Paco, mi tío postizo 3

Luisa y yo nos consolamos juntas.

Capítulo 3 – Luisa y yo nos conocemos algo más.

Un viernes de prácticas en el laboratorio de Paco lo vimos “en acción”, que no era otra cosa que reparando un modelo de motor que había por allí. Verlo con esa seguridad, apretando tornillos, montando cables, o lo que estuviera haciendo, me ponía mucho. Y a Luisa también. Volvió a intentarlo, de manera un poco descarada, además. Se acercó “a ver lo que estaba haciendo, para enterarme” dijo…

-¿Qué haces?

-Estoy cambiando la configuración de unos motores para otra práctica

-¿Nosotras estudiaremos eso?

-En Química no lo creo.

-¿Entonces no te veremos meter mano? Al motor, digo.

Paco sonrió.

-No lo creo. De estas cosas vosotras sólo veis el horno.

-Como si hiciera falta un horno para ponernos calientes… -y se asomaba

-Luisa… -Decía él sonriendo. Recordé aquello de “es una veterana”.

-Es que tenemos a alguien que nos incentiva… -Paco estaba a lo suyo y no le dio más importancia,

-¿Podemos mirar cómo lo haces? -moviéndose como una niñita.

-Bueno, aunque hay poco que ver.

-Eso lo dices tú… -Y lo miraba de arriba abajo, Paco movió la cabeza sonriendo y sin decir nada.

-Explícanos lo que haces ¿Qué son esos cables? -Luisa hacía como quería ver más, y se aupaba, luego se dejaba caer para que sus tetas botaran, menudo zorrón. A Paco, que agachado como estaba para ver las conexiones, le quedaban las tetas a un palmo de la cara, no le pasó desapercibido el intento, pero él como si nada.

Dijo algo sobre motores que no me atrevo a repetir por si me meto la pata.

-No lo veo bien, a ver… -Luisa aprovechaba para cogerle del brazo para asomarse al motor, como si fuera un precipicio de 200 m y necesitara algo de seguridad. Y de paso le sobaba con las tetas también.

-Aquí, ¿ves? -Señaló con el destornillador ante su insistencia.

-Ah sí, ahí están, los veo.

Me ponía verlo tan seguro, pero al mismo tiempo tenía un poco de celos.

-¿Te vienes con nosotras de fiesta cuando acabes? -Le dijo, como si le pidiera un boli, mientras seguía mirando el motor como si nada.

-Ya sabes que no, Luisa. -Sin dejar de sonreír, pero firme

-Bueno, no sabes lo que te pierdes, Ana quiere conocerte mejor…

-¿Ana? -Me miró como diciendo “¿tú estás metida en esto?” No supe qué responder, me había quedado en blanco mirando como su bulto crecía a través del pantalón. Puede que fuera firme, pero no era de piedra, desde luego.

-¿yo?

-Nah, estaba bromeando, pero estaría bien conocerla a fondo. ¿verdad? -Y me miró como si fuera un objeto que estuviera vendiendo. Él le siguió la corriente algo divertido y me miró de arriba abajo.

-Desde luego. -De inmediato me subieron los colores a la cara. De ira y de vergüenza a partes iguales. -aunque ya nos conocemos un poco ¿verdad? -Ahora era más de vergüenza- Pero me parece te refieres al significado bíblico de “conocer” ¿eh? -Me quedé perpleja, ¡sí que le estaba siguiendo el juego! -Desde luego que a cualquiera con ojos en la cara y dos dedos de frente le apetecería “conocer” a Ana. Es cierto. -Hasta Luisa se quedó a cuadros por esta respuesta.

-Pero tengo que acabar con esto y estoy seguro que a ti también te gustaría “conocerla”. -dijo mirándola a los ojos y soltándose del brazo. ¡Luisa también se puso colorada!

-Bueno, pues nada, otra vez será. -una retirada poco usual para ella.

Antes de salir de fiesta insistió en ir a su piso que quedaba cerca. Y en el ascensor…

-Me he puesto muy caliente, ¿has oído lo que te ha dicho? -Como para no hacerlo.

-Sí…

-¿y te quedas así, tan fresca?

-De fresca nada, que también me he calentado. Por cierto, eres una traidora ¿cómo dices eso?

-No cambies de tema, ¡Le gustas! Estoy caliente, pero si me lo llega a decir a mí, estaría babeando.

-Bueno… -Me sonrojé de nuevo. Luisa me miró, comprendió, y sin avisar fue acercándose y aupándose me dio un beso en los labios… Me quedé atontada. Tenía un cúmulo de sentimientos. Lo repitió, suave, sin lengua, solo labios, mi cuerpo respondió solo, me agaché un poco para que no tuviera que ponerse de puntillas y se lo devolví. Acabamos en un beso completo con lengua. El ascensor se detuvo, me cogió de la mano, abrió su puerta con la mano libre y me llevó a la que supuse era su habitación, allí me cogió por la cintura, y a iniciativa suya volvimos a besarnos. Sentirme deseada, aunque fuera por otra mujer, me nublaba la razón. Y me gustaba, todo hay que decirlo. Sólo me había pasado en serio con Paco.

Yo llevaba puesto un jersey ancho, metió las manos por debajo y me acaricio las tetas sin sostén, como todos los viernes, despacio, sin prisa, sin dejar de mirarme a los ojos. A los pocos segundos me sentó en la cama. Yo no sabía lo que tenía que hacer, pero no parecía importarle, me quitó el jersey, miró mis pezones. Me dio vergüenza que los comparara con los suyos e hice amago de taparlos.

