Palabra de Seth (5: El atardecer)

Este es un relato fantástico por capítulos en el que un chico llamado Arél y su hermana pequeña, se ven obligados a huir de su hogar. Encontrarán ayuda de alguien que no esperan.

Desde el intento de secuestro, Arél había pasado todo su tiempo junto a su hermana. Los dos se pasaban horas dentro de la biblioteca, ella aprendiendo a leer, aunque cada vez le hacía menos falta, y él a su lado.

El chico dejó incluso su entrenamiento como soldado, aunque nadie le dijo nada, todos guardaban un solemne silencio al verle. El príncipe comía junto con los hermanos pero desde el día del secuestro Arél no había hablado prácticamente nada. En una ocasión Seth encontró al joven tomando un baño mientras su hermana dormía. Los baños de hombre ya estaban arreglados por aquél entonces y allí era donde le encontró. Aquel baño era bastante grande, ya que a un lado había una larga pila de piedra donde los hombres del castillo se podían lavar, en unos cubículos al fondo de la sala, había inodoros y en el lado derecho, había una puerta que daba a una piscina donde se podían lavar completamente.

Junto a la pared, había un banco largo de piedra, donde Arél había dejado sus ropas y una toalla blanca. Desde el arco de la puerta, y príncipe le vio relajado mientras dejaba su cuerpo entero flotar en el borde del agua, con el rostro hacia el techo, y los ojos cerrados. Estaba completamente desnudo y su polla descansaba flácida aunque no pequeña, de cortado sobre el principio de su muslo derecho. Al verle, el príncipe no pudo evitar mirar unos instantes su miembro pero enseguida se concentró y se acercó a la piscina.

¿Te está relajando? – Preguntó innecesariamente el príncipe.

Si, necesitaba un baño y aprovechando que no hay nadie, pues e decidido relajarme – dijo sin mirarle.- Aunque claro, últimamente a mi alrededor no hay mucha gente así que estaba seguro de que hoy podría estar sólo aquí.

¿Por qué dices eso? – Se preocupó Seth.

Desde lo que ocurrió con el mago todas las personas me temen, y nadie se queda más de unos segundo cerca de mí.

Ah… Bueno, tienes que entender que al principio estén confusos y alarmados, pero tú no supones ningún peligro así que no tienen por qué temer – le intentó tranquilizar. Arél se incorporó y como en aquella parte de la piscina el agua le llegaba apenas por la cintura, fue caminando hacia el borde de la piscina, donde se encontraba Seth. Este vio su cuerpo chorrear el agua cristalina, que se deslizaba entre sus abdominales y goteaba desde su cabello. Desde el incidente días antes, el aspecto físico de Arél era infinitamente más atractivo, aunque no tanto como cuando le vio el rostro transformado y no pudo evitar besarle y poseerle. Parecía más maduro y serio.

No quiero que nadie se alarme por mi presencia, no quiero ser ninguna leyenda, y menos una que no comprendo.

Arél, tu destino es ésta fuerza y este poder, nadie puede cambiarlo. Tu inclinación puede otorgar la victoria definitiva a cualquier reino. Y tu poder es tan grande que podrías tener todos los deseos y caprichos que deseases… - Le explicó, aunque no le dejó terminar.

¿Por eso nos ayudaste?

¿Qué?

¿Viste que yo era el chico de la leyenda y por eso nos ayudaste?

No, os recogí porque quise, pero no he sabido nunca quién estabas destinado a ser, Héctor sospechó la noche antes que tu podrías ser especial, pero jamás supe nada – le dijo preocupado.

No sé si creerte – dijo apartando la mirada.

Arél – se agachó para mirarle más de cerca.- Sois muy importantes para mí desde el mismo día que os recogí y aunque tú no hubieses sido quien eres te habría querido igual.

El chico se volvió de pronto hacia el príncipe, tenía los ojos muy abiertos.

Tú… ¿tú me quieres? – Le preguntó con el rostro triste. El príncipe sonrió dulcemente y le miró a los ojos, que brillaban más que nunca.

Si Arél, desde que te encontré me has enamorado cada día más. Más aún que todo este reino – dijo abriendo los brazos para señalar su alrededor,- y más aún que cualquier otra persona que haya podido conocer. Puede que alguien te tema, pero yo no, yo estoy preocupado porque ya no sonríes como cuando te conocí. Necesito que esto no te cambie porque eras una persona llena de vida y amor y todos necesitamos eso dentro de esta torre.

Arél se relajó y sonrió, levantando el rostro hacia Seth y dándole las gracias le besó, mojándole la cara al hacerlo.

