. ¿Qué clase de mujer sería si permitía que los deseos de su polla la eclipsaran? Ya bastante la avergonzaba tener una como para encima dejar que la dominara.

Con ese pensamiento se bajó la falda, ocultando aquella monstruosidad que le daba un respiro antes de comenzar a endurecerse de nuevo y encendió la televisión, buscando ver la telenovela que llevaba siguiendo desde que su hijo la había obligado a ser la imagen de un ama de casa, a pesar de que en realidad se moría de ganas de que su marido llegase a casa y pusiera los deportes para saber el resultado del partido que se estaba perdiendo.

Sarah se cruzó con Astrid en el pasillo. La rubia tenía una gran sonrisa y, bajando por la comisura de su labio, lo que era inequívocamente esperma de Jimmy. El olor hizo que la ya de por sí empapada Sarah empezara a respirar con dificultad.

_ Ah… pobre niña. _ Astrid se pasó el dedo por el labio y recogió la preciada sustancia. _ Esto es lo que quieres, ¿No?

_ Sí… lo quiero. _ Reconoció, desesperada.

_ Toda una putita. _ Susurró la rubia. _ Chupa, zorra.

Sarah al principio pensó en rehusar, porque ella no sentía que fuese ninguna zorra, pero el líquido estaba allí, delante de ella, y si no lo chupaba caería al suelo, y sabía que se lanzaría sobre la alfombra a chuparlo desesperadamente, así que hizo, tomó el dedo de la muchacha y lo lamió, notando cómo los pezones se le ponían de punta.

_ ¿Te crees que no he visto cómo nos vigilabas a Jimmy y a mí? _ Astrid la miró a los ojos. Sarah seguía chupándole el dedo, por más que lo intentaba, no lograba parar. _ Sabes… está mal mirar cómo una zorrita se folla a su hombre… a menos que pretendas participar… ¿Ese querías, guarra?

_ Yo… no… yo… _ Susurró, confusa.

_ Sabes… tengo más de donde salió eso… _ Astrid sonrió. _ Si eres buena y reconoces que eres una buena puta… te lo daré.

Sabía que no era mentira, porque podía notar ese delicioso olor que sólo el esperma de Jimmy tenía manando de ella. Bajó la cabeza, ella no era ninguna puta. Y, sin embargo, su deseo por percibir aquel dulce néctar era mucho más fuerte que su dignidad. Quizá sí que era una puta.

_ Soy una puta… _ Dijo, en voz baja.

_ Disculpa… creo que no te he oído. _ Dijo Astrid, haciéndose la sorda.

_ ¡Soy una puta! _ Dijo, casi gritando. _ ¡Soy una puta, una zorra! Diré lo que tú quieras, pero por favor… aliméntame.

Astrid se echó a reír y le indicó que la siguiera. Sarah, sintiéndose derrotada, la siguió hasta el salón. Fred ya había abandonado la habitación y estaba en la cocina, preparando el almuerzo. Astrid se sentó en el sofá y se subió la falda, acariciando lentamente su desnudo clítoris ante Sarah que, obligada a permanecer delante de ella, observando hasta que  de aquel coño empezó a surgir el fluido tan preciado para Sarah.

Pero la morena dudó ante la mirada de Astrid.

_ ¿Por qué dudas? Ya lo hiciste anoche… ¿Cuál es la diferencia?

Sarah sintió que se rendía. Ya lo sabía… ¿Por qué iba a seguir fingiendo? Ya nada importaba. Se arrojó sobre aquel coño y saboreó una vez más todo aquel semen revenido. Atrapada por el sabor dejó de luchar contra sus instintos y se entregó a su emputecimiento.

Astrid gimió de forma exagerada y se acomodó en el sofá, sobándose las tetas a través de la blusa. Pero Sarah no miraba. Su mente estaba completamente apagada. Tenía un solo objetivo. No derramar una sola gota del preciado néctar masculino que se había quedado anegando aquel coño.

Tan concentrada estaba que no apreció que el teléfono de Astrid emitió un tono. Lo que sí percibió fue cómo el cuerpo de Astrid se relajó repentinamente. Siguió chupando, pero se extrañó, porque Astrid no mostró una sola reacción. Como si fuera una muñeca. El rostro de Astrid estaba inexpresivo mientras se llevaba el teléfono a la oreja. Durante unos segundos estuvo en completo silencio.

