Palabras Mágicas 1

Como castigo por su comportamiento los padres de Jimmy le obligan a pasar la noche supervisado por una niñera. Él, sin embargo recibe un mensaje que le indica que con una sola palabra podrá conseguir de ella todo lo que quiera, y usará esta información de forma... responsable.

Jimmy no lo entendía. Ya tenía dieciséis años. No tenía ningún sentido que, a su edad, le pusiera una niñera. Era cierto que se había metido en líos con sus amigos, que habían estado haciendo pintadas, pero aún así le parecía excesivo. Así que despidió a sus padres cuando la niñera entraba por la puerta… y entonces tuvo claro que iba a tener un problema con ella.

Su niñera no tenía su edad… debía rozar los veinte, al menos. Y estaba… completamente desarrollada. Que era una forma muy bonita de decir que estaba como un tren y que probablemente Jimmy se fuese a tocar salvajemente a su salud más de una vez. De hecho, el problema era que al verla se le había puesto dura casi automáticamente, y es que no era para menos.

Aquella mujer parecía una modelo. Rubia, de hermosos ojos azules, un rostro angelical… y un cuerpo de infarto. Caderas anchas, culo respingón, largas piernas al punto de que la mujer era más alta que él. Y dos gigantescas y colosales tetazas que estaba seguro de que habrían llamado la atención de todo hombre que pasara a su lado. Ni siquiera la vestimenta semiformal que se había puesto era capaz de ocultar lo que era un cuerpo hecho para el deseo.

Por desgracia para él, Astrid, pues ese era su nombre, era una niñera estricta y despótica. Antes de sentarse en el sofá a ver una película le había ordenado que fregase los platos. Además de prohibirle tajantemente que viese la película con ella, porque era para mayores de edad y a diferencia de sus padres, y la gran mayoría de personas que conocía, se lo tomaba muy en serio.

Jimmy estaba rumiando ante los platos cuando le sonó el móvil, indicando que le había llegado un mensaje. Al principio iba a ignorarlo, porque tenía las manos ocupadas y el número era desconocido, pero pudo leer la primera frase en la vista previa y le interesó.

¿Te gustaría que tu niñera hiciera lo que tú quisieras?

Jimmy terminó el plato que estaba fregando, lo dejó en el escurreplatos y se secó las manos antes de coger el móvil y echar un vistazo. Abrió el mensaje con curiosidad. Puso los ojos en blanco y escribió una respuesta escueta.

Obvio, pero no es como si pudiera obligarla.

Iba a volver a su tarea y a maldecir a todos los ancestros de Astrid cuando el teléfono volvió a Sonar.

En realidad, sí que podrías, sería muy sencillo.

¿Cómo?

Jimmy respondió con ansiedad. En realidad, le bastaría con cualquier cosa para no tener que fregar los platos. No creía merecer ese castigo.

Tan sólo tienes que decir una palabra. Una palabra y será tuya para siempre.

La cadena terminaba con una palabra que Jimmy no estaba seguro de que pudiera pronunciar. Aquello tenía que ser una especie de broma, pero… ¿Qué tenía que perder? Astrid podía ser un ogro, pero no iba a empeorar las cosas con ella sólo por decirle una palabra sin sentido. Así que terminó de secarse bien las manos, se guardó el móvil en el bolsillo y se dirigió al salón.

_ Astrid. _ La llamó.

La muchacha detuvo la reproducción de la película cuando entró por el dintel de la habitación.

_ ¿Ya has terminado de fregar los platos? _ Preguntó ella, autoritaria.

_ No, pero…

_ ¿Cómo que “pero”? Sólo te he pedido que friegues los platos. No es tan difícil. Si no lo haces tus padres van a…

Jimmy no le dejó terminar la frase. Gritó aquella extraña palabra a la desesperada, y Astrid detuvo su amenaza. Durante unos instantes se quedó rígida en la posición en la que estaba. Acto seguido su cuerpo en pleno pareció relajarse y adoptó una posición más tranquila, de pie frente a él.

Tenía la mirada vidriosa y respiraba de forma extrañamente acompasada. Su rostro estaba tan relajado que no parecía capaz de contener un leve hilo de baba que salía por su boca entreabierta. A Jimmy se le puso tan dura que le dolía.

_ Astrid… ¿Estás bien?

_ Sí, amo. Estoy perfectamente. ¿Cómo pudo servirte?

