Padre e hija: inesperadas vacaciones. Parte 3
Ellos no serán los únicos de vacaciones, la moral y el pudor también.
Hola, esta es la tercera parte de la serie “Padre e hija: inesperadas vacaciones”, se pueden encontrar entregas anteriores en mi perfil. Agradezco los comentarios y correos sobre mis relatos, por lo cual invito a dejar reseñas honestas y recomendaciones.
Padre e hija: inesperadas vacaciones. Parte 3
Ellos no serán los únicos de vacaciones, la moral y el pudor también.
Los primeros rayos del sol se hacían ver por las gruesas cortinas de la habitación de Daniela y Bruno, ella se había despertado primero, rodeada por el brazo de su padre, del mismo modo que se habían ido a dormir la noche anterior. En esta posición, recordando, pensó en lo que había sucedido hace unas cuantas horas, en cómo había encontrado a su padre masturbándose en el baño y como ella disfrutó demasiado de la escena, estos recuerdos la animaban para seguir con su lujurioso juego y la guiaron a, esa mañana, darle un rico despertar a su durmiente progenitor.
Ahí se encontraba ella, rodeada por el contundente cuerpo de su padre, sintiendo en su espalda baja el roce del abdomen de él, que subía y bajaba con cada calmada respiración. Daniela se decidió a ser sutil, aprovechando el producto de la naturaleza masculina durante las mañanas. Se acomodó de manera que ahora sus nalgas pegaban contra la entrepierna de su padre, deseando que este fuera sensible hasta en sus más profundos sueños. Comenzó a frotarse, su culo subía y bajaba, trabajando en un, de momento, suave bulto, ocasionalmente ejercía más presión, imaginando como eran las manos de su padre las que la obligaban a pegar su delicado cuerpo contra él.
Una de sus manos se dirigió a su progresivamente húmeda vulva, mientras la otra se abría paso sobre el pijama de su padre, sintiendo el peso en su mano de un par de esferas que apretó muy suavemente, mientras seguía con los ricos movimientos de su trasero. Pronto su atrevido actuar se vio recompensado, cuando sintió la creciente presencia del erecto pene de su padre entre el espacio de sus nalgas, presionando aún más contra él, incrementando simultáneamente la fuerza sobre sus testículos.
Comenzó a pensar sobre lo que estaba haciendo, en cómo estaba masturbando a su padre mientras dormía, abusando de esta vulnerabilidad, morboseando que en sus sueños este estuviera pensando en ella; excitándose con la idea de que “la buena niña de Papi” fuera ahora la razón que motivaba al poderoso miembro, el mismo que tenía rozándole el culo.
Continúo tocándose ella y a su padre, pronto sintió la respiración agitada de él, muy profundo en su psique existía cierto temor a que despertara, y que por “pasarse de la raya” estos excitantes acontecimientos llegaran a su fin; esto no le importó mucho, sus movimientos eran cada vez más profundos, y los suaves gemidos que dejaba soltar iban en aumento.
Bruno despertó sintiendo una sensación extraña en su cuerpo, entreabrió los ojos lentamente, recibiendo con incomodidad la poca luz que había en la habitación, no se movió mucho, ya que no sabía lo que sucedía, de cierta manera se encontraba aturdido ya que su profundo sueño se había visto interrumpido. Mientras sus ojos se adaptaban a la claridad, notó una mezcla de estímulos recorriendo todo su cuerpo, se sentía notoriamente excitado y con una sensación muy próxima al clímax, pronto divisó la causante de su estado. Aun inmóvil, logró observar como su hija se movía de arriba abajo sobre él, restregando todo su delicioso culo en su entrepierna, pronto notó el verdadero estado de excitación de su hija, esta se retorcía metiendo la mano en su pijama, disfrutando de su pecaminoso accionar.
Debía tomar una decisión, disfrutaba de lo que su hija hacía, y justo ayer había fantaseado con ella mientras se tocaba en el baño, pero un contacto tan directo era distinto, observó cómo se arqueaba su hija disfrutando de la presencia de su duro pene entre sus nalgas, debía sincerarse consigo mismo, gozaba de lo que sucedía, sobre todo de la manera en que ella le apretaba las bolas con cierta firmeza controladora, deseaba correrse en todo su culo sin arruinar la escena, ese era su objetivo
Lentamente bajó su mano hasta toparse con el elástico de su pantalón, quería liberar su miembro de la jaula donde se encontraba encerrado, sin que su hija se percatara, logrando que ella hiciese lo que quisiera con él. Pronto Daniela sintió la longitud desnuda del pene de su padre entre la línea de sus dos carnosos glúteos, Bruno relajó su cuerpo fingiendo de que dormía, dejándose llevar para disfrutar los movimientos de su hija.
