Paco, mi tío postizo 6

Por fin.

Capítulo 6.  Por fin.

La fecha de los exámenes estaba cerca y apenas salía para poder estudiar. Me pareció que Paco me evitaba, y en parte lo agradecí para no tener distracciones.

Las prácticas ya habían acabado así que ya no coincidíamos los viernes. Luisa me contaba que ella se hacía la encontradiza, pero no lograba nada. En un descanso de estudiar en la biblioteca salió la conversación.

-Por lo menos vuelve a estar como antes de aquel día, no me vas a contar lo que pasó ¿verdad?

-¿Qué día? –Me hice la despistada.

-El día que te sentaste en sus rodillas, mamona. –y me dio un codazo

-Ah, ese… ya lo quisieras saber tú.

-Claro que quiero, cuenta, cuenta. –nos reímos.

Ni que decir tiene que no se lo conté. Pero nos dio para unas risas anti agobio.

Pasaron los exámenes, por fin, y ya no tenía muchas escusas para quedarme allí, pese a que Alba insistía.

-No tengas prisa, cariño, vamos a poner un aire acondicionado en esta zona, que el del salón no llega muy bien y en las habitaciones también hace calor.

-Es que mi madre me dice que no moleste tanto.

-¿Pero qué vas a molestar? Otra cómo yo con esas tonterías, ya hablo yo con ella si hace falta. Y si te quieres ir, te vas, pero vuelve en septiembre, ¿eh? Que no me enteré yo que teniendo casa gastas el dinero en un piso compartido a saber con quién.

-A lo mejor lo que quiere es no tener a una segunda madre controlando, Alba. –era Paco, que llegaba y se incorporaba a la conversación.

-¿Sí? ¿Es por eso? –Alba se lo había tomado en serio.

-No, no, que va, si he estado muy a gusto. Como en casa, gracias, de verdad. –Mejor que en casa, de hecho…

-Te hemos dejado salir por ahí. No te hemos dicho nada de chicos, no nos importa que traigas alguno, que con ese tipo tienes que ligar mucho.

-No, no, de verdad. –Alba es un amor de persona.

-O chica, Alba, o chica. –Sé que Paco lo decía en broma, pero Alba estaba tan sofocada que hasta le molestó.

-Uy, tonto, pues claro, ¿Qué diferencia hay? ¿Es por eso que no has traído a nadie? ¿Por qué es una chica? Pero si eso da igual…

-Que no Alba, de verdad, que no, que he estado muy bien. –En realidad sólo tenía confianza para llevar a Luisa, pero de hacerlo, se enteraría de que la amistad con Paco va más allá de “un conocido”. Alguna vez hizo amago de querer venir a mi piso a estudiar porque en el suyo no le dejaban, tuve que darle largas.

-Prométeme que volverás en septiembre. Sonia seguirá en Praga y tendrás el cuarto para ti.

-No puedes hacer que prometa eso, Alba, deja a la chiquilla, que está bien, soy yo que te estoy tomando el pelo.

-No, si a mí no me importaría volver. –Lo dije con la boca pequeña, esperando la reacción de Paco, que me miró y sonrió.

-¿Ves? ¿Contenta?

-Pues no costaba tanto decirlo. Venga, un abrazo. –Y me abrazó de manera sincera, como hace ella.- Tú también, tonto, ven aquí.

-¿Por qué siempre soy yo el tonto? –se abrazó también a nosotras

-Por qué no te enteras de la misa la media, ¿verdad Ana? –¿qué había querido decir con eso?

No creí que me fuera a afectar tanto estar otra vez en mi casa. No es que estuviera mal, es que volvieron mis inseguridades. Ese verano descubrí que era por mis amistades de entonces. Desde que Sonia no se fue de allí, me relacionaba con gente tóxica.

