Padre descubre que su hija es webcamer [Parte 2]

Me di la vuelta y observé como mi hija, que seguía dándome la espalda, me miraba y se subía poco a poco su camiseta. Un bonito y redondo culo empezó a asomar hasta ver la zona alta de su tanga negro. Me quedé tres segundos admirándolo mientras ella sonreía...

Segunda parte y continuación del anterior relato:

"Padre descubre que su hija es webcamer": https://todorelatos.com/relato/171979/

[ PREVIAMENTE ]

Cogí mis calzoncillos y me fui directo a la ducha... Estando en ella, mi cabeza maquinaba nuevas y posibles fantasías, en el lugar en el que me encontraba por ejemplo...

¿Me atrevería a ir a más? ¿Se atrevería ella o mostraría arrepentimiento? ¿Me pillaría Carmen?

[ AHORA ]

-Paco, vas a llegar tarde al trabajo y tienes que acercar a tu hija. -dijo mi mujer despertándome.

-Ya voy... Joder que pereza...

-Pues parece que no todo tu cuerpo se encuentra perezoso... ¿Otro de tus sueños? -dijo mirándome la entrepierna.

Sí, de nuevo una tienda de campaña... Pero en esa ocasión no había tenido ningún sueño. Habían pasado dos días de lo sucedido con mi hija y mi polla me advertía que quería acción. Mi mente pensaba otra cosa y estaban apareciendo en mí ciertos remordimientos.

Cuando me desperté, al día siguiente de los acontecimientos y pensando más con la cabeza que con mi entrepierna, empecé a ver de otra manera los sucesos que se habían producido toda esa semana.

Miraba la foto de mi niña en mi mesita, las fotos que tenemos de ella en el salón y en todas las esquinas de la casa y no podía evitar recordar su infancia, su adolescencia... la dulce y tierna niña que habíamos traído al mundo. Aunque en algún momento la vi y actué como si no fuera mi hija, no podía negar que lo era y debía comportarme como un padre ejemplar.

No era la única razón, habían otras. Corría el riesgo de ser descubierto por mi mujer y el secreto podría salir de casa, con la consecuente vergüenza que me generaría.

Volviendo al lunes en el que me había despertado mi mujer, fui hasta la cocina y allí estaba Clara terminando de desayunar, con uno de sus pequeños pijamas.

-Hola papi... -dijo ofreciéndome una sonrisa dentada de oreja a oreja.

-Hola cielo...

Si mi hija tenía algún remordimiento desde luego no lo expresaba. El desayuno transcurrió con normalidad ante la presencia de Carmen y tras vestirnos me dirigí, junto con mi hija, al ascensor.

-Me duele la espalda papa... -dijo dentro del ascensor llevando una mano a mi entrepierna.

-Estate quieta. -le dije apartándole la mano.

-No quiero... - dijo manoseándome de nuevo.

Se la volví a apartar y el ascensor paró, antes de llegar a su destino, para recibir un vecino. Nos dimos los buenos días y nos dio la espalda lo cual le fue bien a mi hija para seguir con sus intentos de calentarme a base de sobetéos.

-Eres mi hija, y yo tu padre, ¿puedes entender eso? -le dije una vez nos encontrábamos dentro del coche a solas.

-Soy una mujer y tú un hombre, dos personas que se desean. No hay nada más que entender.

-Por supuesto que lo hay, somos familia.

-Claro que lo somos. Hace dos días también lo éramos cuando te corriste en mi cara.

-Eso estuvo mal y es algo que me perseguirá toda la vida... Olvídalo, jamás ha sucedido.

-Uy papá... Te compadezco. Cuando algo se me pone entre ceja y ceja no paro hasta conseguirlo.

-O me respetas o tendré que hacer que me respetes... Ahí lo dejo.

-Ya lo veremos... -finalizó ella.

Llegamos a la universidad y su despedida me pilló desprevenido: un rápido piquito en la boca. Se fue con una sonrisa llena de felicidad y yo me fui directo al trabajo. Fue una larga jornada laboral en la que no podía parar de darle vueltas a todo aquello. En ocasiones me hundía a mí mismo y en otras intentaba ser optimista pensando que sólo nos habíamos tocado un poco y habíamos practicado sexo oral, que podía haber sido mucho peor si me hubiese dejado llevar y la hubiese desflorado, pero no era así.

