Padre e hija: inesperadas vacaciones. Parte 2

Ellos no serán los únicos de vacaciones, la moral y el pudor también.


Hola, esta es la segunda parte de la serie “Padre e hija: inesperadas vacaciones”, se pueden encontrar entregas anteriores en mi perfil. Puedes comenzar a leer desde acá y entender la historia en su totalidad; el ritmo es algo calmado. Agradezco los comentarios y correos sobre mis relatos, por lo cual invito a dejar reseñas honestas y recomendaciones.


Padre e hija: inesperadas vacaciones. Parte 2

Ellos no serán los únicos de vacaciones, la moral y el pudor también.


Ya habían pasado un par de horas desde que habían salido de la casa de Bruno y el calor de la ruta se hacía notar, era un día soleado con poca brisa. Los rayos de luz entraban con intensidad por las ventanas del automóvil, iluminando las piernas descubiertas de Daniela, dándoles poco a poco tonos canela a su blanca piel.

El ambiente en el vehículo era agradable, habían hablado durante el camino de muchos temas, poniéndose al día más al detalle sobre la vida de cada uno. Bruno le contaba a su hija como gastaba el tiempo solo en casa, le contó sobre las tardes que pasaba trabajando en su carro, haciéndole modificaciones casi con el único fin de perder el tiempo. Daniela, por su parte, le comentó a él sobre cómo se escapaba constantemente de las garras de su madre, sobre sus salidas y sus múltiples novios; temas que a su padre no le agradaron, pero que escuchó detenidamente, guardándose unos extraños celos para él mismo, estando aún sin creer en lo que se había convertido su hija.

Transcurrieron unos minutos más, hasta que ambos pararon en lo que parecía ser una tienda departamental al costado de la carretera, debían comprar los trajes de baño y demás cosas necesarias para su imprevista salida.

—¡Que calor hace! —se quejaba Daniela al posar sus chancletas sobre el caliente pavimento, tapándose los ojos para no quedar cegada, dejando ver unas sonrojadas mejillas por la alta temperatura.

—Ya compraremos algo de tomar y quizá una gorra, dejé el aire acondicionado encendido para no hornearnos—le respondió Bruno riendo, arrepintiéndose de haberse puesto un pantalón de mezclilla.

Entraron al lugar rápidamente, sintiéndose aliviados al percibir el ambiente fresco que había, llegando a su nariz el típico olor a bloqueador solar que reina en ese tipo de tiendas.

—Dani, ve por una canasta, yo iré a buscar unas chancletas para mí, ve fijándote en la ropa por si hay algo que te guste y lo hechas—mencionó Bruno, caminando a la sección de calzado.

—Como digas, Papi.

Daniela fue por la canasta, deteniéndose al instante al ver unos bonitos trajes de baño. Los observó y cogió uno, según había calculado necesitaría al menos un par para toda la estadía. El que agarró se veía ajustado y revelador, tal como le gustaba, se componía de un bikini con la parte inferior tipo hilo, la parte superior dejaría ver en su mayoría sus senos, siendo sus pezones separados del exterior por un casi inexistente pedazo de tela. Además de ese agarró un bikini más discreto, no quería escuchar los reclamos de su padre cuando todos los ojos del hotel cayeran sobre ella, cosa que en realidad deseaba.

Daniela se fue en búsqueda de su padre, echando a la canasta otras prendas que le gustaban y que creía que necesitaría, además de una botella de bronceador y otra de aceite de almendras, el cual pensaba colocar en su piel bronceada para darle un aspecto interesante.

Se encontró con su padre en el área de ropa masculina, le mostró únicamente el bikini discreto para convencerlo de que llevaba lo necesario, mientras tanto Bruno se decidía entre unas pantalonetas, pidiéndole la opinión a su hija.

—¿Cuál crees que se ve mejor?

—Cualquiera, pero deberías probártelas, los vestidores los vi por allá —le dijo señalando al final del pasillo.

—¿Agarro también una camiseta? Estas dicen que son impermeables.

—¿Para qué? No se te va a ver bien —replicó a su padre, el cual sin escuchar el reclamo de su hija agarró una para ir a probársela.