Mis padres invitaron a la familia a casa para devolver el favor de mi estancia, así que vinieron a mediados de agosto a pasar dos semanas. La casa de mis padres es de las que empiezan como una caseta para pasar el fin de semana con un embalse para darse un chapuzón y cuando se urbaniza la zona acaba en vivienda permanente con piscina, ya en mejores condiciones.

Cuando llegaron estaba en esa piscina nadando. Me había puesto, esta vez sí, un bikini más presentable. A Alba le faltó tiempo para hacerlo notar.

-Esto es otra cosa ¿eh? Nada que ver con el amarillo de tu madre. –Nos reímos las dos, los demás no supieron por qué. Me dio el abrazo, aunque estuviera recién salida del agua.

A Paco también le gustaba nadar y una de las mañanas que me desperté algo más temprano lo vi desde la ventana.

Es que daba gusto verlo. Recordé aquellos tiempos en que jugaba con él en el agua y me puse lo primero que pillé para bajar allí.

Sin desayunar me fui a la piscina y me tiré por un lateral cuando él estaba en el otro. Nadamos así un rato. No sé cuánto tiempo llevaba, pero se retiró antes que yo. Se quedó en una esquina para no molestarme. La piscina es alargada para adaptarse al terreno disponible.

Di unos cuantos largos más pero enseguida paré y me puse a su lado. Los ojos se le fueron a las tetas. Con las prisas había cogido un biquini blanco que se transparentaba con el agua. Las puse por debajo para que no quedaran a la vista.

-Sigues preciosa Ana, ¿Por qué dudas? –No supe qué decir y bajé la cabeza. No insistió - ¿Recuerdas cuando jugábamos a las peleas? Siempre querías ir conmigo.

-Eras el más fuerte. –Como si fuera por eso.

-Tu padre no jugaba y contra ellas y Sonia era fácil.

-Y a Sonia le gustaba caerse, salíamos todas ganando. –Recordarlo me produjo cierta excitación.

-No sé si ahora podría contigo, ya no eres una niña.

Dudé.

-Probémoslo, tampoco es que haya engordado mucho. –Me alcé y sus ojos volvieron a los pezones.

-Te has hecho más alta que yo, eso cuenta.

-Venga, vamos a probarlo. –Me di impulso, pegué mi cuerpo al suyo, pasé mis piernas por detrás de su espalda y lo agarré con los brazos por detrás de los hombros, el gesto lo sorprendió. Nuestras caras quedaron muy cerca. Estaba incómodo.

-Esta no es la postura que hacíamos, te ponías en la espalda o en los hombros

-Si puedes así, seguro que puedes “a caballito”, y me gusta más así. –Bajé el cuerpo para restregarme contra su entrepierna.

-Ana, otra vez no, por favor.

-¿Por qué? No hacemos nada malo y te gusta. –Ya se notaba una erección incipiente a través del bañador.

-Pero… -Lo besé, estaba muy confusa y no se me ocurrió otra cosa para no perderlo. Aunque al principio me lo devolvió, incluso me agarró del culo, pronto me separó con algo de brusquedad.

-Ana, no. ¿Te das cuenta de que si te lo hiciera yo a ti, esto sería acoso?

Salió de la piscina y entró la casa, volvió por la toalla cuando se dio cuenta de que iba a mojarlo todo.

-Por favor… -le dije entonces.

-No, por favor, tú. –Y sin secarse del todo se fue.

Me entró miedo, no quería estropear nada por una tontería y lo del acoso me llegó al alma. Me quedé sollozando en la piscina. No fui consciente del tiempo que pasó ni me di cuenta de que alguien entraba.

-Hooola… ¿Ana? ¿Qué te pasa? ¿Estás llorando? –Era Sonia, rompí a llorar

Entró en el agua para abrazarme. Estuvimos así un rato. Cuando me recompuse nos separamos.

