Pacto entre primos
Las obras en mi casa hacen que pase una semana en casa de mi primo.
DOMINGO
Tenía muchas cosas por recoger, mañana vendrían los obreros a nuestra casa y había muchos trastos por guardar. Tendríamos que estar una semana fuera de casa, ya que aquello iba a parecer más un campo de batalla que un hogar, cuando los albañiles, pintores, lacadores, etc. entraran a hacer su trabajo, no iba a haber quien se paseara por mi casa. Estaba contenta, había terminado mi primer curso en la universidad, y las vacaciones acababan de empezar. Me había ido mejor de lo que me esperaba en ese primer año.
Hice la maleta y me despedí de mis hermanos. Los dos mayores habían previsto pasar esa semana en la playa, y los dos pequeños se irían donde una tía mía con mis padres. En un principio yo iba a ir donde otra tía, pero hace un par de semanas mi primo y su mujer nos dijeron que ellos tenían una habitación libre, que si nos hacía falta no habría problema alguno, y les tomamos la palabra.
Mi primo tenía 15 años más que yo, 34, y recuerdo que de pequeña siempre lo había visto como una especie de ídolo, un amor platónico de mi niñez. No sé muy bien por qué, ya que no tenía nada de atractivo, más bien bajito, un poco regordete, en fin, quizá el hecho de que saliera de juerga más que mis hermanos, y que mis hermanos mayores aspiraran a salir lo que salía él, hacía que yo lo tuviera más idolatrado todavía. Pero ya habían pasado más de ocho años desde entonces y desde hace cinco que se fue a vivir a otra ciudad, no muy lejana, pero otra ciudad a fin de cuentas, con la que es ahora su mujer, casi no habíamos tenido relación. No sé que había visto mi primo en su mujer, aunque pensándolo bien, tampoco creo que tuviera demasiado donde elegir. Ella no me caía del todo bien, tiene un poco de mal genio, y le sobra algo de soberbia, supongo que el estrés del trabajo también ayuda.
El piso de mi primo estaba genial, ya me había instalado, pero no me había llevado pijama. Me probé uno de la mujer de mi primo, pero era cuatro tallas más grande, así que os podéis imaginar la pinta que tenía. De repente sonó el teléfono móvil de mi "prima", ni los domingos dejaba de trabajar.
-Mañana a las 6:30 tengo que estar en el aeropuerto, ha habido un problema con una de las filiales en el extranjero, y tengo que ir.
Tras esta explicación, se levantó del sofá donde veíamos una interesante película y se fue a preparar la maleta. Escuché perfectamente como discutía, mi primo le decía que si no podía ir otra persona, que siempre le tocaba a ella, y ella le contestaba que la dejara en paz, que no se metiera en su trabajo Mi primo estaba cabreado, el miércoles, jueves y viernes tenían fiesta y habían reservado una habitación de turismo rural. A mí también me afectaba, ya que no iba a poder pasar el fin de semana sola en casa de mi primo, y eso que ya tenía preparada la fiesta, pero
LUNES
Me levanté, había dormido bien, y eso que había escuchado irse a mi prima a las 5 de la mañana y a mi primo a las 5 y media. Una se iba al aeropuerto, y el otro a trabajar hasta las dos de la tarde. Preparé sin prisa y a conciencia el desayuno, y luego me dispuse a ducharme. Dejé la ropa sobre una estantería de toallas, que era de diseño, realmente espectacular, no medía mucho más de un metro, así que no entraban demasiadas toallas, pero era realmente bella. Al coger la ropa después de duchada, casi tiro dos o tres toallas, se había enganchado uno de los cierres del sostén, y descubrí una especie de cable de color blanco, casi