Padre e hija: inesperadas vacaciones. Parte 1

Ellos no serán los únicos de vacaciones, la moral y el pudor también.


Hola, espero que estés bien. Esta es la continuación de la “Parte 0” de esta serie (la puedes encontrar en mi perfil). Considero que puedes comenzar a leer desde acá sin ningún problema.

Espero te guste y ojalá disfrutes.


Padre e hija: inesperadas vacaciones. Parte 1

Ellos no serán los únicos de vacaciones, la moral y el pudor también.


—¿Pa, qué sucede? —se dirigió Daniela, interrogando a su padre sobre la llamada que acababa de suceder.

—¡Nos vamos de vacaciones mañana! —respondió este emocionado, sujetando a su hija de los hombros.

—¿¡Qué!? —replicó, pensando casi de inmediato como sus planes de salir de fiesta durante toda la semana se veían una vez más frustrados.

—Ya oíste, mañana antes de las cinco debemos estar en el hotel —dijo haciéndole entender a ella que no podría librarse de esta —gané un premio, serán varias noches según tengo entendido. ¡Anda, alista tus cosas, nos vamos a la playa! —gritaba emocionado, ya que hace años que no salía de paseo, y menos con su hija, debido a que la madre de esta no se lo permitió nunca después del divorcio.

Daniela gruñó, caminó a su habitación y comenzó a quitarse la ropa que se había puesto para salir esa noche, plan que se había visto frustrado por la extraña muestra de autoridad de su padre. Guardó la ropa de nuevo en la mochila que había traído de la casa de su madre y sacó una bonita pijama que imitaba la textura de la seda. Esta era morada y poseía una especie de decoración negra. Al igual que toda la ropa que había traído el pantalón de la pijama era muy corto, y dejaba ver en su totalidad sus gruesas piernas blancas.

Terminó de vestirse y de quitarse el labial que se había puesto, desgraciadamente esa noche nadie había tenido el privilegio de hacerlo por ella. Se acostó, no le dio las buenas noches a su padre, seguía algo enojada porque este no la había dejado salir, actitud que esperaba de su madre pero no de él; quizás la ropa tan reveladora que se había puesto si era demasiado. Dicha idea no permaneció mucho en su cabeza, le gustaba vestirse así y ser comida por todas las miradas posibles, era su naturaleza.

Comenzó a pensar sobre las supuestas vacaciones, quizás podría divertirse en aquel hotel y pasar un bonito tiempo con su padre al mismo tiempo, no le importaba meterse con hasta el personal del lugar mientras fingía ser la buena niña de papá, además, era cierto que no habían salido hace años a pasear.

Por su parte, Bruno siguió el mismo ritual que su hija, se puso su pijama y se acostó, al caer sobre la cama recibió en su celular la información adicional del lugar a donde irían, abriendo el mensaje comenzó a leer:

“El hotel White Sand Resort & Spa le felicita una vez más por ser el afortunado ganador de cuatro noches todo incluido para usted y su pareja en nuestras instalaciones.”

Bruno leyó de nuevo: “usted y su pareja”, sintiendo como su estómago se revolvía, al recordar en estas palabras a su ahora exesposa. Parte de ese nudo en el estómago se había visto impulsado también por el hecho de que llevaría a su hija, “no pasa nada” pensó, “la operadora me había dicho que llevara un acompañante, no necesariamente mi pareja” se dijo a si mismo mientras continuaba leyendo:

“Como ya le informamos debe presentarse mañana antes de las cinco de la tarde para hacer válido su premio. Un empleado le recibirá gustosamente para explicarle el itinerario especial que tenemos preparado para ustedes, adjuntamos la dirección del lugar…

—¡Ay, ay, ay! —se oyó a lo lejos.

Su lectura se había interrumpido por el obvio sonido de gemidos provenientes del cuarto de su hija.

Daniela se estaba masturbando, se tocaba con fuerza mientras veía un vídeo en su celular con el volumen máximo en sus audífonos, no pudiendo escucharse a si misma gritando. Siguió tocándose, debía saciar de alguna forma su deseo de ser reventada esa noche, exploraba con seguridad sus interiores mientras dejaba escapar su satisfacción en sus gemidos, disfrutando su propio cuerpo.

Los gemidos continuaron, Bruno se sentía terrible, Daniela ya no era aquella niña que pensaba, el verla vestida hace unas horas para salir de fiesta y escucharla ahora gemir torturaban su mente. Cada gemido que dejaba escapar era otra razón adicional para odiar a la madre de esta, en realidad ella no tenía nada que ver, pero su inquieta conciencia necesitaba encontrar un culpable del comportamiento de su hija.

Por suerte, la madre de Daniela se encontraba en un viaje de negocios, por lo que esta no tendría que lidiar con los reclamos de su exesposo.