-¿Estás mejor? –Dije sí con la cabeza. –Cuando quieras me lo cuentas, y si no quieres, no –Encogí el hombro. Aún pasamos otro rato en silencio ¿se lo podía contar? No. Si ella me dijera que estaba loquita por mi padre no me lo iba a tomar bien, me sonaría muy extraño, por mucho que en los relatos parezca tan fácil. A la vista está.

-No tengo buena relación con mis amigas de aquí y me encuentro sola, aunque esté con ellas y sus novios, que todas tienen novio, alguno muy gilipollas. –No le mentía. Empecé a darme cuenta cuando apareció Luisa y ahora con Sonia, la única que seguía siendo mi amiga.

-Vaya plan. ¿y eso te hace llorar? ¿hasta ese punto te agobia? Pues déjalos.

Los lloros no eran por eso, pero desde luego que lo de mis “amigos” me afectaba.

-No es tan sencillo… pero ¿Qué haces aquí? ¿No estabas en Praga? No sabía que ibas a volver tan pronto. –No quise seguir con el tema y ella no insistió.

-Claro que no lo sabías, era una sorpresa, ¡Sorpresaaaa! –Nos reímos.

-Pues me alegro de hayas llegado en este momento. –Y no hace un rato cuando estaba acosando a tu padre…

-Ya lo creo, sigues con tus inseguridades, pero en los días que voy a estar aquí, a ver si te espabilo algo.

-Necesitarás muchos ¿Cuánto tiempo vas a estar?

-Cinco días, acabo de empezar y no tengo más vacaciones.

-¿Cinco días nada más? –Muy poco para el trabajo que había que hacer. Sus ganas de ayudar me recordaron a Luisa. – Algo me he espabilado…

-Ah sí, aquel mazao que no recuerdas bien… –Dudé antes de decir lo de Luisa

-No, no es eso sólo, estuve con una chica… -Me daba algo de corte decirlo.

-¿Cómo que “estuviste” con una chica? –Puso cara de sorpresa.- ¿En serio? Eso me lo tienes que contar. ¿Te gustó?

-...sí…

-Vaya con Ana, se le dan mejor las mujeres que los hombres.

-Tampoco es eso, sólo fue una.

-¿Luisa? –Confirmé con la cabeza.- hablabas mucho de ella, no podía ser otra.

-Ya te la presentaré, es muy lanzada como tú, os llevaréis bien. -Me di cuenta de que presentarlas suponía contarle a Luisa que mi relación con Paco es algo más que la de “un conocido”.

Sonia iba a decir algo, pero llegó Alba y se calló

-¿Has visto a tu padre ya, Sonia? Está raro.

-Sí que lo he visto, pero me ha parecido contento.

-¿Tendrá que ver con el bikini de Ana? -Sonia no acabó de entender el comentario. A mí me hizo sonreír. - Bueno ¿qué? ¿Habéis desayunado ya? Sonia quizá sí, pero Ana no. ¿Verdad? Pues para adentro, que no es bueno estar tanto tiempo con el estómago vacío.

En el desayuno tardío nos relajamos las cuatro mujeres hablando de tonterías mientras ellos preparaban la paella. Alba contó que no había tenido oportunidad de salir mucho y que lo había hecho sobre todo con españoles y españolas.

-A ver si te vas a liar con un “pragués” y te quedas allí, menudo disgusto para tu madre –Decía la mía y todas nos reíamos.

-Praguense, Lola, se dice praguense –La corregía Sonia entre risas. Lola es el nombre de mi madre. (Figurado, claro)

-Pues como se diga, ya me habéis entendido.

-Bueno, me queda Ana si me la prestas para los cursos que quedan –Alba estaba empeñada en eso.

-¿Seguro que no molesta? –Contestaba la mía.

-Pero si es un amor de chica, ¿cómo va a molestar? Empezó algo timidilla, pero creo que se le va pasando ¿No?

-No sé –Yo me sentía igual que antes.

