Pagando por el pasado (1)

Una abogada ve como su carrera está en peligro por un error del pasado.

Era lunes y tenía un montón de trabajo por delante. Pero no me importaba, me encantaba mi trabajo. Ere una abogada de cierto éxito que trabajaba en un importante buffet. Me había costado mucho esfuerzo llegar a donde estaba pero gozaba de una buena situación. A mis 31 años había llegado mucho más arriba de lo que se podía esperar. Se podría decir que había tenido una carrera brillante. Me disponía a comenzar con la revisión de documentación de un importante caso que me habían asignado y que podía suponer un salto definitivo en mi carrera. Si jugaba bien mis cartas me harían socia del despacho.

Sonó mi teléfono. Era Juan, uno de mis compañeros y mi principal rival por el puesto de socio. A parte de ser mi rival, no me llevaba muy bien con él. Era mayor que yo y creía que una mujer no podía quitarle lo que el merecía mucho más. Para el no era más que una niñata engreída que le acababa de quitar un caso muy importante.

Buenos días Juan, estoy muy ocupada para tus tonterías.

Hola Ana, siempre es un placer hablar contigo. He hablado con Don Francisco y le he convencido que a sería mucho mejor que llevásemos el caso entre los dos.

¿Cómo te has atrevido a hablar con él a mis espaldas? ¡El caso era mío!

No deberías ser tan grosera. Al fin y al cabo sin mi no serías capaz de ganar el caso.

Esto no va a quedar así. Voy a hablar ahora mismo con Don Francisco para aclarar todo.

Le colgué dando un telefonazo. Y me dirigí a toda prisa al despacho de Don Francisco que era el fundador del despacho y socio principal. De camino a su despacho me interceptó Juan y se puso delante de mi.

Será mejor que no vayas a hablar con el viejo – me dijo Juan en tono desafiante

Apartate de mi camino.

No podía entender su actitud. En cuanto hablase con Don Francisco se le iba a quitar esa sonrisa burlona con la me estaba mirando. De repente me espetó:

¿Te acuerdas del caso Miranda?

Se me heló la sangre. Era un caso que había tenido al principio de mi carrera en el buffet. Me había tocado defender a un cabronazo con mucha pasta que se llamaba Miranda y había tenido que ocultar un par de pruebas para conseguir que ese cabrón acabase en pudriéndose en la cárcel. Un par de años más tarde se había arruinado y lo habían trincado por otro delito. Creí que había muerto en la cárcel llevándose conmigo su secreto.

¿Ya no estás tan bravucona Anita? Seguro que al viejo y a la fiscalia le encantaría saber lo que pasó en aquel caso.

Yo no daba salido de mi estado de shock. No decía nada. No sabia que hacer. ¿Cómo se habría enterado Juan de mi secreto? Miranda seguro que no había dicho nada por si volvían a reabrir su caso y le caían mas años en la cárcel.

Será mejor que te vuelvas a tu despacho y te comas tu indignación. En un rato cuando estés más calmada vas a mi despacho y lo hablamos con calma.

Me di la vuelta y me fui a mi despacho. Estaba hundida. Si ese cabrón se iba de la lengua se acabaría mi carrera profesional, es más incluso podía acabar en la cárcel por ocultar las pruebas. Tras un rato, decidí ir a su despacho. Le dejaría el caso para él. Había ganado, el sería el socio pero al menos me libraría de la cárcel.

Tu ganas. El caso es tuyo.

Te equivocas Anita. No quiero el caso para mi.

¿Qué quieres entonces?

Por ahora compartiremos el caso. Así podremos pasar más tiempo juntos.

No te entiendo.

Ya lo entenderás. A partir de ahora eres mía. Harás todo lo que yo te diga o acabarás sin trabajo y en la cárcel.

No me gustaba el camino que estaba tomando el asunto. Sabia que el muy asqueroso babeaba por mi cuerpo desde que me vió pero tenía la sartén por el mango. Estaba en sus manos.

¿Qué quieres que haga? – Le dije conteniendo las lagrimas

Por ahora nada. Pero no hagas planes para este finde. Te llamaré el viernes por la noche.

La semana se me hizo interminable. No sabía como huir de la situación en la que me había metido. Mi mundo se estaba desmoronando bajo mis pies. Todo lo que había trabajado hasta entonces estaba a punto de perderlo.

Llego el viernes y me quede hasta tarde en el despacho, intentando retrasar el momento en que Juan me llamara pero fue inútil. A las diez sonó mi móivil. Era él.

Hola Anita ¿Aun trabajando?

Hola Juan. De verdad que te dejo el caso y el puesto de socio pero no sigas con esto.

¿Aun no lo has entendido Anita? ¿Por qué conformarme con eso?

