Pagué con mi cuerpo, ¿soy una puta?
Relato y foto real. Mi marido paga con mi cuerpo. Soy una puta, no hay duda, pero mi cuerpo lo disfruta. Sino lo cuento exploto.
Somos una pareja de Cartagena (Murcia), él, Felipe, es moreno, 39 años, bastante atractivo, interesante y seductor para las mujeres (tengo que atarlo corto). Yo, Mayte, tengo 29 años, morena, media melena, atractiva, con un cuerpo bonito.
Estoy harta de que sea mi marido quien cuente nuestras aventuras, así que he decidido contar esta yo, además él no la vivió de manera tan íntima como yo.
Este verano vivimos una aventura que mi marido se negaba a contar no sé por qué (pudor masculino, ¡Que sorpresa!), pero que yo no deseo que quede en el olvido.
Mi marido planeo cuidadosamente un fin de semana en un hotel de Salou (Tarragona), (callo el nombre por discreción, pues la cosa atañe al hotel). Cogimos un vuelo en el aeropuerto de "El Altet" en Alicante, y llegamos al de Reus a las 12 horas, la hora prevista.
El Hotel respondía a lo que mi marido me contó, lujoso, 5 estrellas, gente guapa, un hall digno de una película de cine, y unas habitaciones preciosas, las vistas maravillosas, para impresionarme había reservado una suite, -¡ay pillín!-. El botones del hotel abrió la puerta de mi residencia por unos días, parecía la chica de "Pretty Woman" -casi me meo las bragas-. Rigurosa y abundante propina y por fin mi maridito y yo a solas.
- ¡Ay cariño, que bueno y que guapo eres, gracias por traerme aquí a descansar, voy a ser muy buena contigo, lo prometo!
A buen entendedor pocas palabras bastan, mi marido me miró, con sorpresa, torció la cabeza hacia la derecha, puso un gesto como -¡no entiendo!, y me cayo una hostia (guantazo), que terminé en la cama con las piernas abiertas, con una cara de panoli absoluta, y mi mano izquierda acariciando la zona lastimada.
Pero es que te crees que esto es gratis para ti, te he traído para que seas mi puta y me obedezcas en todo, descansarás cuando yo te diga, no harás trabajos físicos, ni comidas, ni limpiarás, pero serás obediente en todo momento. Serás mi puta, y a todo lo que te ordene contestarás: Sí papito, sin rechistar.
Tampoco hacía falta que me pegaras.
Otra hostia, esta vez en el lado derecho de la cara. ¡La madre que lo parió!. Iba a levantarme para explicárselo cuando pensé: "Tiene razón si es lo que me gusta".
Así que bajando la cabeza le dije: "Sí, papito"
Vamos a bajar a dar un vuelta, conocer el hotel y sus alrededores, vístete como lo que eres, puta!
Sí, papito.
Me puse una mini vaquera de infarto, y un top playero gris.
- No, no, no te enteras, mi puta no lleva tanga.
Como me gusta que mi hombre me hable así, me baje la tanga y la eche encima de la cama, ¿Quieres enseñarme en la calle ya, Papito?, le dije.
Mi amado dueño no me respondió, indiferente abrió la puerta y salimos al pasillo.
Excepto las miradas indecentes de muchos hombres, y alguna mujer, nada más que añadir.
La cena en el hotel, fue una delicia, "bocato di cardinale", buen vino, mejores manjares, un postre delicioso, y unas copas de un champán excelente, nos hicieron sentir que habíamos hecho una buena inversión a pesar de lo caro que debía ser un fin de semana en ese hotel.
Nos fuimos a la habitación, mi marido se desnudó mientras yo esperaba impaciente sus órdenes, mi almejita chorreaba de ganas de ser penetrada. Sin atenderme, y dejándome como un "pasmarote", se metió en la cama, me dijo -¡Buenas noches, amor!, y se dio la vuelta para dormir. Quedé de pie en la habitación sintiéndome estúpida, lanzando maldiciones para mí adentro y jurando venganza. "Así no se trata a una puta. A las putas se las folla. ¡Joder!".
Al día siguiente, nos levantamos alrededor de las 10 horas, nos aseamos, y bajamos a desayunar. - Hoy toca mañana de piscina, ¡Ale, vamos!, Me dijo con aire misterioso.