-Pues sí, ahora te pones pantalones ajustados, luces el pecho al ir sin sujetador… se te ve más desenvuelta –Alba es la caña para animar a una.- Lo que no sé si tienes algún chico por ahí que no nos hayas querido presentar –Antes de que Paco replicara desde donde estaba, se apresuró a decir…- O chica, Paco, o chica –Nos reímos los tres, dejando un poco a cuadros a mi madre. Sonia me lanzó una mirada cómplice… Se quedaron esperando mi respuesta.

-No sé –Se rieron todas de mí, una vez más.

Acabó ese día y empezó otro con Paco en la piscina. Pesé a que me había avisado, quise bajar igualmente, aunque con un bikini menos provocador. Me moví sin hacer ruido para no despertar a Sonia, que dormía en mi habitación.

Ya en la piscina nadamos los dos un rato sin hablar. Cuando paró él, paré yo también, pero más lejos, no quería estropear nada.

-¿Has seguido nadando estos años? Cuando aprendiste era impresionante. ¿Cuántos largos haces ahora?

-Nado casi todos los días que estoy en casa. No sé, no los cuento, los hago y ya está. Me sirve para no pensar en nada.

-O para pensar en todo… Dime una cosa, cuando te enseñaba a nadar, no tenías tanto miedo, ya sabías hacerlo ¿verdad?  -Pillada. Empecé otra vez con los colores.

-A lo mejor un poco… pero era divertido… ¿no?... -Agaché la cabeza algo cortada, pareció sonreír, como si lo hubiera descubierto él sólo. - ¿Y tú? ¿Sigues nadando?

-No tanto como me gustaría, cuando puedo. No tengo piscina como vosotros. También me sirve para ordenar pensamientos. -¿Se estaba poniendo la conversación profunda?

-También. Lo he echado de menos estos meses.

-Haberlo dicho, hubiéramos ido juntos

-¿Tú y yo, quieres decir?

-Claro, es lo que quiere decir “juntos” –Sonrió. Si supiera lo que estaba pensado yo de ese “tú y yo”, a lo mejor no sonreía.

-¿En la piscina de la universidad?

-Es más barato y a mí me viene mejor.

-Podemos hacerlo el año que viene si mi madre me deja volver con vosotros. –Lanzando el anzuelo…

-¿Cómo no te va a dejar venir? Ya conoces a Alba, la convencerá.

Sólo con pensar que iríamos los dos juntos a nadar, ya me recorría un hormigueo por el cuerpo. Se me pusieron duros los pezones. Y eso que en aquella piscina poco podríamos hacer.

-¿Y no te preocupa que nos vean juntos?

-Ah sí, eso… –Noté que se removía incómodo.- Bueno, las cosas son las que son, la que no te conozca pensará que eres mi hija y la que sí, que me he llevado un buen bocado.

-¿Un buen bocado? –Jerga de viejos, lo llama Sonia.

-Que estás muy bien, Ana, que alguno pensará que me he liado contigo y que tengo suerte.

Si se me había ido el color, volvió enseguida. Los colores y los calores…

-¿Y no te importa? Bueno, un poco así es… -esto último lo dije en voz bajita.

-Que les den, Alba y tus padres saben lo que hay y no es malo. Y no nos hemos liado, liado, ha sido… una ayuda de un tío a su sobrina –Esto lo dijo también bajito. Sonó a auto disculpa.

-Ah –Menudo chasco. Notó mi decepción.

-Ana, entiéndelo, no podemos seguir así, que uno no es de piedra y… -Se acercó para decírmelo al oído.

-¿Quién es de piedra? –Preguntó Sonia que aparecía en ese momento. Sin esperar respuesta se lanzó al agua. No era tan buena nadadora como yo o su padre, pero no lo hacía mal. Paco se separó.

-¿Qué, ya os habéis cansado? –Dijo después acercándose a donde estábamos.

-No nos cansamos tan pronto, es que llevamos un rato nadando.

