Pacto de Honor - ecuador del campamento

Estamos a mitad de campamento, y estando a solas con Edgar la cosa se calienta hasta límites que no esperaba.

Hoy es el octavo día, llevamos la mitad. Esta mañana Juan ha vuelto a intentar convencerme para que hablásemos en privado, pero he vuelto a pasar de él. Edgar se ha dado cuenta y ha venido a preguntarme luego, pero –obviamente- no le he contado nada. A ver cómo explico que me corrí con la polla de Juan en mi culo, y que encima cuando pienso en ello se me vuelve a poner dura.

Como es tradición en todos los campamentos de verano, los monitores nos han dividido en grupos (dos de 3 personas y uno de 4) y nos han enviado a pueblos diferentes, donde haremos noche para mañana reunirnos de nuevo todos en la siguiente ciudad. Han separado a las chicas, hay una en cada grupo, y el nuestro lo formamos Alba, Edgar y yo. Estoy contento, porque con Alba tengo muy buena relación tanto dentro como fuera de los campamentos y demás actividades, y Edgar es un buenazo al que todos tenemos mucho cariño. Es el más joven del grupo, chiquitín y delgadito, y siempre con una sonrisa en la cara y palabras agradables para todos.

El día ha transcurrido sin ningún incidente remarcable, hemos hecho la ruta con calma y al llegar al pueblo hemos buscado donde dormir y hacer las actividades que nos han mandado. Una señora a la que hemos preguntado por la parroquia ha decidido dejarnos hacer noche en su casa, con la condición de que los chicos durmamos separados de Alba, pero no es algo que nos suponga demasiado problema puesto que estaremos en habitaciones contiguas. Nuestra habitación consta de dos camas individuales, en las que nos encontramos Edgar y yo tumbados ahora, charlando sobre como esta yendo el campamento.

-¿Sabías que Carla y Miguel están liados? –me suelta de golpe. Miguel es uno de los monitores, por lo que la noticia me sorprende bastante.

-¡Al igual! –respondo sorprendido-. ¿Y tú como lo sabes?

-Los vimos anteayer Raúl y yo. De hecho me avisó Raúl y me llevó a verlo. Salimos y rodeamos la casa para ir por el patio trasero hasta la ventana del baño pequeño, y la luz estaba encendida. Aunque esa ventana queda alta desde dentro, fuera había unas piedras a las que pudimos subirnos para mirar. Carla estaba sentada en la taza, desnuda y sobándose los pezones mientras Migue le comía el coño. Cuando se cansó de comérselo Miguel se levantó y le ofreció el rabo. Ella se negó a chupársela al principio, y no me extraña porque vaya rabazo se marca el cabrón… pero poco tardó en metérsela en la boca y chupársela como si no hubiese cenado.

Obviamente mi rabo ya está duro, y me sobo por encima del pantalón mientras escucho ensimismado a Edgar. Me imagino a Carla comiendo polla, con los labios pringosos y cara de vicio, pero sobre todo pienso en Miguel empalmado, su dura polla entrando y saliendo húmeda y resbaladiza.

-¿Cómo es la polla de Migue? –pregunto, incapaz de contener mi curiosidad.

-Pues bastante larga y gruesa, casi tanto como la mía. Aunque la suya es morena y circuncidada.

-¿Cómo? –su respuesta me ha pillado de improvisto y sorprendido dejo de sobarme. No obstante no me hace ni caso.

-La pobre Carla apenas se podía meter la mitad en la boca, y se atragantaba cada dos por tres con las embestidas que le daba Migue –prosigue Edgar su relato-. Aun así le puso ganas, no veas como gemía Migue mientras le daba polla sin parar, nos tenía a Raúl y a mí a cien de ver la escenita que estaban montando, los dos sobándonos el rabo el uno al lado del otro. Como la ventana es pequeña estábamos pegados y podía notar los movimientos que hacía Raúl apretándose la polla por encima del bañador. La verdad es que estaba bastante caliente entre lo que estábamos viendo y tener a Raúl ahí sobándosela a mi lado, así que me decidí a cogérsela. El cabrón la tenía durísima y se notaba caliente a través del bañador.