Con el paso de los días, Arél recuperó el ánimo y volvió a entrenarse en el cuartel con el resto de guardias y al verle comportarse como al principio, el resto de la gente volvió a coger confianza en él, aunque todos apreciaban el notable cambio tanto de aspecto, como de carácter que había adquirido. Una tarde, después de visitar a su hermana, que estaba en los establos cepillando al potro que el principe le regaló, Arél se encontraba asomado al balcón del comedor viendo la puesta de sol mientras se apoyaba en la barandilla de piedra. Había estado lloviendo durante todo el día y apenas se había visto el sol, pero al atardecer las nubes se alejaron y brilló el sol apenas unas horas antes de que llegara la noche. En ese momento, Raser (que era el sirviente que les había visto hacer el amor sobre la alfombra días antes), acababa de terminar su trabajo diario y se dirigía a las habitaciones de los empleados cuando al pasar por el pasillo, vio tras las cortinas a Arél. Su figura estaba recortada por la rojiza luz de la puesta de sol y las altas cortinas que escondían la salida al balcón, ondeaban a causa del viento que entraba.

Al verle dudó un instante y después se acercó, dudoso.

Era un hombre poco más mayor que el príncipe. Tenía el pelo castaño y corto. No era muy musculoso pero aún así parecía atractivo: barbilla ancha, ojos grises y pequeños… El resto de sirvientas se habían fijado ya en él y alguna había disfrutado de los placeres sexuales que el hombre ofrecía.

Cuando atravesó las cortinas se acercó y colocó junto a Arél mirando hacia el horizonte.

Bonita puesta de sol – dijo sin más.

Si, donde yo vivía antes no se veía nada parecido – respondió el chico al verle.

Todos los del servicio nos hemos dado cuenta del cambio que has hecho, y me recuerda un poco a ésta puesta de sol – dijo incomodando a Arél.- Primero una tempestad de lluvia y truenos, y después la calma del atardecer, el cielo rojo y violeta al mismo tiempo.

Arél no contestó.

Espero que sigas así de bien – le dijo poniéndole una mano sobre su hombro.- Pareces una buena persona – le dijo sin atreverse a hacer lo que había pretendido en un primer momento.

El sirviente se alejó nervioso y avergonzado. Nada más salir de nuevo al pasillo, el príncipe Sethir le vio alejarse y entró en el comedor. Cuando salió al balcón y vio al chico se acercó a él y le abrazó por la espalda.

En un primer momento Arél se asustó pero al instante descubrió que se trataba del príncipe. Después de que su poder despertara, se había dado cuenta de que reconocía el olor de Sethir sin siquiera mirarlo. Cuando estaba cerca de él percibía un agradable aroma a bosques y flores (seguramente debido a los pétalos que perfumaban sus aposentos), y cuando lo hacía veía en mente el rostro del príncipe sonriendo, le había pasado en más de una ocasión.

¿Ha estado Raser aquí? Le he visto salir – comentó indiferente.

Si, acaba de marcharse.

¿Habéis hablado?

Me ha dicho que todos han percibido mi cambio, y que se alegraba de verme ahora mejor – dijo un poco incómodo al verse el centro de atención entre los sirvientes.

¿No ves como te dije que nadie te daba de lado? – Le preguntó alegre apretando ligeramente su abrazo alrededor del chico.

Ya, pero aún así no me gusta que se hable de mí – dijo serio.

Bueno – el príncipe le dio la vuelta y le miró a los ojos, entonces le rodeó la cintura con las manos.- Por mucho interés que puedan tener, tú solamente serás para mí – le dijo con una sonrisa pícara que alegró a Arél.

¿A si? ¿Y si no quiero? – Le dijo sonriendo.

Cómo que si no quieres.. –Dijo el príncipe. Metió sus manos por dentro del pantalón de Arél tocando su culo cuando éste se apartó riendo.

Oye, que nos van a ver – dijo riendo.

Y qué – fue a seguirle pero éste se apartó,- si yo soy el príncipe. Puedo hacer lo que desee.

Entonces empezaron a reír mientras se perseguían por el saló comedor. Mientras se alejaba, Arél separó una de las sillas para impedir el paso de Seth, que éste saltó sin detenerse lo que divirtió al chico. Entonces entre risas, salió de la sala seguido por el príncipe y corrió por el pasillo hasta que Sethir le alcanzó y le sujetó, metiéndole a empujones en una sala con la puerta abierta. Dentro había un sillón muy elegante frente a una chimenea. También había estanterías aunque la sala no era muy grande. Aún entraba algo de luz rojiza por el crital de las únicas dos ventanas que había a ambos lados de la chimenea.

Seth empujó al chico entre risas y este cayó tumbado boca arriba a lo largo del sillón.

¿Intentabas escapar?

No, señor – dijo Arél divertido.

Sí, estoy seguro de que intentabas escapar de mí.

Se agachó y le besó mientras éste reía. En aquel momento una de las sirvientas se asomó a la habitación, aunque no vio a Arél ya que a éste le tapaba el respaldo del sillón y desde la puerta no se le veía. La señora se extrañó al ver inclinado sobre el sillón al príncipe riéndose.

Señor, las chicas de la limpieza han terminado con su trabajo y preguntaban si podrían dormir hoy en la aldea – preguntó dudosa. Un instante después se apresuró a decir:- Ya sé que esto debería decirselo al señor Doure pero nadie le ha visto desde la hora de comer, señor.