Caminaron hacia los vestidores, donde fueron recibidos por una empleada de la tienda, en pocos minutos el padre de Daniela salió a escuchar la opinión de su hija sobre la ropa que pensaba comprar.

—¿Te gusta más esta o la anterior?

—Mejor lleva ambas, aunque el color de esta te queda mejor —respondió Daniela —nada más, por favor, no te lleves esa camiseta tan fea.

—Pero es impermeable, además me protegerá del sol.

—Que importa eso, ya llevamos bloqueador —dijo ella parándose de la silla donde estaba —anda quítatela, te ayudo.

Daniela puso sus manos en la camiseta de su padre ayudándole a quitársela, en un movimiento limpio esta salió dejando desnudo el torso de él.

—Te ves mucho mejor así —le comentó mientras restregaba sus manos por su abdomen, acercándose para oler la colonia. Bruno tuvo un fugaz escalofrío al sentir las manos frías de su hija sobre su cuerpo, esta había deslizado su mano desde su cuello hasta llegar a su abdomen, cosa que culpablemente le había gustado sentir, probablemente era la primera vez desde el divorcio que sentía eso.

—Está bien, no llevaré la camiseta.

—Al fin me escuchas —reclamó su hija, ya que genuinamente creía que se veía mucho mejor así, sobre todo después de haberlo apreciado por completo aquella mañana al salir del baño.

—Como digas. ¿Llevas todo lo que necesitamos?

—Si —susurró Daniela, tocando sonrojada el aceite en la canasta, ya que, por razones que desconocía, deseaba embarrarlo sobre el pecho desnudo de su padre, pasando sus manos una vez más sobre él.

Pronto se encontraron en la caja, habían ido también por unas cuantas botellas de agua fría para contrarrestar el calor. Bruno, comenzó a sacar las cosas de la canasta para ponerlas en la cinta de la caja, notando el bronceador que había llevado su hija, el aceite, un traje de baño celeste que aprobaba y otro traje de baño negro que apenas pareciera que cumpliera su función. Al ver ese traje de baño Bruno no hizo más que lanzarle una mirada inquisidora a su hija, ya había entendido de que por más que lo tratara, ella no iba a mostrar ni un poco de pudor. Sin poder creer, una vez más, en lo que Daniela se había convertido, se resignó a tragarse su extraño enojo, que pronto se transformaría en una especie de celos y culpa, sobre todo al recordar como aquella mañana había visto el seno descubierto de su hija, y como en realidad tenía una morbosa curiosidad por verla vestida con ese bikini.

Bruno pagó las cosas sin comentar nada, tomó un poco de agua y se dirigió al carro con su hija, el trayecto hacia el automotor fue acompañado por el caliente sol, de esos que pican en la nuca. Ambos seres sudados se encontraron casi deprimidos al darse cuenta de que el aire acondicionado no se había mantenido encendido, y que ahora su interior era el homólogo a un horno.

—¡Ay! —gritó Daniela al tratar de ponerse el ardiente cinturón —¡Debiste haber dejado el aire encendido! —se quejaba.

—¡Eso intenté! —gritaba Bruno, incomodo también por el calor de su asiento.

—¡Pues no intentaste lo suficiente! —seguía quejándose con un tono de voz irritante —ay, hace demasiado calor me voy a quitar esto y me pondré, aunque sea el sujetador del bikini —dijo mientras salía del carro hacia los asientos de atrás para buscar la ropa que acababan de comprar y poder cambiarse.

Daniela se acomodó atrás y busco en la bolsa donde habían puesto todo, encontró el sujetador y se empezó a quitar la ropa. Al observar esta situación el padre se vio preocupado, sobre todo por el temor de que pudieran ver a su hija desnuda a través de las ventanas transparentes.

—¡Hey! Te podrían ver, mejor ve al baño de la tienda a hacer eso.

—Que me vean, qué más da —dijo mientras se quitaba su sudada camiseta —ojalá se den gusto viendo —añadió con una risa traviesa.

Bruno únicamente gruñó ante la respuesta de su hija, en el fondo el también deseaba ver como se desvestía y apreciar una vez más los senos descubiertos de su hija, además de querer ver como aquel bikini descubierto le apretaba los pechos.