Daniela se volvía loca del morbo del momento, para ocultar sus intensos gemidos mordía una almohada mientras disfrutaba del ahora desnudo miembro, haciendo notar su disfrute en la manera en que atacaba su vulva con sus temblorosas manos. Bruno gozando, pronto comenzó a sentir el clásico cosquilleo proveniente de la base de su pene, dio un profundo suspiro mientras la sensación de placer invadía su cuerpo, por su parte Daniela se encontraba sumida en espasmos que hacían a su cuerpo reclamar más y más de aquello que le daba tanto éxtasis.
Terminando en la explosión del sentimiento, reflejado en la increíble cantidad de cálido líquido que se vio expulsado del pene de Bruno, cayendo en múltiples tractos sobre las dispuestas nalgas de su amada hija, la cual tenía la piel de gallina al sentir goterones de semen de su padre escurriendo y cayendo sobre su culo.
La agitación de Daniela bajó poco a poco, convirtiéndose en lujuriosa satisfacción al sentir sus ropas húmedas, volteó a observar a su padre, este se encontraba dormido, con una cara que expresaba el disfrute que le había hecho pasar mientras dormía, “no se despertó”, pensaba Daniela, levantándose para ir a bañarse.
Bruno escucho el agua corriendo de la ducha, al “despertar” se encontró con el short del pijama de ella totalmente empapado, este lo sostuvo y contempló la escena a la que se veía enfrentado, por un lado, el short estaba mojado por los fluidos brotantes de la entrepierna de su hija, por el otro estaban las manchas de los chorros de semen que habían caído sobre este, con cierto simbolismo el elixir de ambos se encontraba plasmado en una misma prenda, dando a entender el implícito consentimiento que se habían dado casi sin saberlo; Daniela había despertado a su padre, hoy a Bruno le tocaba ayudarle a dormir.
—¡Hola, Pa! —saludaba Daniela al salir del baño, ya vestida con uno de los bikinis que había comprado en la tienda de la carretera, cubriendo la parte inferior con un short color verde; ya lista para ir a desayunar.
—Bu… buenos días, Daniela —dijo Bruno, tratando de darle un tono de autoridad a su voz —me bañaré para que vayamos a desayunar, si quieres sales a pasear, nos encontramos en el restaurante —a pesar de que había disfrutado mucho de lo sucedido quiso mantenerse relativamente indiferente, quizá con el fin de manipular a su hija.
—Pa, mejor nos topamos en la recepción, para preguntar si hay citas en los masajes —el comentario de Daniela recibió la calmada aprobación de su padre, seguido de un beso por parte de ella en su mejilla, un beso más largo de lo usual. Bruno sintió la húmeda boca de su hija en su rasposa mejilla, boca que hace años había alimentado con mucho cariño jugando al avioncito, pero que ahora deseaba usar y llenar, alimentándola de otro tipo de amor.
Bruno se metió a bañar mientras su hija salía a pasear por el hotel, esta caminó hacia la playa contemplando el suave movimiento de las olas, combinado con la brisa de aroma salado que reinaba en el lugar. Caminando por la playa, y sintiendo la arena entre sus pies, reflexionaba sobre lo sucedido hace pocos instantes, miraba hacia el horizonte recordando el día en que su madre le había dicho que debía quedarse un tiempo con su padre, nunca imaginó que lo que parecía una semana para salir de fiesta y amanecer en camas distintas todos los días, serían unas vacaciones que, hasta el momento, iban muy bien.
Recibiendo en sol en su progresivamente bronceada piel, recapacitaba que en realidad ella quería mejorar la relación con Bruno, desde que sus padres se divorciaron el distanciamiento entre ambos había sido casi exponencial, en el fondo sabía que lo que hacía, más allá del morbo, era para no volver a perder a su padre, para ser “la niña de Papi” otra vez.
Dirigiéndose hacia la recepción, veía a las familias felices, sintiendo celos sobre lo que contemplaba, veía además jóvenes guapos y musculosos, pero, a diferencia de otras ocasiones, esta vez no estaba muy interesada en ir a seducirlos, quería entregarse a su padre más de lo que ya lo había hecho. El semen que escurrió por sus nalgas lo sintió como una muestra de amor inmensa y satisfactoria, quería de una vez por todas romper el tabú, y amar a su progenitor libremente, hacerlo gozar y cumplirle todas sus fantasías con tal de recibir la atención que tanto le había hecho falta y que el sexo casual no lograba llenar, por más salvaje que fuera.
Ya llegada a la recepción, estaba Bruno, tal como lo habían acordado, los rayos del sol plantaban en el suelo la sombra de su ancho y fornido cuerpo, a la figura de este pronto se le añadía, en comparación, la pequeña sombra de Daniela, combinándose en una, siendo esta escena la representación de lo que, de cierta forma, ambos deseaban; ser uno solo.
—¡Buenos días! —saludaba Romina, la recepcionista.
