Paco, mi tío postizo 2

Mi autoestima sube un poco gracias al comportamiento de la pareja.

La parte anterior podéis encontrarla aquí: https://www.todorelatos.com/relato/178098/

Capítulo 2

Tardé un tiempo en recuperarme y comprender que no iba a volver. ¿Qué había fallado? Fue tan delicado… Caray, que bien lo había hecho, no podía ser la primera vez que hacía algo así. ¿Pero por qué no me folló cuando su excitación era tan clara? ¿Se habría enfadado conmigo? ¿Entonces por qué sonreía y me dijo aquello? ¿Cómo fue? “eres una mujer de bandera, Ana, capaz de excitar a cualquiera”, repetí para mí, para no olvidarlo. Excitar a cualquiera menos a él, o no lo suficiente.

Me recompuse, recogí mi ropa y me fui a limpiarme en el bidé. Al limpiarme el ano me estremecí un poco, que bien se había sentido ese meñique por ahí. Empecé a meter otro por instinto aprovechando que el agua lo lubricaba. Hasta que sacudí la cabeza y lo saqué, “¿pero qué haces?”. Casi tengo que hacerme un dedo allí.

Me fui al cuarto. La hora de cenar llegó pronto y no sabía qué hacer. Me puse un pijama ancho que no insinuaba nada para no molestarle o yo qué sé, y me fui con algo de miedo a la cocina.

Estaba acabando de preparar unas fajitas con los ingredientes que me gustaban. Al verme sonrió.

-¿hambrienta? He hecho fajitas, no me van a salir como a Sonia, pero si no lo intento no aprendo. –Como si nada hubiera pasado, lo único, que se había duchado, quién sabe si pajeado, y se había puesto también un pijama “oculta erecciones”.

-Sí, gracias, bueno es qué…

-Nada mujer, no es nada, cortar el pollo para ti, trocear el pimiento, nah, vamos a cenar. ¿Quieres ver alguna serie? Alba nos ha convencido para que aprovechemos la oferta de Netflix (esta historia pasó cuando la plataforma recién llegaba a España)

-Vale. –Nada, su comportamiento era como si no hubiera pasado nada. Me sentí muy confundida. Lo notó, ¿y cómo no?

Se me acercó, mis sentidos se pusieron alerta.

-¿Estás bien? No tengas miedo, no ha pasado nada malo. Espero que hayas aprendido algo de ti hoy –Me dio un besito en la frente y me quitó un mechón de la cara. Sonrió. –Venga, vamos a cenar que con el estómago lleno las cosas se ven de otra manera.

Cuando conseguimos configurar el dichoso Netflix en la tele del salón, vimos una serie de zombis, nada sugerente, pero que nos entretuvo. Me dejó ver todos los episodios que quise, era como si quisiera que estuviera a gusto y yo quería alargar ese momento de intimidad con él. A las tantas, cuando ya me quedaba dormida apoyada en su brazo, dijo.

-Es hora de acostarse, bella durmiente. Se levantó y empezó a recoger los platos.

-Gracias. –Dije en un susurro que apenas escuchó.

-¿eh?

-Gracias, gracias por…

-De nada, mujer, olvídate, para eso están los tíos. – al instante pareció arrepentirse del final de la frase y salió disparado a la cocina. Aún me quedé un rato dormitando en el sofá mientras él trasteaba en la cocina, hasta que me fui a la cama.

El domingo, charlando con Sonia por video llamada, se apercibió enseguida de que “algo había pasado”. No se lo conté, por supuesto, pero por mis monosílabos, silencios, sonrisas y quizá mis colores, si es que los pudo ver a través de la pantalla, supuso que me había follado a alguien, “ojalá”, pensé una vez más. Dejé que lo creyera para evitar más preguntas, y lo que hizo fue preguntarme por quién, le di largas diciendo que ya se lo presentaría “si vuelvo a verlo”, esto le hizo soltar una carcajada y cuando me preguntó por su apariencia física le conté que si los pelos así, que si con gafas…, “¿pero estaba mazao o no?” soltó en un momento dado “pensé que te gustaban con músculos, como mi padre” vaya con Sonia… qué calada me tenía. Tuve que decirle que sí, que no llegaba a tanto, pero que sí. Me fui a dormir feliz por la charla desenfadada y con un poquito de preocupación ¿tanto había notado Sonia que me gustaba su padre?

Los días volvieron a pasar y noté que Paco ya no era tan afectuoso con mis compañeras, al menos mientras estaba yo presente. Se limitaba a un trato cordial, pero profesional. Luisa lo notó enseguida.

-¿Qué le has hecho a Paco? –Me dijo cuando coincidimos en una clase.

-¿Yo? ¿Por qué lo dices? –Miré para otro lado por si me ponía roja.

-Venga ya, cuando te lo ligaste aquel viernes.