Mi plan era dejar que pasara el tiempo para que la cosa se fuera enfriando y seguro que a mi hija se le iría quitando todo aquel deseo. Con ese objetivo me propuse evitarla y volver a ir bien tapado por casa.

El día transcurrió con normalidad, como siempre: volvimos a casa, hablé con mi mujer de sus cosas, cenamos juntos los 3 y Carmen y yo nos quedamos viendo la televisión tras la cena.

-Jolín... Me he vuelto a quedar dormida. Me voy a dormir...

-Voy contigo...

-¿Desde cuando? ¿Tienes fiebre?

-He tenido un día largo y estoy cansado...

No tenía sueño pero me daba miedo quedarme solo, como si fuera un chiquillo. Si mi hija me estaba esperando o tenía algún plan, este se iba por el desagüe. Decidí actuar de ese modo durante un tiempo pero Clara tenía su propio plan.

A la mañana siguiente fui a por mi café de siempre y Clara no estaba.

-Pero bueno, ¿Qué os ha dado a los dos para pasearos medio desnudos por casa? -dijo Carmen en cuanto su hija dio señales de vida.

-No voy desnuda mamá... Llevo una camiseta.

Así era, llevaba una camiseta de manga corta que le iba lo suficientemente larga como para taparle su culito pero no para ocultar sus piernas, las cuales se veían de manera íntegra. Tras guiñarme un ojo y darme un beso en la mejilla se sentó en su taburete habitual para tomar el desayuno que le había preparado su madre: leche con cereales.

-Voy a cambiarme. -dijo Carmen.

-Voy contigo. -dije yo con intención de seguirla.

-Papá...

Me paré al oírla y mi mujer siguió la marcha hasta desaparecer. Me di la vuelta y observé como mi hija, que seguía sentada dándome la espalda, me miraba y se subía poco a poco su camiseta. Un bonito y redondo culo empezó a asomar hasta ver la zona alta de su tanga negro. Me quedé tres segundos admirándolo mientras ella sonreía y después, con un esfuerzo sobrehumano, me fui directo a mi habitación para cambiarme.

Iba a costar y mucho pero debía ser fuerte, no me quedaba otra.

-¡Cariño! Ya estoy, te espero en el coche. -le anuncié.

-¡No, espera! Ya estoy aquí... -dijo apresurada.- Papá, ¿qué haces?

-Ejercicio. -dije enfilando las escaleras.

Uno de mis planes para alcanzar mi objetivo: evitar coincidir con Clara en el ascensor.

-Papá, no te hace falta, si estás cañón...

No le contesté y en el coche volvía su insistencia aunque decidí seguir con mi silencio:

-Anoche te eché de menos... Nos podríamos divertir tanto y hacer tantas cosas... Te la chuparía sin parar, una y otra vez... Me subiría a tu polla y me la metería en mi estrecho coño... ¿No te gustaría?

Los minutos me parecieron horas pero al fin llegamos a su destino. Intentó darme un beso en la boca pero conseguí que este fuera en mi mejilla. Una vez en el trabajo tuve que esperar unos minutos para salir del coche debido al bulto de mis pantalones. El resto del día fue exactamente igual que el anterior y sin darme cuenta ya me encontraba en el sofá con mi mujer tras una tranquila cena.

Por lo visto mi hija no se atrevía a hacer nada delante de su madre y yo lo aprovechaba siguiéndola por toda la casa como si fuera un perrito faldero.

-¿Quieres algo? -dijo mi mujer anunciando que mi hija había hecho acto de presencia.

-No... Sólo quiero ver la tele con vosotros.

-¿Tú? Que raros estáis últimamente...

Clara se sentó a mi derecha y yo quedé en medio de ambas. Clara seguía con su camiseta y bragas, con nada más. No me hizo falta mirarla para notar que me estaba observando y que estaba con ambos pies sobre el sofá con su espalda apoyada entre el respaldo lateral y el reposa-brazos. La miré y efectivamente estaba mirándome con una gran sonrisa dentada con el cuerpo orientado hacia a mi. Fui bajando la mirada y me percaté que estaba semi abierta de piernas. Cuando esperaba ver unas provocadoras bragas lo que me encontré fue su coño, el cual desapareció en el momento que llevó una de sus manos a su sexo.