—Más que buenos —murmulló Daniela, enviando una mirada coqueta a Bruno.
—¿En qué les puedo ayudar?
—¿Queríamos saber si ya hay campo para los masajes? —mencionó Bruno. Daniela se impresionó ya que este no se había interesado mucho al principio, recompensó su inesperado interés abrazándole por la cintura, acción a la cual este se mostró receptivo presionando a su hija contra él.
—Aún tenemos falta de personal —mencionó Romina —Pero ustedes son clientes muy especiales, haremos lo posible por darles el servicio mañana, probablemente sea yo la masajista —dijo lo anterior dirigiendo una mirada cómplice a Daniela, el curioso apretón de manos que le había dado el día que llegaron obviamente tuvo intenciones claras. —¡Hay, trabajo tanto! Todo tengo que hacerlo yo —se quejaba de una forma falsa, Bruno se había ido a observar unos folletos.
—¿Entonces queda para mañana? —denotó Daniela.
—Probablemente si, ¿alguna petición especial?
—Mmm, no —respondió Daniela, pasando sus manos sutilmente por su pecho, a pesar de todo, en realidad, si se sentía atraída por la recepcionista, ella sabía que el sentimiento era mutuo, incluso hacia Bruno.
—En ese caso, todo está en orden, mañana recibirán un masaje especial —dijo con una entonación claramente cómplice —¡Buen provecho en el desayuno! —se despidió, volteándose para seguir trabajando.
Padre e hija, sujetos de la mano, caminaron hacia el restaurante, a pesar de que era un hotel relativamente “premium”, no dejaba de ser un “todo incluido” por lo que se encontraron con un gran bufete, que ofrecía una abrumante cantidad de alimentos, de todas formas, todo hacía parte del premio que se habían ganado.
—¿Dónde nos sentamos, Dani?
—Vamos al balcón, quiero ver la playa —respondió llevando a su padre de la mano hasta la mesa, dejando en esta la llave de la habitación y la botella de bloqueador solar para “guardar el campo”.
—Voy por mi comida —se apresuró a decir Daniela, dirigiéndose hacia la montaña de platos para comenzar a servirse.
El desayuno fluyó con tranquilidad, las conversaciones entre ambos eran interesantes y divertidas, poco a poco la sensación de culpa iba desapareciendo, los sutiles toques entre ambos eran más frecuentes, y el sostener las manos se convertía en algo usual. Mientras comían, a Daniela le gustaba sujetar la mano de su padre, soltar un suave “Pa” y acariciarlo, este se mostraba cómodo con la situación arrullando las mejillas de su hija con sus dedos.
Daniela comía un variado plato de frutas con granola, su padre se había decido por un desayuno más completo, ambos disfrutaban del momento recibiendo la brisa de la playa y escuchando el suave oleaje, pronto se vieron camino a la habitación para cambiarse e ir a la piscina.
—¡Que frio hace! —exclamó Daniela, entrando a la habitación.
—Dejé el aire acondicionado prendido, perdóname, Dani, pero hace mucho calor.
—¿Esta vez si te acordaste de prenderlo? —reclamó con sarcasmo, haciendo referencia a la vez que el automóvil casi se convirtió en un horno —Lo apagaré, para no congelarme mientras me cambio —dijo, buscando entre sus cosas el otro traje de baño, así como la pantaloneta de su papá.
Daniela le entregó la pantaloneta a su padre en las manos, acto seguido esta comenzó a desvestirse, tenía puesta una camiseta de tirantes, así como un short ajustado de color naranja, ropa sencilla para usar en la playa, por su parte su padre tenía una camisa blanca y un short cargo con un patrón militar.
Daniela dejó caer un tirante sobre sus hombros, viendo a su padre directamente a los ojos mientras la suave tela se deslizaba por su piel, esperaba una reacción.
Bruno se quedó quieto observando los movimientos de las manos de su hija, recordaba como ella se había desvestido en el carro para cambiarse y como él la había espiado, haciéndose presente el reprimido deseo de devorarle los pechos; se aflojó la faja.
Esta se deslizaba por la ancha cintura, Daniela disfrutaba viendo como se asomaba un poco de la ropa interior de su padre, deseaba que la faja que ahora estaba en las manos de él estuviera alrededor de su cuello obligándola a cumplir los deseos de su progenitor; otro tirante cayó.
La parte superior de los pechos de Daniela se asomaba, la caída de su floja camiseta se vio detenida por sus duros pezones, las miradas de ambos se cruzaban, Bruno deseaba arrancarle esa prenda a su hija, y liberar en su totalidad sus pechos; el short estaba en el suelo.
Un bulto creciente se observaba en la ropa interior de Bruno, la presión que ejercía sobre esta daba la impresión de que explotaría en cualquier momento, el deseo era más que evidente, Daniela lo observaba con lujuria, sabía lo que escondía y suplicaba en su mente tenerlo entre sus manos; la camiseta ya no estaba.