Daniela se quitó el brasier que llevaba, era uno sencillo de color blanco, una vez se lo quitó él fingió no verla, tratando de espiar lo más disimuladamente posible por medio del retrovisor del coche. Bruno se quedó hipnotizado al ver como se movían los pechos de su hija al tratar de ponerse la otra prenda más fresca, apreció sus senos relajados por el calor, sus pezones suaves y blandos humedecidos por el sudor, por los cuales caían gotas que bajaban desde su cuello, recorrido que a él le encantaría hacer con su boca. Poco a poco la vergüenza y la culpabilidad de Bruno se convertían en un sentimiento de deseo honesto hacía su hija, de querer disfrutar con el cuerpo de aquella persona que, por mucho tiempo el crio, de amarla de forma distinta.

Disfrutó al ver cómo, efectivamente, el sujetador del bikini le apretaba mucho los senos, deseando estos romper el delgado hilo que mantenía unido el par de inexistentes pedazos de tela que cubrían sus relajados pezones. Bruno gozó mucho de la vista que le daba su hija, aceptando aún más que esta le atraía, hasta que, en un momento de descuido, la mirada de ambos se cruzó por el retrovisor.

La mirada de los dos se mantuvo hasta que Daniela se sentó de nuevo al frente, el silencio reinaba en el carro, sin embargo, el calor que se sentía en este no era únicamente ambiental. La mirada transcendía de haber sorprendido a su padre viéndola, y al carecer de reclamos se entendía como una especie de consentimiento hacia él. Sentimiento reforzado por la manera en que Daniela recorrió su cuerpo con sus manos al ponerse el cinturón de seguridad, siempre sin dejar de ver a su padre, convirtiéndose en aquella mirada en una de naturaleza retadora, desafiando a Bruno a entregarse a sus deseos.

—Bien, continuemos —le dijo, arrancando el carro.

El viaje continuo sin muchos problemas, al cabo de unos minutos el aire acondicionado ya había bajado la temperatura del interior, llegando a hacer un poco de frio, que no fue suficiente para que Daniela se cubriera el pecho, ya que disfrutaba de las miradas ocasionales que su padre le dirigía sobre todo cuando el automóvil se movía mucho. Decidieron comprar comida para llevar, de manera que pudieran ahorrar tiempo y llegar antes al tan ansiado hotel. Las miradas entre ambos no cesaron y evolucionaron con rapidez en sutiles toques, Bruno posaba ocasionalmente su mano en las piernas de su hija, Daniela se estremecía al sentir las grandes y cálidas manos de su padre y respondía colocando las suyas sobre las de él, además de arquear la espalda para hacer lucir su apretado sostén.

El tiempo pasó rápido entre tan inocente diversión, pronto se encontraron a las puertas del tan esperado destino; la tarde era soleada, por las ventanas del vehículo entraba el aire cálido de la playa, llevando consigo en olor característico a mar, la brisa hacía ondear un poco el cabello castaño de Daniela, ondeo que se detuvo al parar el vehículo en el estacionamiento del lugar.

—Llegamos —dijo Bruno dejando escapar un suspiro y deteniéndose para que el aire cálido llenara sus pulmones —bajemos todo y vamos a la recepción, acuérdate llevar lo que compramos.

—Claro, Pa —respondió bajándose del vehículo, acelerando su paso posteriormente para alcanzar a su padre en camino a la recepción del hotel.

Ambos entraron, se vieron recibidos por el frío proveniente del aire acondicionado, se encontraron con un salón amplio cubierto por una brillante cerámica beige, las paredes colores tierra se fundían con los anaranjados rayos del sol que entraban por los grandes ventanales del lugar. A un costado se encontraba el escritorio de la recepción, al otro los servicios sanitarios y en el centro el pasillo principal que ofrecía una vista hermosa hacia la playa junto con el acceso a los senderos que guiaban hacia las habitaciones.

—Me gusta —dijo Daniela.

—¡Bienvenidos! —una chica había interrumpido la apreciación del lugar —¿Tienen una reservación?

—No exactamente —respondió Bruno —supuestamente gané un premio —le decía a la chica mientras buscaba el correo electrónico en el celular.