-Eh eh eh -me sujetó por las muñecas, se arrodilló y jugó con ellos el tiempo justo para que dejara de resistirme, si es que a eso se le puede llamar resistirse…

Se separó y se quitó el sujetador ¿Cuándo se había quitado la blusa? Supongo que de ser un hombre me hubiera empalmado al ver un pecho tan bonito. Llevé una mano al pecho izquierdo y lo palpé, creí que era eso lo que esperaba. Me dejó hacer, pero de nuevo me retiró con delicadeza. Empezó a desabrocharme el pantalón. En un acto reflejo levanté el culo para que saliera. Me acarició las rodillas y se me abrieron las piernas de manera involuntaria. Puso su boca en mis pechos y haciendo fuerza con su cuerpo, me tumbó sobre la cama.

-Así te vas a hacer daño en la espalda, apoya los pies también. -Y eso hice, quedando despatarrada y con su cabeza junto a mi vagina. Me pareció que estaba inspirando mi olor y me dio vergüenza. Quise apartarme y me sujetó. No hizo falta mucho.

-Eh, eh, eh -Me daba mordisquitos aquí y allí por encima del tanga, cada vez más cerca del clítoris mientras con un dedo apretaba, como queriendo traspasarlo.

Retiró la prenda y usando los labios comenzó a jugar en el clítoris. Luego pasó a la lengua. No hizo falta que metiera nada, me corrí enseguida. Era la primera vez que me hacían esto y que estaba con otra mujer. Sorpresa y placer al mismo tiempo. Eché para atrás la cabeza y no pude ver lo que me estaba haciendo, pero me corrí de nuevo. Sin levantarse abrió un cajón de la mesita y sacó un consolador. Me asusté y lo vio en la cara.

-¿Qué pasa?

-Creo que eso es demasiado…

-Que va, si es un tamaño normal. -Lo limpió con una toallita higiénica, la pasó por alrededor de su coño, para meterlo por fin, con un gemido continuo. ¿Cuándo se había quitado los pantalones y las bragas? Después lo sacó y lo dirigió al mío.

-No, espera…

-¿Qué pasa? ¿te da miedo que te lo haga una mujer? Iré despacio.

-No, es que yo… -me moría de vergüenza.

-No jodas ¿eres virgen todavía? -su sorpresa fue sincera y mayúscula.

Quise levantarme.

-No, no, perdona, lo dejo, lo dejo, por favor, no te asustes. -Lo metió en el cajón y cerró. - Ya está ¿ves? -Paró y se tumbó a mi lado.

Cuando estuve más tranquila, aunque ya se me había pasado la calentura, me acordé de aquello que me dijo las primeras veces, que solo se había corrido con una mujer. Y pensé que eso sabría hacerlo yo. De alguna manera se lo debía, por tratarme tan bien.

Con reparo al principio, me giré, empecé a acariciarle la cara. Sonrió. Después la besé, no se lo esperaba, pero no puso pegas y sabía mejor que muchos que he besado después. Le sobé las tetas, caray que grandes, cambié el pensamiento para no acomplejarme. Jugué con los pezones, supe que lo estaba haciendo bien por que su respiración se agitaba. Tarde un poco en decidirme, pero al final bajé la mano hacia su sexo.

-No es necesario que… -protestó ella.

-Eh, eh, eh -dije yo, imitando su comportamiento anterior conmigo.

Recordé mi primer encuentro con Paco, metí primero dos dedos de la mano izquierda en su sexo, le gustó, pero esa no era la idea, con ellos lubricados me dediqué al clítoris y metí dos de la mano derecha, le gustó más aún. Me estaba gustando, quizá dar placer a alguien querido tiene esas consecuencias. Continué con lo que había aprendido, metí tres dedos, se corrió enseguida.

-Caray, que bien lo haces. ¿Dónde…?

-Shhht -no pensaba acabar todavía, es más, se me ocurrió una cosa loca que venía a cuento, asegurándome de que me veía, me encogí y metí el meñique y otro dedo en mi propio coño, muy mojado también, sonrió confundida cuando lo saqué. Volví a meter los dedos en el suyo, coloqué la falange del meñique en su ano y empecé el meneíto de nuevo.

-¿Qué haces?... No pares… -se corrió de nuevo en pocos minutos. Unos segundos de descanso, enderecé el meñique y para dentro, quizá algo brusco por que soltó un “uf”, pero no pensaba ceder.- lo del culo me gusta, no pares, por favor.... - Tuvo una corrida que le estremeció todo el cuerpo, me dejó los dedos chorreando. Los retiré despacio y me acosté junto a ella. Estaba súper caliente, me toqué un poco mientras ella me miraba y me corrí, no fue un orgasmo espectacular, pero lo necesitaba.

Cuando nos recuperamos un poco se incorporó y me miró.

-¿Dónde has aprendido a hacer esto? no eres lesbiana ¿verdad? -negué con la cabeza. -¿Sabes algo más? ¿Quién te ha enseñado? Eso del culo es muy de hombres -encogí los hombros. - ¿No me lo vas a decir? -negué de nuevo, mientras encogía los hombros otra vez y sonreía.

-Me da igual si prometes volver a hacerlo. -Y se dejó caer en la cama.

-Tal vez. -dije después de un momento. Nos reímos las dos.

Fue un momento de complicidad que repetimos alguna veces más. Quizá lo cuente en una historia aparte.


Perdonad si he tardado un poco en poner este, es que estoy de vacaciones ¡con él!