transparente, que sobresalía de entre una de las toallas. Indagué y no me podía creer lo que estaba viendo, era una diminuta cámara, conectada a una pila. Con el tirón que le había pegado estaba con el objetivo hacia abajo, así que ahora no me estaría grabando, y durante la ducha tampoco, ya que había tenido encima toda mi ropa. Pensé que mi primo era un cerdo voyeur, estuve tentada de tirar aquel artilugio por la ventana, pero poco a poco se me fue pasando la irritación, y fui, digamos que hinchándome de orgullo. Estaba muy acostumbrada a oír piropos, sabía que levantaba pasiones, y aquello era una muestra más. Me dediqué a buscar el sitio donde vería mi primo la señal de video, aunque de aquella ducha que me acababa de dar no iba a descubrir nada. Primero lo intenté con el video, pero nada, luego me puse a buscar el ordenador, pero recordé que su mujer había colocado el portátil entre los enseres que se llevaba. Entonces ¿Dónde tendrá la salida esa maldita cámara? Terminé de vestirme y ya me disponía a salir, cuando sonó el teléfono. Era mi prima. Me pidió que le dijera a su marido, que recogiera el correo electrónico y que se lo mandara a diario, también me pidió que le dijera que lo quería. Yo le dije que como iba a recogerle el correo si se había llevado el portátil, y ella me contestó que no, que el portátil que se llevaba era el de la empresa, que el de casa lo había dejado aquí, no me pudo dar más detalles, el trasbordo en Frankfurt había terminado, le estaban llamando para embarcar.
Eran las 9 y media de la mañana, así que tenía más de cuatro horas para encontrar el dichoso portátil, seguro que allí encontraría las respuestas que buscaba. No me fue difícil encontrarlo, estaba en un cajón del despacho, que tenía un agujero en la parte de atrás por el que pasaban los cables. También encontré un par de cd rom. Ahora entendía esa llamada telefónica a las 8 y media de la mañana, cuando descolgué y no contestó nadie, solamente se oía ruido de máquinas al fondo y rápidamente colgaron. Coincidía con la hora a la que mi primo había programado la grabación. Muy hábil si señor, pero en esta ocasión no había tenido suerte, ya que solo se me veía entrando en pijama al baño y dejando la ropa justamente encima del objetivo de la cámara. Lo siento primito, pero solo me vas a ver cuando yo quiera y lo que yo quiera.
Me puse a la tarea entonces de indagar en los cd rom que estaban en aquel cajón, y, sorpresa, me pedían clave de acceso. Me quedé un poco chafada, pensé en buscar en el móvil, más concretamente, en la agenda del móvil de mi primo. ¿Habría sido tan ingenuo de guardar la clave en la agenda del móvil? Solo había una manera de saberlo. Se había dejado su teléfono en la mesilla de noche, ya que no lo necesitaba para trabajar, deduje entonces que me había llamado para despertarme desde un teléfono fijo de la fábrica, más tarde pude corroborar que era cierto. Abrí su agenda, empecé a pasar números de teléfono, y al final, algo extraño, un número de tan solo cuatro cifras, y sin nombre. Probé con el número y , empezaron a abrirse carpetas, era impresionante el archivo que tenía, era un mirón de primera, durante más de una hora pude ver como se duchaban sus tres cuñadas, otras dos chicas, que creo eran amigas de su mujer, y un par de novias de amigos suyos a las que yo conocía. Iba a ser una semana interesante. Lo dejé todo como estaba y me fui, no volví hasta las 10 de la noche, conversé un rato con mi primo, pero se acostó enseguida, mañana también tenia que madrugar.
