Padre por encargo
Tratamiento de fertilidad
Todos los días salía, a eso de las once de la mañana, a darme una vuelta por el pueblo y tomarme el aperitivo en una de esas terrazas habilitadas para los fumadores, por lo que se había convertido en una rutina.
Uno de esos días me encontré, en la mesa de enfrente de la que yo me sentaba, una pareja de entre 35 y 40 años. Si me fijé en ellos fue porque la mujer llevaba una minifalda que, según estaba sentada, casi permitía ver sus bragas y unos muslos impresionantes. “Qué suerte tiene el condenado”, pensé, pero dejé de prestarles atención salvo que alguna que otra mirada furtiva a aquellos muslos pare alegrarme la vista.
Me sorprendió un poco encontrarlo también al día siguiente. Ella había sustituido la minifalda por un short ajustado; seguro que era consciente de la belleza de sus muslos y le gustaba exhibirlos. “Bueno”, pensé, “al menos tengo una buena vista mientras me tomo el vermut”.
La coincidencia ya fue diaria. Supuse que habían cogido la misma rutina que yo.
Pero la rutina se rompió uno de los días. Vi que los dos se levantaban y en lugar de marcharse se acercaron a mi mesa.
-Disculpe el atrevimiento- Dijo el hombre -.Antes de nada permítanos presentarnos, ella es Marisa, mi mujer, y yo soy Mariano.
-Encantado –Dije levantándome-, Yo me llamo José Luis. Ustedes me dirán.
-¿Nos podemos sentar?
-Desde luego.
-Por favor, tómese otro vermut, nosotros le invitamos.
-Gracias. ¿Y en qué puedo ayudarles?
-Creo que es mejor que se lo digas tú, Marisa.
-Verás José Luis- ¿Podemos tutearnos?
-Mucho mejor –Accedí.
-Hay dos motivos por los que nos hemos decidido a dirigirnos a ti después de varios días de observarte. El primero es que nos has parecido un hombre formal, tranquilo y respetuoso.
-¿Y el otro?
-El otro es que, quieras o no, nos hemos dado cuenta de cómo me mirabas de vez en cuando y hemos concluido que te gusto un poco.
-Lo segundo es totalmente correcto. Lo primero… Depende de las circunstancias. ¿Y eso tiene relación con vuestro asunto?
-Pues sí, pero antes que nada una pregunta: ¿Estás casado o tienes pareja?
-Sí, tengo pareja, pero no somos una pareja al uso. Quiero decir que somos liberales convencidos, por lo que los dos tenemos absoluta libertad para todo.
-Estupendo, entonces te cuento: Llevamos casados cuatro años y siempre hemos querido tener un hijo, por no había forma- Al final nos decidimos a hacernos pruebas y resultó que, por desgracia, Mariano es estéril; que no impotente. Por otro lado no somos nada partidarios de la inseminación artificial por el alto riesgo de concebir mellizos o gemelos por ese método, y nosotros, por ahora, no nos podemos permitir dos hijos. Entonces, los dos de acuerdo, pensamos en la posibilidad de un “donante”, pero por la vía natural. Ahí es donde entras tú, si estás dispuesto.
Me quedé de una pieza, sin asimilar muy bien lo que me estaban proponiendo.
-¿Me estáis proponiendo que tenga sexo contigo a ver si te dejo embarazada?
-Sé que suena extraño, pero sí. Por eso hemos tenido en cuenta que parece que yo te gusto, tú me gustas a mí, eres atractivo y buena persona, un buen padre para nuestro hijo.
Tratar aquel tema como si fuese un asunto de negocios me resultaba tan anodino que ni teniendo tan cerca aquellos deliciosos muslos, ni pensando que me podía follar a la propietaria, lograron que tuviese ni un principio de erección.
-Bueno, pues ya me diréis como hacemos –Dije, por decir algo.
-Pues cualquier día, después de las siete de la tarde, te pasas por casa y concretamos. Aquí está la dirección y el teléfono –Me tendía una tarjeta de visita-. ¿Te parece bien mañana?
-De acuerdo, llamaré antes de ir.
Pagaron la cuenta, se levantaron y se fueron. Entonces me percaté de que Marisa, además de unos preciosos muslos, tenía un magnífico culo.
Al día siguiente ya no los encontré en la terraza. A la hora indicada llamé por teléfono para decir que iba para su casa. Estaba bastante cerca de la mía, no más de cinco minutos andando.
Cuando llegué, la verdad es que no sabía cómo comportarme. Me pasaron al salón. Mariano sirvió unas copas y se sentaron ante mí.
-Mira –Dijo Marisa que era la que parecía llevar siempre la voz cantante-, quiero que quede una cosa muy clara: aunque el que tú y yo follemos tiene una finalidad bien definida, no tiene que ser una cosa mecánica. Vamos a procurar disfrutar los dos lo más posible con ello. Cuando nos vallamos a la cama, Mariano se puede quedar por aquí haciendo sus cosas, o puede marcharse, eso como tú te sientas más cómodo.
-Por mí como si quiere pasar al dormitorio a vernos –Repliqué., Al fin y al cabo es su casa.
-Pues vamos a la cama, desde ayer me tienes cachonda.
Me tomó de la mano y me condujo a la habitación. Mientras se desnudaba me dijo:
-Ya sé que estas cosas se van descubriendo con el tiempo, pero si te las digo, eso que tenemos adelantado: Cuando follo me pone mucho que me hablen soez y groseramente, y que me den fuertes azotes en el culo.