-¿Ligármelo? Pero si puede ser mi padre. –Pensé en un algo asqueroso para que no se me notara tanto.

-Y el mío, pero está cañón y parece que le gustaste, está como raro desde entonces. Si no quieres nada con él, deja a las demás.

-Está casado. –Salté, demasiado rápido.

-Ah, es verdad, que os conocéis de antes. ¿y cómo es la mujer, funciona el matrimonio?

-Alba es una chica muy guapa y se quieren mucho. –y es verdad que lo es, seguramente más guapa que Sonia o que yo, y de cuerpo nada que objetar. Casi tan alta como él, con menos tetas que Luisa, pero más grandes que las mías, algo caídas por la edad, una barriga incipiente “que no se quita aunque me alimente de aire”, dice ella, y un culo que para sus años, se conserva muy bien.

Se dio cuenta del tono cortante.

  • Vale, vale, bueno, a mí me da igual, lo podemos compartir las tres. –se rio de su propia gracia, me reí también para disimular. –Llevo años intentando algo con él, pero nada, es tan dispuesto, tan afable, explica las cosas con tanta paciencia…, no en plan padre, o sabelotodo, ya sabes, llegué a creer que me había enamorado de él, sólo que te diga eso…, pero nada, ni con esto –se agarró las tetas- he conseguido algo. -Volvimos a reír, después de todo, no era tan antipática. Y al pensarlo un poco, llegué a una conclusión: si ella, con ese cuerpo y esas tetas, que no era familia ni similar para él, no había logrado nada, mientras que yo, con mi cuerpo escuchimizado y como de la familia, había logrado que me pajeara ¡y muy bien! Es que en algo era mejor que ella. Esto me puso de muy buen humor y a partir de entonces nos fuimos haciendo más amigas que compañeras.

En una ocasión me confesó que a pesar de ese cuerpo y los rollos que había tenido, no había encontrado un hombre, “que no habían sido tantos”, remarcó, que le hiciera muy feliz en el sexo. Sabía lo que era un orgasmo pero más por sus dedos o los de otra chica que por los de un hombre. Es curioso que mientras me lo contaba yo me acordaba de aquel viernes y me excitaba un poco, y ella en cambio lo decía con pena. Un momento ¿otra chica?

Nunca le conté lo que pasó ese viernes, pero llegamos a tener confianza. Sonia también lo notó y en una conexión me lo dijo.

-Hablas mucho de Luisa ¿quién es? -no lo decía con envidia ni nada de eso, solo curiosidad

-Como tú no estás, me he echado una amiga con quien salir, te caerá bien, ya verás. -también le gustan los músculos de tu padre” esto lo pensé pero no se lo dije… -¿Cuándo vuelves?

-Ah sí, quería contárselo primero a mis padres, pero si prometes que no se lo vas a decir, te lo cuento. -la noté emocionada.

-Claro que sí, ¿cómo puedes dudar? -me hice la ofendida

Sonrió.

-¿Recuerdas que estuve haciendo prácticas en una empresa? –Lo recordaba vagamente.

-Sí

-Pues me han ofrecido trabajo, tía, ¡Y bien pagado! –estaba emocionada.

-Anda, ¿y eso qué quiere decir?

-Pues que a lo mejor me quedo aquí más tiempo y acabo la carrera. Con lo que me pagarían me da para el alquiler y para todo, tengo que hablarlo con mis padres antes de nada.

-Vaya notición, no sé si alegrarme por ti o ponerme a llorar por que no vuelvas. –dije como haciendo pucheros.

-No seas tonta, jope, que ya me cuesta.

-Era broma, claro que me alegro, hostia. Tus padres van a estar orgullosos, ya lo verás.

Y así fue, tanto Paco como Alba, que ya había vuelto de su trabajo, lo vieron como una oportunidad para ella. Hubo alguna lágrima incluso, pero aceptaron. Al menos de cara a Sonia, por que Alba esperaba verla de vuelta antes.

-Menos mal que te tengo a ti, Alba, quédate todo el año y así no la echaré tanto de menos. –Esto lo decía mientras me abrazaba. –Y no le digas nada de esto a Sonia que me enfado y te vas a la calle. –Sabía que lo decía de broma.

Paco por atrás encogía los hombros como diciendo “¿qué le vamos a hacer? Tendrás que quedarte”. Y a mí no me importaba. Y Paco había dejado de poner el cerrojo en el baño…

Mi relación con Luisa fue en aumento, salíamos juntas, tonteábamos con chicos, pero no había mucho joven con el cuerpo de Paco tan alto. Además todos iban a por ella primero, y sólo cuando les dabas largas, venían a por mí. Esto empezaba a pasar factura a mi autoestima, y creo que esa era la razón por la que Luisa rechazaba a tantos, para no hacerme sentir peor. En una ocasión se unió a nosotras una amiga de ella igual de loca. Era latina y tenía un culo que envidié enseguida. Al poco de entrar en un garito las tres se acercaron un par de tíos y no se cortó nada. Para no molestar me marché a casa alegando cansancio. La realidad es que me entró una paranoia de “chica degalducha y desgarbada”.