Subimos a la habitación y calladita, me quité la ropa, y me puse el bikini que me había comprado en el Corte Inglés de Cartagena a propósito para el viaje. Le di un toque sensual poniéndome una camisa transparente muy finita. Cogí mi toalla y el bronceador, y me quedé mirándolo esperando no sé qué.
No, no. Vamos a ver. ¡No me jodas!. Que mierda te has puesto.
Pues el bikini nuevo, ¿Qué me voy a poner, Papito?
No recuerdo haberte oído pedirme permiso para ponerte eso, ni mucho menos preguntarme cómo debes ponértelo.
¿Qué debo ponerme y como debo hacerlo, Papito?
Ponte el bikini, pero solo parte de abajo, la de arriba ni pensarlo, y la camisa transparente.
Extrañada pero un poco excitada ya (debí suponerlo y esperarme algo así), procedí a obedecer la orden de inmediato.
Bajamos por el ascensor panorámico hasta el hall y cruzamos hacia la piscina. Los trabajadores del hotel, se hacían los "ya de vuelta de todo" y como que no miraban, pero los más jóvenes se "chistaban" unos a otros, todas las cabezas se volvían, mis pechos brillaban perfectos en toda su plenitud. Hacía verdaderos esfuerzos por parecer solemne y natural, y no ponerme roja de vergüenza. La palabra "puta" resonaba en mis oídos, aunque no tenía claro si la oía yo dentro de mí, o me llegaban ecos de las conversaciones de los mirones.
Cruzamos el "Gran Salón", y salimos a la piscina, inmensa, preciosa, cristalina, llamaba la atención, tanto como yo. Me sentí más tranquila cuando observé que otra chica de unos 25 años tomaba en sol en "top less", respiré aliviada, no sería la única en exhibirse.
Cogimos unas tumbonas, y colocamos nuestras toallas.
-¡Quítate esa camisa, ordenó!
- Sí, Papito.
Estaba deseándolo, pensé
Me recosté y sentí el sol sobre mis pechos, agradable sensación, que decidí mejorar untando todo mi cuerpo de bronceador. El aceite hacía brillar mi piel, mis piernas, brazos y torso. Dejé para el final embadurnar mis pechos, los restregué, y acaricié sensualmente. No sería muy exagerado decir que todos los hombres me miraban, ya que sentía sus miradas sobre mí, e incluso algún bulto se notaba ya en los bañadores, alguno se metió al agua para rebajar la "tensión" y mitigar el calor, y además poder ver más de cerca mis "melones".
Cariño, ve al bar y tráeme una coca-cola. Me dijo
¿Así?, ¿Estás loco?
No me has oído. ¡Ve al bar y tráeme una coca-cola!. Repitió amenazante y autoritario.
¿Me puedo tapar con la camisa?
¡La camisa no tapa una mierda!. Ve así y además ve por el lado izquierdo, que es el camino es más largo, y hay más tíos. Pobrecitos que disfruten un poco. Además debes ir despacio, que puedan observarte bien.
Me levanté y anduve algo titubeante, como un pato. Pero saque mi orgullo, levanté la cabeza y pasé por delante de todos. Impasible. A mi paso pude oír de todo: Nena, ¿quieres que follemos?; Esas tetas te las comía yo ahora mismo; Mi polla y tu coño unión perfecta; y risas. La vuelta con la coca-cola en la mano, igual, parecía que todos supiesen que necesitaba mi coño. ¡Qué bien!.
En una esquina de la piscina y bajo una sombrilla me miraban atentamente dos hombres enfundados en sus bañadores. Uno de ellos de unos 38 años, moreno, atractivo, fuerte, con buen cuerpo. Y otro, de unos 48 años, calvo, con un poquito de barriguita (vamos que tenia barriga cervecera), más bajo, y menos agraciado. Pensé que si iban a ligar juntos, el gordo no sé para que perdía el tiempo.
Al poco se les acercó un hombre trajeado, muy bien vestido, traje de Armani, carísimo, de unos 50 años, un maduro atractivo, con barbita morena pero con canas, se le veía elegante, educado, y amable. Entablaron una animada conversación, que no podía escuchar, pero que a ratos trató sobre mí, pues el "trajeado" volvía la cabeza y me miraba de forma descarada aunque simpática.