_ Sí, amo. _ Respondió, con voz monótona. Hubo otro silencio. _ Esta tarde amo.

Su expresión neutra se convirtió en una exagerada sonrisa.

_ Como desee el amo. _ Concluyó.

Astrid volvió a guardar el teléfono a su bolsillo y su cuerpo volvió a reactivarse justo a tiempo para lanzar un potente chorro de flujos junto a todo el esperma que tenía dentro de sí misma directamente hacia la cara de Sarah. Astrid podría haber estado confusa, pero los placeres del orgasmo terminaron de anular cualquier sospecha que hubiera tenido sobre ese extraño vacío que había tenido.

Sarah se quedó desmadejada en el suelo, con una sonrisa, limpiándose el líquido blanquecino de la cara. Sonreía, sintiéndose feliz. En aquel momento su cerebro estaba tan lleno de endorfinas que sería susceptible a cualquier orden. Astrid lo sabía y pensaba sacarle partido.

_ Bien… creo que ya estás listas para cumplir tu rol… _ Sonrió. _ A cuatro patas, tu hermano nos espera.

_ Sí… _ Respondió ella, sin mostrar dudas.

Siguió a Astrid por la casa. La rubia se aseguró de que pasaran por la cocina, donde Fred estaba trabajando. Para ella era muy importante que su madre la viese a cuatro patas y con restos de flujos y semen por la cara. Sarah bajó la cabeza, pero no se detuvo al notar la mirada de Fred clavada en su espalda.

Jimmy estaba en la gran cama de matrimonio, desnudo, mirando la tele y con la polla en ristre. En cuanto la vio, un intenso sentimiento de felicidad envolvió a Sarah. Tanto que, sin mediar las consecuencias se subió a la cama, buscando alcanzarla, pero Jimmy se ladeó, impidiéndoselo.

_ ¿Crees que puedes venir aquí y chuparme la polla así sin más, sin pedir permiso?

Sarah sintió que se bloqueaba. Por alguna razón, aunque había “comido” más que de sobra, notaba un hambre desesperada y necesitaba el semen de su hermano una vez más.

_ Jimmy… yo es que… lo necesito.

_ ¿Qué necesitas?

_ Tu semen… necesito tu semen ya. _ Reconoció, bajando la mirada.

_ ¿Y por eso te crees con el derecho a chuparme la polla sin permiso, como hiciste anoche? _ Le espetó él, en apariencia, furioso.

_ Yo… por favor… _ Sarah lloraba. _ Necesito el semen… o me moriré.

_ Bueno, no voy a dejar morir a mi hermana. _ Le acarició el rostro y ella se estremeció. _ Pero si quieres mi semen vas a tener que obedecerme en todo. Y cuando digo en todo… es en todo. Si me desobedeces te cortaré el grifo. ¿Has entendido?

_ Sí… _ Dijo ella, con la cabeza baja._ Haré lo que desees.

_ Bien… pues lo que deseo es que te desvirgues si quieres esta carga.

_ Sí, Hermanito. _ Respondió, Sorprendemente receptiva.

Todo el condicionamiento que había estado sufriendo la había preparado para aquel momento. Ante la atenta mirada de Astrid, lo que por algún motivo parecía excitarla más. Jimmy no hizo un solo movimiento. Fue Sarah la que se desvistió del todo, se colocó sobre él y, de una sola estocada… se penetró.

Sarah lanzó un grito. Dada la intensa lubricación que la cubría, la polla de Jimmy entró con absurda facilidad dentro de ella… pero le destrozó el himen con tanta brutalidad que por poco se desmaya. Jimmy y Astrid fingieron no haber oído nada, y Sarah hizo de tripas corazón.

Empezó a botar sobre su hermano, primero a un ritmo lento, para ir acelerándolo. Cuando el dolor se convirtió en placer, Sarah se perdió y acabó atrapada en los placeres del sexo, hasta entonces desconocidos para ella. Astrid sólo sonreía mientras veía cómo otra muchacha acababa sometida ante su dueño. Se sentó en el suelo, abrió las piernas y, con cierta ceremonia, se chupó la mano y empezó a frotarse el coño con insistencia.