Le lancé una mirada amenazadora pero ella empezó a frotar su coño mientras se mordía el labio inferior. Ambos estábamos totalmente volcados a la causa aunque era totalmente contraría para cada uno. Miré a mi mujer y para variar se había vuelto a dormir. Clara también se percató y se acercó para imprimirme dulces y seductores besos en mi cuello mientras llevaba una de sus manos a mi falo. Hice lo único que podía hacer: levantarme y despertar a mi mujer.

-Cariño. -le dije.

-¿Qué pasa?

-Te has vuelto a quedar dormida... Yo me voy a la cama.

-Espera, me voy contigo.

Dejamos a mi hija sola y Carmen y yo nos metimos en la habitación. Tenía la polla tiesa tras los actos de mi hija y estaba muy cachondo.

-Espera cariño, ponte así... -dije a mi mujer haciendo que se pusiera a 4 patas en la cama.

-¿Que pasa?

-Nada. -mentí mientras le subía su camisón y le bajaba las bragas.

-Paco, ¿qué haces?

-Quiero ver una cosa...

Sin previo aviso hundí mi cara en su raja y le lamí con ganas su coño.

-Joder Paco... Cuanto tiempo... Cierra la puerta al menos que no nos oiga nuestra hija...

-Ya estará en su habitación durmiendo o con el ordenador a tope...

En cuanto noté que estaba bien lubricada me saqué mi tiesa polla y me follé aquel corpulento cuerpo de generosas curvas mientras amasaba sus enormes pechos. Habría necesitado 8 manos para cubrirlos bien, era la parte del cuerpo de mi mujer que más me gustaba.

-Hostia Paco... ¿Qué te has tomado hoy?

Giré mi cuello casi 180 grados y vi que mi hija estaba asomada. Aproveché la circunstancia para imprimir fuerza y velocidad en mis embestidas y provoqué que mi mujer chillara como lo hacía largo tiempo atrás. El mensaje era para mi hija, que supiera que yo ya tenía una mujer y que me iba a entregar a ella, solo a ella. Me corrí en su interior y, para no romper la costumbre, fuimos juntos al lavabo para limpiarnos.

-No sé que has comido hoy pero podrías repetir plato mañana... -dijo mi mujer una vez en la cama.

-Buenas noches amor. -dije dándole un beso.

Al día siguiente me levanté temprano y me dirigí directo a la habitación de mi hija.

-Por fin te has decidido, papá.

-Siéntate, voy a hablar muy seriamente contigo.

Le cogí de los brazos para sentarla a mi lado guardando una distancia de seguridad.

-Que sea la última vez que haces algo como lo de ayer, ¿me has entendido?

-¿Qué me vas a hacer sino? ¿Me vas a castigar?

-Si es necesario, si.

-Me deseas papá... Sabes que el coño de mamá no puede competir con el mío. ¿No quieres sentirlo rodeando tu gran polla?

-Cariño, el día de mañana tendrás un marido que te dará mucho placer, incluso tendrás varios novios antes, dentro de mucho tiempo eso si, pero yo me debo exclusivamente a tu madre.

-Si quieres le puedo contar a mamá todo lo que pasó el otro día.

-Si quieres podemos meterte en un internado.

-¡Mamá!

¿Sería capaz de hacerlo? Tenía que pensar y actuar con rapidez.

-¿Qué pasa? -dijo mi mujer asomándose a la puerta.

-Pues... -trató de decir mi hija.

-Pues resulta que tu hija quiere un móvil nuevo y ya le he dicho que no. El que tiene no tiene ni dos años y dice que va a hacer lo que sea para conseguirlo.

Fui astuto. Si soltaba algo en mi contra, mi mujer pensaría que era fruto de su enfado. Con mi rápida reacción hice que perdiera credibilidad.

-Ay hija, ¿sigues con eso? Pídelo para navidad y ya veremos. -dijo Carmen antes de desaparecer.