Mi marido tumbado al sol no se enteraba de nada. Como siempre.
Esta vez voy a ir al bar yo, a tomar el fresco, ¡Joder, que calor hace!. Me dijo, de pronto, Felipe.
¿Quieres que me vaya contigo, Papito?
No, tú quédate aquí por si alguno quiere ver un buen par de tetas, estés a mano.
¡Me vengaré!, dije entre dientes con una sonrisa que más parecía un rictus.
La entrada al bar de mi marido fue seguida de la entrada del "trajeado". Entró detrás suyo, como si tuviese algo que ver uno con el otro.
- ¡No puede ser!, ¡Estoy paranoica!, pensé.
Media hora ya parecía mucho para tomar algo, me estaba enfadando, cuando de pronto asomó por la puerta del bar, bastante sonriente. Acompañado del "trajeado". ¡La madre que lo parió!, a ver que me cuenta. Se despiden, con un apretón de manos, y con unas sonrisas de oreja a oreja, avanza hacia mí, llega donde estoy y se acuesta en la tumbona.
¿No tienes nada que contarme?, ¿Quién es ese tío?
No te importa, luego hablamos.
Pasamos el resto de la mañana entre tomar el sol, baños en la piscina y un par de "martinis". Y a ducharnos en la habitación para bajar a comer.
De nuevo el "Gran Salón" presidía nuestro almuerzo (excelente, por cierto), a los postres, se decide a hablarme sobre "su amigo".
Mira nena, te voy a contar la verdad. Desde hace unos meses mantengo contacto con un grupo swinger en internet, y conocí a ese señor con el que me has visto. Es el Director de este hotel. Se llama Eulogio.
¡Vaya nombre!, pensé.
Como hicimos amistad, le envié algunas fotos tuyas, de esas que publicamos en las páginas de contactos de parejas, y que no nos valen para nada. Ya sabes que no hay manera de encontrar una pareja que nos guste. Así que le he dado un uso más beneficioso para ambos.
¡Explícate!.
Ya sabes que en las fotos se te ve desnuda y muy atractiva. Según me contó se las enseñaba a los clientes del Hotel para chulearse de que eras un ligue suyo.
¡La madre que lo parió!. Exclamé sorprendida.
Que va hizo bien. Y parece ser, que en una cena de empresa con los propietarios del hotel, les gustaron mucho tus fotos. Tanto, que pidieron ver el original. Y claro, él me llamó para preguntarme si podíamos venir al hotel para que te vieran. Por eso te he estado exhibiendo por todo el hotel. Ja.ja.ja, Para que te vean bien, sobre todo el director y los propietarios. A cambio, me ha hecho un precio especial, estando a pensión completa y en una suite por la mitad de lo que vale al público, y en temporada alta.
¡Serás cabrón! ¡Cabrón y mentiroso!. Me vas tú a mí a decir, que te dejan un fin de semana de estancia en un hotel de lujo a precio de ganga, a cambio de pasearme por la piscina en tetas. Vamos hombre, Como sí tomar el sol en tetas fuera algo que sólo practico yo. Sin ir más lejos ahí tienes otra tía, ¡Vamos hombre! ¿Tú me has tomado por gilipollas?
Bueno, es verdad, ahí algo más.
Desembucha.
Pues . Cuando me propuso venir al Hotel, me dijo que por exhibirte haría un precio especial. Y si además accedías a las peticiones de sus propietarios, la estancia en el hotel sería gratis.
¿Quéeeeeeeeeeeeeeee ..? ¡Estás loco!, y ¿Qué le has contestado?
Pues que le voy a contestar, dijo bajando la cabeza. ¡Por Dios!, ¿Es qué no confías en mí?, ¿Es qué me crees capaz de aceptar semejante propuesta indecente? ¡Por Dios! .. (se paró unos segunditos) . Y bajando la cabeza dijo susurrando: Le he dicho que sí.
¿Cómoooooooooooooo ?
Sí, eso. Dijo, de forma que pretendía parecer avergonzado. Y algo más arrogante prosiguió ¿Que le voy a decir?, ¡Qué, sí! No seas tonta, querrán alguna tontería y nosotros estamos de vacaciones en un hotel de cojones, gratis. ¡Joder, no es para tanto¡
¿Ah, no? ¿Y si quieren qué me desnude?, ¿O, qué se la chupe?, ¿O, follarme?, ¿Entonces qué?, ¿Eh, dime?, ¿Qué hacemos entonces, mandarlos a la mierda?