-Tranquila, lo haré –Le haría cualquier cosa, porque la verdad es que la niña estaba como un queso. Las tetas no eran grandes, pero si erguidas y con los pezones tiesos. El coño no depilado del todo, pero si arreglado, con un delicioso triángulo de vello por encima. Los muslos y el culo para volverse loco, ya lo he dicho.
-Bien, pues ahora vamos a ver esa polla con la que he estado soñando tantos días.
Me ayudó a desnudarme, para hacerlo más deprisa, me empujó sobre la cama y se dedicó con fruición a hacerme una mamada.
-¿Estabas cachonda, eh guarra?
-Como una perra salida estoy.
-Anda, ponme el coño en la boca, puta asquerosa.
Lo hizo y aproveché para darle dos sonoros azotes en el culo mientras buscaba su clítoris con mi lengua.
-¡Ah, cabrón! ¡Cómo me gusta! ¡Qué puta soy!
Se retorcía y se agitaba sobre mí como una epiléptica. Seguía mamando y yo comiéndole el coño y zurrándola en el culo. Creo que se corrió en mi boca, porque sentí en ella un flujo espeso y sus gritos se hicieron más intensos.
-¡Ahora voy a cabalgarte! ¡Quiero que me la metas hasta los cojones y marcar yo el ritmo!
-Si cerda, te voy a destrozar el coño.
Se me subió encima y se la introdujo de un salto, sin tener que dirigirla con su mano ni nada.
-¡Fóllame cabrón! ¡Fóllame hasta matarme!
-¡Me voy a correr guarra!
-¡Sí! ¡Síiii! ¡Lléname el chocho de leche! ¡Yo también! ¡La tercera vez!
Nos corrimos los dos entre jadeos y se bajó de encima de mí. Tras unos momentos de reposo, en los que no dejó de acariciarme la polla, me dijo:
-Sé que esto no tiene nada que ver con la concepción, pero como también hemos quedado en disfrutar a tope, ahora, cuando te la ponga gorda de nuevo, ¿me darás por el culo? ¡Es que me enloquece sentir una polla ahí!
-Yo te la meto por el agujero que tú quieras, golfa.
No tardó mucho en volver a lograr una erección importante. En cuanto la vio gorda y dura se puso a cuatro patas y pidió:
-Venga, encúlame. ¡Méteme ese rabo hasta que me salga por la garganta!
Tenía las nalgas enrojecidas por mis azotes, pero meneaba el delicioso trasero insinuantemente. La apunté en su culo y se la introduje de un empujón.
-¡Aggg! ¡Así, así! ¡Fóllame el culo!
Cerca de tres horas duró aquel juego. Yo me corrí tres veces; una de ellas en su boca a petición propia, aunque eso tampoco apoyaba la procreación. Agotados, por lo menos yo, por la intensa sesión de sexo, decidimos darla por terminada. Yo me vestí, ella no, para ir en busca del marido y despedirme.
Mariano estaba viendo la televisión, pese a lo que tuvo que haber oído el escándalo que habíamos montado, sobre todo ella.
-¿Qué tal ha ido? –Preguntó.
-¡Uf! De maravilla –Respondió ella-. No sé ya ni los orgasmos que he tenido. Ya te decía yo que tenía pinta de follar muy bien.
-Si, ha estado muy bien –Dije yo-Ahora me marcho.
-Vuelve pronto cielo -Pidió ella- ¿Tal vez mañana?
-No sé si…
-Bueno, cuando quieras, no tienes más que llamar antes.
Me marché pensando que algunas de las sorpresas de la vida no son tan desagradables.
DESENLACE
Al día siguiente; que tampoco estuvieron en la terraza; no pude ir a las siete, pero tenía tantas ganas de repetir la sesión que llamé a las ocho y cuarto. Por supuesto me dijo que me estaría esperando con las piernas abiertas. La cosa fue parecida al día anterior.
Iba casi a diario. Volvimos a coincidir en la terraza, ya como amigos íntimos, y el marido jamás hizo intención de entrar en el dormitorio para vernos, aunque tenía permiso.
Fue un día cualquiera cuando vi; se la habría dejado por descuido; una caja de anticonceptivos en la mesilla.
-Lo de querer un hijo era un filfa, ¿no?
-Es una historia extraña, pero te lo iba a decir.
-Que lo del hijo era una excusa ya lo sabía.
-¿Por qué?
-Porque las mujeres, sobre todo si han estado en tratamientos de fertilidad, saben más o menos cuando son sus días fértiles, que, por supuesto, no son todos los del mes, y yo he venido a follarte todos los días. ¿Cuál es la historia?
-La verdad es que Mariano es homosexual y no me toca siquiera. Y yo necesito sexo en abundancia.
-Ya. ¿Y por qué no os separáis?
-Nos lo impiden circunstancias sociales y económicas, si nos separamos los dos perderíamos muchísimo dinero, de forma que llegamos a esta acuerdo. Yo me follo a quien me apetece, él hace lo propio, y guardamos las apariencias, sobre todo legales.
No estuve seguro de que esa historia fuese la real, pero al fin y al cabo no me importaba. Tenía un rollo con una tía que estaba como un tren y eso me bastaba.
Nuestra “búsqueda de un embarazo” continuó durante mucho tiempo.
FIN