Palabras Mágicas 6

Sarah descubre cuál va a ser la principal razón de su existencia el resto de su vida... y se apega a ella con todas las consecuencias.

Sarah estaba sufriendo. No podía quitarse de la cabeza a sus padres follando en el salón, y en especial la polla de la que ahora llamaba su madre, dura como una roca mientras Helena la enculaba con violencia.

Su hermano había ordenado a sus padres que se detuvieran y no siguieran delante de ella, pero Sarah había sido incapaz de quitárselo de la cabeza. No podía quitarse de la cabeza la dureza de aquella polla, y en especial… el olor. Olía mejor que sus platos favoritos, olía mejor que los perfumes. Cada vez que lo recordaba, un retortijón de hambre le llenaba el estómago.

Semen… semen… semen… semen.

Ni la voz en su cabeza ni ese sentimiento de hambre la dejaban dormir. Además, las forma en la que recordaba aquella polla la excitaba sobremanera y no podía evitar llevarse los dedos al coño y frotárselo furiosamente

Semen… semen… semen.

No era la primera vez que se masturbaba. Por mucho que las monjas intervinieran en su educación y trataran de detener sus impulsos, la adolescencia era imparable y, por la mera curiosidad, todos los adolescentes terminaban por explorarse.

Semen… semen… semen.

Y sin embargo nunca lo había hecho con tantísima identidad y con una imagen tan vivida. Otro retortijón de hambre la golpeó mientras se corría. Se levantó de la cama, se subió las bragas y, llevando sólo estas, se dirigió hacia la cocina.

Semen… semen… semen.

Estuvo un buen rato picoteando, pero era inútil, su estómago seguía con esos retortijones… porque lo que necesitaba no era comida. Lo que necesitaba las voces no dejaban de decírselo.

Semen… semen… semen.

En un acto casi inconsciente se dirigió a la antigua habitación de su hermano. En el reducido habitáculo, sobre la cama del chico, se encontraban sus padres apretujados. Helena mantenía su espalda apretada contra la de Fred, manteniendo el consolador metido dentro de su mujer para expresar su dominancia. También le apretaba con fuerza el pecho… formado por un sujetador con mucho relleno y unas esponjas, pero que ni aún así alcanzaba el tamaño de los pechos de la propia Helena que se encontraban desnudos y de punta.

Semen… semen… semen.

Sus ojos se dirigieron hacia el miembro de Fred, que se encontraba completamente duro y erector en uno de los laterales de la cama. A Helena no se le escapó que varias gotas de líquido preseminal habían caído en el suelo. Se relamió. La voz de su cabeza parecía haber pasado de ser un susurro a un grito.

SEMEN… SEMEN… ¡SEMEN!

Sarah no dudó. Teniendo en cuenta la cómoda posición que le ofrecía, además. Se arrodilló frente a su ahora madre y empezó a comerle la polla. Era la primera vez que lo hacía, pero de alguna forma, sabía exactamente lo que tenía que hacer. Empezó a cabecear.

La voz se cayó, pero Sarah no la hubiera escuchado. La polla se había convertido en su nuevo sabor favorito. Atontada por semejante manjar, y poseída por el deseo, comenzó a cabecear ignorando la posibilidad de que Fred despertara. Ya le daba igual si sus padres creían que estaba enferma.

Apoyó ambas manos en el suelo para posicionarse mejor y cabecear con más fuerza. El sonido que provocaba había hecho que no importase nada más. Fred emitió un gruñido que hizo que por un instante Sarah pensase que se había despertado… pero no era así.

El gruñido tan sólo indicó el preludio del premio que Sarah tanto había estado esperando. El esperma directamente en su boca. Y aquel sabor fue demasiado para ella. Cuando terminó de tragar, Sarah cayó al suelo, convulsionando, presa de múltiples orgasmos. Sólo su boca permanecía firmemente cerrada hasta que pudo realizar la acción de tragar.

Se quedó unos minutos allí tirada, disfrutando de la debilidad de su cuerpo y entendió que quería más… necesitaba más. Y aunque limpiar la polla de su madre hasta dejarla impoluta fue satisfactorio y placentero, no era eso lo que quería…

Había otra polla en podía vaciar en la casa… una que le resultaba incluso más atractiva. Ya nada importaba. No importaba el incesto, no importaba el riesgo de que su hermano la descubriera. Sólo importaba el semen. Necesitaba más, y haría lo que fuera por tenerlo.