-¿Le cogiste el rabo? –otra vez paro de sobármela, sorprendido. No obstante, la tengo húmeda desde hace ya un rato. Hasta ahora estaba tocándomela por encima con los ojos cerrados, simplemente escuchando a Edgar e imaginando lo que me iba contando. Ahora sin embargo me giro hacia él ya que no esperaba ese giro en la historia. A contraluz, ya que la ventana por donde entra ligeramente la luz de una farola se encuentra tras de él, puedo ver su silueta. Y pese a que estamos en penumbra, es imposible no ver ese pedazo de rabo que tiene agarrado y pajea lentamente, y del cual yo no puedo apartar la vista.

-Al principio me apartó la mano, sorprendido, pero entonces me miró y me dijo que él lo que necesitaba en ese momento era lo mismo que estaba gozando Miguel, así que le bajé el pantalón y me arrodillé a comérsela mientras él seguía mirando por la ventana.

Ahora ya sí que no doy crédito. Me incorporo y me siento en la cama, mirándole. Él deja de pajearse y gira la cabeza hacia mi.

-Edgar, ¿eres gay?

-Sí, pensaba que ya lo sabíais todos. ¿Te molesta?

-No no, en absoluto. Simplemente no me lo esperaba… Y… ¿Raúl se dejó sin más?

-¿El qué? Ah, la mamada. Sí, de hecho bombeaba con las caderas clavándomela entera. Pero bueno, no la tiene muy grande, algo así como la de Marc o quizás menos, así que no tuve problemas para tragármela entera –“¿Y cómo sabe él el tamaño de la de Marc, si no estaba la otra noche? ¿Se la habrá chupado también?” pienso al oírle decir eso. Edgar por su parte ha retomado la paja lenta que se estaba haciendo, pero ahora además acaba de escupirse en la mano y la está pasando de arriba abajo por toda la longitud de su polla, que no es poca, dejándola pringosa. Continúa con su relato:- Supongo que llevaba todo el campamento sin descargar, porque tardó bien poco en correrse en mi boca. Y además me agarró la cabeza para que no pudiera apartarme. Sabía muy amargo así que lo escupí en el suelo, pero la verdad es que me puso burrísimo que se corriese en mi boca.

Puedo notar la excitación en su voz. Mientras habla su respiración está agitada. Además, se retuerce en la cama cada vez que pasa la mano por el capullo de su polla. Yo le escucho pero no aparto la vista de esa silueta, mientras acaricio mi polla también resbaladiza pero de otro fluido.

-La tienes enorme tío… con lo chiquitajo que tú eres…

Edgar deja de masturbarse. Enciende la luz de la mesita y se levanta, viniendo hacia donde estoy yo, sentado en la otra cama. Su rabo es increíble, ahora que puedo verlo bien. Es igual de blanco que el resto de su cuerpo, con poco pelo en el pubis y un glande rosado que asoma un poco, medio cubierto por la piel. Se planta delante de mi, de pie y totalmente desnudo, tan cerca que tendría que mirar hacia arriba para mirarle a los ojos, aunque soy incapaz de apartar la mirada de ese pedazo de carne. Por algún extraño motivo el hecho de que esté ligeramente curvado hacia abajo me excita más. Estiro mi mano derecha y se la agarro por la base, huevos incluidos, suaves al tacto. Con mi mano izquierda le abrazo el tronco y dejo al aire el glande, aun ligeramente brillante. Le pajeo lentamente, cubriendo y descubriendo su capullo. Edgar se acerca un poco más, quedando su polla ahora a sólo un palmo de mi.

-Chúpamela.

No ha sido una orden, pero tampoco una súplica. Yo no contesto, ni siquiera le miro, mi atención centrada en su rabo, que debe medir por lo menos 21 o 22 centímetros, algo que me parece desmesurado. Edgar avanza un poco más, y yo me debato sobre qué hacer aunque mi boca ya está entreabierta y aunque apenas soy consciente de una polla que no sea la suya sé que la mía está empapada.

