Palabras Mágicas 2
Descubrimos un poco más sobre el día a día de Astrid. La muchacha parece tener una vida sorprendentemente ajetreada y no precisamente por sus estudios o hobbies.
Astrid se levantó en aquella cama desconocida terriblemente confusa. Estaba tumbada sobre Jimmy, con su polla aún metida dentro, supurando semen de su coño sobre la polla ajena. Apenas habían dormido. Jimmy se la había estado follando sin parar, tanto con su carácter más robótico como con el entusiasta. De hecho, hubo un momento en que le dijo que se quedara rígida como una muñeca y ella había obedecido.
Ella, sin embargo, no recordaba nada de aquello. Estaba consciente. Y en circunstancias normales, aquello la habría horrorizado. Un niñato se la había follado sin permiso y sin cuidado, y además no había tenido la decencia de permitirla ducharse después. Sin embargo, aquel niñato había sido listo y justo antes de que se durmieran le había dicho.
Cuando despiertes vas a actuar con normalidad, te vas a vestir, me dejarás tu número apuntado en una hoja de papel y saldrás por la ventana, cuando llegues a tu casa te ducharás y olvidarás todo lo que ha pasado. Nada de aspavientos o molestias mientras, todo te parecerá normal.
Y así era. Todo aquello le pareció de lo más normal del mundo. Se incorporó, notando una agradable sensación de succión cuando su coño se separó de la polla de Jimmy. Ignoró el gemido involuntario que escapó de sus labios al hacerlo. Por suerte su ropa estaba bastante limpia, así que pudo vestirse manchándola lo mínimo posible. Si alguien viese sus bragas vería que estaban anegadas de Semen… así como su canalillo. Pero no le prestó importancia. Sólo se limpió la cara superficialmente.
Dejó la nota que le había ordenado Jimmy, escribiendo un corazoncito sobre la I de su nombre, y estaba a punto de marcharse cuando recordó una última orden que le había dado. Se aproximó al chico y con toda la delicadeza del mundo, le empezó a quitar el calzón, deteniéndose un segundo a mirar su polla semiendurecida, se humedeció irremisiblemente. Pero no la tocó, lo que quería era el propio calzón. Estaba manchado con la semilla de su amo, y ella lo aspiró con desesperación antes de metérselo en el bolso.
La travesía hasta su casa se le hizo larga, sentía que todo el mundo la miraba. Por suerte nadie la abordó y se pudo meter en el piso sin demasiados problemas. Aún ni había amanecido, así que sus padres estaban durmiendo. Astrid se metió rápidamente en la ducha y se limpió todos los restos de Semen.
Se sentía extrañamente completa bajo el agua caliente. No era capaz de quitarse a Jimmy de la cabeza, probablemente por orden suya. No dejaba de pensar en la polla del chico mientras, inconscientemente su mano empezaba a jugar con sus pechos y aquella ducha se convertía en otra cosa muy distinta.
Astrid intentó hacer un gran esfuerzo por ocultar sus jadeos… pero le resultó imposible. Unos minutos después se estaba metiendo el desodorante en el coño mientras gritaba desesperada. Su cuerpo convulsionaba y se deslizó por la pared de la ducha hasta correrse. Una parte de sí misma se sintió culpable… la otra había causado que se chupase los dedos con desesperación.
Se puso la toalla alrededor de la cintura y salió en dirección hacia su cuarto. Pero para ello tenía que pasar por el salón. Se tropezó a su padrastro y a su madre en el salón y lanzó un grito. Su padrastro era un fornido hombre negro de casi dos metros, musculoso y fibrado. Su madre era una pequeña mujercita que era incluso más baja que ella, rozando el metro y medio, pelo rubio y ojos azules como los suyos. La naturaleza no había sido tan generosa con ella. Sus tetas era pequeñas y su culo no era tan respingón… y podía verlo claramente porque en aquel momento estaba desnuda, chupando la monstruosa polla de su padre con devoción.
_ ¿Pero que diablos estáis haciendo en el salón? _ Exclamó.
Su madre no reaccionó. Como si no la viera o escuchara, siguió chupando la polla de su novio con ansia y desesperación, con la mirada vacía y sin prestar atención a ninguna otra cosa. Él sí que reaccionó, pero sin hacer aspavientos. Se giró y miró a su aterrorizada hijastra, que intentaba taparse la cara sin que se le cayera la toalla. Él no se esforzó demasiado. Sólo dijo una palabra.