-Os he visto desde la ventana, habéis parado hace un rato. –Los dos permanecimos callados.- ¿Jugamos a algo? –Nos lanzó agua a la cara.

-¡Eeeh! –gritamos.

-¡A por él! –dijo ella y se lanzó contra su padre, queriendo que metiera la cabeza en el agua. Se defendió y no había manera. - ¡Ana, ayúdame! ¡Que yo sola no puedo!

Me uní al forcejeo, al principio me cortaba para evitar lo del acoso, pero cuando me sobó de manera más o menos disimulada, si es que puede ser disimulado agarrarme el culo sin contemplaciones o apretarme un pezón por encima del bikini..., empecé a sobar yo también, me puse muy caliente.

Ni con la fuerza de las dos ni con mi habilidad en el agua pudimos con él. Sólo lo logramos cuando Sonia se puso a su espalda y le bajó el bañador por sorpresa hasta las rodillas, estaba empalmado… Aprovechando el despiste me eché encima con todo mi peso y como estaba ocupado subiéndose el pantalón, perdió el equilibrio y metió la cabeza. Acabamos abrazados debajo del agua con mis tetas en su cara, uno de los pezones por fuera y subiéndose el bañador. Gracioso para Sonia, pero para mí excitante. Se cubrió la erección, intentando que ella no viera nada.

-¡Ganadoras! –Decía Sonia y me cogía el brazo para levantarlo cuando salimos.

-Ganadoras y tramposas, vaya par –Aunque no creo que se esperara eso de su hija, no se le veía enfadado. Se fue entre risas, de espaldas para que no viéramos erecciones incómodas y moviendo la cabeza. Nosotras nos quedamos riendo.

-Es una alegría verte reír así.

-Sí, como cuando éramos pequeñas.

-¡Sí!, a veces echo de menos esos tiempos. Aunque entonces no teníamos estos problemas, anda, tápate eso. -Se refería al pezón, nos reímos otra vez mientras lo recolocaba.

El ambiente era muy relajado, tener a Sonia a mi lado y a Alba sin dejar de hacerme cumplidos era como un bálsamo para mí. Lo de Paco era lo de menos con ellas dos tan cerca. En los pocos días que estuvo Sonia rompí con mis “amigos” y me dije que tenía que ser más como ella y menos como yo. No creáis que fue inmediato, eso sólo pasa en las películas, costó su tiempo. Pero como no quiero aburríos, vuelvo a los días en los que Sonia ya no estaba.

Por supuesto, seguí bajando todas las mañanas a nadar con él. Al acabar, hablábamos.

-Te noto muy contenta.

-¿Por los bikinis lo dices? -A estas alturas, lo del acoso lo teníamos medio superado y me limitaba a insinuarme con los bikinis más atrevidos.

-No, aunque es verdad que te ves estupenda con ellos.

-¿Verdad que sí? -Y movía el pecho cerca de su cara.

-Me refiero a que estas muy vivaracha, contenta.

-Son las vacaciones y teneros aquí. Sonia me ha “despertado” y con vosotros me siento querida y deseada.

-Gracias por la parte que me toca, pero es lo que te mereces, eres muy buena chica. Estoy seguro que Luisa te desea también.

-¿También?  -Poniendo ojitos.

-Ya sabes lo quiero decir… -Se removió sonriendo. Comentarios así los hacíamos en muchas ocasiones, mi cambio de actitud hizo que cambiara también su comportamiento conmigo.

-¿Y tú qué sabes de Luisa? ¿A qué te refieres? -Haciéndome la tonta, que se me da bien…

-Bueno, ha repetido la asignatura o no se ha presentado dos años por lo menos, este es el tercero que hace las mismas prácticas y mira que se empeña, pero no sé.

-No me refiero a eso…

-Ya, bueno, en este tiempo la he visto tontear con alguna chica, y he visto que sois muy amigas ¿no te ha tirado los trastos ya?

