Palabra de Seth (9: El enlace)

Raser a tomado un decisión, y el príncipe se va a casar ante todos los habitantes del reino.

Desde la muerte de Ares, el rey Lucio había visto en varias ocasiones a su consejero en sueños, pero días antes del enlace imperial entre Sethir y el joven Arél, el mago se presentó antes su antiguo señor en el espejo que este tenía en sus aposentos. Su aspecto era el mismo que cuando murió, tan joven y atractivo como audaz, con esa mirada que tan solo los mejores magos poseían. Lucio se encontraba a punto de irse a dormir cuando oyó su voz.

-Mi señor – dijo la voz del joven. El rey dio un respingo y se volvió asustado. Esperó inmóvil hasta que la voz volvió a hablar.- Majestad, acercaros al espejo. -¿Ares? - Preguntó el señor innecesariamente. Estaba seguro de que la voz era la de su difunto consejero. Se acercó temeroso al alto espejo que había junto a la cama, viendo en él el reflejo del mago, mirándolo desde el otro lado. Nervioso y asustado, el rey se llevó las manos a la cara, con los ojos muy abiertos.- Pe.. pero cómo. -Lucio, ahora que he muerto mis poderes de predicción se han intensificado – dijo con severidad.- Y me presento ante ti para ayudarte a derrotar al reino de Diin. -¿Qué? -Escucha, escucha con atención – pidió seriamente el rostro del joven mago.- Dentro de poco comenzarán las celebraciones del enlace entre el rey Seth y su protegido, el chico de la leyenda. He visto algo que puede ayudarnos mucho contra la torre blanca y que puede darnos el control total de las dos tierras – explicó con la mirada oscura. El rey se sentó sobre la cama, temblando.

Aquella noche en la que el rey de Caer había hablado por primera vez con su consejero desde que éste muriese, en el reino de Diin todos conocían ya lo noticia del enlace real, en la aldea que se extendía a los pies de la torre blanca todo el mundo corría la voz de que su reino iba a tener dos reyes, y muchas de las mujeres se atrevieron a comentar que el ya conocido como Arél, era tan hermoso que el príncipe Sethir no había podido más que sucumbir ante su presencia, enamorándose perdidamente de él. Culpa de toda esta información la tuvieron algunas de las sirvientas de la torre que en sus cortos paseos por el pueblo no tardaron en difundir sus noticias, llegando incluso hasta la ciudad. Mientras el reino de Diin se hacía eco de todos los datos que iban conociéndose, el rey asistía en el comedor real a una cena con las personalidades más influyentes de los reinos cercanos con los que desde siempre había tenido una agradable relación. Pocos minutos llevaban comiendo cuando el rey de Lisio habló al príncipe, que se encontraba algo más alejado que el resto de comensales.

-No nos has dicho con quien va a contraer matrimonio su majestad – dijo llamando la atención de alguno de los presentes. El príncipe le miró unos segundos y habló con voz clara y sonriente. -Con la persona más hermosa de esta cena – dijo provocando alagos de admiración entre las mujeres.

En aquel momento momento todos guardaron silencio, mirando a ambos lados al enterarse de que la persona de la que hablaban estaba sentada a la mesa. Tras recorrerse con la mirada entre todos durando varios segundos, sabedores de que la mayoría de ellos habían acudido con sus esposas y esposos, sus miradas se posaron sobre Isi y Arél, que cenaban sentados junto a Sethir. Cuando el sonido de los cubiertos cesó por completo tardó en volver a escucharse algo. Por fin habló nuevamente el rey de Lisio.