—Oh, usted debe ser Don Bruno, ¿cierto?

—Si, es él —dijo Daniela, cortando a su padre con la finalidad de hacerse notar, ganándose sobre todo una mirada lasciva por parte de la recepcionista, efecto de haber visto sus apretados senos.

La recepcionista se mantuvo detallando a la tan curiosa pareja que creía tener en frente, un hombre guapo maduro entrado en sus cincuenta años, con una joven muy parecida a él que presumía de su gran atractivo con la ropa que llevaba puesta. “Pareja liberal…” pensó, casi deseándolo.

—Gracias —la recepcionista se dirigió a Daniela —tu debes ser la pareja de Don Bruno, ¡que afortunada! —mencionó volviéndose hacia Bruno, dirigiéndole la misma mirada que le había lanzado a ella hace unos instantes.

Daniela volteó hacia su padre, sorprendida por la suposición que había hecho la chica que los estaba atendiendo. A él se le había olvidado por completo mencionarle a Daniela que el premio estaba dirigido a parejas, quiso explicarle, pero temía que el hacerlo frente a la recepcionista de alguna forma anulara el premio. Lo anterior no fue necesario, cuando Bruno volteo a ver a Daniela se encontró con una mirada verdaderamente cómplice, el solo hecho de haber escuchado a la chica decirles “pareja” había encendido en Daniela un nivel de morbo que nunca había sentido.

Bruno pronto se vio sujetando la mano de su hija, esta se la había extendido para ese propósito, tenían tiempo de que no la agarraba de la mano, al menos desde que Daniela era una pequeña. Los sentimientos de culpa trataron de apoderarse de Bruno, las imágenes de él llevando de la mano a su princesa quisieron hacerse presentes, pero esta vez no significaron nada para él, la mirada cómplice que le había dado ella, sumado a la excitante vista de la cual disfrutó todo el día eran motivo suficiente para entregarse muy pronto a sus deseos.

—Haré el registro, en un momento les daremos una cortesía y les explicaremos el itinerario que forma parte del premio —mencionó la muchacha del mostrador dándoles una hoja a ambos para rellenar, además les colocó las pulseras del hotel que funcionaban como distintivo de que eran clientes con estatus “todo incluido”.

En pocos minutos les trajeron a ambos un dulce y refrescante ponche de frutas, se vieron abrumados por la gran cantidad de actividades que el hotel ofrecía, las cuales la recepcionista explicó con muchos detalles. A Daniela únicamente le llamó la atención la “cena especial” que venía incluida, los masajes a la habitación y la posibilidad de ir a la discoteca del hotel, su padre no se veía muy emocionado por estas, indicándole a la muchacha que después tomarían la decisión sobre si reservaban un espacio en la cena o no, de todas formas, tiempo les sobraba.

—¡Estamos para servirles! Les daré la llave de su habitación y los acompañaré, se estarán hospedando en una habitación especial —mencionó con entusiasmo, era una buena empleada, además de tener cierto interés personal en tan peculiar pareja.

Padre e hija caminaron hacia la habitación agarrados de la mano, movidos principalmente por el morbo, en especial Daniela, que había percibido también cierta actitud proveniente de la chica que los estaba atendiendo, “es atractiva, de seguro se moja por Pa” pensaba Daniela.

Habiendo llegado a su cuarto, esta les abrió y les hizo pasar, era una habitación grande, con una cama muy amplia, la paleta de colores era muy distinta al resto del hotel, dominaban los tonos rojos en las cortinas y decoraciones, resaltando mucho el blanco de las sábanas y paredes, en conjunto con el oscuro piso hecho de madera. Ambos fueron guiados por toda la habitación, contaba con un sofá, una tina en el baño, y varios espejos, en especial uno que llamaba la atención, encontrado sobre la cama en el cielo raso, definitivamente era una habitación lujosa, propia de un apartamento en la playa más que de un “resort” todo incluido; ambos agradecían haber ganado.