-Vaya, ahora que lo dices, quizá sí que lo haya hecho -No se lo iba a contar… todavía.

-¿Ves?

-¿Y lo que tontea contigo? Está coladita por ti. Y sé que te gusta que lo haga. -Le dije señalando la entrepierna con la cabeza. Este comentario le afectó un poco.

-A ver, es una chica guapa…, le sigo un poco el juego porque veo que se esfuerza, que se lo sabe, pero luego no aprueba, o no sé. Todo se queda en eso.

-Y por las tetas… -Se lo dije sonriendo. Me parece que se sonrojó un poco.

-Con esos escotes, es difícil no mirar…

-¿Y no te has planteado nunca…?

-¿eh? No, no, que una chica joven se interese en ti es halagador, pero no sería profesional, no quiero problemas, puede ser mi hija. -Muy tajante lo veía yo…

-O tu sobrina…

-Eso fue diferente. Ya te dije que fue… una ayuda… y por lo que cuentas, quiero pensar que parte de eso te ha ayudado a cambiar. -Siempre que salía el tema, bajaba la voz.

-Claro que sí. Y ahora sé que, si necesito “una ayuda”, puedo contar contigo. -sonriendo maliciosamente me fui nadando de espaldas hasta la escalera. Él también sonreía.

Las conversaciones eran más o menos así, empezábamos hablando de cualquier cosa y yo sacaba el tema cuando constaté que no tenía miedo a hablar de ello.

Así llegamos a la última mañana que pasaban en casa. Mi padre acabó las vacaciones el mismo día que se fue Sonia. Se iba a trabajar por la mañana y volvía después de comer para pasar la tarde con ellos. A Alba la llamaron para ver si podía acudir a resolver alguna cosa. Con ella es difícil saber cuándo está de vacaciones o en una guardia de las suyas. Nos quedábamos en casa mi madre, Paco y yo.

Mientras estábamos nadando los dos mi madre anunció que se iba a algún recado, seguimos nadando como si nada.

Por aquello de ser la última vez, nos picamos a ver quién hacía la vuelta más rápida, como resultado me dio un tirón o un dolor en el hombro, tuve que dejarlo. Me dolía al levantar el brazo por encima de la cabeza. Salimos de la piscina y me senté en una hamaca, después de un rato no se me pasaba del todo y Paco sugirió hacerme un masaje, a ver si servía de algo. Lo intentó mientras estaba sentada, pero con el respaldo no llegaba al punto del dolor, recliné la hamaca y me tumbé boca abajo. Así fue mejor, me alivió bastante.

-No sabía que también controlas esto.

-Y no controlo, repito lo que he visto hacer en alguna ocasión al entrenador de allí.

La hamaca no se tumbaba del todo, tenía la espalda en mala posición. Le dije que continuáramos en el sofá. Prometo que no estaba pensando en otra cosa que en dolor… Nos fuimos allí y continuó, logró quitármelo casi del todo. Fue en ese momento cuando noté que el masaje era más extenso de lo que requería el hombro. Calmado el dolor, me excité.

Sus manos apretaban puntos de mi espalda que me relajaban. Empujaba a los lados desde la columna hacía fuera. Desde el cuello hasta cerca del culo. Cada vez más abajo. Hasta el límite que marcaba el bikini. Así que lo bajé un poco más y esperé su reacción. No dijo nada. Llegó más lejos, ahora apretaba los glúteos con los pulgares. Me hacía mucho bien, pero yo estaba a otra cosa. En algún momento el masaje se acabó y empezó otra cosa.

Muy suave metió una mano entre mis piernas, que separé ligeramente de manera automática. Primero tocó los labios por encima del bikini, como por descuido, se me escapó un gemido, la otra mano acariciaba la nalga. Con un dedo empezó a hacer círculos por la vulva. Separó el bikini y lo metió. Todo despacio. Otro gemido. Estaba húmeda desde hace rato, por eso cuando metió otro, lo acepté con ganas. Ahora metió el dedo gordo de la otra mano. Sólo de pensar lo que venía era suficiente para ponerme muy mal.