La misma palabra que le había dicho Jimmy la noche anterior. Su mirada se perdió y se relajó su expresión, La toalla cayó al suelo, mostrando un cuerpo que aún estaba ligeramente húmedo. Su coño empezó a supurar, como si tuviera que estar listo para follar en cualquier momento… porque eso era exactamente para lo que servía.
_ Bien… hija predilecta , cuéntamente qué has hecho hoy.
Cuando escuchó aquellas dos palabras se produjo un nuevo cambio en ella. Su expresión se infló de deseo y se movió, contoneándose de la forma más sugerente que sabía hacer, se sentó en el sofá y le puso la mano a su madre en la nuca, empujándola para que tragase hasta lo más profundo de aquella polla monstruosa.
_ Mamá, ¿Cuántas veces te ha dicho el amo que tragues bien la polla o te sustituirá? Me estás avergonzando.
_ Olvídate de tu madre, Astrid. _ Le ordenó él. _ Quiero saber qué has hecho anoche.
_ ¿Puedo tocarme, papi? Por fi… _ Le pidió, con ojitos de cordero degollado.
Él sonrió, lascivo, y asintió. La muchachita se sentó, apoyándose en el espaldar del sofá, tomó los calzones que su padre había dejado en el suelo y empezó a aspirarlos. Olían a la polla de un buen macho, su olor favorito. Los estuvo aspirando mientras se acomodaba en el sofá y se metía los dedos.
_ Fui a la casa como me dijiste… y me porté como una zorra con Jimmy. _ Aspiró el calzón con desesperación. Su padrastro no intervino, dejó a su mujer chupar con desesperación, pero la pobre no parecía conseguir que su novio se corriese. _ Le ordené que fregase los platos.
Astrid se echó atrás, acababa de tener un orgasmo. Pero siguió hundiendo desesperadamente los dedos en su gruta, sintiéndose como una imbécil por no tener un consolador o al menos su desodorante metido en lo más hondo de su coño. Le daba asco estar vacía.
_ ¿Y él dijo la palabra mágica? _ El rostro de Astrid se curvó en una sonrisa.
_ Sí, papi. _ Exclamó, gruñendo porque acababa de tener otro orgasmo. _ Y se convirtió en mi amo por fin… le fregué los platos… y después se masturbó ante mis tetas… se corrió sobre la mesa y lo limpié con la lengua como me enseñaste.
_ Bien… eres una buena chica. _ Sonrió él. _ ¿Y después?
_ Después se la chupé… y estuvimos follando toda la noche sin parar. _ Se corrió una última vez con una expresión completamente emputecida, riendo producto de la adrenalina.
_ Bien, has hecho un buen trabajo, Astrid. Ahora monta, luego dúchate y vete a clase.
_ Sí, papi.
Apartó a su madre de una patada y se montó sobre su padrastro, follándolo con un ansia inhumana. El hombre la tiró sobre el sofá y empezó a taladrarla con ansiedad. En el suelo, su madre cabeceaba, buscando una polla invisible que tragarse. Era sorprendente que a Astrid le cupiese aquella monstruosidad dentro de sus entrañas, pero para bien o para mal, estaba bien entrenada.
Se desmadejaba sobre el sillón, gimiendo como una cerda porque sabía que a él le gustaba. Y a ella, lo único que le importaba en la vida, era él. Ni su madre, ni ella misma, ni ningún otro familiar. Tampoco sus estudios o su futuro. Ella sólo fantaseaba con ser un puñado de agujeros a los que su papi se follaba. Y era lo más natural del mundo, porque después de todo, ella era la hija predilecta.
Y como cada vez que llegaba a esa conclusión, cada vez que su padre se la metía, se corrió violentamente mientras su padre la llenaba con su semilla.
_ Eres el mejor… padre del mundo. _ Gimió, dejándose caer. Él tuvo que sujetarla para que no se desplomara en el suelo.
_ Qué voy a hacer contigo, putita. _ Dijo, con cierto deje de afecto en su voz. _ Dúchate de nuevo y vístete, tienes que ir a clase.
_ Sí… papi. _ Respondió, respirando con dificultad.