Otra vez susurrando, y sin levantar la cabeza dijo: No, sÍiiiiii ya han pedido lo que quieren.
Y ¿Qué quieren?
Pues quieren todo lo que has dicho, que subas esta noche a su habitación, y que seas suya hasta que ellos digan Pero no te preocupes que yo le he puesto condiciones.
¿Qué le has puesto condiciones ? Dije entre enfadada y extrañada ante semejante oferta.
Sí, cariño, no te pongas así. Les he dicho que de acuerdo, pero que no te pueden hacer daño, nada de sado ni maso, y que en todo momento estaré yo presente, y cortaré si algo que no sea lo normal de una relación sexual, no me gusta. Ah Y que sólo será por una noche. Osea una sola vez. ¿Estás contenta, cariño?
¡Pero tu eres un proxeneta y un cabrón! Notaba como subía mi adrenalina y pensaba como decirle todo lo que se me ocurría, pero se me atropellaban las ideas en la mente y las palabras en la boca.
Aunque De pronto, empecé a pensar que a lo mejor no era tan mala oferta, podría vengarme de mi marido por sus desplantes y sus órdenes, follar con dos tíos a la vez (por cierto uno buenísimo), y además del precio del hotel, ya les sacaría yo algún regalito caro.
Poniendo gesto "de puta complaciente y resignada", le dije: - Sí, Papito, esta noche seré suya, me dejaré hacer todo lo que quieran, y tú sólo mirarás. Cumpliré tu acuerdo. Papito.
Me levanté y me fui a la peluquería del hotel, me hice un corte de pelo precioso, cargando la cuenta a la habitación, claro. Luego subí, y me regalé un baño con sales que me relajó mucho.
Elegí para la ocasión una vestido negro de lycra y elastina, muy escotado, sin espalda, sensual y provocativo, que me tapaba el "asunto" de casualidad, una tanga negra, y que además me regaló mi marido (así vería "el muy cornudo" como otros me quitan su vestidito) y unos zapatos de tacón. Vamos ¡Una puta de lujo!. No era eso lo que era para él. Pues, a parecerlo (la foto es real).
Mi marido no podía cerrar la boca de lo atractiva que iba. En el fondo le jodía saber que me follarían dos tipos que no conocía.
- Cariño, ¿Subimos ya? Es que estoy impaciente por pagar mi estancia en este Hotel.
Subimos en el ascensor hasta la última planta del hotel, allí no había realmente habitaciones sino que sólo había dos suite impresionantes, realmente pisos, donde vivían los propietarios cuando se encontraban residiendo en el hotel.
La suite que entramos era perfecta, maravillosa y modernamente decorada.
Hola, se presentaron. Somos Enrique y Marcial (Enrique el gordo calvo, Marcial el tío buenorro), estamos encantados de conocerte y de que nos permitas que "profundicemos en éste, nuestro mutuo conocimiento". Dijo Marcial mientras estampaban sendos besos en mis mejillas.
¡Vaya, que forma más fina de decirme que me van a penetrar dentro de un rato! Pensé.
Hablamos un poco de viajes, de hoteles, restaurantes, todo con mucha alegría (ji, ji, ja, ja), y con un martini en la mano, que Marcial amablemente nos sirvió. Tras el segundo martín, y sin causa aparente, la conversación se paró parecía que se habían agotado los temas de de que charlar, que se había acabado la lista de restaurantes o yo que sé Ambos miraron a mi marido. Éste entendió la indirecta y levantándose se fue a los ventanales, corrió las cortinas, y se sentó en un sillón en una esquina de la habitación, quedando en semioscuridad.
Los nervios me invadían. No sabía que iba a pasar, Me preguntaba ¿Si lo deseaba?, ¿Si podía decir ahora que no?, ¿Si me debía dejar llevar? ¡Oh Dios mío, que nervios!
- No te preocupes, preciosa.
Parecía que me habían leído el pensamiento
- Será todo, tal y como siempre has deseado, tal y como siempre has soñado.