Se escurrió por la casa y se dirigó a la antigua habitación de sus padres, ahora habitada por su hermano. Y allí estaba, tumbado en la gran cama, con la diosa que tenía como novia al lado. Ambos estaban desnudos, abrazados. Pero incluso así Astrid parecía respetar el espacio de su hombre, porque su polla estaba bien libre, grande a pesar de ser flácida, ante la vista de Sarah.

Le llamó la atención que ya había un fuerte olor a sexo y, en especial, a su preciado semen, en la habitación. No le costó ver el motivo.

Astrid estaba dormida de lado, pero entre sus piernas podía ver cómo salía leche de su coñito. Estaba claro que su hermano había estado follando a su chica antes de dormir. Sarah no se sentía atraída por las mujeres. Pero quería su premio a cualquier precio.

Así que se inclinó sobre la cama con delicadeza y le abrió con cuidado las piernas a Astrid, que protestó un poco, pero siguió dormida. Le metió la cabeza entre los muslos y empezó a chupar desesperadamente, tratando de extraer hasta la última gota de semen de ese coño.

Mientras Astrid empezaba a gemir, como la guarra que estaba programada para ser, Sarah chupaba con ansia y con cierto miedo a que se despertaran. Pero, a juzgar por la cantidad de semen que estaba bebiendo, debían haber estado follando durante horas, y estarían demasiado agotados para reaccionar.

Ella empezó a correrse, incapaz de procesar ningún pensamiento que no fuera chupar más esperma. El semen de Jimmy estaba mucho más rico que el de Fred… y los orgasmos eran continuos. Con los ojos en blanco, Sarah continuaba convulsionando, pero sin separar la cabeza de Astrid… hasta que la rubia se corrió violentamente lanzando un hondo gemido y le lanzó a la cara todo el semen de su hermano.

Se sintió como si mease… quizá lo hiciera, en parte. Un fuerte chorro emergió del coño de Sarah y manchó el suelo, formando un charco bajo ella, que cayó al suelo, moviéndose erráticamente. Tuvo el impulso de lanzar una risa desquiciada, pero se contuvo.

Con toda la calma del mundo arrastró los restos de esperma de su hermano a sus labios para saborearlo. Era la sustancia más deliciosa que había saboreado en toda su vida. Y si sabía así después de haber estado macerando en el coño de Astrid… ¿Cómo sabría fresco?

La curiosidad era demasiado grande. Aún temblorosa por los últimos orgasmos, se deslizó de nuevo sobre la cama. No pudo evitar sentirse en parte orgullosa de la gran sonrisa que tenía Astrid en aquel momento. Se relamió una última vez, cogió la polla flácida de su hermano y se la metió en la boca.

No le costó demasiado lograr que se endureciese y, con la pequeña experiencia adquirida con su madre, lograr acomodar la polla en su garganta y empezar a tragar. Fue entonces cuando sintió, aterrorizada, cómo la mano de Jimmy le sujetaba la nuca. Al verse descubierta sintió genuino terror.

_ Astrid… ¿Tan pronto? Qué traviesa eres.

Habría suspirado de alivio al ver que su hermano estaba adormilado y no había abierto los ojos, pero la forma en la que comenzó a imponerle un ritmo para la mamada se lo impidió. Para ella fue muy instructivo. Aprendió a qué ritmo le gustaba a su hermano que se la comieran y lo memorizó.

Se sintió tremendamente excitada con los sonidos que el producía e instintivamente empezó a tocarse. Entendió rápidamente que aquella polla era superior a la de Fred, y tuvo el instinto de que era superior a todas las demás a pesar de no haber probado ninguna otra, sintiéndose repentinamente honrada, como si conociera a una celebridad o, incluso, a un ser divino.

Cuando Jimmy se corrió, Sarah no desperdició una sola gota. Hizo lo mismo que había hecho con Fred. Retuvo el semen en su boca para saborearlo. Fue demasiado para ella. Sarah se desplomó y tragó por instinto. Pero el orgasmo que la golpeó fue tan fuerte, tan poderoso… que la hizo caer al suelo y desmayarse.

Cuando despertó, sintió miedo de haber sido descubierta, pues estaba amaneciendo. Pero la pareja, que volvía a estar abrazada sobre la cama, continuaba dormida. Sarah se deslizó en silencio por la casa. Se sentía llena, como si hubiera comido un gran banquete. Mientras se duchaba, no pudo evitar masturbarse con la mano izquierda mientras con la derecha se sobaba el vientre. Sentía todo aquella semilla dentro de ella. Esa sensación la hacía alcanzar el éxtasis. Sabía que necesitaría más semen en el futuro, pero en aquel instante se sentía plena.