Daniela continuó, recorría su cuerpo mientras observaba aquel vulgar video, ocasionalmente jalaba su castaño cabello imaginando como si un amante lo hiciera, del mismo modo apretaba sus senos y su cuello. Acabó rápidamente, se encontraba demasiado excitada, hecho que le hizo saber al mundo con sus sonidos.

Su padre se encontraba perplejo, no podía creer lo que había escuchado, no sólo fueron sus gemidos si no que la húmeda sinfonía de sus manos en su vulva también se había oído por toda la casa.

Su cóctel de sentimientos se vio derrumbado al notar la imponente erección que tenía en su pantalón, tenía años de no verlo así de duro, sin embargo, su natural reacción se vio rápidamente apagada al romper en un sordo llanto.

Bruno lloraba confundido, no podía creer lo que había sucedido, sintiéndose culpable, además, por la reacción que había tenido su cuerpo. Reacción que, según él, nunca esperó tener con su hija. Llorando en silencio se quedó dormido, posó su cara húmeda contra la almohada pensando que en unas horas estaría relajándose en una bonita playa, esto le daba tranquilidad. Su hija, por su parte hizo lo mismo, cubrió su húmeda entrepierna con el short de la pijama y se decidió a dormir pensando también en la playa, imaginándose desnuda sobre la arena recibiendo en su piel no sólo el calor del sol, si no también el calor de otro cuerpo.

La noche pasó rápido, ya era tarde y debían despertarse temprano para terminar de alistar todo.

Bruno se despertó cerca de las cinco y media de la mañana, fue al cuarto de su hija para poder despertarla y que pudieran comenzar a alistar las cosas. Este abrió la puerta lentamente, temeroso de lo que se podría encontrar, dejó entrar un pequeño rayo de sol a la habitación. Observó el rostro de su princesa, sus delicados labios y su revuelta melena castaña, sus parpados se encontraban cerrados con cierta elegancia y le daban una apariencia casi angelical a esta, haciéndole recordar a él que a pesar de todo ella seguía siendo una de las razones por la que su corazón latía. Dicha imagen artística, se veía perturbada por la manera en que el haz de luz dejaba ver un seno desnudo. Bruno contempló esta imagen, detallando la forma ligeramente ovalada del pecho de su hija, la curva casi perfecta que subía desde la base de su pecho, la cual terminaba en la relativamente ancha punta de su pezón erecto por el frio del ambiente, este a su vez se veía rodeado de una oscura areola contrastando mucho con la piel blanca de su hija.

Se quedó impactado por la belleza de esa imagen, sintiendo nuevamente una presión culpable en sus pantalones, su seno no era excepcionalmente grande, pero el tamaño y la forma eran ideales, “probablemente se los tocó anoche mientras hacía eso” pensó mientras inconscientemente había pasado su mano el bulto que crecía en su pijama.

—Bue… buen... buenos días —tartamudeó —ya es hora de despertar —mencionó mientras habría en totalidad la puerta de la habitación y salía de esta en camino al baño, pensando que bañarse le ayudaría a calmar su vergüenza.

Daniela despertó con facilidad, tenía el sueño ligero, pasó su mano contra el seno desnudo en camino a frotar sus ojos, jugando con el pezón en el camino; nunca paraba. Había despertado muy a gusto con la pequeña acción que tuvo hace apenas unas cuantas horas. Con relativa energía se levantó a hacer su cama, para posteriormente dirigirse a la cocina y preparar algo para desayunar, no permitiría que su padre le diera de ese cereal rancio una vez más, oyendo en el camino el sonido del agua cayendo contra los azulejos del baño.

Preparó un desayuno completo movida por varias motivaciones, moría de hambre, quería compensar a su padre por la pequeña discusión que habían tenido el día anterior y necesitaban ir con el estomago lleno ya que les esperaba un viaje algo largo. Cocinaba un par de huevos, tres trozos de jamón y una tostada para cada uno, además de preparar algo del café barato que compraba su padre, mientras lo hacía él salió del baño en camino a la recamara principal, pudiendo observar su mediana desnudez, siendo la mitad inferior del cuerpo de su progenitor tapada por una toalla azul marino.

—Buenos días, Pa —exclamó queriendo llamar la atención.

—Buenos días, Dani, ¿amaneciste bien? —le preguntó cruzando miradas con ella, observando el profundo negro de sus ojos.

—Súper Pa, ¿tú? —respondió mientras sonreía.

—Bien —le dijo de manera seca, respuesta influenciada por la culpa, mientras se volteaba hacia su habitación.

Ella vio como su padre se iba a su cuarto, pudo detallar su espalda fuerte, por los costados de esta se lograba divisar un poco de grasa de más, dándole un aspecto fornido. Sus gastados músculos se dejaban ver un poco bajo su gruesa piel color canela, piel decorada por una fina capa de vello ya algo blanco. Daniela se vio un poco aturdida por esta imagen, se sintió en presencia de uno de esos hombres maduros con los que a veces fantaseaba y a los cuales había observado en videos en miles de ocasiones destrozar a alguna afortunada jovencita.