-La chica es hermosa - dijo arrancando una sonrisa a Isi.- Sin duda su hermosura es digna de un rey, os felicito - cuando dijo esto el resto de los presentes corroboró su opinión. Pero en medio de aquel murmullo de aprobación en el que el príncipe continuaba mirándoles sin decir nada, la reina de Joob  dijo algo que volvió a dejar el banquete en silencio. -No, sin duda se trata del chico - dijo sonriendo hacia el príncipe. Los demás dieron un respingo y la observaron confusos. -Pero ¿como? - Se molestó un hombre. -Nadie puede negar que la muchacha sea preciosa, pero conozco a nuestro príncipe prácticamente desde que sus padre me sentaron a su bautizo - seguía sonriendo, y también arrancó una sonrisa a Seth. Los demás continuaron escuchando con atención.- Estoy segura de que el príncipe escogerá al muchacho, puesto que nunca escogería contra sus sentimientos y su mirada - explicó mirando a Arél,- su mirada me dice que el futuro rey de Dinn está enamorado de Arél, el que nos presentara en un principio como su protegido.

El murmullo que se formó en aquel momento duró sol hasta que todos se dieron cuenta al ver a Seth de que la mujer había acertado.

-¿Es eso cierto? - Preguntó un hombre de los más jóvenes para si mismo.- Valla... No pensé que siguieran sucediendo ese tipo de enlaces por estas tierras. -Pero Sethir... majestad - se molestó otro de los hombre más mayores.- Pensad en el linaje, sin duda se verá afectado por vuestra decisión. -¡Calón! Los matrimonios reales en los que han sido dos hombres el linaje la descendencia ha llegado a través de mujer, por supuesto - protestó su anciana mujer, que se sentaba a su lado.- Eso no ha sido un problema. Os deseo lo mejor - dijo sonriente mirando hacia los prometidos. -No sería bueno para el pueblo de Diin que las costumbres de otros reinos más estrictos afectasen al nuestro, aún menos tratándose de la decisión del rey -apuntó el hombre que menos parecía verse molesto ante aquella situación.

El resto de la cena fue distendida y variada en conversacionales, y para cuando los comensales fueron abandonando la torre Isi acudió a sentarse junto a su hermano como hicieran en la última cena.

-¿Porqué no me habías dicho nada? No tenía idea que fueras a casarte con Sethir - se lamentó algo triste. Agachó la mirada. Su hermano le consoló con un brazo en el hombro. -El príncipe me lo pidió hace tan sólo un par de días... Casi no he sabido como decirlo. Espero que no estés enfadada conmigo. -No... Quiero a Seth casi como a un padre y sé que te quiere... Espero que seáis muy felices - dijo al fin sonriendo a su hermano.

Los hermanos se abrazaron, arrancando unas cuantas lágrimas de los ojos de la chica. Cuando el príncipe volvió a acercarse, las mujeres del servicio comenzaban a recoger los restos de la cena.

-Se lo han tomado bastante bien -  dijo colocando un tercera silla junto a los dos hermanos que aún se abrazaban. Isi se separó y lo abrazó también.- Seremos muy felices los tres, ya lo verás. ¿Salimos a cabalgar? - Preguntó a la chica separándose de ella, que continuaba llorando silenciosamente. -¡Si! Sería una buena forma de celebrarlo - dijo enjugándose los ojos. Su hermano sonrió y pasó una mano por los cabellos de Isi.

Mientras el príncipe y sus dos protegidos abandonaban la torre a caballo, Raser continuaba tumbado sobre una de las camas de la enfermería, aún sin saber nadie cómo había podido quedar en aquel estado tan desfallecido. Cuando Arél informó a algunas de las sirvientas la situación del hombre, éstas le bajaron a toda rapidez hasta la enfermería. Extrañamente, aunque aún conservaba los pantalones, la camisa del sirviente paría haber perdido todos los botones, por lo que no pudieron abrigarlo hasta llegar abajo. Desde que despertara no había dejado de llorar en silencio, ni una palabra. Su visión se recuperaba muy lentamente, siendo prácticamente blanca todavía, aunque no solía abrir los ojos. ¿Qué era exactamente lo que había pasado? No lo recordaba todo, sólo tenía la certeza de haber decidido abandonar la torre cuanto antes, se alejaría hasta donde su afectada visión le llevase, tan vez lograra llegar hasta su pueblo natal, Ehos. Pensar esas cosas le hacía volver a llorar y sin saber bien por qué, pensaba que la belleza del chico Arél era diabólica y peligrosa, por eso y aún sin estar completamente recuperado, la mañana del enlace real, donde todos se ocupaban de los preparativos y el alboroto era general, vio la oportunidad perfecta de salir sin ser visto de la torre. No quería hablar ni explicar nada a nadie, solo quería irse de allí.