Jimmy despertaba poco después, sintiendo cómo Astrid le daba besos tiernos en la polla. A pesar de la intrusión de Sarah, se puso rápidamente en pie buscando guerra.

_ ¿Cuánto tiempo piensas jugar con tu hermana? _ Preguntó la rubia, con una sonrisa traviesa.

_ Sólo un poco más, hasta desvirgarla. _ Sonrió Jimmy. _ Quiero que sea ella la que venga arrastrándose y pidiéndome mi semen, que crea que me voy a horrorizar, pero que el impulso sea tan fuerte que no pueda vencerlo.

_ Dios… cómo me pongo cuando hablas así. _ Sin ningún otro aviso, se montó sobre su hombre y se metió la polla en el coño con ferocidad. _ Oh, joder, Jimmy… te quiero.

_ ¿Y qué opina la prisionera de su propio cuerpo? _ Como la otra vez, el rostro de Astrid pasó de enamorado y feliz a aterrorizado, asqueado y, en parte… resignado.

_ Opino que estás enfermo, hijo de puta. _ Astrid seguía moviendo graciosamente las nalgas para montarlo, pero lloraba con fuerza, mirándole con odio. _ Ya me tienes a mí… ¿Por qué le haces esto a tu familia?

_ A mis padres por venganza… _ Le dio un azote en el culo a la muchacha, que gimió con ganas, para su desgracia.

_ ¿Y tu… hermana? _ Gruñó, odiándose a sí misma por las placenteras señales que le mandaba su cuerpo.

_ Oh, ella simplemente está buena. _ Jimmy se rio. _ No podía dejar pasar la oportunidad de gozarme sus berzas.

_ Por favor… déjalos… ya me tienes a mí. Hazme lo que quieras… pero Sarah sólo es una niña. _ Gruñía, sin dejar de hacer botar de la forma más erótica posible sus tetas. _ Déjala ir y… te serviré siempre… incluso aunque no me hechices… pero no le hagas esto.

_ Veo que no lo has entendido, putita. Tú vas a servirme siempre… quieras o no. No estás en posición de darme órdenes. _ Sonrió, sintiéndose en la cima del mundo. _ Ahora bésame.

Haciendo un gran esfuerzo por intentar controlar su cuerpo, Astrid tembló con fuerza cuando su tronco se inclinó sobre Jimmy y, sin dejad de botar sobre él, alcanzó sus labios para besarlos con intensidad a pesar de los sonidos de asco que producía.

_ Ahora me voy a correr dentro de ti, Astrid… y cuando lo haga, volverás a ser mi novia. Pero debes saber… que cada vez que me corra dentro de ti con tu verdadera personalidad a flote, te rendirás un poco más ante mí… y a mis deseos… hasta que al final, no puedas oponerte de ninguna manera… Te resignarás y aceptarás que ser mi puta es tu único destino.

Astrid lloró con fuerza, pero fue sólo un pequeño trámite, porque unos minutos después, se había corrido y tenía una gran sonrisa en la cara mientras besaba a Jimmy con mucho cariño, recorriendo cada parte de su cara con los labios, dándole pequeños besitos.

_ Dios mío, amor… qué bien follas… es como de otro mundo lo bien que lo haces… _ Se echó a reír. _ Espero que a tu hermana no le importe que me trague yo todo este semen.

_ Lo que no sepa no le hará daño, amor mío.

Tras salir de la ducha, Astrid y Jimmy llegaron al comedor. La estampa familiar era maravillosa. Fred preparaba el desayuno con su delantal, su sujetador con relleno y su permanente erección escapando del tanga femenino que llevaba como único uniforme. Helena se encontraba sentada a la mesa con el arnés bien sujeto bajo el calzón, y sin nada más, mostrando sus grandes tetas con los pezones al aire, estaba leyendo el periódico.

Pero sin duda, la mejor era Sarah, que permanecía en un completo éxtasis sexual, frotándose el clítoris, probablemente sin saberlo siquiera… aún cuando de vez en cuando subía los dedos y se los chupaba, mirando la polla de Fred de tanto en tanto.

_ Bueno, ¿Qué hay para desayunar? _ Preguntó Jimmy, ya sentándose en la mesa.