—¡Ay! —gritó, al sentir una gota de aceite hirviendo caer sobre una de sus manos, interrumpiendo su sueño.

—¿Sucedió algo, amor? —exclamó la ronca voz mañanera de su padre.

—¡Nada Pa! Solo fue un poquito de aceite, ya me eché agua —gritó a través de la casa mientras metía su mano bajo el chorro de agua fría del grifo.

La quemadura no fue nada de gravedad, únicamente una especie de advertencia del universo para que dejara de observar a su padre y le pusiera atención a los huevos que estaban a punto de chamuscarse. Disfrutaron del desayuno juntos, ritual que hace tiempo que no hacían.

—Pa, cuéntame más de a dónde vamos.

—Solo sé lo que te dije ayer, es en la playa y debemos estar allá antes de las cinco, ya tengo la dirección.

—Pero no tengo que ponerme para la playa, no empaqué traje de baño de la casa de Ma.

—En el camino pasamos a comprar algo, yo tampoco tengo.

—Está bien, ¿qué empaco entonces?

—Lleva la ropa que trajiste, de todas formas, te sirve para el calor de la playa —le dijo en tono irónico —también echa bloqueador para no quemarte, y todo lo que necesites de más.

—Ay, ya te pedí perdón ayer —le dijo quejándose ante el reclamo de él —en cuanto al bloqueador compraré bronceador cuando paremos por la ropa.

—Ya te perdoné —respondió con una risa incomoda —¡Apúrate, ve a bañarte!

—Está bien —manifestó mientras llevaba su plato vació hacia el fregadero —que bien que me perdonaste, te quiero —le susurró al oído, dándole un beso en su mejilla, rozando sus finos labios contra la áspera barba gris de su padre.

—También te quiero, Dani —manifestó en tanto veía como su hija se dirigía a bañarse.

Daniela tomaba una ducha rápida, se encontraba genuinamente emocionada por el inesperado paseo que iban a tener. El padre, por su parte, preparó toda su ropa en una maleta y terminó de limpiar la cocina y salió a revisar el carro, no sin antes empacar también todos sus objetos de aseo personal, incluyendo la misma colonia que hace ya más de diecinueve años había enamorado a su exesposa. Al pasar por el baño, en ruta a la cochera, tuvo recuerdos de la imagen de la mañana, sintiendo una sensación extraña que le llamaba a entregarse a su naturaleza y entrar al baño para espiar a su hija, él nuevamente movido por la culpa y la vergüenza los reprimió, pasando de entrar.

En menos de una hora ambos estaban listos para salir, al carro ya se le había hecho una revisión rápida para asegurar que todo estaba en orden. Daniela ya sentada en este había visto como accidentalmente su padre había manchado su camiseta de aceite, mientras lo revisaba, observando también como se la cambiaba y dejaba desnudo por unos instantes su ancho pecho y abdomen, siendo cubierto segundos después por una fresca camiseta blanca de algodón, que acompañaba a un clásico pantalón de mezclilla azul. Bruno entró al vehículo detallando la vestimenta de su hija, esta era mucho más discreta de lo que esperaba, se trataba de otra camiseta de tirantes, esta vez menos escotada que la de la noche anterior, en conjunto con un short sencillo de un color verde pastel, era la ropa ideal para viajar cómoda en una ruta calurosa.

—Bueno, nos vamos —afirmó Bruno mientras encendía el vehículo, este se trataba de un Elantra rojo de principios de los dos mil, que después de un rato inactivo también agradecía de cierta forma un paseo a la playa.

—¿Cerraste todo?, no vaya a ser que se metan a robar —dijo Daniela preocupada.

—¡Todo listo!, anda, despídete de la casa jajaja —expresó Bruno a su hija haciendo referencia a como ella de pequeña solía despedirse hasta de la casa cada vez que salían de viaje.

—¡Hay Pa, no! —reprochó con un quejido —Ya no soy aquella pequeña inocente.

—Porfa Dani, hazlo por este viejo —le dijo rogando por revivir aquellos momentos de felicidad de hace mucho tiempo.

—Adiós casa —respondió complaciendo a su padre, transportándose también a esos años en los que eran una familia unida, ambos sonrieron.

Empezó el viaje, la ruta se aproximaba para unas cinco horas, serían unas seis si se tomaba en cuenta el tiempo para almorzar y para ir de compras, estarían llegando casi a las tres de la tarde al hotel.

CONTINUARÁ…


Ojalá sigas leyendo esta serie, te invito a expresarte por medio de los comentarios o por el correo electrónico.

Gracias por llegar hasta aquí, cuídate,

IsaacR.