MARTES
Eran las siete y media de la mañana y el sol ya entraba en mi habitación, hoy no había oído marcharse a mi primo. Faltaba todavía una hora para que sonara la llamada que esperaba, la llamada para despertarme, aquella que como ayer colgaría nada más contestarle. Me fui al ordenador, y comprobé que la minicámara estaba programada para que empezara su grabación a las ocho y media en punto. El ángulo de visión había cambiado, mi primo no quería que le volviera a ocurrir lo mismo que ayer, y la había cambiado de sitio. Me fui al baño, y comprobé tras un rato buscándola, que estaba situada dentro de un frasco de cristal transparente, que contenía sales de baño de color gris muy oscuro, prácticamente negro. Hoy sí que estaba bien disimulada. Había un pequeño problema, no podía volver a dejar la ropa encima del frasco, ya que aquel no era un sitio lógico para dejarla, así que tenía que buscar otra fórmula para que mi primito solamente viera lo que yo quería, y hoy, solo tenía que verme en ropa interior. Todavía tenía más de media hora por delante para que empezara a grabar aquella cámara, así que me duché antes de desayunar y elegí cuidadosamente el conjunto de sujetador y tanga que me iba a poner. Me decidí por uno de color blanco satinado, con unas letras negras dibujadas encima, que levantaría a un muerto, me miré al espejo y quedé totalmente satisfecha, mi primo se iba a poner a cien. Volví a mi habitación y me tumbé en la cama, cuando faltaban un par de minutos para las ocho y media regresé al baño, me situé en el lugar apropiado y comencé a arreglarme el pelo, en ese momento sonó el teléfono, igual que ayer nadie contestó, antes de volver con lo que estaba haciendo, me aseguré de que la grabación hubiera comenzado, y así era. Estuve más de diez minutos frente al espejo, peinándome y maquillándome un poco, y por supuesto moviéndome disimuladamente para que mi primo tuviera todos los ángulos posibles sobre mi cuerpo, cuando terminé, estaba muy excitada, aquello de exhibirme me había calentado, así que tan pronto como salí del ángulo de visión de la cámara, me masturbé, fue fantástico. Sentada en la cocina, apurando el desayuno, un deseo pasó por mi mente. Yo le estaba dando a mi primo lo que él buscaba, así, que él tendría que darme algo a cambio, aunque no supiera que me lo estaba dando. Quería ver como se masturbaba mientras me observaba frente al ordenador. No iba a ser difícil, su despacho y mi habitación estaban contiguos y unidos por una enorme terraza a la que únicamente se accedía a través de mi habitación, el despacho solo tenía una ventana que daba a dicha terraza. En el despacho no había cortinas, por lo que iba a ser todavía más fácil. Bajé la persiana pero no del todo, dejando que se vieran los agujeritos, aquello hacía que si no había luz en la terraza y sí la había en el despacho, se podría observar lo que ocurría dentro sin ver lo que pasaba fuera. Ya estaba todo perfectamente colocado, pero quedaba otro problema sin resolver. Seguramente mi primo iría directo al ordenador cuando llegara del trabajo, así que tenía que pensar algo para tenerlo entretenido hasta que llegara la noche. Reservé mesa en un restaurante para las tres de la tarde, pero por mucho que se nos alargaran los postres volveríamos a casa de día, y eso no me interesaba, ya se me ocurriría algo.
A las dos y media llegó mi primo, casi sin dejarle reaccionar le dije lo del restaurante, el aceptó y me pidió que le diera cinco minutos, para cambiarse de ropa y acicalarse un poco. Temí que aprovechara ese tiempo para ir al ordenador, así que me fui al despacho, con la excusa de buscar un libro, supongo que le fastidió un poco, pero al final no pudo ver el video que había grabado esa misma mañana y salimos hacia el restaurante.