Los desnudos pechos de Daniela, firmes por lo picante del momento, hipnotizaban la mirada de su padre, de la misma manera que lo había hecho en el automóvil aquella vez, ahora la culpa no existía y podía complacer sus ojos sin remordimientos. Pronto estos fueron cubiertos por el sujetador del bikini, mientras los ocultaba tras esa apretada porción de tela, Bruno, liberaba la presión de su bóxer, tambaleante, un denso objeto salía disparado hacía arriba, liberado de su jaula; el bóxer había caído.
Sus miradas se encontraban con frecuencia, intercambiaban murmullos: “Papi…”, “Dani…”, “Pa…”, “Princesa…”, motes sencillos escapan de los sedientos labios de la tan curiosa pareja; se observaban, se deseaban, incluso fantaseaban, pero no se tocaban, aún no. El pene de Bruno fue devorado por los ojos de su hija, esta lamentó cuando lentamente la pantaloneta de baño cubría su palpitante sexo, las venas, su grosor, su firmeza, todo eso, se ocultó detrás de la prenda. Esta, cumplía un pésimo trabajo en esconder el estado de excitación en el que él se encontraba, del mismo modo que el sujetador de Daniela no podía ocultar sus dos sólidos puntos.
Ágil la camisa de Bruno abandonó su pecho, desnudándolo, la solidez de este controlaba a Daniela, más allá de querer recorrerlo con su boca, Daniela deseaba ser recibida en este, durmiendo sobre él, sintiendo la protección que el pecho y los brazos de un padre solo podían brindar a la delicada cabeza de su hija. Guiada por su instinto pasó sus manos sobre él, comenzando desde su ombligo sintiendo cada rincón mientras escalaba su pecho, acarició sus pectorales con ambas manos subiendo con estas por su cuello. Ella colocó sus manos sobre la marcada mandíbula de él, acercando su cabeza lentamente hacia ella, Bruno se tuvo que agachar un poco, dejándose guiar por las frágiles manos de Daniela, acercó su boca a la de su hija, haciéndole sentir la respiración cálida que emanaba de si, pronto padre e hija se entregaban a sus sentimientos, pegando sus labios, dándose un largo y pasional beso. Lla gran boca de él recibía los delicados labios de ella, haciendo ambos pequeñas succiones y movimientos, acompañado de un abrazo interminable; fue más que solo un beso, para ellos significó el consentimiento pleno de su atracción y deseo, sin reservas ni egoísmo.
Se separaron, fue un beso largo, de sus bocas húmedas no salían palabras, todo lo que se necesitaba decir era por medio de sus miradas, eran sus ojos, los que, sin necesidad de romper el silencio de su habitación, gemían de la satisfacción que sentían. Las manos de Daniela empezaron a bajar su short y calzón simultáneamente, la mirada se mantenía, la respiración era honda, la lentitud de su actuar le hacía comprender mejor lo que sentía, ahora era algo más que el desenfrenado deseo que experimentó en la mañana al haberse frotado en su papá. La entrega era completa; deslizándose por sus piernas y cayendo sobre el resto de las prendas estaba el short de Daniela.
Bruno observaba la escena, el cuerpo casi desnudo de su hija lo volvía loco, disfrutaba de ver su depilada vulva, inmaculada, únicamente decorada por el suave brillo del dulce fluido que deseaba emanar de ella, sus labios mayores gruesos, los menores ligeramente salidos, estos ocultaban la prohibida entrada que Bruno deseaba explorar. Del mismo modo que su hija sufrió cuando cubrió su, aún erecto, miembro, este sufrió al ver como tan natural perfección era cubierta mansamente por el bikini, dejando ver únicamente sus carnosas nalgas, que, con la piel de gallina, daban la apariencia de estar listas para recibir de todo.
Ya vestidos con su respectiva ropa de baño, ambos se abrazaron, Bruno quiso pasar sus manos por los glúteos de su hija, esta le respondió rozando con sus dedos la punta de su reprimido bulto, terminado el abrazo y sujetos de la mano se dirigieron hacia la piscina, no sin antes llevarse el bloqueador solar y el bronceador.
—¿Me ayudas a ponerme bronceador cuando lleguemos? —dijo Daniela mientras caminaban por los pasillos del hotel —quiero que mi piel se vea bien para nuestra cena especial —añadió recordando a su padre que tenían la cena de cortesía.
—Claro que sí, amor, con gusto te lo pongo ahorita —respondió —de seguro quedarás fantástica —añadió todavía con trazos de vergüenza en su voz.
CONTINUARÁ…
Ojalá sigas leyendo esta serie.
Gracias por llegar hasta aquí, cuídate,
IsaacR.