-Mi señor, marchad sin demora hacia las proximidades de Diin -le repitió Ares desde el espejo, apremiándole. -No hace falta que lo repitas - le espetó el rey, molesto mientras se colocaba la capa. Desde que su difunto consejero se apareciera en el espejo no podía permitirse que entrara nadie a vestirle, como siempre había sido.- Pediré a alguno de mis guardias que vengan conmigo. -¡No!¡No has entendido nada!- Gritó furioso el reflejo del joven. Ahora que su cuerpo no estaba, el mago había empezado a perder el respecto hacia el rey, que no estaba seguro sobre si contrariar o enfadar a un espíritu. -De acuerdo. ¿No habrás visto si me voy a topar con alguna legión de soldados verdad? - Preguntó con sarcasmo al espejo. -La vigilancia de Dinn se concentrará en el lado oriental de éste. Apresuraros a salir hacia las montañas occidentales - dijo el consejero antes de desaparecer. -Si no supiera que vas a acertar rompería ese espejo - dijo furioso el rey.- Rompería el espejo contigo dentro.

Mientras tanto, el ajetreo en la torre blanca era tal que las sirvientas menos experimentadas habían tenido que abandonar su trabajo para no entorpecer a los demás. Hector conducía a Arél por los pasillos de los niveles medios de la torre, donde apenas había algún sirviente despistado. El guardia personal de Seth vestía una armadura especialmente forjada para la celebración, confeccionada en oro y tela blanca. Su cabello, aún sin ser tapado por el casco, se veía peinado hacia a trás, brillante. Arél lo veía más atractivo  pesar de lo mayor que era. Le condujo hasta una habitación vestidor que permanecía cerrada con llave. Dentro, la sala estaba cubierta en las paredes de armarios y el centro estaba ocupado por una mesa de madera oscura, sobre la que descansaban unos ropajes bien doblados, junto a algunas partes de una armadura blanca. Hector cerró de nuevo la puerta tras entrar.

-Llevarás éste uniforme en la ceremonia - dijo señalando con la palma hacia arriba la mesa. -Estoy nervioso, Héctor... -Dijo Arél acercandose lentamente hasta la ropa. -Es normal - le puso una de sus grandes manos en el hombro.- Pero Arél, piensa que el príncipe te ha elegido a ti en especial, él sabe muy bien lo que hace. -Pero yo no conozco los protocolos, ni los reinos, ni sus nombres...-Dijo cada vez más nervioso. El guardia se sitió a su espalda, mientras Arél se apoyaba al borde de la mesa. Cuando le habló, sintió la voz del hombre a su izquierda mientras le agarrado con su brazo derecho. -No te preocupes por eso. Ahora que vas a convertirte en rey de Dinn seré vuestros guardia personal igual que lo seguiré siendo de Sethir, y estaré a vuestro lado en cada momento de duda - le tranquilizó pegando su rostro sobre el cabello de Arél. -...Gracias Héctor... - dijo el chico volviéndose.- ...Gracias por seguir el lado de Seth. -No dejaría de hacerlo nunca - sonrió.- Ahora te ayudaré a vestirte, tienes que casarte - le apremió.

Arél tardó un instante en decidirse a desvestirse, cuando lo hizo, se quedó completamente desnudo en inmóvil, mientras el guardia separaba las partes del uniforme, cuando de pronto, mirano al frente se dió cuenta de algo.