La comida se alargó, el restaurante estaba a tope y la conversación era agradable, eran más de las cinco cuando salimos. Mi primo quería ir a casa, pero casi a la desesperada, le dije que tenía ganas de ir al cine, que como no tenía coche, me gustaría invitarle, aceptó casi a regañadientes, pero aceptó a fin de cuentas, compré las entradas para la película que más tarde empezaba, a las siete y cuarto. La película fue bastante penosa, pero había cumplido su cometido y ya nos habían dado las nueve de la noche. Tomamos un par de cervezas, un par de tapas y llegamos a casa a las diez y media. Le dije que estaba cansada, que tenía sueño y que me iba a la cama, él me dio las buenas noches y se metió al despacho. Cerré la puerta de mi habitación y salí a la terraza. Era perfecto, mi primo y el ordenador estaban paralelos a la pared de la ventana, con lo cual, podría ver con todo detalle como se masturbaba y qué ocurría en la pantalla del portátil casi al mismo tiempo. Cuando el logotipo de windows iluminó la cara de mi primo, pude ver como le brillaban los ojos, también descubrí como tenía una mano ya por debajo de la bermuda, agarrándose el paquete supuse. Pinchó sobre el video de esa mañana y sorpresa, lo primero que aparecía era su primita peinándose y saliendo del cuarto de baño después de escucharse el sonido del teléfono. Mi primo hizo un gesto de rabia, pero siguió viendo la grabación, durante los diez minutos que duró, vi como movía de vez en cuando su mano bajo su bermuda, cuando acabó buscó un punto concreto de la grabación, y lo puso a 1/8 de velocidad, allí se me veía a mí, realmente espléndida, realmente cerca, entonces se sacó su pene de entre las bermudas, no era grande, ni mucho menos, más bien diría que pequeño, y con mucha piel, pero se veía durísimo. Comenzó a menearlo, la piel tapaba su glande, y los movimientos variaban de intensidad. Noté como mojaba el pantaloncito del pijama que me había traído de mi casa la tarde anterior, yo también estaba muy excitada. Cuando mi primo terminó, me fui a mi habitación y con esa imagen de mi primo masturbándose, retorciéndose, eyaculando, me masturbé yo también, volvió a ser fantástico. Me quedé dormida intentando resolver el modo en que mañana me las ingeniaría para volver a tener ese espectáculo.
MIÉRCOLES
Volví a despertarme temprano, no eran las ocho de la mañana todavía, el día era totalmente veraniego, fui a la habitación de mi primo y le desperté, estaba en calzoncillos, y su erección era notable a pesar de haberse masturbado antes de irse a la cama. Le dije que hacía muy buen día, que por qué no íbamos a la playa, el balbuceó algo así como que de acuerdo, pero que le dejara dormir un rato más, así lo hice, me puse el bikini una camiseta de algodón y un pantalón corto, ya estaba preparada para ir a la playa, pero todavía era temprano, así que me bajé a una cafetería cercana a desayunar. Desayuné, leí el periódico, me fumé un par de cigarros y subí a ver si mi primo ya estaba preparado. Todavía dormía, así que lo desperté y nos fuimos a la playa.
El día de playa transcurrió entre las miradas disimuladas de mi primo, y las conversaciones ligeras pero agradables. A la vuelta nos encontramos un notable atasco, el largo puente se hacía notar, y la carretera estaba imposible. Llegamos a casa a la hora de cenar y volvía a comenzar mi particular pelea de los últimos días. Sabía que en cuanto me metiera a la ducha mi primo se iba a sentar frente al pc, así que tenía que alejarlo. Le dije que me apetecía sandía, que fuera a buscar una, le insistí un poco más y accedió. Sabía que me estaba grabando dentro de la ducha así que me dispuse a enseñarle solamente lo que yo quería, hoy iba a ver algo más, pero no todo. Me quité el bikini de espaldas a la cámara, un bikini que le había gustado mucho a mi primo, así me lo había dicho, la verdad que era bonito, con unas hojas blancas sobre un fondo azul cielo. Me metí en la ducha, de momento solo había visto mi trasero y mi espalda, cerré la cortina y cuando terminé de ducharme, saqué la mano a través de la cortina y cogí una toalla, me sequé dentro de la ducha y me enrollé en la toalla. Me unté la cara con cremas after sun y la parte del escote que tenía descubierta. Cogí el pantalón del pijama y me lo puse sin quitarme la toalla. Eran unos pantalones cortos, minúsculos, de algodón y muy ceñidos, tenía tres del mismo corte pero de distintos colores, el de hoy era de rayas azules y verdes. Entonces llegó el momento de darle algo más a aquella cámara que me estaba grabando, me quité la toalla. Mis pechos lucían preciosos delante del espejo, eran muy redondos y aunque no muy grandes, sí que se notaba que estaban duros y firmes, con unos pezones medianos y una areola un poquito más pequeña que lo que le correspondería a aquellos pezones, además estaban totalmente bronceados, pues a pesar de haber estado en la playa con el sujetador del bikini, había metido muchas horas en la terraza de mi habitación tomando el sol totalmente desnuda.
