Pacto de honor - tienda de campaña

"Comparto la tienda con Raúl y Miguel, uno de los monitores, puesto que traemos 4 tiendas para 12 que somos. No obstante, ahora estamos solos en la tienda Raúl y yo puesto que Miguel ha salido"

Me despierto acalorado. Lo primero en lo que reparo es en el calor que desprende el cuerpo que tengo pegado abrazándome por detrás. Lo segundo, mi propia desnudez. Recuerdo todo lo que ocurrió anoche, y pese al calor instintivamente agarro el brazo de Edgar y pego mi cuerpo más contra el suyo. Tras la follada de ayer nos quedamos desnudos en la cama charlando largo y tendido. Pese a toda la incertidumbre y las dudas que me asaltaban, Edgar supo manejar la situación en todo momento de forma que no me sintiera incómodo con la situación, con él o conmigo mismo, sino que me hizo ver la naturalidad de lo que había pasado y de lo que sentía. Aun así no puedo evitar sentirme confuso, en parte porque el mero contacto con su piel me la está poniendo dura.

Me libero de su brazo para levantarme; necesito ir al baño. Edgar se gira en la cama, quedando bocarriba totalmente desnudo. En la penumbra cuesta distinguir el contorno de su cuerpo puesto que apenas hay contraste con las blancas sábanas, pero me lo quedo mirando hasta que mi vista se acostumbra a la poca luz y puedo distinguir más detalles de su cuerpo. Mi vista se recrea por todo su cuerpo, las delgadas piernas con poco vello, su lampiño pecho, la cara de niño bueno en total consonancia con su personalidad. Y por supuesto, su polla. La tiene morcillona, y ya me parece imponente. Me visto con la ropa de ayer y voy a lavabo a mear, aunque el empalme dificulta las cosas. Son apenas las 7, aun tengo tiempo para dormir un poco más, aunque…

Vuelvo a estar de pie en la habitación, contemplando su cuerpo desnudo. Me desvisto sin dejar de mirarle, y siguiendo el impulso que parece estarme rigiendo estos días me desplazo a cuatro patas por la cama, lentamente, hasta que mi nariz se sitúa rozando sus huevos, que cuelgan holgadamente entre sus piernas. Aspiro el aroma haciendo todo el recorrido del grueso tronco, y al llegar a la punta me introduzco su polla en la boca. La piel que recubre totalmente el glande es suave, y al no estar dura puedo meterla entera en la boca. Pronto noto como comienza a crecer, y tengo que irme retirando para no ahogarme. Con la lengua juego con el prepucio, hasta que consigo retirarlo sin sacármela de la boca, notando esta vez un sabor más fuerte que el que sentí ayer. No me detengo aun así, sigo chupándole la polla a Edgar hasta que la tiene dura del todo, momento en el que le agarro del tronco para acompasar las succiones con una paja.

-Así da gusto despertarse –ronronea Edgar. Levanto la mirada sin dejar de chupársela, él está recostado en sus codos observando como me muevo-. Buenos días guapo, ¿qué te has despertado con hambre hoy?

Asiento aun sin dejar ir su rabo, y vuelvo a concentrarme en la tarea.

-Yo también tengo hambre… ¿Qué te parece si te giras y me das rabo tu a mi también? –aun sin mirarle sé que está sonriendo con picardía. No pierdo tiempo y me tumbo a su lado, con mis pies hacia el cabecero. Él baja en la cama hasta que ambas pollas están a la altura de la boca del otro, y a la vez nos lanzamos a devorar casi con ansia.

Igual que anoche, Edgar no tiene dificultades para meterse entera mi polla en la boca, lo que provoca que gima sin remedio mientras le muerdo la pierna y le pajeo con ansias. Me cuesta concentrarme en chuparle la polla lo mejor que puedo porque me está haciendo gozar de lo lindo, sin duda no es comparable su maestría a mi torpeza, pero no por ello me amedranto sino que chupo con más ahínco si es posible. Me introduzco el máximo posible, alternando chupadas profundas con otras rápidas y cortas en la zona del capullo, que mi mano se encarga de mantener expuesto teniendo la piel tensa. De esta manera puedo jugar con la lengua alrededor de su capullo, saboreándolo y estimulándolo mientras mi mano sube y baja por el tronco, duro como una piedra, caliente y palpitante.