Romina, la recepcionista, se quedó en el medio de la habitación, indicándoles los horarios de la cena, una vez todo quedó claro se despidió de ambos y Daniela la acompañó hacia la puerta, no sin antes despedirse de esta con un interesante apretón de manos en conjunto con un movimiento sugestivo de sus caderas; padre e hija ahora estaban solos en el cuarto.

Pasaron un rato desempacando todas sus cosas, ya estaba anocheciendo por lo que se dirigieron a cenar, después pasaron un tiempo en el bar poniéndose de acuerdo acerca de las actividades que podían reservar, se decidieron por la cena y por el masaje, la discoteca solo emocionaba a Daniela.

—Estoy muy cansado, Dani —dijo Bruno terminándose su cerveza —me voy a ir a baña para dormir, te dejo acá, termínate tu bebida y te vienes —le advirtió, levantándose para irse.

—Como digas Pa, yo también estoy cansada, ahorita te alcanzo.

Bruno ya se había ido, se veía como su imponente figura se mezclaba con la oscuridad de la noche, Daniela no se apresuró a terminarse el coctel, pronto se vio en compañía de la recepcionista de la mañana, la cual estaba trabajando ahí, probablemente su puesto era administrativo, ya que le daba ordenes al resto de empleados.

—Que gusto, encontrarte aquí —mencionó Romina —¿Y tú hombre? —interrogó a Daniela, la cual aún no concebía que creyeran que eran pareja.

—Oh, ya se fue a la habitación, estaba cansado.

—Los chicos mayores se cansan rápido, ¿no es así?

—Depende —respondió Daniela soltando una suave risa, Romina también se rio.

—¿Y cómo se conocieron? —dijo, queriendo saber más sobre la relación —una chica tan joven como vos, con un hombre mayor —genuinamente mostraba un interés por ellos.

—Es complicado —mencionó de manera un poco cortante, sintiéndose incomoda sobre las preguntas de la funcionaria —queríamos apuntarnos para la cena y un masaje —dijo cambiando de tema.

—Claro, los anotaré, hay campo en el restaurante especial para mañana, el masaje tendrá que esperar debido a la falta de personal —le informó cambiando el tono de su voz a uno más profesional.

—Gracias, ¡buenas noches! —Daniela se apuró a terminar su bebida ya que verdaderamente se encontraba cansada por el viaje y quería llegar a la habitación a dormir. Se levantó e inició su caminata, apreció una vez más el aroma de la playa, así como el reflejo de la luna en el mar, llegó al cuarto rápidamente y abrió la puerta con delicadeza, no quería despertar a su padre si este dormía.

Ella entró de puntillas, se encontró con la habitación inundada por el vapor proveniente de la ducha, su padre aún no se había terminado de bañar. Se apresuró a ponerse el pijama y a acurrucarse en la cama, creía que estaba cansada y que necesitaba dormir, sin embargo, no tenía sueño. Daniela se mantuvo unos minutos tratando de conciliar el sueño, se planteó a salir de nuevo para despejarse, pero descartó la idea debido a la pereza de quitarse el pijama; se encontraba aburrida viendo hacia el cielo raso de la habitación, observando como el vapor salía de la puerta entreabierta del baño.

Mientras reflexionaba sobre ese día, recordó la manera en que su padre la había visto por el retrovisor del carro, además de la sutil manera en le había tocado sus piernas en diferentes ocasiones, esto le hizo pensar sobre todo en la “pareja” que la recepcionista creía que eran, no logrando nada más que despertar su morbo. Su morbo se hizo presente, principalmente movido por los recuerdos de los videos porno que solía ver, de aquellos donde una chica joven era destrozada por un hombre mucho mayor. Su entrepierna comenzaba a mojarse y sus dedos empezaban a bajar por su abdomen, imaginándose este tipo de escena con ellos como protagonistas, las imágenes eran borrosas ya que no tenía una idea completa del cuerpo de su padre, “¿O sí?” pensó, guiando su vista hacia la abertura de la puerta del baño.

Su corazón comenzó a latir fuerte mientras se levantaba en camino a la puerta del baño, quería espiar a su padre, pero a pesar de todo lo que había sucedido esa mañana un sentimiento extraño se apoderaba de ella, el morbo y el deseo eran más fuertes, por lo que avanzó rápidamente con una mano ya en su entrepierna.