-Casi me salto un paso - dijo antes de mirar al chico.- No puedes ponerte en uniforme sin haberte lavado entero antes - explicó. Arél se quedó pensando un instante. Con el ajetreo que envolvía aquel día, desde que se levantara no había podido siquiera darse un baño, aunque también era cierto que solía bañarse con Seth, y desde la noche antes no habían podido verse.- Esa puerta de ahí - dijo señalando hacia la pared de la derecha,- da a un baño en el que podré lavarte, vamos - dijo empezando a ponerse nervioso.

Arél si dio la vuelta, desnudo, y caminó hasta el baño que había tras la puerta, que no era muy grande, apenas con una pila de mármol blanco y unas telas dobladas a modo de toalla. Se situó de pié en el centro y observó cómo Héctor cogía un paño blanco y lo sumergía en la pila. Cuando lo sacó, empapado, se arrodilló frente al futuro rey y comenzó a lavar sus pies, con delicadeza por sin lentitud. El agua estaba fría y Arél hizo una mueca ates de que sus pezones se endureciesen. Su pene pareció encoger igual que sus huevos. Héctor continuó lavando la otra pierna hasta llegar a los huevos del chico, que a causa del frío habían encogido, al verlo, el guardia alzó la mirada y observó la expresión del chico.

-¿Tienes frío?- Se preocupó.- Si, seguramente este agua esté muy fría - dijo nervioso mirando hacia los lados.- Pero es que no tenemos otra forma de lavarte. Tranquilo, no tardaré mucho -dijo cuando el chico empezó a temblar.

El hombre intentó calentar las piernas de Arél frotándolas con sus grandes manos, luego las abrazó, pegando su oreja a los huevos, notándolos fríos, como el ahora pequeño pene. Subió las manos tras el chico y continuó frotando sus nalgas mientras empezaba a expeler vaho por la boca sobre su poya del chico. Tres exhalaciones largas y el pene recuperó poco a poco su tamaño, llagando incluso a parecer más grande que al principio.

-¿Mejor? -Si, gracias, Héctor - le agradeció Arél acariciando la nuca del hombre. Que continuó frotando las suaves nalgas del joven. -Así mantendrás el calor - dijo antes de que la poya de Arél creciese sin darse cuenta, tocándole la barbilla al hombre.

El guardia miró la entrepierna del chico al sentir su tacto, entonces, ralentizando su frotamiento en el trasero, lamió lentamente con su lengua grande desde el principio del pene hasta el capullo, llenándolo de saliva, erizando la piel de su trasero. Sin decir nada, volvió a lamer la poya del futuro rey mientras volvía a coger el paño y lavaba su pecho, deteniéndose al más en sus pectorales que estaban muy marcados tras los duros días de entrenamiento. Lleno de placer, Arél cerró los ojos y alzó los brazos para que su guardia pudiera lavar sus axilas cubiertas de algunos oscuros pelos, mientras le mamaba con suavidad. Sentía la ancha lengua del fornido hombre recorrer y rodear su capullo. Cuando terminó con las axilas, el guardia bajó el paño hasta colocarlo sobre el joven culo del rey, que abrió para lavarlo, sin dejar de chupársela. Arél, aún con los ojos cerrados y la cabeza vuelta hacia arriba, abrió con sus manos las dos nalgas, dejando al guardia limpiar su agujero, que cuando estuvo limpio sintió sobre él uno de los gruesos dedos de Héctor. El chico se relajó y dejó que el hombre le introdujera el dedo mientras con el otro brazo recorría su espalda de abajo arriba.

-Gracias... por estar a nuestro lado...-Logró decir Arél. -Debo ocuparme de que mis reyes sean felices, ese es mi principal trabajo - dijo el hombre.- Debes estar muy limpio antes de la boda.