Aunque ya me esperaba los siguientes movimientos, lo que cambiaba de la otra vez es que ahora nos estábamos mirando. Al menos cuando no cerraba los ojos por el placer.

Me acarició el ano para lubricarlo mientras metía otro dedo para rellenar el espacio que había dejado el que sacó. Levanté la cadera y fue cuando empezó con el clítoris. En pocos meneos me corrí, laaargo, intentando no cerrar los ojos para no dejar de mirarlo. Unos segundos para recomponerme y empieza de nuevo, esta vez con el dedo dentro del ano. Seguía muy despacio, como queriendo que durara más, pero no, me corro de nuevo enseguida. No se mueve mientras con la mirada pido más. Pasan los segundos y saca los dedos. Pensé con decepción que se había acabado, pero no. Con suavidad me da vuelta, se baja el bañador dejando su polla empalmada libre y se arrodilla entre mis piernas. Aparta el bikini sin retirarlo. Muy sorprendida y de cerca, la polla me parece más grande. Quiero decirle que vaya con cuidado, pero prefiero callarme por si lo asusto.

Coloca su aparato encima de la vulva y la restriega sin dejar de mirarme, asegurándose de que es lo que quiero. Me parece que el tiempo pasa muy despacio, pero al fin coloca el glande en la entrada y presiona un poco. Cuando entra el placer me invade y no puedo evitar agarrarle los brazos. Lo hace muy despacio. No sé cuánto tiene dentro, espero un dolor que no llega, estoy en la gloria, arqueo la espalda y el cuello, me da la impresión de que tengo otro orgasmito solo de tenerlo así. Él no cede y llega hasta final. Entonces empieza el mete saca, mirándome a los ojos todo el tiempo. Mi cuerpo sigue sus lentos movimientos pidiendo más, me besa en los labios de manera cariñosa, no se lo puedo devolver porque lo que quiero es que se mueva más rápido y lo hace. No hay nadie en casa, pero me muerdo el labio para no gritar. Es difícil correrse sólo con la penetración, pero de excitada que estoy, lo hago. Es una sensación diferente a las que había tenido, de las que no te dejan exhausta.

Me da unos segundos para reponerme, pero no me quiero reponer, quiero que siga, así que rodeo su espalda con mis piernas y las uso para empujar mi cadera contra su cuerpo con toda la fuerza que puedo, pilla la idea y se suma a ello. Me agarro al sofá para hacer palanca, momento que aprovecha para incorporarse y poner mi culo encima de sus pantorrillas. Dedica una mano a sujetarme, pues así no puedo seguir bien el ritmo de sus empujones, y la otra a acariciarme el botoncito. Me corro de nuevo. Me pone que empuje tanto. Tengo varios orgasmos vaginales mientras sigue con las penetraciones. Con estos apenas te cansas.

De repente me sujeta la cintura con las dos manos y me da empujones breves y más fuertes. Noto como se le hincha la vena del pene al tiempo que da espasmos. Por la cara que pone sé que se ha corrido. Sin sacarla se tumba encima y nos damos un beso, no sé si de amor, pero me encanta. En el tiempo que tarda en ponerse blanda seguimos abrazados.

De repente caigo en la cuenta. ¡Se ha corrido dentro!

-¡Hostia, hostia!, ¡que me quedo embarazada! -Le empujo para que salga de mí con pánico.

-No, no, tranquila, tengo hecha la vasectomía desde hace años. No te haría eso. Perdona por no avisar. -Respiro tranquila. No dejamos de mirarnos un rato, abrazados en el poco espacio disponible. Retira el mechón de pelo rebelde.

-No me ha dolido nada, muchas gracias.

