Palabra de Seth (6: El futuro de Dinn)

La reina de Dinn vive sus últimos días enfrentado a si hijo por que éste no accede a casarse con una mujer para subir al trono.

Era de noche cuando Raser se vio desorientado en medio del bosque. Ya no recordaba por qué se había adentrado en él pero no le importaba, solo deseaba volver a la torre donde le esperaban el resto de sirvientes de la corte. Caminó entre la negrura de los árboles sin saber donde girar hasta que de pronto escuchó un crujido de hojas secas varios metros frente a él.

¿Hola? - Preguntó a la oscuridad?- ¿Hay alguien?

Esperó unos segundos en vano y al ver que no contestaba nadie decidió correr en la misma dirección. Continuó llamando sin respuesta cuando de pronto vio entre las sombras un figura de espaldas.

¿Hola? Perdone, me he desorientado y no sé regresar a la torre blanca – explicó avergonzado.

La figura se volteó y Raser pudo ver que se trataba del joven. Arél, así se llamaba. Tenía esa mirada seria que había adquirido desde que intentaran secuestrar a su pequeña hermana. Antes no era así, su aspecto era joven y débil, como el de los pobres, pero desafortunadamente había adquirido una majestuosidad divina que le hacía perder la cabeza desde que vio su semblante mientras el príncipe lo violara en los salones de la torre. Hizo enloquecer al monarca y lo hacía enloquecer a él también desde aquel momento, impidiéndole dormir e incluso cortándole la respiración cuando se acercaba. Arél se giró del todo y permaneció inmóvil, mirándole.

Eres tú -  consiguió articular el sirviente. Sin poder evitarlo se acercó a él e intentó tocarlo, pero justo cuando iba a alcanzarlo una mano entre las sombras tiró del chico hacia atrás y Raser quedó sorprendido.- ¿Qué está pasando?

Entonces, detrás de Arél asomó el rostro el príncipe Sethir, que sin pronunciar ninguna palabra rodeó al chico con su brazo mientras miraba a su sirviente. Los dos observaron con rostro serio a Raser durante unos segundos y después se fundieron con la oscuridad del bosque, dejándolo otra vez solo.

El hombre se irguió sobre su litera de forma violenta ahogando un grito que a poco estuvo de despertar a los demás compañeros que aún dormían. Tenía la frente empapada en sudor  y otra vez se había despertado con una gran erección, otra vez tras soñar con Arél. Se tumbó lentamente sobre la cama nuevamente y ladeó la cabeza con los ojos cerrados, intentando en vano no volver a llorar de impotencia. Decidió evitar despertar a sus compañeros mordiendo la almohada de plumas con todas sus fuerzas, mientras las lágrimas empezaban a recorrer su rostro.

Al amanecer, Héctor acudió hasta los aposentos reales y llamó brevemente a la puerta. El principe Sethir que se encontraba en ese momento dándose un baño en la piscina se sorprendió al oír llamar a la puerta y al oír la voz de Hector le indicó que pasara.

Mi señor. ¿Qué ocurre? - Preguntó extrañado. Estaba desnudo en el agua y Hector pudo ver su poya a través de ella, lo que le distrajo durante un momento. Hemos recibido noticias de la torre de plata. Su majestad la reina Elissa se encuentra cada vez más enferma y solicita vuestra presencia, señor – dijo mirando hacia el suelo. Sé que su estado empeora, pero no puedo satisfacer sus últimos deseos, Héctor – dijo el príncipe mirando a través de los ventanales del lateral de la sala. No os entiendo – El guardia levantó la mirada hacia Sethir que ahora caminaba hacia las escaleras de la piscina. Madre desea que la torre blanca disfrute pronto de una futura reina para Dinn, con la que habré de casarme – explicó,- pero eso no sucederá. ¿No os casaréis nunca? - Se extrañó el guardia.- Los poderes diplomáticos de Dinn podrían verse afectados en algunos aspectos, mi señor. Héctor, sabes que no has de utilizar esas palabras conmigo después de tantos años – dijo mirándole. Después se acercó al vestidor y comenzó a vestirse.- Claro que me casaré – el tono de su voz era más serio,- pero lo haré con quien yo desee. Me casaré con Arél.