Sarah estuvo botando sin parar, manchando la cama de flujos y sangre hasta que, finalmente, Jimmy se corrió dentro de ella sin aviso alguno. Sarah se estremeció y se corrió en el acto, con el orgasmo más dulce que había sentido hasta entonces y notando cómo su apetito de semen parecía apagarse. Se dejó caer sobre su hermano y le besó como si fuera el amor de su vida, mirándole con una expresión de amor infinito.

_ Ve a lavarte, también tengo que estrenarte el culo. _ Respondió Jimmy.

_ Sí, por supuesto, Hermanito. _ Sarah sonrió y, aún agotada, se puso en pie y se dirigió hacia el baño, chorreando semen y sangre de su sexo.

Astrid se acercó sin que se lo pidieran y empezó a limpiar los restos de sangre, semen y flujo de la entrepierna de su novio con la lengua.

_ Me alegro de que tengas a tu hermanita controlada… así estarás entretenido mientras estoy fuera.

_ ¿Fuera? _ Preguntó Jimmy, contrariado. _ ¿Cómo que fuera?

_ Amor mío. _ Astrid le succionó el pene, en un gesto que sabía que lo enloquecía. _ Tengo obligaciones. No puedo paralizar la carrera de Mimi Pink… ¿Acaso crees que puedo mantener las suscripciones de todos esos machos calenturientos sin hacer mis directos?

_ No, supongo que no… _ gruñó él. _ Pero… ¿Qué saco yo de todo eso?

Astrid sonrió y dejó sobre la mesilla las llaves de un coche. Mientras su novia le hacía un trabajo de primera, Jimmy las observó. Eran las llaves de un Mercedes. Él aún no tenía carnet, pero un coche era, sin duda, algo que codiciaba. Estaba hasta las narices de tener que ver la carraca vieja que tenían sus padres.

_ ¿Tu regalo de despedida? _ Preguntó él.

_ Sólo uno de ellos… tengo contactos. _ Susurró, dando un besito al capullo de Jimmy, que amenazaba con correrse de nuevo.

La rubia se sentó sobre él y empezó a montarlo a un ritmo lento, mucho más estudiado que el ritmo rápido y casi infantil de Sarah… era un ritmo que ralentizaba el llegar al orgasmo.

_ Verás… he conseguido unas hormonas… para que le des a tus padres y a tu hermana… los efectos son… fabulosos. _ Gruñó la rubia. _ Se convertirán en justo lo que querías… no te defraudaré.

_ Está bien… no quisiera tener a los clientes de Mimi Pink furiosos conmigo. _ Claudicó Jimmy. _ Pero llámame de vez en cuanto, ¿Lo harás?

_ Por supuesto, mi amor.

Aquella tarde, Astrid salió de casa dejando a Jimmy ciertamente desconsolado y con dos cajas grandes de pastillas para sus padres y hermana que, sin ningún ápice de dudas, les ordenó que tomaran.

Astrid caminó un par de calles, con la mirada perdida y expresión neutra, hasta que se detuvo frente a una furgoneta negra que había aparcado en un callejón. Se introdujo en el vehículo, de nueve plazas. En las plazas traseras se encontraba su padrastro, atendido por su madre que estaba ocupada montando sobre él. El hombre la saludó, pero la mujer, como era costumbre, ignoró por completo la existencia de su hija y siguió cabalgando. En los asientos intermedios había un hombre mayor.

Astrid ignoró por completo a sus padres y se sentó junto a ese hombre.

_ ¿Se tragó tu excusa? _ Preguntó él.

_ Sí, amo. _ Respondió Astrid, sin emoción.

_ ¿Tomará su familia las pastillas?

_ Sí, amo.

_ Bien… buena chica… Ahora, acércate y chúpamela, quieres… no sé que tienes, pero tú siempre consigues que se ponga bien dura sólo con mirarte. Ah… y quiero que lo hagas con ganas.

Astrid cambió su expresión neutra por una de lujuria.

_ Será todo un placer, amo.