Mi hija me miró enfurecida y yo salí de ahí corriendo, como si le tuviera miedo. Me estaba saliendo con la mía y seguía convencido que con el tiempo mi hija lo dejaría pasar y volveríamos a la relación que habíamos tenido siempre.

Llegó el fin de semana y, mientras veía la tele, mi mujer anunció que salía a hacer algunos recados. Clara estaba en casa y no me iba a quedar más remedio que salir y dar un paseo. Al programa que estaba viendo no le quedaba mucho para finalizar y dado que estaba solo en el salón pensé que no pasaría nada por esperar unos minutos. Estaba concentrado en el programa y me asusté al ver que mi hija estaba sentada al lado. Estaba claro que había sido sigilosa como un gato y no había esperado ni un minuto para acercarse en cuanto su madre salió por la puerta.

-Por favor, no empieces... -le dije.

-¿Ya no me quieres, papá?

Giré mi cabeza para mirarla y observé como se le caía una lágrima...

-Cariño, no llores. Claro que te quiero. Soy tu padre y siempre te querré. Quédate con eso, que te quiero y que soy tu padre... Ya hemos tenido esta conversación.

-Menos mal...

Sin esperar ni un segundó sacó una gran sonrisa y se abalanzó sobre mi, abrazándome y sentándose sobre mi paquete. Me abrazó fuerte el cuelo y empezó a mover su cadera de tal modo que frotaba su coño con un rabo que iba creciendo por momentos.

-¿Ya estamos otra vez?

-Es solo un abrazo. -contestó.

Mi polla tardó dos segundos en empalmarse y su cadera se aceleró al mismo tiempo que su boca iba directa a la mía. Me dio 3 o 4 besos y en cuanto mis labios empezaron a separarse cogí fuerzas de dónde no las habían y me fui directo a encerrarme en mi cuarto.

-Sé que lo deseas. - me dijo antes de que desapareciera de su vista.

Me vestí y me apresuré para atravesar la puerta de salida. Llamé a mi mujer al móvil, la cual se había ido de tiendas, y me ofrecí a acompañarla, lo cual le sorprendió aunque esa era la semana de las sorpresas para ella. Volví a casa con la tranquilidad que me aportaba mi mujer y el resto del día transcurrió con normalidad.

Otro día más me encontraba en la cama dispuesto a dormir plácidamente, con el objetivo conseguido. Por este motivo no me costó nada dormirme, aunque me desperté de madrugada, no sé a que hora.

Lo que me despertó fue mi mujer, que estaba... ¿chupándome la polla? Parece ser que quería devolverme las sorpresas... Eso pensaba hasta que oí un ronquido y tras girar mi cabeza hacia los sonidos me di cuenta de lo que estaba pasando. Mi mujer estaba durmiendo y la que me estaba chupando el rabo no era ella, no podía ser otra que mi hija.

Decididamente se había vuelto loca, incluso me había quitado pantalones y calzoncillos y no me había dado cuenta. Me vi tentado a hacerme el dormido pero no, tenía que ser fuerte, tenía que hacer ver a Clara que eso estaba mal y no iba a ceder ni siquiera con mi polla en su boca. Con cuidado de no despertar a mi mujer aparté la sábana y la cogí del brazo para llevarla a su habitación.

-¡Ay! Papá, me haces daño.

-¿Pero te has vuelto loca o que te pasa? -le dije tras empujarla al interior de su habitación y observar que estaba completamente desnuda.

-Mírate papá, lo quieres... Y yo también. No tiene nada de malo. ¿Vas a negarle algo a esta boquita? -dijo con la intención de besarme.

Sin pensarlo ni quererlo, le solté una bofetada. Se hizo el silencio y me miraba con la palma de su mano en la zona afectada. Con su agilidad gatuna pegó un salto para abalanzarse sobre mí y me abrazó con sus brazos rodeando mi cuello con ellos y sus piernas rodeando mi cintura. Se enganchó como una lapa y me estaba costando quitármela de encima.