Dicho ésto, el musculoso hombre empujó al chico para que pudiese apoyarse sobre la pila, alzándole con facilidad las piernas, hasta dejarlas sobre él. Ahora el culo suave de Aré quedó frente al guardia y cuando éste le separó las piernas, contempló su agujero unos segundo, antes de pasar su lengua sobre él, realizando cortos movimientos de cabeza de arriba abajo.

-Aaah.. Hector...

Le lamió, intentó meter su gruesa lengua y volvió a chupar la poya del chico, que estaba tan erecta que parecía a punto de estallar. Entonces se irguió, aún sujetando los tobillos del chico en alto, que colocó sobre su armadura pectoral mientras se bajaba los pantalones, liberando su poya también erecta, y colocándola sobre el agujero.

-Mi rey... -Susurró Hector antes de clavar su poya con suavidad, lo que resultó  muy fácil gracias a todas sus chupadas. -Aaahh...

El guardia folló al chico durante casi una hora, hasta que ambos se corrieron, mientras las preparaciones reales seguían su curso.

Cuando el sol empezó a esconderse en el horizonte, el príncipe se encontraba ya de pié, en el balcón más grande de la torre, donde un religioso los casaría. Al pie de la torre, la inmensidad de los asistentes se extendía hasta los bosques que había antes de la torre de plata. El fervor del pueblo llenó de orgullo y alegría al futuro rey de Dinn, mientras esperaba impaciente a su prometido. Sethir iba vestido con telas azules bajo una hermosa armadura blanca, que a diferencia de la de Arél, estaba tocada con detalles en oro. Su capa roja colgaba tras él. El cabello, recién cortado y lavado caía ligeramente a los lados de su bello rostro. Al cabo de unos minutos que resultaron eternos a Seth, las altas puertas de cristal del balcón volvieron a abrirse, acallando como por arte de magia el griterío del pueblo. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Setir haciéndole cerrar los ojos de emoción antes de darse la vuelta y mirar hacia la salida del balcón, a cuyo lado se encontraban dos escoltas reales, custodiando la llegada del joven, que se acrecaba desde el fondo del salón interior. Aún no podía verle bien, pero según se fue acercando, el príncipe sonrió al contemplar su figura y su hermoso aspecto gracias a lo lento que era el paso al acercarse a la salida, según marcaba el protocolo. Su cabello oscuro había crecido desde que se vieran por primera vez, y brillante, se sujetaba a su coronilla antes de caer tras su nuca. Su rostro, era inconfundiblemente como cuando se transformaba de aquella manera tan especial, más bello que la luna, con ojos brillantes y dulces. Su armadura blanca, con algunas gemas rojas en los brazos, envolvía una tela rosada, que reconoció como suya. Aún acercándose, el futuro rey Sethir no logró reprimir una lágrima, que luchaba por momentos por caer. Cuando por fin Arél salió al balcón, el silencio se rompió y las ovaciones y griteríos de todo el pueblo fueron tan estruendosos que el religioso que se ocuparía de casar a los dos reyes se giró sorprendido. Acompañado por Hector, que se apartó a un lado, Arél sonrió algo nervioso al acercarse a Seth. No supo qué decir al verle, tan solo sonrieron y se miraron con devoción. Tras Sethir, Isi se encontraba de pie sonriendo a su hermano, que al verla le informó de lo bella que estaba aquel día.

El enlace duró apenas unas horas, mientras tras la torre, el temeroso Raser se alejaba, llegando a la muralla y atravesándola por una de las puertas, que a pesar de estar custodiada por un soldado, éste no le impidió salir, debido a que ya lo conocía. Así que Raser se alejó de la torre, caminando y corriendo durante horas, hasta caer desfallecido entre los árboles de un oscuro bosque, donde apareció a los pocos minutos un hombre a caballo, que apeándose cerca de él, se agachó y lo tomó en brazos.

-Ares tenía razón - murmuró.- No temas, tu vida en la torre blanca se ha acabado - dijo apretando con sus brazos en cuerpo frío de Raser.- Yo te pondré a salvo.