Pak: el novillero

Los primeros en anunciar el nuevo día, cuando aún faltaban casi dos horas para que amaneciese, fueron los gallos de aquella villa perdida entre las montañas.

“Para las mujeres es bueno poseer muchos defectos, pues no nos suelen amar por nuestras virtudes.”

PITIGRILLI, Dino Segre (1893 – 1975) Escritor Italiano

PAK: EL NOVILLERO.

Los primeros en anunciar el nuevo día, cuando aún faltaban casi dos horas para que amaneciese, fueron los gallos de aquella villa perdida entre las montañas. Las pobres aves poco tardarían en perder sus cabezas con sus rojizas crestas, para ir a parar (eso sí, desplumadas) a las ollas, en donde las cocerían las amas de las casas, para celebrar al Santo patrón, San Agustín.

Eran las tan esperadas fiestas mayores. De los 350 habitantes, en aquellos días, se pasaban a doblar e incluso triplicar. Allí acudían familiares lejanos de los lugareños, amigos de pueblos vecinos, y curiosos, para poder ver el encierro de las ganaderías bravas de aquellas quebradas.

Así como al llegar la hora, los más atrevidos lanzarse al ruedo para imitar a los grandes devotos del arte de cuchares. Todos participaban del espectáculo mientras vaciaban las botas de vino (calientes sí se ponían).

Las acicaladas damas allí presentes no tenían más ojos que para mirar los bultos que se les marcaban entre las piernas a los que con más o menos arte capeaban a las bravas bestias.

La banda que amenizaba la tarde le daba aquél ambiente su máximo esplendor con sus alegres marchas.

Olores de perfumes se mezclaban con el humo de los puros y con el de la naftalina de los armarios que guardaban las ropas de verano, recién desempolvadas.

Aquella tarde de 28 de Agosto, sólo faltaba la presencia del novillero en ciernes al que apodaban Pak. Con sólo 19 años, era ya el ídolo de su pueblo y sus alrededores.

Con el capote dominaba a las fieras que le echasen, se comentaba que con las banderillas no le hubiesen ganado ni los más diestros del toreo de altura, también se decía, que con el estoque era más que un maestro.

Pero esto más bien lo sabían ciertas damas y damitas del pueblo, como las forasteras que allí llegaban en tan señaladas fiestas, todas ellas, esperaban, la presencia de aquél as de la torería.

Cuando ya habían pasado casi dos horas y desde el inicio, allí no hacía acto de presencia la nueva estrella del toreo. Todos los espectadores se preguntaban preocupados qué le habría pasado.

Estaba escrito que aquella tarde el idolatrado Pak no torearía. Se repetía una vez más que lo que el hombre propone y Dios dispone. Qué en este caso sería San Agustín, que sí se las sabía todas.

Dos días antes de empezar las fiestas fue cuando en el pueblo llegaron dos francesas (madre e hija) para visitar y pasar las vacaciones con sus familiares en la villa.

El año anterior sólo vino la hija, que con 20 años además de hermosa estaba como un flan de chocolate con vainilla. Ésta, al volver a París, era de suponer que a la mamá le explicase lo bien que se lo pasó con un chicarrón del pueblo, que además de clavar banderillas a los cornupetas con mucha maestría, también se las clavaba a ella repetidamente.

La mamma al saber como se las gastaba el Pak, se propuso ir para allá en las próximas fiestas. Ella también necesitaba que se la clavasen más de una vez. Y más si era un jovenzuelo de la edad de su hija, y con unos atributos de buen tamaño, que según ella, siempre estaban empalmados.

La mamma ya llevaba años sin tener nada con hombres mayores que ya no deseaba, como mujeres europeas que eran, concertaron el estar una noche con una y la siguiente con la otra.

Cuando Pak estuvo sabedor de lo que se le avecinaba, no daba crédito a lo que se le proponía, olvidó torear, darle al capote e incluso olvidar los acordes de la Banda Orquesta.

La primera tarde-noche que pudo acceder a la cama de la mamma, ésta ya lo esperaba solamente vestida con las últimas creaciones de las modas de París en ligueros y mini prendas que Pak nunca había visto.

Por un momento deseó en encontrarse frente a frente con un miura. Aquello era tan hermoso y sensual que por muchos años que viviese no lo olvidaría.A Aquél suave perfume francés mezclado con su embriagador aliento, transportaron a Pak a otros horizontes nunca antes explorados.

Tan pronto como sintió dentro sus entrañas a su joven semental empezó a mover su poderoso culo de mujer madura y gozadora. Mientras, jadeante, soltaba ininteligibles palabras del gozo que sentía y de la lujuria que la emborrachaba. Cuando su jinete le soltó toda su carga dentro de ella, se estremeció, como una adolescente en su primer polvo.

Pasaron las fiestas y de Pak nada se supo. Tampoco de la mamma francesa. La única que sabía lo de esta desaparición era la hija, que sabiendo lo necesitaba que estaba su progenitora, guardó silencio.

Sólo dos meses más tarde, cuando por el pueblo aún resonaban los ecos de esta historia, fue Pak quien otra vez desapareció.

El más viejo del pueblo quizás por ser el más viejo, fue quién aclaró el misterio. “El Pak se ha ido a tomar la alternativa a París”.

Ininterrumpidamente, los gallos que quedaron con vida después de las pasadas fiestas, continuaron anunciando, un nuevo día.

El paso de los días hizo que las Damas y Damitas, continuasen pacientes la espera para que les volviera a estoquear.

En la iglesia del pueblo, San Agustín desde su altar, y cuando nadie podía verlo, sonreía beatificamente, nada era nuevo para el santo.

FINE

Nota del autor :

Si alguna persona seguidora de estos relatos le interesase conocer la continuación de esta historia, pueden solicitarlo al e-mail:

Omarbercane76@gmail.com