No lo hagas por favor – Suplique al borde de llorar.

Ya basta. Quiero que salgas del despacho, coge el bus numero 12 y para delante de un ciber llamado The Bit. Habla con el encargado y pide el ordenador número 7. Cuando estés allí mándame un mail.

Me colgó sin que pudiera decir nada. No tenía otra opción. Tenia que seguir sus instrucciones. Cogí el bus que me indicó y llegue a donde me dijo. El ciber tenía un aspecto bastante asqueroso y yo desentonaba bastante. Estaba lleno de mocosos que iban alli a mirar porno, varios de ellos se me quedaron mirando. Pedí el ordenador que me dijo y le mandé un mail diciéndole que ya había llegado. Me contestó que entrase en el Messenger, que ibamos a chatear y que encendiese la web cam.

Hola Anita ¿Te has fijado en lo contentos que están los chavales del ciber?

¿Qué quieres Juan?

Yo creo que deberías darle una alegría a esos chavales. Quítate el sujetador.

¿Estás loco?

Obedece si no quieres que mande un mail anónimo al fiscal contándole lo del caso Miranda?

Al menos déjame ir al cuarto de baño a quitármelo

¡Quítatelo ya!

No tuve mas remedio que quitármelo. Lo hice intentando que no se notase pero un par de chicos se dieron cuenta.

Siempre me he preguntado como serían esos hermosos pechos tuyos.

La verdad es que tengo unos pechos bastante grandes y bonitos. En general se puede decir que tengo bastante buena figura. Me cuido bastante y suelo atraer a los hombres aunque debido a que me he centrado en mi carrera profesional apenas he tenido un par de experiencias sexuales.

Ahora quiero que te desabroches un par de botones de la camisa y me dejes ver uno de tus pezones.

Obedeci, aunque me costó un mundo soltar los botones. Me moría de vergüenza, a esas altura casi todos los chicos del ciber me estaban mirando.

Me encantaría chupartelo. No sabes cuanto tiempo llevo deseando follarte y hacerte mia. Pero sabré esperar. Quiero que estés preparada. Vete del ciber y regálale el sujetador a uno de los chavales. No te abroches la camisa y coge un taxi al aeropuerto.

Sali de allí a toda prisa. Casi me muero al darle el sujetador a uno de los chicos. Busque un taxi y me subi a él. Le indique a donde quería ir. El taxista no paraba de mirar por el retrovisor a mi camisa entreabierta, donde se adivinaban mis pechos. Sonó mi teléfono. Era Juan.

Hola Anita ¿te gusta como te mira el taxista? Ponte el auricular del manos libres.

No conteste nada.

Quiero que te pongas duros los pezones y le pidas al taxista que te deje sentar en el asiento de delante a su lado.

Hice lo que me mandó. El taxista no se lo podía creer. Aceptó sin pensárselo. Después de un rato volvió a sonar el teléfono. Era una video conferencia entrante de Juan. Oí su voz por el auricular:

Pon el teléfono en el salpicadero con la cámara para que os vea

Yo estaba al borde del llanto. Me temía lo peor.

Ahora extiende tu mano hasta su pantalón y tócale el paquete.

El taxista casi se sale de la carretera. Tenía la polla algo dura.

Dile que no pare.

El taxista no se lo podía creer a duras penas podía mantener el coche dentro de la carretera.

Saca su polla del pantalón y hazle una paja.

Nunca me podría imaginar hacer algo así. Pero no tenía mas remedio. No quería ir a la cárcel. La polla del taxista era enorme y no estaba muy limpia. Pronto tuvo la verga totalmente erecta y su fluido preseminal corría por mi mano.

Pregúntale si se la puedes chupar para pagar la carrera.

Un escalofrío me recorrió. Jamás había realizado sexo oral. Pero no tuve más remedio que decírselo. El taxista apenas emitió un gruido afirmativo debido a mi paja.

Chúpasela y cuando se corra trágatelo todo.

Me agache y me metí la punta de su pene en la boca. Estaba sucio y el sabor me resultó asqueroso. Con una mano el taxista me obligó a meterme todo su enorme pene en la boca. Aparto el taxi a un lado de la carretera y lo paró. Empezó a follarme violentamente la boca hasta que entre espasmos me llenó la boca de semen. Apenas pude tragar todo sin que me dieran arcadas.

No la chupas nada mal Anita. Me he corrido viendo como se la chupabas a ese desgraciado.

El resto del camino fue mas que bochornoso para mi. Cuando me baje el taxista me dijo:

Vuelve cuando quieras zorrita.

Juan me ordeno ir a uno de los cuartos de baño. Allí había dejado un sobre para mi.

CONTINUARÁ….