Páginas de mi diario

Una página del diario de Grecia. En este diario ella relata sus experiencias, externa sus fantasías y expone sus mas profundas emociones.

Domingo 8 de agosto de 1999.

No puedo evitar pensar en Rosario y cómo, de ser una mocosa, paso a ser lo que vi el miércoles pasado, creo que hasta celosa me puse de Esther... la imagino tocándole los pechos, besandoselos, los gemidos de placer de mi ex sirvientita.

Mmm, acabo de tener un orgasmo delicioso pensando en ellas, tengo que hacer que Esther me deje mirarlas, solamente mirarlas...

Conociéndola, debe de estar haciendo cositas bastante depravadas con la nena.

Esther no es de las que dan besitos, es avorazada, caliente, y bastante puerca para el sexo... aquella vez con su amiga... que cogida le metió,...Y me imagino a Rosario así, en el piso, como perrita... a Esther atrás de ella, admirando su cuerpo, como le encanta hacer siempre que tiene a una chica en esa posición, ver el rostro de la chica, asustada, ansiosa, con incertidumbre de lo que le va a pasar, Esther siempre haciendo las cosas tensas, misteriosas, aveces hasta insoportables. Recuerdo a esa chica y desearía que hubiera sido Rosario, cómo le suplicaba a Esther para que la cojiera.. como en un acto de insufrible tensión se acercaba a ella acariciándole las nalgas para después retirarse y gozar del ansia de la chica, una, dos veces hasta oír las suplicas casi lastimeras pidiéndole sexo, entonces Esther se acercaba y metía el consolador en su vagina, cuando notaba el cúlmen de la exitación volvía a retirarse, así, una y otra vez hasta que la chica bramaba por ser penetrada, por ser poseída, Esther reía, la acariciaba como a una mascota, le pedía paciencia, pero en la chica ya no quedaba paciencia, solo deseo, desenfrenado e inmediato, me miraba y suplicaba que la ayudara, pero Esther me miraba y me decía que no, que esperara mas, y claro, seguía un terrible gemido de la chica, de frustración, pero que contenía todo ese placer apresado todavia dentro de ella..

Yo la miraba con codicia, sabia que el premio no iba a ser para mi pero que podía compartirlo con Esther. Recordando todo eso, ponía la cara de Rosario en la de esa chica, de la cual no supe ni su nombre, ni de donde la saco Esther y si despues se volvieron a encotrar, solamente se que los gritos terribles cuando por fin llego al climax se juntaron con los mios y los de Esther que metia una y otra vez el consolador dentro de ella mientras yo jalaba sus pezones como despesperada, haciendo que gimiera y llorara al mismo tiempo, de gozo y dolor... y su cara, hace un momento cuando me tocaba...., era la de Rosario la sirvienta de Pau.