Tras minutos de intensa mamada por parte de ambos, en los que no puedo evitar bombearle con ganas de vez en cuando porque realmente me la está chupando de lujo, Edgar me avisa de su inminente corrida. Yo estoy al borde del orgasmo también, por lo que también me la saco de la boca para decírselo, y acto seguido vuelvo a engullir toda la carne que mi limitada experiencia me permite. Edgar también ha retomado la chupada, metiéndosela entera cada vez provocando que finalmente llegue al orgasmo de forma brutal. Comienzo a gemir con su polla aun en la boca, pero sólo puedo que gemir y convulsionarme mientras Edgar sigue chupando y succionando, incrementando la sensación al máximo. Una parte de mi cerebro toma conciencia de que he abandonado la polla de Edgar y lo pajeo rápidamente, cubriendo y descubriendo su capullo. Él también se ha sacado mi rabo de la boca, por lo que ambos estamos con la cabeza encima de la pierna del otro, yo jadeando reponiéndome de la intensa corrida y Edgar jadeando a punto de explotar en mi mano. Finalmente su agitada respiración da paso a los gemidos y mi mano empieza a pringarse de pegajosa corrida, que esparzo por el tronco según continuo pajeando tremendo rabo hasta que cesa del todo el orgasmo de mi amigo (“¿o amante, cómo debería considerarlo ahora?”).

Tardo un poco en ser consciente de que no sólo he acabado en la boca de Edgar, sino que además él se ha tragado la corrida. Este pensamiento despierta toda una cascada de sentimientos, entre los que destacan el morbo por que haya hecho una guarrada así entrelazado con el asco por la misma razón, y cierta culpabilidad por haberle hecho acabar con una mísera paja (otra vez), pero soy incapaz de imaginarme tragándome la corrida de alguien, la idea me causa un gran rechazo.

Horas después nos encontramos los 3 de ruta por un camino solitario con destino al próximo pueblo charlando animadamente. Después del 69 de esta mañana apenas hablamos Edgar y yo hasta ahora, simplemente hicimos como si nada y salimos de la habitación para desayunar con Alba y la señora, y darnos una ducha por separado. Ya hemos pasado el ecuador del campamento, y pese a que una parte de mi tiene ganas de volver a casa para ver a los colegas de allí, otra siente pena porque la experiencia termine.


Undécimo día, el final del campamento se acerca. Sigo rehuyendo a Juan, básicamente porque sigo sin saber a ciencia cierta qué siento al respecto o cómo abordar el tema. Él, por su parte, ha optado por no presionarme más. Con Edgar en cambio todo se ha vuelto diferente, ahora casi todo tiene cierto cariz sexual que me tiene todo el día encendido, deseándole a él y deseando estar de nuevo dentro de su culo. Las sutiles miradas que me lanza cuando se rasca o se coloca el paquete, los guiños discretos o los roces “casuales” que nada tienen de inocente me recuerdan constantemente el polvazo del otro día, y las ganas que tengo de volver a chupársela. Por desgracia, aunque anoche compartimos tienda de campaña, no hemos tenido ningún momento a solas que nos permitiese dar rienda suelta al morbo.

Hoy tampoco hemos conseguido un sitio cubierto donde dormir, así que hemos plantado las tiendas. Comparto la tienda con Raúl y Miguel, uno de los monitores, puesto que traemos 4 tiendas para 12 que somos. No obstante, ahora estamos solos en la tienda Raúl y yo puesto que Miguel ha salido a “charlar con el otro monitor sobre próximas actividades”, según nos ha dicho. Nos lo creeríamos si no hubiésemos escuchado al poco abrirse la cremallera de la tienda de la derecha, que es donde duerme Carla.

-Así que Migue y Carla están juntos…

-Sí –me contesta Raúl-. O por lo menos este campamento se lo están pasando bastante bien el uno con el otro.