Enrique se levantó y me hizo un gesto para que yo también me levantara, me quedé en pie observando como se acercaba a un equipo de música, y apretaba un botón, inmediatamente comenzó a sonar una canción de Enya suave y melodiosa, tan dulce como el momento que ansiaba, y ya vislumbraba llegar.
Mientras Marcial se levantó y por la espalda puso sus manos en mi cintura, pegando su cuerpo al mío, note su calor que traspasaba la tela fina del top. Enrique se acercó por delante y me cogió como si fuera a bailar, comenzando a moverme para que siguiese el ritmo de la música, mientras Marcial, se movía, detrás de mí, intentando llevar también el ritmo. Sus cuerpos pegados al mío, me transmitían calidez y sensualidad. Ni que decir tiene, que notaba perfectamente sus vergas, sobre todo la de Marcial que pegada a mi culito, iba creciendo y haciéndose hueco entre ambas nalgas.
Enrique comenzó a besar mi cuello, mientras que las manos de Marcial recorrían mi cuerpo dulcemente por encima de la ropa. Parecían no tener prisa, regodeándose en los tocamientos. La verga de Enrique también marcaba su pantalón, y se apretaba contra mí, clavándose en mi bajo vientre, y directamente encajándose en mis labios vaginales y rozando pausadamente mi clítoris. A estas alturas mi coñito rezumaba y estaba totalmente húmedo.
Enrique cogió el top por abajo y suavemente tiro de él hacia arriba.
- Perdona. Ten cuidado. Me dijo amable y educadamente.
El top fue saliendo por mi cabeza, y mis pechos libres quedaron expuestos para ambos. Los pezones reflejaban que la situación era verdaderamente excitante y placentera. Los besos en el cuello continuaban por parte de Enrique. Mientras Marcial acariciaba desde detrás mis pechos, no eran caricias torpes, apretaba mis pechos como si de un masaje se tratase, arrastraba las yemas de los dedos desde sus bases hacia arriba, hasta llegar a los pezones, que aguardaban expectantes su caricia. Cuando esta por fin llegaba, los pellizcaba suavemente y tiraba de ellos hacia arriba, y con ello mi cuerpo, se elevaba un poquitín en una contorsión de placer.
Enrique bajo las manos y suavemente tiro de mi faldita hacia abajo, poco a poco, Bajo su cuerpo y pudo observar como si de una persiana se tratase como iba apareciendo la tanga ya muy mojada y los muslos erizados por el deseo. Tras retirar la falda acercó su nariz al lugar donde la tanga tapaba mi húmedo coñito. Y aspiro su olor con cara morbosa y libidinosa.
Cayó la falda al suelo, y comenzó a bajar la tanga de forma lenta y cadenciosa, un suave toque en mis tobillos me hizo levantar primero una pierna y luego la otra, La cogió con su mano derecha y mientras se elevaba la olió y apretó a su nariz, olió su perfume como si de la mejor fragancia de París se tratase.
- Me encanta tu olor. Hueles a muy mujer. Dijo susurrando a mi oído. Mientras lanzó sobre un sillón la tanga mojada.
Mientras Marcial aprovechaba la ocasión y sin separar su cuerpo del mío, bajaba ambas manos hacia mi palpitante coño, que esperaba ansioso su llegada. Sus dedos parecían jugar con mi bello púbico, y su tardanza hacia anhelar más aún su caricia. Por fin, ambas manos a la vez, se impusieron sobre mi vulva. Tampoco fue una caricia al uso, ni desesperada. Primero reconocieron el terreno, tocando cada pliegue de piel, humedeciéndose con su jugo. Luego comenzaron una serie de pequeños apretones de mis labios vaginales. Y después subió hasta mi clítoris, ese momento sentí un estallido de deseo, abrí más mis piernas para facilitar su acceso, se entretuvo lo suficiente para que mis jadeos fueran evidentes.