La situación de sentirme observada de aquella manera, me volvió a excitar, y decidí que había llegado el momento de dejarme llevar, ya no veía sentido a seguir haciendo "sufrir" a mi primo, comencé a masturbarme, primero por encima del pantaloncito, mirando a la cámara, asegurándome que grababa aquello que era más interesante, cuando aquella prenda de algodón quedó empapada por mis flujos, me la quité y seguí aplicándome los dedos a la entrepierna, estaba sola en casa, así que gemía y gritaba sin reprimirme lo más mínimo, prácticamente fue simultáneo el sonido de la puerta de la calle y mi último gemido. Me limpié cuidadosamente mi conchita, eché el pantaloncito a la ropa sucia, me volví a enrollar en la toalla y salí hacia mi habitación. Me puse otro pijama, que era exactamente igual, lo único que cambiaba era el color, en esta ocasión las rayas eran rosas y grises, y la camiseta de un rosa fucsia que favorecía mi bronceado y mi pelo castaño, no me puse nada debajo de estas dos prendas.
Cenamos, a mi primo se le salían los ojos de las órbitas viendo como mis pezones marcaban claramente a través del algodón rosa. Al terminar me fui a la cama, tenía ganas de que empezara el espectáculo. A los dos minutos ya estábamos colocados en los mismos puestos que la noche anterior. El espectáculo fue prácticamente el mismo, pero esta vez sí, esta vez la expresión que tenía la cara de mi primo cambió, estaba realmente satisfecho y exaltado. Cuando terminó de pajearse volví yo a mi habitación y esperé a que saliera del despacho, pero no salía, así que volví a la ventana, mi primo estaba empezando a pajearse otra vez, y yo volvía a estar a cien, pero esta vez no quería hacérmelo yo sola, así que salí al baño, para alejarlo del ordenador, y lo conseguí, cuando salí del baño mi primo ya estaba en el salón tumbado en el sofá viendo la tv. Le dije si podía tumbarme con él en el sofá y me tumbé delante de él. Mi culo quedaba a la altura de pene, y se iba excitando por momentos, lo podía notar perfectamente a través de su fina bermuda y mi fino pantaloncito, sin dudarlo más comencé a mover mi culo frotándole su pene, miré atrás y la cara que vi, era una mezcla de sorpresa y felicidad, bajé su bermuda, y él empezó a arrimar su pollita a mi entrepierna. No me había quitado el pantalón, pero daba lo mismo, el a veces en las embestidas que daba, lograba colarse por un lateral de la pata del pantalón que me quedaba a escasos dos centímetros de conchita. En una de las embestidas acertó, y noté como la puntita de aquel pene, llamaba a la puerta de mis labios menores. Moví mi culo hacia atrás y logré introducirme más de la mitad de aquel durísimo pene, estaba excitadísima, pero en ese momento un pensamiento pasó por mi cabeza, mi primo no llevaba gomita, y yo no estaba dispuesta a hacerlo sin protección. Se lo comenté y le pedí que esperara un minuto. Fui a mi habitación y saqué un preservativo de mi mochila. También aproveché para quitarme toda la ropa. Cuando entré al salón, mi primo estaba sentado en el sofá, su pene apuntaba hacia su barbilla. Al verme entrar, totalmente desnuda, aquel endurecido miembro sufrió un pequeño espasmo. Supongo que la visión de una chica joven y bella, bronceada, y con un pubis perfectamente arreglado, era lo menos que podía provocar. Supongo también que la comparación con su mujer hacía que el efecto se multiplicara. Le coloqué el preservativo y me puse con las rodillas a ambos lados de sus muslos, mirándonos cara a cara. Me senté poco a poco sobre su miembro, primero