Nos sonreímos con complicidad estirados tal y como estamos. Ambos estamos estirados encima del saco, con una linterna encendida como único foco de luz en la tienda. Yo visto el pijama que llevo usando casi todos los días: una camiseta de tirantes negra y un pantaloncito de deporte a medio muslo. Él en cambio lleva una camiseta ancha de manga corta y unos slips negros que apenas se vislumbran por debajo del borde de la camiseta, dejando totalmente visibles las fuertes y depiladas piernas. Raúl lleva toda la vida jugando a fútbol y cuida mucho su forma física, lo que se traduce en un cuerpo fibrado en el que es fácil enumerar todos los músculos de la anatomía humana.

-Desde luego se lo ha montado bien el cabrón, Carla es la más guapa de las chicas –lo dice como de pasada, sin mirarme siquiera.

-Bueno, parece que no es el único que se lo está montando bien en este campamento –le contesto sin pensar. No obstante Raúl se incorpora al segundo y me mira inquisitivo, ligeramente tenso.

-¿Qué quieres decir?

-Nada, simplemente que Miguel no es el único que no necesita preocuparse por el pacto de honor porque ya va servido –lo digo con tono despreocupado pero clavo la mirada en sus ojos al terminar la frase.

Raúl me devuelve la mirada como queriendo adivinar cuánto sé o si voy de farol, y sopesando sus opciones. Finalmente se relaja y se deja caer de nuevo sobre su saco de dormir. La camiseta se le ha subido ligeramente y ahora queda a la vista el bulto que forma su paquete en el slip.

-Bueno, siempre va bien que te echen una mano, ¿no? –su mano acaricia su pecho y su paquete, pasando de largo hacia la pierna.

-Y si es una boca ya ni te cuento –le respondo-. Como la que le está echando Carla a Migue. O como la que te echaron a ti el otro día.

-Pues sí, la verdad, me vendría de lujo ahora mismo –se estruja el paquete, sin perder detalle a mi reacción. Yo le miro sin pudor y sin moverme en absoluto, impasible. O casi, puesto que noto cierto cosquilleo dentro del pantalón-. ¿Por qué no me ayudas tú ahora?

Sigo sin moverme, alternando la mirada entre el bulto que sigue estrujando y su mirada, que prácticamente me reta a lanzarme. No obstante opto por preguntarle que qué gano yo, porque recuerdo lo que me contó Edgar y mi orgullo se niega a quedarme yo también a dos velas mientras él disfruta.

-Venga va, me dirás que no lo estás deseando…

Lo dice apenas susurrando, con voz sensual. Se levanta y se pone de rodillas encima de su saco. Sin dejar de mirarme, comienza a levantarse la camiseta lentamente, dejándome ver de nuevo el bulto que le marca la polla en el slip, ahora morcillona. La tiene colocada hacia abajo, por lo que marca un paquete redondeado muy apetecible. Asimismo, en esa postura se le marcan los bien formados cuádriceps, delineados en los morenos muslos. Desde luego no es la primera vez que ofrece este numerito porque su boca entreabierta con los labios humedecidos, el cuidado con el que descubre cada músculo de su torso y los ligeros movimientos de cadera parecen cuidadosamente estudiados para hipnotizar. El conjunto, y sobretodo su mirada, transmiten vicio, deseo. Transmiten sexo.

Una parte de mi es consciente de esto, de que lo hace simplemente con el propósito de conseguir lo que quiere, pero no me apetece resistirme. Me dejo cautivar por lo que Raúl me muestra, por como las sombras que se forman en sus abdominales hacen que parezcan aun más marcados. Raúl termina de quitarse la camiseta, dejando los pectorales al aire. Definitivamente está buenísimo, con un cuerpo bien trabajado, de piel morena y sin pelo salvo en la zona del pubis que asoma por encima del pequeño calzoncillo negro. Se acerca lentamente, y sin mediar palabra pasa una pierna por encima de mi torso, colocándose encima de mí a cuatro patas, su cara cerca de la mía por lo que puedo sentir su respiración en mi boca.