Entonces suavemente me pusieron en el suelo, boca arriba. Y comenzaron a sobarme a la vez, es difícil precisar pero no quedó un solo centímetro de mi piel sin que fuera objeto de sus caricias, Lenta, parsimoniosa, inacabable e infinita. Ya no deseaba mas sobo, no quería más caricias, quería gritar ¡Follarme! Os lo suplico ¡Follarme ya!, pero el deseo de no quedar mal, y de dejar hacer a mis amantes, pudo más. Marcial abrió mis piernas lo suficiente para introducir su cabeza en ellas, sus labios lamían mis muslos, poco a poco, cobrándose con mi piel, las noches de hotel regaladas. Totalmente mojada, levantaba la pelvis hacia arriba indicándole el camino a seguir, ofreciéndole mi almejita, que pedía a gritos una caricia de su lengua.
Y la anhelada caricia llegó. Su caliente lengua, comenzó a pasar reiteradas veces sobre mi clítoris, bajando por los labios y volviendo a subir. Mis gemidos eran ya, auténticos quejidos. Mi cuerpo se retorcía todo él, excepto la zona que hábilmente estaba objeto de sus sabias caricias. Mientras su lengua hacía un excelente trabajo, y mi corazón cabalgaba a punto del colapso. Dos dedos de su mano derecha, comenzaban a hacer hueco en mi vagina, lentamente, parecía querer evitarme cualquier dolor, aunque a estas alturas, tan caliente y mojada era innecesario podría haberme follado y no habría sentido más que placer.
Mientras Enrique acariciaba mis pechos, se entretenía dando vueltas a su base, y de vez en cuando mordisqueando los pezones. Se levantó y comenzó a desnudarse. Me fije, y doblaba cuidadosamente su ropa poniéndola sobre la cómoda. Yo desesperada y ellos calmados, como si de algo cotidiano se tratase, como una coreografía perfectamente ensayada y ejecutada.
Cuando Enrique se quedó desnudo, pude comprobar que la naturaleza es sabia, la falta de atractivo físico era suplida con un pene fuera de lo común, y no por lo largo (que era normal) sino por lo gordo. Temí por mi coñito, semejante "zanahoria" nunca se había comido mi "conejito".´
- Déjame a mí. Le dijo a Marcial tocándole el hombro con cariño para que se apartara.
Marcial se levantó obediente, dejándole el sitio. Y comenzó a desnudarse.
Enrique se puso delante mío, abríó aún más mis piernas, y se arrodillo mientras sobaba su esplendida polla.
Te gustaría que utilicemos un lenguaje cariñoso o prefieres que te hablemos de forma soez.
¿Cómo?. Dije muy flojito, como si no tuviera ya fuerzas ni para articular palabra alguna.
¿Que si prefieres un lenguaje propio de señorita o quieres que te digamos vulgaridades?
¿Soy una puta, no? Aunque sea un mujer casada. Este polvo lo voy a cobrar en especie. Tratadme como lo que soy.
Eso haremos. ¡Pedazo de guarra! ¡Zorra, cabrona que le pones los cuernos a tu marido delante de él! ¡Te follaremos hasta reventarte!
La cabeza me daba vueltas, ya no podía más. No deseaba callarme más.
- ¡Folladme ya! ¡Méteme tu tranca! ¡Rómpeme el coño! ¡No puedo mássssssssssssssss!
Note la punta de semejante ariete en la entrada de mi coñito. La restregaba arriba y abajo, esperando que creciera en todo su esplendor y se pusiese todo lo dura que él deseaba.
De pronto note como se apoyaba en mi coño, y como el glande abría mi carne, apartaba mis labios, penetraba mi vagina, haciendo inútil cualquier intento mío por evitarlo. Poco a poco, iba hundiéndose, mientras yo gritaba obscenidades, que ni recuerdo, ni quiero recordar. Me hacía un poquito de daño, pero un daño placentero, y de pronto se hundíó en mí, me la clavó entera, noté perfectamente sus testículos.
Madre mía que gusto, cuando lo recuerdo aún cierro las piernas y noto un escalofrío.
Me corrí con un grito desgarrador, que duro unos diez segundos. Mi cuerpo saltaba, como electrificado. Teniendo un orgasmo intenso y largo como nunca.
Lejos de parar, comenzó un mete y saca, Fuerte y vigoroso. Sus testículos machacaban mi perineo, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez.
El ruido inequívoco de una gran follada, y el sonido de mi humedad al ser bombeada lo inundaba todo.
Marcial, había estado observando como me follaba. Y se acercó a mi, me agarro de la barbilla, pasó la pierna sobre mi cabeza, poniéndose de rodillas sobre ella. Con un gesto me abríó la boca y acercó su polla a ella.