El guardia quedó inmóvil. La sorpresa le había hecho tambalearse hacia atrás y ahora intentaba encontrar las palabras adecuadas para el príncipe.

¡¿Qué?! ¿Habláis en serio? - Preguntó incrédulo tras unos segundos. Claro que si, mi querido amigo. Pero... - Continuaba eligiendo las palabras para expresarse.- Aunque el matrimonio entre dos hombre no esté prohibido.. e incluso aunque ya haya ocurrido en alguna ocasión que un reino goce de tener dos reyes... - Se detuvo un momento, sobrecogido.- En estas tierras este tipo de matrimonios no está tan bien visto como en otras. ¡La fuerza de Dinn ante los demás soberanos podría verse debilitada!

Sethir se levantó, aún sin poner la camisa y caminó hacia Héctor. Cuando estuvo a su lado lo miró a los ojos y le habló como al mejor amigo que era.

Héctor, tú me conoces y sabes lo importante que es Arél para mi, y que le quiero más que a mi vida.- El guardia bajó la mirada, escuchando al príncipe.- ¿No es esa razón suficiente para encontrar a nuestra pareja? Los problemas que tengan el resto de reinos no han de decidir los movimientos del nuestro – dijo girándose.- Acudiremos a ver a la reina, y volveré a comunicarle mis intenciones. De acuerdo, mi señor – dijo Héctor sin poder evitarlo.- Tenéis razón. Supongo que me he preocupado antes de tiempo por ti... Ahora que tomarás el poder de Dinn el resto de reinos intentarán aprovecharse de nuestras debilidades. Lo sé, Héctor, pero quiero que Arél sea mi rey cuando suba al trono – se giró a mirar al guardia.- Y que tú estés a nuestro lado. Lo estaré, señor – prometió.

Héctor abandonó la habitación confiando una vez más en su señor y con la firme convicción de que  debía ocuparse de preparar nuevas estrategias para evitar que la decisión del príncipe pudieran dañar su situación.

Tras preparar el viaje a la torre de plata, a la que iría esta vez también Isi, la guardia real abandonó la torre blanca para adentrarse en los bosques que tardaron toda la mañana en atravesar, sin detenerse. Desde lejos, Arel vio por segunda vez la torre de plata, más hermosa si cabía que la torre blanca. Estaba rodeada de innumerable arboledas de color verde intenso y extensos rosales que embellecían los caminos. Al llegar, los asistentes reales acompañaron al príncipe hasta los aposentos de la reina y éste tardó varias horas en salir. Indicando a toda su corte que pasarían la noche allí.

¿No vamos a volver a la torre? - Preguntó Isi. Esta noche no – le dijo Sethir apoyando su mano sobre el hombro de la chica. Ésta se acercó a su hermano percatándose de la preocupación que mostraba el príncipe. Sethir se alejó caminando a paso rápido por los pasillos de la torre. Arel lo vio alejarse sin saber qué hacer.

¿Qué está pasando? - Preguntó preocupado a Héctor que acababa de acercarse. Puede que necesite estar solo...- Dijo el guardia mirando al chico.- Pero estoy seguro de que tu presencia le aliviará su tristeza – confesó pasando una mano por los cabellos de Arél.

Tras unos momentos, el joven emprendió el mismo camino que había hecho el príncipe, preguntando en algunos momentos a los sirvientes de la reina sobre el camino que había tomado. A diferencia de la torre blanca, aquellos parecían más largos y bonitos, tapizados de hermosos dibujos y con el suelo en alfombras rojas que amortiguaban sus pasos.

Su majestad el príncipe, ha entrado en el salón – le indicó señalando con el dedo uno de los sirvientes que corrían de un lado a otro alarmados por la situación de la reina.