Jimmy aún no terminaba de creerse lo que estaba pasando. Tenía que ser una broma… un mal chiste. Quizá una prueba de sus padres.

_ Friega los platos. _ Dijo, mordiéndose el labio.

_ Sí amo. _ Respondió Astrid.

La muchacha se dirigió a la cocina con pasos mecánicos y sin mediar más palabra comenzó a fregar los platos. Jimmy podría haberse puesto a ver la película que tanto quería ver de haber querido. Pero en aquel momento la muchacha ocupaba por completo sus pensamientos. Así que la siguió y durante unos minutos se quedó simplemente mirándola fregar. La miraba a la cara, a su mirada perdida que ni siquiera parecía conectar con lo que estaba haciendo. Notaba que la polla le iba a estallar.

_ Enséñame las tetas. _ Se atrevió a decir, envalentonado.

_ Sí, amo. _ Respondió ella, sin emoción.

Sin secarse las manos se quitó el top que llevaba y lo dejó caer al suelo. El sujetador le siguió poco después, mostrando que esas grandes tetas, no caían en lo más mínimo. Se mantenían firmes y deseables. Ella volvió a la tarea de fregar los platos, como si no fuera con ella.

Jimmy no pudo aguantar más la dureza en sus pantalones. Era todo demasiado excitante a la par que irreal. Quería saber hasta qué punto tenía poder sobre aquella fémina que tan insufrible se le había hecho al principio, sí… pero en aquel momento, lo primero que quería era vaciarse los huevos para poder pensar mejor.

_ Quiero que cojas el jabón y te enjabones las tetas con él.

_ Sí, amo. _ Dijo, una vez más, sin perder aquella expresión neutra.

Se llenó las manos con una abundante cantidad de jabón y empezó a frotarse ambos pechos con las manos. No lo estaba haciendo de forma particularmente provocativa, ni se movía en exceso, pero era más que suficiente para Jimmy, que nunca antes había visto a una mujer desnuda que no fuera de su familia y por casualidad.

Apresuradamente se bajó los pantalones y se sacó la polla. No era demasiado grande, aunque no estaba mal para su edad. Comenzó a machacársela como un mono en celo y no tardó demasiado en descargarse sobre la mesa que tenía frente a él. Astrid continuaba masajeándose los pechos, aparentemente ajena a lo que estaba haciendo.

_ Detente.

_ Sí, amo.

Astrid dejó las manos a ambos lados del cuerpo, dejando que el jabón y el agua se escurrieran, bajando por su abdomen, mojando su falda.

_ Limpia la mesa. _ Ordenó, más seguro de sí mismo.

_ Sí, amo. _ Fue la monocorde respuesta.

Lo siguiente que ocurrió fue algo que él no se esperaba. Astrid se inclinó sobre la mesa y comenzó a lamer el semen con ansiedad, limpiándolo con tanta eficiencia que nadie diría que segundos antes estaba lleno de semilla adolescente.

_ Muchas gracias, amo.

_ Sí… claro. _ Dijo él, algo confuso. _ Termina de fregar los platos, desnúdate del todo y reúnete conmigo en el salón.

_ Como ordenes, amo.

Jimmy se dirigió de nuevo al salón y se sentó en el sofá, pero no fue capaz de concentrarse en la película. Estaba escuchando el sonido de los platos que venía desde la cocina, esperando aún que llegase el momento en que aquella ilusión se rompiese y probablemente despertase en su cama… o peor, dormido sobre el fregadero y con Astrid echándole la bronca.

Pero nada de aquello ocurrió. Al contrario, poco después de que el ruido cesara, los pies descalzos de Astrid se adelantaron. Había obedecido y mostraba su sexo con la misma indiferencia que su pecho.

Por lo que Jimmy pudo comprobar, probablemente se rasuraba allí abajo habitualmente, pero debía llevar algunos días sin hacerlo, porque se había formado una fina capa de vello rubio que lo cubría… algo a lo que Jimmy no pensaba hacerle ascos.

_ Acércate y siéntate a mi lado.

_ Si, amo.

Jimmy adelantó las manos y comenzó a jugar con las tetas de ella en cuanto se sentó. No reaccionó, pero pudo notar cómo los pezones se iban endureciendo entre sus dedos.

_ ¿Tienes novio, Astrid? _ Le preguntó, mientras le pellizcaba los pezones con ganas.