No era tan grande como la de Enrique, pero no por ello era despreciable. Sino hubiese tenido los ojos tapados habría pensado que era la de mi marido. Era igualita. Entonces recordé a mi marido, volví la cabeza y observé como se había sacado su pene y lo pajeaba de forma desesperada, como un loco, mientras se mordía el labio inferior. "Que siga dándose pajas, que hoy me toca a mí disfrutar", pensé.
En ello la polla de Marcial, ya completamente erecta, entraba en mi boca. Tenía un buen sabor, y su glande era suave y sabroso. Chupé y mamé, mientras con mis manos acariciaba sus huevos.
De pronto se me ocurrió, meter uno de mis dedos por el culo de Marcial, Como tenía la boca ocupada, baje la mano a mi coño y logre humedecer mi dedo entre el mete y saca constante de Enrique.
Mi dedo rozó su esfínter, y Marcial dio un saltito (como de un pequeño susto). Seguí dando vueltas a su esfínter, hasta que noté que se iba abriendo a mi dedo, y comencé a introducirlo por él. Marcial comenzó a moverse más rápido, y su follada de mi boca, no era ya tan placentera para mí, comencé a desear que pasara algo.
¡Enriqueeeeeeeeeeeeeeeeeee! ¡Me corro, me corro! ¿Tú como vas?
Me corro también, vamos a corrernos juntos. Ahora
Los jadeos se hacían más fuertes, y como si de un equipo se tratase, los dos casi al mismo tiempo inundaron mi interior. Enrique parecía que había metido los dedos en un enchufe, los escalofríos se sucedían, apretó su cuerpo contra el mío, clavándome totalmente la polla y regándome por dentro. Marcial, me llenaba la boca de su semen, tragaba como podía, ante el riesgo de ahogarme, en un esfuerzo supremo logré sacar la polla de mi boca, y permitir mi respiración tragando lo que en ella había. Al retirar su polla, como continuaba corriéndose, su leche cayó por mi cara, llenando mis ojos con su viscoso tacto, con el dorso de mi mano, lo limpie, y aproveché para alzar medio cuerpo del suelo.
Creía haber terminado. Y decidí quedarme tirada en el suelo para descansar. Pero no fue así.
Ambos, ya de pie, hablaban en susurros, parecía que tramaban algo. Mientras hablaban sus manos subían y bajaban por sus pollas, masturbando lo que ya solo era una flácida polla. Sabía que quería decir. Pronto estarían de nuevo dispuestos para el segundo round. No sabía si lo deseaba, pero no lo iba a impedir.
El calzonazos de mi maridito. Sí, sí, ese que decía que era mi dueño y me pegaba. Se había ido presuroso al baño a echar allí su leche, y supongo que a lavar su polla, a fin de no mojarse los pantalones. ¡No es más tonto, porque no ensaya!. Su mujer siendo follada salvajemente y mientras el gilipollas haciéndose pajas, ¡Habrase visto!
Los penes de mis amantes comenzaban a estar preparados para una nueva batalla. Con un gesto me indicaron que me levantara. Lo hice, lo que provocó que de mi coño saliesen pequeños chorros de semen de la corrida de Enrique, que mojaban mis muslos y bajaban por mis piernas hacía el suelo.
Marcial se puso en el suelo con su polla tiesa, la de Enrique al ser más gorda aún no estaba dispuesta. No dejaba de subir y bajar su mano por ella, para que no perdiera fuerza la erección.
Con un dedo me indicó que me acercará. Mientras decía.
- Ven aquí, zorra. Yo también te quiero follar.
Se sentó en el suelo, y me indico que pasará las piernas sobre él, quedando de pie, con mi coño a la altura de su polla. Me indico que bajara mi cuerpo de forma que mi coño se colocó en la punta de su polla. Mi peso y el líquido que dentro de él había hicieron el resto. Resbalé a lo largo de ella, y caí sobre sus huevos, clavándomela entera, hasta dentro. Marcial levantaba sus caderas para hacer más profunda la penetración.
Entonces tiro de mi cuerpo, de forma que mi pecho se pegó al suyo. Aprovechó para besar mis labios, y meter su lengua dentro de mi boca, a lo que respondí con toda mi pasión, haciendo lo mismo.