Se acercó a la puerta con nerviosismo y agarró el pomo dorado durante un instante. En entrar se encontró en un gran salón a oscuras, con las cortinas echadas y sumido en un silencio extraño. No veía nada, paro al dar un primer paso hacia delante, un nota musical llegó a sus oídos desde los laterales, lo que le sorprendió e impidió moverse. Otra nota y otra más le siguieron, formando poco a poco una melodía lenta y triste que le hizo estremecer. Escuchó sin moverse e intentando respirar con lentitud, aunque no podía. La melodía le erizaba la piel, sintiendo una pena tan grande como había visto en los ojos de Sethir. El chico caminó lentamente hacia el sonido y descubrió, al fondo de la habitación, un gran piano negro tras el que se sentaba el príncipe, tocando lentamente sus teclas, sin percatarse de su presencia, hasta que estuvo junto a él.

¿Por qué es tan dificil? - Dijo de pronto Seth mientras tocaba las últimas notas. ¿Qué es dificil? Hacerle ver a alguien el amor que uno siente hacia otra persona – explicó con voz apagada. Arél volvió a sentir un escalofrío y se arrimó al príncipe.- Mi madre, la reina, no entiende que quiera estar contigo.. ¿Cómo? No te entiendo... No comprende que no quiero casarme con ninguna desconocida, solo quiero reinar a tu lado, y que tú reines conmigo – dijo mirando el hermoso rostro de Arél. Éste sonrió acariciándole el rostro. Tal vez tenga razón, tal vez no sea posible. No es cierto, si lo haré. Otros reyes a lo largo de historia de este mundo lo han echo y no tuvieron a sus madre detrás impidiéndolo... - Dijo abrazando a Arél por la cintura y apoyando la cabeza en su pecho.- Te quiero, y no voy a querer a nadie más que a ti, eso me sirve para decidir que quiero que seas mi rey – dijo alzando hacia el rostro del chico su mirada.

El príncipe besó a Arél y éste le correspondió.

Te amo. Yo te amo también – dijo mientras se abrazaban.

El chico acarició la superficie metálica de la armadura de Sethir mientras este se levantaba. Lo abrazó con fuerza y se besaron cada vez con más lujuria, comprendiendo el príncipe lo mucho que amaba al chico y lo cerca que lo podía tener. La entrepierna de Sethir no tardó en abultarse y al notarlo, Arél dirigió hacia allí su mano, para acariciarlo por encima del pantalón.

Tú eres el príncipe – dijo mientras le tocaba suavemente y él alzaba el rostro de gusto.- Y yo te voy a dar todo el amor del mundo, porque tu me salvaste de morir de hambre y me alojaste en tu hogar. Nunca voy a saber compensarte Sethir.

Al verlo llamarlo por su nombre, el principe sintió extraños deseos incontenibles y se separó del chico antes de levantarlo y tumbarlo sobre la tapa negra del piano. Le bajó los pantalones con dificultad por encima de la armadura de Arél y descubrió su culo, alzándole las piernas mientras se sacaba la polla completamente erecta.

Quiero hacerte feliz, príncipe – dijo de pronto Arél, mirándolo a los ojos. Seth se detuvo un momento.- Hazlo.

Entonces Sethir penetró al chico, haciéndole gritar. Y el grito se escuchó por los pasillos de la torre, aunque en la sala del  piano se habían convertido en jadeos. El principe sujetaba con una mano en alto los tobillos de Arél mientras le embestía cada vez con más furia. Éste veía el rostro de Seth cubierto de rabia, con los dientes apretados, en cierto momento incluso cubiertos de saliba, que cayó  sobre su culo. Lo agarró con más fuerza y Arél se dejó penetrar mientras disfrutaba de la poya del príncipe dentro de él.

¿Qué está pasando ahí dentro, hemos oído un grito?- Preguntó una de las sirvientas a Héctor, que permanecía junto a la puerta. Nada, el príncipe está bien.

Mientras tanto, dentro continuaban los jadeos y las embestidas, hasta que apretando los días con mayor fuerza, Seth terminó corriéndose mientras Arél veía incharse las venas de los brazos y el cuello del príncipe, que se desplomó sobre él. Pero su peso no le molestó, se sintió nuevamente protegido.