Ya – dijo poniéndose serio el príncipe.- A tenido que ausentarse durante toda la tarde. Eh… Sí, supongo que pueden marchar a la aldea si lo desean.

Gracias, señor. Con su permiso – dijo agachando ligeramente la cabeza antes de marcharse.

Majestad, cuánta benevolencia – dijo sonriente Arél.

No seré tan benévolo contigo aldeano – le dijo mirándole con seriedad. Acto seguido se arrojó sobre él y comenzó a hacerle cosquillas por todo el costado, arrancando risas y carcajadas que se escucharon varias habitaciones más allá.

El chico cayó al suelo y rodó hasta quedar junto a la chimenea. Seth se apresuró a sentarse sobre su tripa para inmovilizarlo.

Nada puede contra la ira de Diin – dijo haciendo reír aún más a Arél. Entonces, sin levantarse, Seth cogió un par de troncos de un orificio en la pared que había junto a la chimenea y unas cuantas hojas secas para colocarlo todo en el interior de la chimenea. Después chasqueó dos piedras medianas que había sobre el saliente de la chimenea y comenzó a encenderse un agradable fuego en el interior.

¿Vas a echarme al fuego?

No – dijo agachándose hacia delante.- Me gustas mucho más así.

Se besaron apasionadamente durante unos minutos, mientras el fuego se encendía, y después el príncipe se levantó y fue a cerrar la puerta de la sala dejando a Arél disfrutando del calor que le empezaba a envolver el cuerpo. Cuando regresó a su lado, Seth se tumbó junto al chico y le observó. Arél tenía los ojos cerrados y estaba disfrutando el calor del fuego después del día tan lluvioso y frío que habían tenido. Al cabo de un rato, el príncipe empezó a desabrochar uno a uno todos los botones de la camisa del muchacho, sin que este se inmutara lo más mínimo. Separó ambos lados de la camisa y descubrió su pecho, que tanto le gustaba, y lo vio iluminado por los reflejos de las llamas que salían de la chimenea. Se tumbó sobre él, apoyando de lado la cabeza sobre uno de sus pectorales y escuchó las pulsaciones de su corazón. Cuando Arél le besó en el cabello Seth levantó la cabeza y lo volvió a besar, después se incorporó y se acercó a su cintura para desabrochar su pantalón, quitándoselo lentamente, dejando solo la tela blanca que marchaba un bulto envolviendo sus huevos y la polla. Cuando le desnudó, el príncipe se quitó el chaleco y su camisa, destapado su pecho, antes de quitarse los pantalones.

En la sala había empezado a acumularse el calor y ahora se sentían a gusto, desnudos junto a la chimenea encendida.

Seth se colocó a cuatro patas sobre Arél, pudiendo éste tocarle el pecho mientras se miraban.

Me siento protegido cuando estamos juntos – le dijo arrancándole una sonrisa.

Eso es porque soy más grande que tú – le dijo. El cabello sedoso había crecido desde la primera vez que se vieron, y ahora le colgaba brillante y oscuro alrededor de su rostro. Los músculos de los brazos estaban fuertemente marcados al estar apoyado sobre ellos.- Pero ambos sabemos que tú no necesitas protección, en cambo yo, junto a ti me siento intocable… y afortunado.. – Dijo mientras se acercaba a besarle. Entonces, antes de rozarse sus labios, por encima del crepitar de las llamas se escuchó una melodía que provenía de la orquesta real, que ensayaba a última hora de la tarde, en la sala que había justo debajo de ellos.

Se besaron acompañados por el suave y precioso sonido de los instrumentos en el piso de abajo, lo que les animó y contentó. Cuando la melodía se volvió rápida y fuerte, Arél y el príncipe se tocaron y acariciaron hasta arrancarse las telas que trataban de esconder sus endurecidas pollas. Cuando los tambores y los platillos comenzaron a estallar, ambos se masturbaban mutuamente. Después, sin poder aguantarlo más, Arél se arrastró boca arriba entre las piernas de Seth y quedó con la polla del príncipe justo encima, cuando se la metió en la boca y la empezó a chupar, haciendo que Sethir cerrara los ojos del placer y levantara la cabeza.

Mientras toda la orquesta se sumaba al ritmo eufórico de los tambores y los amantes, Arél se la chupaba más y más, haciendo gemir al príncipe, que apenas se le oía por encima de la música. Justo cuando la orquesta aceleró el ritmo y todos los instrumentos se acercaban al éxtasis de la canción, el príncipe Sethir arqueó la espalda hacia arriba mientras notaba su polla estallar dentro de la boca del chico, que ahora le apretaba las nalgas del culo aumentando su placer.

Cuando terminó de correrse y apenas habiendo acabado de tocar la orquesta, Arél salió de debajo del príncipe y con aún parte de semen en la lengua, la pasó por el agujero de Seth, notándolo éste caliente y arrancándole el último gemido.

Se tumbaron el uno junto al otro, frente a la chimenea.

El príncipe acarició el cabello del joven, que empezaba a quedarse dormido, y dio gracias a Dios por haber querido que un día se cruzase con él.