Creía que la razón de este movimiento era tener mi cuerpo pegado al suyo. No era así. Mi esfínter había quedado abierto y dispuesto para que Enrique que se había posicionado ya detrás, hiciese lo que deseaba.
- No te muevas que te voy a romper el otro agujerito. Seguro que tu marido no ha sabido hacerlo bien. Ahora sabrás lo que es un hombre de verdad. Me dijo al oído.
Metió un dedo a su boca y comenzó a masajearme el esfinge mientras Marcial seguía con su follada, poco a poco fue cediendo y abriéndose como una rosa, para que se diese el gusto de rompérmelo.
Cuando lo tuvo preparado, a su juicio. Puso su pene en la entrada de mi culo, y cogiéndose la polla por la base para ayudarla, comenzó a introducirla lentamente dentro de mí.
Eso de decir que iba a romper mi culo, era mucho decir, pues mi marido ya me lo tenía bien rotito, pero bueno, por lo menos no sería indiferente para mí la diferencia de grosor.
Poco a poco avanzaba, sin retroceder nunca, Me hacía un poco de daño, pero estaba acostumbrada a ese dolor al principio de la penetración anal. Sabía que tenía que aguantar para que llegase el placer.
Tras laboriosos esfuerzos logró penetrarme totalmente, hasta adentro. Debido a la doble penetración abría mi boca buscando aire, como si eso ayudara a que se abriese también mi culito. Parecía un pez ahogándose fuera del agua.
En ese instante me fije, que había alguien más en la habitación.
En una esquina, en la sombra, observando estaba el director del hotel. Que seguía atento y maravillado la gran follada por él mismo organizada.
Al verse descubierto por mí. Primero dudó, pero luego avanzó para ver más de cerca como follaban mi cuerpo sin descanso, tapando mis dos agujeros.
Marcial le dijo
- ¡Hombre Eulogio, por fin te atreves! ¡Anda haz algo!. Métele la polla por la boca que el resto de agujeros ya están cubiertos. Que está pagado todo lo que le hagamos ahora.
Eulogio no lo dudo más, Sin quitarse la ropa, sacó su polla, tamaño estándar, ya erecta y además un poco chorretosa, por causa del calentón y los apretones mientras observaba el espectáculo (tampoco sé bien si estuvo allí desde el principio o acababa de llegar).
El caso es que Eulogio metió su polla en mi boca, y comencé a mamarla y a lamerla como podía, pues la clavada de culo me impedía moverme con libertad, y también levantar la cabeza. Con lo que Eulogio dobló sus rodillas poniéndose a mi altura de forma que no le metía en la cara los testículos a su jefe (habría estado feo, supongo). Ello permitía que lamiera también sus huevos.
Primero fue Marcial, se corrió bramando y diciéndome: ¡Puta! ¡Puta! ¡Puta! ¡Puta!
Luego fue Enrique, el culo no podía contener su nueva corrida, y su semen me inundó a mí y a su amigo, ya que goteaba y caía sobre sus testículos y su empequeñecido pene.
Y por último Eulogio, tragué con glotonería su rica lechita, y además me entretuve limpiando su glande y dejándolo brillante.
Ya no podía más. Miré a mi marido suplicante.
- ¡Basta! Dijo el carnudo de mi amo y señor. ¡Ya está bien! Supongo que estaréis satisfechos. Creo que nos hemos ganado bien nuestra estancia aquí.
Aproveché para levantarme y vestirme lentamente. Estaba agotada
Me despedí. Nos dimos unos besos, mientras que me daban las gracias. Excepto mi marido que no levantaba la vista del suelo.
Bajamos a la habitación. Me recosté vestida en la cama. Todo mi cuerpo olía a semen y a polvo. La tanga la había olvidado arriba y no tenía ganas de volver a por ella, Quedaría como trofeo de guerra para mis nuevos amigos.
Mi marido preparó un baño de sales y agua templadita. Salió del baño, me levantó de la cama cogiéndome de la mano. Me desnudó amablemente. Me besó en la boca. Me tomó en brazos, y como un buen amante me depositó en la bañera llena de burbujas y jabón.
Te has portado muy bien, amor. Has sido buena. Me dijo.
Sí, Papito.