-Chúpala –repite. Esta vez acerco mis labios a su glande y lo envuelvo con timidez. Edgar no se mueve ni intenta manejarme de ninguna manera, simplemente me deja hacer, y yo intento meterme algo más de su longitud en la boca, pero en seguida la siento llena. Sé de sobras que no voy a poder ni con la mitad de semejante armatoste, siendo la primera vez que hago esto (“joder, me estoy comiendo el rabo de otro tío, ¿qué mierdas pasa conmigo?”), por lo que me concentro en hacerlo lo mejor que puedo y darle placer en la zona que sí que abarco, provocando que empiece a gemir suavemente. Agradezco enormemente que nos hayamos duchado antes de cenar y estemos limpios, me facilita mucho las cosas. Lo que es más, el sabor no me está desagradando en absoluto, y absorto como estoy en estos pensamientos no me he dado cuenta de que he acelerado el ritmo de la mamada y de que Edgar ahora tiene una mano en mi nuca, los ojos cerrados, y la otra mano jugando con su pezón izquierdo. Mi mano derecha se ocupa de pajearle la parte del rabo que mi boca no puede abarcar al mismo ritmo que se la chupo, y con la izquierda le tengo agarrada una nalga, pequeña pero redondita. Uso esa mano para empujar su cuerpo contra mí, intentando introducir más polla en mi boca, pero es imposible. Noto como choca contra mi garganta y una arcada me hace apartarme, pero no por ello paro de chupársela. Mi saliva resbala por el tronco, y con mi mano me ocupo de repartirla por los más de 20 centímetros que calza mi amigo, y que están resbaladizos y brillantes, haciendo que se vea aún más apetitosa. Le suelto el culo para pajearme mi propia polla, desatendida, y la encuentro empapada en precum, que también reparto por toda mi polla, gimiendo en el proceso. La sensación es increíble, cierro los ojos gozando del placer de pajearme mientras se la como a Edgar, quien también gime, cada vez más rápido.

-Me falta nada para correrme –me dice apartándose y sacando su polla de mi boca. Yo lo miro, con la boca abierta y respirando agitadamente, y el verle ahí de pie, sonrojado y con la respiración entrecortada, claramente excitado, me pone más burro si cabe. Me lanzo a comérsela, olvidando mi polla y usando las dos manos para ayudarme pajeándole y sobándole los huevos, que ahora están más duros y recogidos ante la inminente corrida. Él comienza a gemir y a repetir mi nombre, pero justo antes de que se corra me la saco de la boca y me lanzo a por sus huevos, a chuparlos y meterlos en mi boca mientras le sigo pajeando, su polla por encima de mi cara. Edgar aprieta mi cara contra sus huevos y con un último gemido comienza a correrse entre contracciones, pringándome la mano y el pelo con lo que gotea. Sin comprender por qué, yo también gimo al notar como se corre, de pura excitación.

Dejo de comerle los huevos cuando noto que su respiración se torna más lenta y que las contracciones han parado. Me separo, soltando su polla, un hilillo de semen uniéndola a mi mano derecha.

-Buff tío, ha sido increíble. Llevaba días necesitándolo.

Yo por mi parte continúo con el rabo duro como una piedra, y pringado a más no poder, aunque cierto remordimiento se instala en mi. No sé que me está pasando este campamento, pero empiezo a estar hecho un lío. No obstante sigo cachondo a más no poder así que me dejo hacer cuando Edgar me empuja hacia atrás al tiempo que se pone de rodillas entre mis piernas, de manera que yo quedo tumbado en la cama cuando noto como pasa la lengua desde la base misma de los huevos hasta el capullo, recogiendo por el camino todo el precum que baña mi polla. Gimo irremediablemente cuando envuelve totalmente el glande con su boca, haciendo círculos con la lengua, y gimo irremediablemente cuando mi polla pasa de largo su campanilla y Edgar entierra su nariz en mi pubis. En este momento mi mente sólo se concentra en las sensaciones que tengo ahí abajo y me entrego totalmente a la mamada que me están regalando. Subo las piernas a la cama, dejándolas flexionadas a cada lado de la cabeza de Edgar, y no puedo evitar retorcerme de placer y gemir, aunque hago lo posible por que no se me escuche puesto que Alba está en la habitación de al lado. Pero parece que Edgar quiere forzar más mis límites, puesto que se ha escupido en la mano y ahora se dedica a estimularme sólo la cabeza, que ya noto hipersensibilizada, mientras alterna entre un huevo y otro para meterlos en su boca.