-Estoy muy caliente…-el susurro suena a súplica, aunque sé que también es premeditado. Aun así no puedo evitar tomar consciencia de su cercanía y el calor real que su cuerpo emana. Al incorporarse se sienta sobre mi pelvis, y entonces nota el empalme que en algún momento ha aparecido en mi pantalón, dándole una forma muy similar a la de la tienda donde nos encontramos-. Parece que tu también estás igual.

Lo dice restregando levemente sus nalgas contra mi empalme, lo que me provoca un pequeño estremecimiento. Su slip ya no puede contener más su polla hacia abajo, y directamente se la saca, huevos incluidos. Tal y como dijo Edgar, tiene una polla similar a Marc tanto en tamaño como en forma, y me sorprende que pese a que apenas se ha tocado ya tiene el capullo brillante de precum. Otra vez se deja caer hacia delante, y mi boca se entreabre esperando un beso que nunca llega. Con su polla contra mi abdomen y la mía tiesa contra sus nalgas, Raúl se lanza a morderme el cuello mientras se frota contra mi cuerpo. A mi se me escapa un gemido y con una mano le agarro del pelo mientras con la otra le aprieto una de las duras nalgas.

-Chúpamela… Por favor…-me lo ha susurrado justo en la oreja provocándome un escalofrío. Me muero de ganas de hacerlo, pero mi orgullo sigue en pie, dispuesto a no ceder sin más.

-No voy a quedarme cachondo perdido –le replico mirándolo con firmeza-. Yo también quiero descargar, así que hazme una paja ni que sea. –Comienza a balbucear algo de que él nunca ha hecho eso o algo así cuando le corto tajantemente-. Hay dos opciones: me pajeas mientras te la chupo y ambos descargamos los huevos, o bien nos quedamos los dos con el empalme y las ganas. Tú elijes.

Se queda unos segundos serio y quieto encima, pensándoselo. Su polla sigue dura contra mi barriga, noto la humedad de la mancha que me ha provocado. Mi polla también sigue dura, aprisionada dentro del pantalón y palpitando contra sus nalgas. No me apetece esperar más, ni quedarme con el calentón, así que decido dar el primer paso yo y le agarro la polla descapullándosela y pringándome la palma en el proceso; es sorprendente la de pre que suelta. Un estremecimiento seguido de un gemido sacan a Raúl del trance, y se incorpora otra vez dejándome mejor ángulo para seguir embadurnando su polla de arriba abajo, mi mano recorriendo toda la longitud de su polla y jugando con su glande.

-Cógemela tu también –le digo. Parece pensárselo otra vez, pero finalmente saca mi polla de la prisión de tela y lentamente comienza a pajearme. Sé que también la tengo húmeda, pero no tanto como él, que sigue sacando precum según le pajeo.

La imagen me está poniendo burrísimo, y tengo claro que me va a servir para futuras pajas. Raúl sigue sentado en mi pelvis, ligeramente arqueado hacia atrás, jadeando cada vez que mi mano envuelve circularmente su glande. Tiene los ojos cerrados, y mientras su mano derecha va aumentando el ritmo de la paja que me está haciendo por fin, la izquierda acaricia su pecho y pellizca ligeramente sus oscuros y pequeños pezones. Se nota que está disfrutando, pero no es suficiente. Se sienta en mi pecho y me planta los huevos en la cara, inundándome las fosas nasales con el olor que desprenden. Me lanzo a lamerlos y meterlos en mi boca, primero uno y después otro, pero el ansia de Raúl no me permite disfrutar del momento sino que pronto tengo su polla, dura y caliente, entrando y saliendo de mi boca con frenesí. Le agarro la polla de la base, dejando el capullo al descubierto, y tomo las riendas de la mamada. Su polla sabe algo salada, pero no me desagrada. No es muy gruesa por lo que puedo hacerlo con bastante comodidad, y realmente estoy disfrutando de chuparle la polla ya que él sigue pajeándome a buen ritmo, arrancándome gemidos que mueren ahogados en mi garganta. De golpe me agarra de la nuca y presionando con su cuerpo noto como su polla se abre paso en mi garganta y de golpe mi nariz está enterrada en su vello púbico y su polla alojada completamente en mi boca, asfixiándome. Pero me encanta. La saca lentamente y le miro casi suplicante. Me la vuelve a clavar entera, esta vez con lentitud desmesurada mientras nos miramos a los ojos. En los suyos, lujuria y excitación; en los míos el placer de la sumisión.