-¿Y por qué te va a doler?

-Bueno, es que… -me muero de vergüenza- no había estado con nadie…

-¿Virgen? No puede ser, no te quedes conmigo. –Lo dice como que no se lo cree, como si lo dijera en plan niñita para aumentar su virilidad. Viniendo de él, esto me ofende. No me lo esperaba.

-Te digo que sí. Vete a la mierda. -Intento irme, pienso que me está llamando golfa o yo que sé. Me retiene y no puedo separarme, además de dolerme el hombro otra vez.

-Espera, espera, no te ofendas, perdona, que no lo decía por mal.

-¿Y por qué no me crees?

-Porque desde el principio los dedos han llegado muy lejos para que lo seas. La primera vez ya me di cuenta. -Baja la voz.

-Que te digo que no. -Forcejeo con él. Nota que mi enfado es serio y me suelta. Estoy a punto de llorar sin saber muy bien por qué. Voy hacía mi cuarto en el piso de arriba y él me sigue.

-Ana espera, no digo que estés mintiendo, digo que no había nada cuando metí los dedos… - seguía bajando la voz, después de lo que acababa de pasar. Me pareció lindo, pero no entendía lo que me decía.

-¿Y eso qué quiere decir? -No me paro, pero ya no ando tan rápido.

-Que a lo mejor se te había roto antes, yo qué sé, la chica eres tú. ¿no te habías metido antes nada? -Aquí me dan ganas de darle una bofetada y me paro en la puerta de mi cuarto. No sé si llorar o golpearle.

-¿Qué estás diciendo?

-No lo sé Ana, yo no sé de estas cosas, pero ¿no se te habrá roto el himen en algún otro momento sin querer? Los dedos entran muy bien, no te ha dolido, no hay sangre…

Por fin entendí de lo que estaba hablando.

-¿Pero eso pasa de verdad? -digo por fin, un poco más calmada.

-¿Y me preguntas a mí? Yo que sé, eso lo sabéis mejor vosotras ¿no? -Me callo y pienso lo que me está diciendo ¿sería posible que se me hubiera roto el himen sin que yo me enterara en algún momento? No recuerdo sangrar ¿coincidiría con alguna regla?

Lo asumo después de un momento. No soy tan mojigata ni romántica para darle importancia a esto, así que pienso que sí, que soy de las “afortunadas” a las que el himen se le rompe sin que se enteren. Se me pasa el enfado y por fin dibujo una sonrisa, creo que no se me olvidará mi primera vez.

A todo esto, el semen y los fluidos han ido saliendo de la vagina y el bikini se ha puesto perdido, así que entro a mi cuarto a buscar otro, dispuesta a lavarme.

Cuando ve ese gesto y que estoy hasta sonriente, parece caer en la cuenta de lo que acaba de pasar.

-Madre mía. Madre mía ¿qué acabamos de hacer? ¿qué hemos hecho?... ¿qué va a pasar ahora? Si se entera tu padre… Alba… -Ahora el que parece a punto de llorar es él.

-Nadie tiene por qué enterarse, no ha pasado nada malo… ha sido un tío ayudando a su sobrina con el dolor de hombro... -Sonriendo me acerco y le doy un abrazo que me devuelve con dudas, lo beso y antes de que pueda reaccionar, escuchamos la puerta de la calle, mi madre saluda desde la entrada.

-¡Ya estoy en casa!

Cada uno sale disparado para un sitio, él a su habitación y yo al baño. Ya dentro me da un poco la risa, menos mal que me he enfadado y me he ido. Un poco más y nos pilla en el sofá…

Mientras me limpio sin que se me vaya la sonrisa me doy cuenta de lo estupendo que ha sido y el cuidado que ha tenido conmigo.

Y de que quiero repetir.

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Este momento/capítulo lo guardo con cariño por lo que supuso en el futuro. Lo he editado varias veces y por eso he tardado en mandarlo.