-Edgar, si sigues así me voy a correr –le digo entre jadeos.

En realidad estoy deseando que vuelva a comérmela como antes, y agarrarle la cabeza volviendo a meterle todo mi rabo hasta la garganta, donde descargar abundantemente lo que mis huevos acumulan… Pero él en cambio se levanta y se sube encima de mi, quedando mi polla enhiesta contra sus nalgas.

-¿Por qué paras? Estaba a punto de… -me corto a medio reproche cuando noto como agarrando mi polla por el tronco la dirige a su culo, provocándome un escalofrío al restregar mi capullo contra su suave culo. Cuando la tiene bien colocada empieza a hacer presión, y se deja caer hacia delante, buscando mi boca ávidamente. No obstante, yo aparto la mía algo azorado y confuso, notando como me sonrojo.

-¿Qué no quieres correrte? –me pregunta en voz baja al oído con picardía, mordiéndome el lóbulo de la oreja y arrancándome un pequeño quejido-. Bésame y te dejo meterla.

Le miro a los ojos. En ellos veo excitación, pero también ternura. Se acerca a mis labios, esta vez despacio, y yo no me aparto. En cuanto entran en contacto nuestros labios entreabro la boca, y nos fundimos en un beso que enseguida sube de intensidad exponencialmente. Edgar retoma lo que hacía hace unos segundos y se vuelve a dejar caer sobre mi polla, que lo espera dura como el acero y palpitando de anticipación. Gimo casi con desespero en su boca al notar como se va abriendo paso por su interior, y no pudiendo resistir más le agarro con mi mano derecha de la cadera y la aprieto hacia abajo a la vez que subo mi pelvis para clavársela hasta el fondo mientras con mi mano izquierda le tengo sujeto de la nuca para que nuestras bocas no puedan separarse, de forma que ahora es él quien gime largamente mientras mi lengua explora el interior de su boca.

El polvo es rápido pero posiblemente el más intenso que he tenido hasta ahora. Edgar comienza cabalgando con fuerza, de forma que su polla (dura de nuevo, larga y gorda como antes pese a haberse corrido hace nada) golpea mi abdomen al mismo ritmo que sus nalgas chocan sonoramente contra mi cuerpo al bajar. La sensación es increíble y ambos estamos jadeando, pero yo quiero descargar de una vez por lo que decido marcar yo el ritmo. Edgar lo entiende al momento y deja de moverse para que yo pueda despacharme a gusto con su culo. Levantando mis caderas ligeramente, imprimo un ritmo frenético. Mi polla entra y sale de su culo a una velocidad de vértigo, y ambos gemimos incontroladamente. Noto que me correré en nada, su culo aprieta mi polla de forma increíble. Le aviso de la inminente corrida, y Edgar se lanza a besarme otra vez mientras se pajea con una mano. Esta vez ni me lo pienso y mi boca va a recibir a la suya, y en medio del morreo comienzo a gemir más alto mientras noto como suelto el primer trallazo dentro de su culo. Lo siguen unos cuantos más, que soy incapaz de contar porque sólo hago que gemir y morderle el labio a Edgar, quien también se está corriendo copiosamente sobre mi pecho.

El orgasmo nos deja exhaustos, ambos respirando con dificultades y acaloradamente. Edgar tiene su frente contra la mía y los ojos cerrados mientras recupera el aliento, y noto el peso de su polla aun bastante dura sobre mi abdomen. La mía se mantiene tiesa dentro de él, siempre me tarda un poco en bajar después de correrme, y decido esperar a que sea él quien la saque cuando se quite de encima. No obstante, por algún inexplicable impulso, no puedo evitar besar suavemente sus carnosos labios, el inferior ligeramente enrojecido debido al mordisco de hace un momento.