Acelera aun más el ritmo de la paja, y me la vuelve a sacar de la boca, completamente esta vez. Gimo, jadeo y suspiro, todo a la vez, y noto como me viene el inminente orgasmo. Mi respiración se acelera, todos mis músculos se tensan, y justo antes de que me corra Raúl me vuelve a clavar la polla hasta el fondo una última vez. Exploto descontroladamente, entre convulsiones y chorros de semen que saltan por doquier según Raúl mueve mi polla sin cesar. Arqueo la espalda, levantando a Raúl en el proceso y de paso liberando mi garganta de su polla, que queda totalmente recubierta por mi saliva, lo que me provoca tos y que un par de lágrimas se me escapen. Me dejo caer de nuevo, jadeando aun y con los ojos cerrados. Noto el peso de Raúl en mi pecho, y como su dura polla descansa sobre mis labios, esperando que retome la mamada que le hacía momentos antes. Mi polla aún palpita en su mano, dura y totalmente pringosa de mi corrida. Le miro y le susurro que se tumbe, extasiado aun por el orgasmo que me acaba de provocar, pero deseoso de devolver el favor regalándole una buena mamada.

Lo observo tumbarse boca arriba, con las piernas abiertas y dobladas; como se contraen y estiran todos sus músculos al moverse. Agarra su polla por la base y la mueve, invitándome, y yo me coloco entre sus piernas, mi mano tomando el relevo de la suya. Entierro la nariz en sus huevos, aspirando fuerte mientras mi mano sube y baja con calma por su resbaladizo tronco. No sé si es la saliva de antes o el precum que sigue soltando, es la primera vez que veo una polla soltar tanto, pero me lanzo a degustarlo con ganas, pasando la lengua de la base a la punta antes de volver a introducírmela entera en la boca. Ahora que sé que me es posible, me encanta hacerlo y más al escuchar como gime cuando el glande se aloja en mi garganta. Alterno las chupadas largas a toda la longitud de su rabo con el sube-baja de mi mano cuando me centro en lamer y succionar la cabeza de su polla, y Raúl en todo momento mantiene una mano en mi cabeza con la que de vez en cuando me fuerza a tragarme toda su polla, ayudándose de golpes de pelvis. No llevo demasiado cuando comienza a respirar más agitadamente y sus caderas me bombean polla en la boca, que yo tomo como puedo para no ahogarme y aguantar las arcadas. Con ambas manos me coge la cabeza y levantando el culo me vuelve a clavar la polla entera en la boca, lo que nos provoca un gemido a ambos, y finalmente comienza a correrse.

El primer trallazo he notado como pasaba directamente a mi garganta, pero para el resto consigo zafarme y que se corra en mi boca, no pienso tragarme su corrida. Mi boca se va llenando de algo viscoso y amargo mientras él convulsiona, su culo aun levantado, su corrida aparentemente interminable. Finalmente con un largo suspiro se deja caer y me suelta la cabeza, por lo que puedo sacarme su polla de la boca y asomar la cabeza por la puerta de la tienda para escupir toda la pastosa corrida, que me sabe asquerosa (“Edgar tenía razón”). Al meter la cabeza de nuevo él está tumbado desnudo aun, su polla morcillona y brillante recostada hacia un lado.

-Deberías limpiarte un poco –me dice abriendo ligeramente los ojos para mirarme y sonriéndome. Tomo conciencia de que tengo las piernas manchadas de mi propia corrida, y de que mi polla sigue igual de dura (“joder, aun sigo caliente”)-. Ha estado muy bien, gracias por el favor.

Sin mediar más palabra observo como se pone de nuevo el slip y la camiseta y se tumba a dormir dándome la espalda, dejándome empalmado, sudoroso, pringado de corrida y con el horrible sabor de su semen aún en la boca.