No llegué muy tarde a casa, pero todo estaba a oscuras, así que supuse que la pareja ya estaba dormida, entré haciendo el menor ruido posible.

Los gemidos se oían desde el pasillo. Los había pillado en acción. Quise irme, pero es que Alba se lo estaba pasando muy bien, por decirlo fino. Mi habitación quedaba de paso, era inevitable pasar por delante de su puerta. Para vuestro disgusto estaba cerrada. “Ya llevo seis, por favor, metémela ya”. Decía Alba en ese momento ¿Seis?

-Joder sí, sí… -decía ahora. Escuche como palmadas, cada vez más fuertes. Me mojé imaginando la escena ¿estaría a cuatro patas, de lado, boca abajo?

No sé cuanto tiempo estuve así, de repente Alba elevó un poco más la voz.

-Ahora, ahora, sí, sí… -Y un gemido. Las palmadas se silenciaron. -Acaba tú, por favor, que Ana no tardará.

Volví a escuchar las palmadas y los gemidos de Ana. Eran diferentes, habían cambiado de posición.

-Espera espera, aguanta un poco, un poco, por favor… sí, sí, sí… -Ella de nuevo. Enseguida escuché tres o cuatro “palmadas” fuertes y lo que creí un gemido de Paco.

Silencio. Sin darme cuenta llevaba un rato acariciándome por encima de la ropa.

-Joder, desde que está Ana en casa me follas mejor, ¿eh cabrón? -¿qué había dicho Alba?- Voy al baño a limpiarme un poco y a mear, y tú deberías hacer lo mismo para evitar la cistitis.

Me fui corriendo a mi cuarto, con el tiempo justo de cerrar mi puerta y oír la suya. Lo de cerrar fue un error que comprendí más tarde. Por supuesto acabé de masturbarme y lo repetí otras dos veces.

Poco después de despertar, aún en la cama, recordé la frase de Alba ¿Qué había querido decir con eso? “Desde que está Ana en casa”. A lo mejor es que sí le pongo un poco. Sonreí como una tonta enamorada. Aunque no era amor lo que sentí anoche. Miré la hora, las diez, normalmente los sábados me despertaba más tarde, imagino que al dormirme antes, también me desperté antes. Me levanté y fui a desayunar a la cocina. Paco estaba con su taza leyendo una revista de las sulas. En calzoncillos. ¿No me esperaba tan pronto?

-Hola

-Hola -que pronto te has levantado hoy. -Sí, era eso, metió las piernas bajo la mesa para disimular.

-Lo siento. No pasa nada, es como un bañador ¿no? -Se encogió de hombros.

-Sí, es cierto.

-¿Ana sigue durmiendo?

-No, se ha ido a correr, como todos los sábados

-¿Todos? No lo sabía

Soltó una pequeña risotada.

-Es que te levantas cuando ella ya ha vuelto.

-Ah.

-¿Anoche volviste antes? Vi tu puerta cerrada antes de las dos. -Él lo sabía, ¿sabía también que los había escuchado?

-Eeeh, sí... -Recordé el porqué había vuelto antes y me cambió un poco la cara.

-¿Qué pasó?

-Luisa y su amiga ligaron.

-¿Y tú no?

-No.

-Entiendo. -Este “entiendo” lo dijo con pesar. Se hizo un silencio incómodo que duró un par de minutos.

-¿Quieres que le demos una sorpresa a Alba? -dijo de repente.

-¿sorpresa de qué tipo? -Vamos a follar los dos y que nos pille, pensé a pesar de mi baja moral.

-Nos vamos a comer a su restaurante preferido.

-¿Los tres?

-Claro que sí, ya eres de la familia. -Aunque lo decía para animar, yo no quería ser familia precisamente. -Si no tienes otros planes, claro.

-No. Bueno, ¿y dónde es? -A falta de otro plan, mejor estar con él

-Ya lo verás, también te sorprenderá a ti. Sobre todo si te pones una falda -Mientras decía esto se levantó con sonrisa enigmática y al pasar me dio un cachete en el culo. Esto era nuevo. No lo hacía ni con Sonia. De la mañana fue lo mejor. De momento ya me había sorprendido. ¿y a qué venía lo de la falda? ¿Cómo de corta? Sonreí como una tonta.