Me besaba y lamía mi sellada boca y su cadera se movía con la intención que mi erecta polla hiciera diana. Su esfuerzo y el mío provocó que la punta de mi falo recorriera su coño por diferentes zonas hasta que al final ganó ella. Pese a meterse un poco, la pelea continuó y esto no me ayudó, todo lo contrario. Mi capullo entraba y salía y se movía en su interior.

-Ya está hecho, no hay vuelta atrás. -dijo ella tratando de convencerme.

Lo logró. Le cogí su maravilloso culo con ambas manos y dejé que su coño engullera el largo de mi estaca. Decidí que el que se tenía que mover era yo y por este motivo retrocedí mi cadera para embestirla y repetí el movimiento con un ritmo continuo. El movimiento que imprimía provocaba que su ligero cuerpo se alejara un poco para volver a mí encontrándose mi polla en dirección contraria.

Mi boca también había cedido y la besaba con la intención de silenciar sus gemidos, aunque no lo conseguía, y sobre todo porque el morbo me pedía a gritos que lo hiciera. Gracias a su delgado  y pequeño cuerpo no tuve ningún problema en estar así varios minutos: con mi boca disfrutando de la suya, mis manos apretando su tierno culo y mi falo disfrutando de su apretado y caliente coño.

Pese a que la postura me estaba dando mucho placer decidí tumbarla en su cama para posicionarme encima y retomar la acción en modo misionero. Ahora estábamos más cómodos y además podía disfrutar de sus apetitosas tetas. Mi polla volvió a las profundidades de su cavidad al mismo tiempo que mis manos se posaban sobre ambos pechos. Los apretaba, acariciaba y poco rato después, los besada, lamía y mordía. Succionaba sus pezones y hacía ventosa para estirarlos hasta que se liberaban de mi boca. Seguí con ese juego y dirigí uno de mis dedos a su lengua para que jugara con él y así bloquear los gritos y gemidos que pedían salir.

Me lo chupaba como si fuera una polla y tras varios minutos inicié un largo morreo de despedida dado el cambio de postura que se avecinaba.

La puse a cuatro patas y tras ella quise jugar un poco y tentarla. Frotaba la punta de mi polla por toda su raja y ella reaccionaba moviendo su cuerpo hacia mi para ser penetrada. No lograba su objetivo ya que yo se lo impedía.

-Joder papá... No aguanto más... -dijo susurrándome.

-Estoy pensando si debería seguir. -dije provocándola.

-Como no sigas te mato... ¿No te das cuenta de lo cachonda que estoy? Enséñame lo que es un hombre de verdad...

Fui bueno y le puse fin a su sufrimiento, que también era el mío, y así embestirla de nuevo con más ímpetu que nunca. Mis manos disfrutaban de su pequeño culo con una segunda función: moverla de forma estratégica con tal de darle una brutal follada. Mi hija no podría evitar gritar y por ello hundió su cara en la almohada para minimizar el sonido.

¡Dios mío! Que maravilloso coño... Me estaba haciendo ver las estrellas. Estaba cerca de correrme y decidí frenar en seco para que aquello no parara, no quería que se acabara. Una vez inmóvil, fue mi hija la que comenzó a moverse de manera autónoma con tal de disfrutar del modo que ella decidiera. Creo que fue una mala elección. Se movía de una manera espectacular, alternando velocidad y dirección, moviéndose en círculos con mi polla en su interior...

Ya no podía aguantar más y decidí volver a cogerla para correrme en lo más profundo de su coño. Lo solté todo y me quedé de rodillas, con la cabeza apuntando al techo y mis ojos cerrados. Noté que se apartaba y a los dos segundos volví a notar que algo caliente tocaba mi polla. Bajé la vista y era su boca, sus ojos miraban los míos. Me la estaba dejando bien limpia y como días atrás estuvo así un buen rato, comiendo de una manera tierna y delicada.

-Tengo que volver con tu madre.

Tras soltar mi frase se abalanzó sobre mi cuello y me beso apasionadamente. Fue un beso correspondido y su postura invitaba a mis manos a apretar ese culo que tanto me gustaba y que tan poco se parecía al de su madre.

-Duerme conmigo. -pidió ella.

-No puedo. De verdad que tengo que volver...

-Ni se te ocurra desatenderme.

-Ya veremos...