Fue rápida, las ganas de ver a su padre desnudo se apoderaron de ella, lo que se encontró fue más de lo que esperada. Ahí estaba, su padre, envuelto en el vapor que salía de la ducha, masajeando su largo miembro con una fuerza y rapidez inexplicables, Daniela únicamente dejó escapar un gemido sordo al ver esa escena, rogando en su mente que estuviera pensando en ella mientras se tocaba.

Y en efecto eso hacía, las manos de Bruno se encontraban movidas por los recuerdos de ver a su hija semidesnuda, Bruno pensaba con total descaro como los pechos de Daniela envolvían su pene, se imaginaba en el carro, aprovechando la escena de la mañana, forzando a su hija a chupárselo mientras conducía.

Pronto sus manos se vieron sincronizadas mientras ambos se masturbaban en soledad, Daniela veía a su padre de lado, apreciando como sus grandes manos se posaban sobre su miembro venoso, veía como él apretaba sus testículos firmemente cada vez que bajaba, deseando porque en esos momentos él hiciera lo mismo con su cuello.

Por su parte ella, metía y sacaba dedos de su vagina con total libertad, acariciaba su vulva haciendo presión en movimientos circulares, subiendo hasta llegar a su punto más sensible, metía los dedos de su otra mano en su boca, bajando de vez en cuando para apretar sus senos de la misma forma y al mismo tiempo que su padre lo hacía con sus testículos. Quería abalanzarse sobre él para hacerle compañía bajo el agua caliente, sin embargo, mantuvo sus ganas, una parte de ella todavía la detenía y no le permitía romper la estúpida barrera moral que le impedía disfrutar de su padre como ella quería. Se limitó a masturbarse viendo como él lo hacía, siguiendo sus movimientos e imitándolo, estudiando su técnica; tal como una hija aprende de su padre.

Pronto el placer que sentían se encontraba por explotar, ambos unían su imaginación para pensar en el otro, Bruno deseaba posar su boca sobre los muslos de su hija para hacer un recorrido hasta su jugosa vulva, Daniela se derretía al fantasear con la lengua de su padre en su boca, recibiendo sus gruesos labios y sintiendo su áspera barba.

La habitación ahogó de los gemidos del padre, Daniela abrió mucho los ojos quería observar el detalle del inminente orgasmo de Bruno, así como disfrutar el suyo. Los gemidos y quejidos fueron en aumento, pronto comenzó a ver como de la punta del pene de su padre brotaba un chorro de líquido blanco que caía sobre los muslos gruesos de él, combinándose con el agua caliente. Al ver esta escena Daniela comenzó a sentir los espasmos característicos de su éxtasis, sus dedos chorreaban gotas de húmedos jugos, mientras su respiración se agitaba y los espasmos se combinaban con el temblor de sus piernas y abdomen, observaba a su padre con gran lujuria cada vez que este expulsaba más semen ella se retorcía deseando ser la afortunada receptora de su abundante fuente. Disfrutó del frenesí de placer que recorría todo su cuerpo, sobre todo cuando su padre habiendo terminado gimió suavemente “Dani…”. Se quedó observándolo mientras terminaba su baño, estaba decidida, no podía permitir más que él se quedara con las ganas de usar a su hijita; era cierto, la cena de mañana sería “especial”.

Aturdida por lo sucedido se apresuró a corregirse sus prendas, no creía que su padre la hubiera visto disfrutando de la escena, por lo que fingió entrar a la habitación dando un portazo, avisando oficialmente de su presencia dirigiéndose directamente a la cama para acostarse, aún con su entrepierna húmeda por lo sucedido.

Momentos después Bruno salía del baño, ya vestido con su pijama, encontrándose a su hija dormida, él ya se había librado de todo sentimiento de culpa, por lo que sin ningún problema se acostó para dormir tranquilamente, abrazando a su hija con su grueso brazo en el proceso, haciendo que esta sintiera su cálida respiración en la nuca; sumiéndose los dos en un profundo y gustoso sueño.

CONTINUARÁ…


Ojalá sigas leyendo esta serie.

Gracias por llegar hasta aquí, cuídate,

IsaacR.