A Alba le encantó la sorpresa, el restaurante era uno que visitaban en sus días de novios, muy discreto, con mesas grandes fijadas al suelo y bancos alrededor. Y la comida no era nada mala. Paco se sentó en medio de las dos. Ella estaba emocionada. Después de pedir la comanda me contó que iban allí por las mesas, que tapaban todo y que Paco le metía mano por debajo sin que nadie lo supiera. Aún no había acabado la frase y noté una mano en mi pierna, sólo podía ser de Paco, salté en el asiento un poco, pero disimulé haciendo como si me hubiera hecho gracia su confesión. Ella en cambio no disimuló, le había hecho lo mismo que a mí.

-Cariño, ahora no, jajaja. -Y le apartó la mano. Nos reímos los tres. La retiró, pero la de mi pierna no.

La charla continuó distendida, con la mano firme ahí, como sujetándome. La que más hablaba era Alba. Paco le tiraba de la lengua y yo no podía pensar en otra cosa que en aquello que estaba en mi muslo izquierdo. No tardó en aprovechar los movimientos que hacía al reírse para ir subiendo, acercando los dedos a mi entrepierna. Estaba alucinando. Con Alba allí y haciendo aquello, me estaba poniendo muy mala. Cuando su dedo meñique acarició mi clítoris por encima de la ropa di un respingo. Me miraron los dos.

-¿Te pasa algo, amor? -Alba siempre usaba palabras cariñosas con todos.

-Que viene la comida. -El rubor tenía que ser evidente.

Me fastidió que tuviera que retirar la mano para empezar a comer.

-Tengo que ir al baño, ¿dónde está? -tenía que echarme agua a la cara para bajarme el calor que tenía en el cuerpo.

-Por allí, te acompaño, que no he ido antes de salir. -Paco se vino conmigo.

Los baños estaban apartados. Iba a entrar en el de las chicas cuando noto que Paco me coge del brazo y me lleva a uno que ponía “privado”. Era estrecho.

Me puso de frente y me agarró el culo con las dos manos, como aquella vez. Aunque ahora fue él que metió su pierna entre las mías y se restregó un poco. Noté su erección. La sorpresa me dejó paralizada ¡y más caliente! Sujetándome contra la pared con un brazo por encima del pecho, uso esa mano para tocarme los pezones por encima de la blusa y me acarició el monte de venus por encima de la ropa con la mano del otro. A falta de saber cuál ponerme, la falda me llegaba por la mitad del muslo, pero con mucho vuelo, la apartó, lo mismo que el tanga y enseguida encontró mi clítoris.

Con un arte que ya lo quisiera yo, en pocos sobeteos hizo que me corriera ahogando un suspiro. Me dejó respirar un poco y volvió al ataque, metió un par de dedos, pero solo para lubricar. Tarde un poco más, pero también me corrí enseguida. Se retiró y apartó el mechón de pelo de la frente que siempre se cae en momentos así.

-Te dije que eras preciosa y tú aún dudas de si eres deseable ¿verdad? -Asentí con la respiración agitada. Me besó en la boca con lengua, duró demasiado poco para mi gusto.

-A ver si así se te vayan quitando esas ideas. -Y se fue.

Cuando volví después de recomponerme un poco, la pareja charlaba animadamente con una camarera que era más alta que yo.

  • ¿Ya has vuelto? ¿estás bien cariño? Estaba a punto de ir, que tardabas mucho.

-Es que me ha bajado la regla. -Algo tenía que decir…

-Ah, vaya, que mala suerte. Mira, esta es Susana, trabaja aquí desde siempre. Antes de que Paco “se decidiera” -hizo el gesto de las comillas con las manos”- creí me traía aquí para estar con ella.

Todos reímos, Paco miró al cielo, como disimulando y nos reímos más. Me pareció que a Susana se le pusieron rojas las mejillas, sin quedarme claro de si era por vergüenza o por qué la suposición de Alba era correcta. Al poco se despidió y continuamos a lo nuestro.

-Este cuchillo huele raro. -dijo llevándoselo a la nariz, en realidad estaba oliendo los dedos… y quiso que yo lo supiera. -¿lo hueles tú? – lo acercó a mí. -estaba muerta de vergüenza, pero el gesto me gustó.

-No sé, no noto nada. -Cambió el cuchillo de mano y se lo pasó a Alba para que oliera también.

-Yo tampoco huelo nada, serán cosas tuyas.

-Pues eso será. - Se giró hacía mí y sonrío con cara pícara.

Acabamos la tarde medio achispados los tres, sobre todo Alba. Al salir me dijo al oído, aunque más alto de lo que ella creía…

-Si alguna vez vienes con un chico, pide el código del baño privado a Susana y allí os podéis desquitar… -Me ruboricé un poco.

-O chica, Alba, que los tiempos cambian. -intervino Paco.

-Claro que sí, tonto, ella sabe lo que quiero decir ¿verdad cariño? -Lo sabía, lo sabía.

En casa les dije que estaba cansada y me encerré en mi cuarto a masturbarme de nuevo.


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