introduciéndome la puntita solamente, sintiéndolo completamente hasta llegar a la base, aplasté sus testículos a conciencia, y empecé a moverme lentamente hacia arriba y hacia abajo, para ir aumentando la velocidad. Cuando abría los ojos y veía la cara de aquel que cuando era una niña era un amor platónico para mí y lo sentía al mismo tiempo dentro de mi chochito, lo más parecido a una descarga eléctrica, recorría todo mi cuerpo. Estaba húmeda, qué digo húmeda, estaba empapada, y el sonido que provocaba su pene dentro de mí era muy parecido al que hace el agua al hervir, chup chup chup. Empecé a tocarme el clítoris a la vez que cabalgaba sobre mi primo, los orgasmos llegaban cada no demasiado tiempo, cogí la mano de mi primo y se la acerqué a la entrada de mi rajita, ahora sí que era genial, mi primo me tenía ensartada con su pene y me masturbaba con su dedo corazón. Cuando se corrió, le cogí su mano y se la llevé a su boca, pero él se resistió, apartó la cara, finalmente hice llegar aquel dedo con el que me había dado placer a sus labios, y volví a ver la expresión de sorpresa y agrado, se chupó su propio dedo impregnado de mis flujos como si de un helado de chocolate se tratara.
Esa noche, dormí en su habitación, volvimos a hacerlo pero esta vez en la cama de matrimonio, aunque mi primo, no sé si por pudor o por respeto, colocó boca abajo la foto de su mujer.
JUEVES
Miré el despertador, eran las once y media de la mañana, estaba a gusto, desnuda, tumbada junto a mi primo, que también estaba desnudo. Observe su pene, estaba como se suele decir "morcillona", como no era muy grande, me la introduje completamente en mi boca, noté como mi primo se despertaba, aunque no abrió los ojos. La acomodé en mi paladar. La piel la cubría por entero, y yo retiré esa piel hacia atrás, dejando su glande a merced de mi lengua, poco a poco se fue endureciendo, y cuando llegó a su nivel máximo, noté como mi primo me volteaba, y colocaba su cara entre mis piernas. Me chupaba como si hiciera varios días que no hubiera comido, la que sufría un espasmo tras de otro ahora era yo. Agarré su miembro por la base con el pulgar a un lado y el anular índice y corazón al otro, realizaba movimientos rítmicos arriba y abajo a la vez que chupaba suavemente su glande, ya me había corrido un par de veces, cuando noté como el líquido blanquecino, viscoso, caliente y salado que salía del pene de mi primo golpeaba sobre la comisura de mis labios, en un segundo chorro, ese líquido llegó hasta mi garganta, sin pensármelo dos veces lamí mis labios, quería saborearlo todo, y acerqué mi boca nuevamente a su glande, mi primo soltaba gemidos de placer.
Estuvimos un rato tumbados en la cama y le pegunté a mi primo porqué me había chupado con tantas ansias si anoche al principio no quería llevarse mis flujos impregnados en sus dedos a la boca. Él me contestó que sólo había chupado a otra mujer y que el sabor de aquella no tenía nada que ver con el mío, que aquel era un sabor casi rancio y que el mío era extraordinario, prácticamente dulce, aunque en cierto modo se parecían, los matices los hacían totalmente diferentes. Deduje que mi primo solamente había estado con su mujer, y que todo lo que había hecho antes de conocerla era salir de juerga a beber. Era de ese tipo de cuadrillas que no permiten que una mujer les arruine una buena juerga, en fin, a pesar de tener quince años más que yo, tenía menos experiencia. Mi chochete había sido el único que había probado su pollita, al margen de el de su mujer claro está.