Astrid despertó en su habitación ligeramente confusa. Pestañeó un par de veces antes de recordar que tras salir de la ducha había saludo a sus padres, que estaban viendo una película y les había comentado por encima que había ido bien su trabajo como niñera. Se vistió, preguntándose cómo había tardado tanto en tan poco. Cogió la mochila y se dirigió a la cocina.
Su padre estaba follando a su madre violentamente sobre la mesa del comedor, pero ella no parecía percatarse, porque cogió una tostada de la mesa y se despidió con toda la naturalidad del mundo.
_ Nos vemos más tarde, os quiero. _ Se despidió con una sonrisa.
_ Mira a tu hija. _ Le susurraba su padrastro a su madre. _ Mira qué pedazo de carne más bonito es. ¿No estás orgullosa?
_ Estoy orgullosa. _ Repitió.
_ Córrete por ella.
_ Sí, amo. _ Repitió, lanzando un quejido y anegando la polla ajena de flujos otra vez.
Él no se detuvo, la empujó sobre la mesa con desprecio y empezó a penetrarle el ano con una furia descontrolada. Ella sólo gritaba y se dejaba hacer, completamente sometida. Aquel era su sitio.
Astrid, en cambio, tuvo un día de clases bastante anodino, nada que llamara especialmente la atención. Apenas había empezado el curso en la universidad y los exámenes aún estaban lejos. A lo largo de la mañana su móvil vibro varias veces. Pero no lo cogió. Estaba en clase y no iba a atender llamadas. No fue hasta el descanso cuando finalmente atendió a aquel número desconocido cuando y resultó ser Jimmy.
_ Vaya, por fin me contestas.
_ ¿Cuándo has conseguido mi número, niñato de mierda? _ Le espetó, furiosa.
_ Pero si me lo diste tú, ¿No te acuerdas? _ Él se rio. _ Qué mala memoria tienes.
_ Escucha, voy a decírselo a tus padres, te vas a cagar por las patas abajo. _ Le gritó ella. _ Yo tengo responsabilidades, no creas ni por un segundo que voy a…
_ ¿De verdad crees que esa es forma de dirigirte a mí, zorra? _ Le dijo él, autoritario.
Aquello había llegado demasiado lejos. Iba a mandarlo a la mierda cuando de nuevo… aquella palabra. Aquella palabra maldita que hizo que su rostro se relajase y su cuerpo se mostrase inerte. Con la única diferencia de que esta vez su mano derecha siguió sujetando el móvil.
_ ¿Vas a ser más educada ahora?
_ Sí, amo. _ Respondió ella.
_ Bien, una lástima que no hayas aprendido la lección, vas a tener que hacerme un favor por ello. _ Respondió él.
_ Lo que desees, amo. _ Dijo ella.
_ Bien, esta tarde vas a venir a verme, pero vas a tener que hacerme un tributo.
_ ¿Qué clase de tributo, amo? _ Preguntó ella.
_ Quiero una sex tape tuya. Si no me la traes, esta tarde no te tocaré el coño… Tú no quieres eso, ¿verdad?
_ No amo. _ De repente, que Jimmy usara su coño se había convertido en la máxima prioridad.
_ Bien, ahora despierta, registra ese número y consigue esa sex tape. Si vuelvo a llamarte me vas a atender con la máxima brevedad posible, ¿Entiendes zorra?
_ Por supuesto, amo.
Astrid colgó el teléfono y registro el teléfono que la había llamado como “Amo Jimmy”. Ni tan siquiera se lo pensó. Tampoco debía resultar raro, porque la lista de contactos estaba encabezada con una lista de nombres precedidos de la palabra “Amo”. Desde “Amo papi” hasta “Amo Josué”, que era el nombre de su profesor de matemática. Debía haber al menos cincuenta nombres en aquella lista, pero ella no les prestaba atención. En aquel momento, lo más importante era conseguir su sex tape. Necesitaba que Jimmy llenase su coño con aquel delicioso Semen. Como para recordar lo que estaba jugando, y tras asegurarse de que estaba sola, extrajo el calzón que había usurpado aquella mañana de su bolso y recorrió su superficie con la lengua, saboreando restos del semen reseco de la noche anterior. Sus pezones se pusieron duros y su coño se empapó.
Hora de ir de caza.