_ No, amo… _ Dijo ella, lanzando un largo gemido. _ Tenía, pero lo dejamos hace unos días.

_ Por eso dejaste de afeitarte ahí abajo.

_ Sí, amo.

_ Ah, pero no te apures… tú y yo vamos a divertirnos mucho… _ Sonrió, perverso. _ ¿Has chupado una polla antes?

_ Sí, amo.

_ Bien… enséñame qué tal se te da.

_ Será un placer amo. _ Respondió, con el tono ligeramente monocorde y algo más lascivo.

Se dejó caer al suelo y comenzó a bajarle el pantalón, como si fuera un regalo. Con movimientos aún mecánicos extrajo la polla y, sin la más mínima ceremonia, se la tragó y empezó a cabecear a un ritmo constante.

Era una mamada quizá demasiado mecánica, pero Jimmy no tenía experiencia previa para comprobar, y a él le estaba sabiendo a gloria. Se recargó en el sofá mientras miraba a aquella hembra saborear su miembro, aquel cuerpo glorioso ante él, dándolo todo por darle placer. Pero no quería volver a correrse tan deprisa, así que la cogió del pelo dorado y la apartó.

Fue divertido, porque como una máquina trató de volver a metérsela en la boca mientras continuaba cabeceando desesperadamente.

_ Detente.

_ Sí, amo. _ Dijo, cerrando la boca.

_ Deberías estar feliz, Astrid. Me vas a desvirgar. _ Le anunció, grandilocuente. _ Móntame.

_ Como desee el amo. _ Sonrió y de un saltó se colocó sobre él. Aún impasible sujetó la aún dura polla de Jimmy y se la metió.

Él lanzó un gruñido de placer y se aferró al cuerpo ajeno. Ella empezó a botar rítmicamente, notando cómo sus pechos se movían al compás, sin variar la expresión.

_ Oh… joder… esto está bien… _ gruñó, apretándole las nalgas. _ Pero podría estar mejor… quiero que gimas y reacciones como la zorrita que sé que eres… como cuando estabas con tu novio.

Por primera vez desde que había dicho la palabra mágica, el rostro de Astrid cambió significativamente. Pasó de ser completamente neutro, como una muñeca, a una expresión de genuino placer mientras sus movimientos pasaban de ser rítmicos y mecánicos a rudos y pasionales.

_ Oh, joder, amo… dame duro… _ gruñó, inclinando la cabeza para besarle con intensidad. _ Que bien follas, joder… lléname con tu semilla… la necesito. Dámela toda.

El cambio fue completamente radical, tanto que Jimmy tuvo problemas para seguirle el ritmo. Ella era visiblemente más experimentada y estaba acostumbrada amantes más duchos. Pero por la forma en la que gritaba y se contorsionaba daba la impresión de que estaba disfrutando como nunca.

Jimmy, sin embargo, se corrió más rápido de lo que habría querido, no pudo evitar la sensación de que Astrid le había ordeñado como a un animal. Ella se corrió poco después, lanzando un último grito y congelando el rostro en una expresión de plena felicidad. Se detuvo unos segundos y le dio un azote en el culo a la muchacha.

_ Abajo.

_ Sí, amo. _ Respondió la muchacha, bajándose de él.

_ Veamos… ¿Qué voy a hacer contigo?

Dos horas después los padres de Jimmy estaban entrando en su casa. Jason, el padre, encontró extraño que la niñera no estuviera esperándoles para despedirles. No sin cierta preocupación, se dirigió al dormitorio de su hijo y llamó a la puerta varias veces. El Joven Jimmy asomó la cabeza, en apariencia somnoliento.

_ ¿Qué pasa, papá? Estaba durmiendo.

_ ¿Qué ha pasado con la niñera? _ Preguntó.

_ No lo sé, papá… cuando yo me vine a dormir, seguía estando en casa.

_ De verdad… ahora que se paga por transferencia uno ya no puede fiarse de que las niñeras se queden. Buenas noches, Jimmy.

Jimmy cerró la puerta tras de sí, esperando un par de segundos antes de darse la vuelta. De rodillas, en medio de la habitación, estaba Astrid, sujetándose los pechos con ambas manos.

_ Muy bien, continuemos con lo que estábamos haciendo.

_ Sí, amo. _ Respondió ella, atrapando la polla entre aquellas gloriosas tetas.

Tener niñera no estaba tan mal después de todo.