Estuve comiendo en casa de mis padres, y a la tarde quedé con algunas amigas. Volví a casa de mi primo a eso de las nueve de la noche. Había fiestas en un pueblo de la costa y decidimos ir. Me puse un vestido muy ceñido, era blanco, con unas florecitas rojas que hacían un estampado precioso. Además mi espalda quedaba al aire, y el escote era tremendo. No me puse sostén con lo que se me veía absolutamente sexy. Tras visitar varios bares y pasarnos por las ferias, nos dirigimos a la playa. Había luna nueva, así que era difícil que alguien nos pudiera ver, paseamos por la playa, y me detuve un momento. Nos besamos, nos metimos mano, nos excitamos el uno al otro. Yo me quite el tanguita y se lo di, lo olió y me abrazó apasionadamente. Buscamos una duna en la playa que no estuviera ocupada, tarea que no fue nada fácil. La que encontramos libre nos pareció adecuada. Mi primo me tumbó en la loma de la duna, tras acariciarme y besarme todo el cuerpo, me levantó el vestido, me cogió por los tobillos, levantándome también mis piernas e introdujo su pene en mi vagina, estaba disfrutando tanto que me olvidé del preservativo, pero solo fue cuestión de un minuto. Le dije que no podía ser, que no teníamos preservativo, que haríamos lo mismo que a la mañana. Mi primo me puso un dedo en los labios suavemente, y me dijo que había otra solución. Sacó su miembro y apuntó un poquito más abajo. Una mueca de terror y una negación con la cabeza fue todo lo que pude hacer, pero no pude evitarlo, de repente noté como aquella pollita dura entraba por mi ano.
No pude evitar un alarido de dolor, fue una sensación como si una sandía se rajara, tras este dolor inicial empecé a disfrutar, no tenía nada que ver con un coito normal, yo no lo había probado nunca, ni se me hubiera ocurrido, era algo distinto, pero me gustaba, y me empezó a gustar más todavía cuando mi primo empezó a juguetear con mi clítoris. Una vez que consiguió abrir gracias a la excitación mis labios vaginales, introdujo el dedo corazón, sin dejar de acariciarme con el pulgar sobre el clítoris, luego introdujo también el índice, para finalmente introducir el dedo anular, gritaba y gritaba de placer, se oía la música de fondo de las ferias y yo gritaba, tenía la polla de mi primo metida en lo más profundo de mi culo y tres de sus dedos dentro de mi vagina. Cuando terminamos miré alrededor, y pude ver a varios mirones, que salieron corriendo cuando se dieron cuenta de que nos habíamos percatado de su presencia. Nos montamos en el coche y nos fuimos a casa. Lo volvimos a hacer, pero esta vez con preservativo, y experimentando nuevas posturas. Mi primo tenía ganas de experimentar ya que con su mujer no lo podía hacer, las limitaciones morales y de volumen de su mujer se lo impedían.
VIERNES
Estábamos en el aeropuerto, la mujer de mi primo estaba a punto de llegar. Aquella mañana habíamos aprovechado las últimas horas en solitario para saciar nuestro apetito sexual. Estaban anunciando la llegada del avión y en ese momento hicimos un pacto: lo nuestro iba a seguir siendo sexo para disfrutar, independientemente de los sentimientos, que seguirían siendo los de dos primos que se quieren, independientemente de con quien estuviera cada uno, procuraríamos tener un encuentro a la semana al menos.
Cuando escribo esto, ha pasado un año, y aquel pacto lo seguimos cumpliendo. Nadie sospecha en las reuniones familiares, tampoco su mujer sospecha nada, y por supuesto, a mi novio nunca le comentaré nada. Nos va bien así, él y yo, queremos como se entiende por amor de pareja a nuestras respectivas parejas, pero tenemos ese aliciente, de al menos ese encuentro sexual por semana, solo lo hacemos por disfrutar, pero no se puede enterar nadie más que nosotros, seguramente no lo entenderían.