Paco mi amor

Comprometida a guardar un perro por cinco días

PACO MIO

Para asistir a la universidad en la capital, mi padre nos rentó una de las pequeñas casitas para estudiantes que quedaba cerca del campus. Una casita de 2 pisos, con cochera, amueblada. Me pareció hermosa, muy cerca del campus y de las pistas adonde se van a entrenar. Espacios muy amplios para poder salir a pasear.

Siempre había gran actividad en el campus, pero en la época de vacaciones la gran mayoría de los estudiantes salían a los hogares de sus familiares, que quedaban en otras ciudades.

Éste fue el caso de mi amigo Roberto, que tenía un perro bóxer, que él adoraba, pero no lo podía llevar a su ciudad.

Casi todas las mañanas yo salía muy temprano a correr acompañada de mi Schnauzer, una hermosa perrita que la bauticé Perlita. Generalmente encontraba a mi amigo Roberto, también corriendo, acompañado de su bóxer de nombre Paco, un perro muy simpático y amable, pero demasiado consentido y meloso.

Ese día amenazaba lluvia aunque parecía poco probable, era temprano y quería salir como todos los días. Andábamos lejos, en el campus, repentinamente comenzó a llover bastante fuerte, corrimos lo más fuerte que pude, nos dimos una buena empapada. En el camino nos encontramos, como era habitual, a mi amigo Roberto acompañado de su perro, éste se llevaba muy bien con mi Perlita y a mi me saludaba siempre con gestos de amabilidad, aunque, como dije, no era de mi completo agrado, era encimoso y juguetón.

Ya para regresar a casa y secarnos de la lluvia, Roberto me pidió que si le podía guardar a Paco por los cinco días que planeaba estar fuera. Recordé que una vez yo tuve necesidad de pedirle que me cuidara a mi Perlita por un par de días, así que no pude negarme esta vez. Le dije que sí, que me pasara sus concentrados de comida y yo me encargaba de lo demás.

Pero Perlita estaba en su temporada de celo y no lo tuve en cuenta al aceptar. Ya en casa saqué toallas viejas y sequé a los dos perros. Hasta ese momento Paco se comportó perfectamente y respetó a Perlita. Ya Perlita estaba acostumbrada a estar en el espacio de la cochera, sola, ahí era su mundo, de vez en cuando la dejaba entrar en la casa y se comportaba.

Paco se comportó bien, pero al secarlo con una toalla que tenia destinada a la Perlita, al secarle la panza comenzó a enseñar la puntita de su pene, lo vi, pero no le hice caso y separé a los perros, a él lo dejé entrar en la casa, en donde estaría y cuidaría que no molestara a mi perrita.

Hice mi desayuno y quehaceres de la casa y me senté al escritorio a continuar con un trabajo de la escuela. El Paco vio que estaba quieta y vino hacia mí y comenzó a hacerme movimientos de copulación, abrazando mi pierna y lamiéndome. Me disgustó, lo corrí, le aventé uno de sus juguetes que me había dado Roberto, pero no fue tras él como acostumbraba. Lo levanté y lo volví a lanzar, pero el perro no fue tras él.

Al no hacerle caso y yo volver a mi trabajo, éste volvió a subírseme a la rodilla y repitió sus movimientos. Lo corrí, pero no obedeció, insistía en estar junto a mí, lamiéndome las piernas, pero ya se estaba excediendo y empezó a meter su hocico cada vez más dentro de mi entrepierna. Me levanté y traté de que se distrajera con su juguete, pero en vano. Le di galletitas para perro que les gustan mucho, pero después de un rato éste volvió a darme molestias.

Caminé alrededor de la sala, subí escaleras y el Paco seguía tras de mí. Para dejarlo atrás yo brincaba sobre los sofás, echaba maromas, pero ni así.

Tenía la radio prendida y se me ocurrió bailar un poco, le levanté las partas delanteras al Paco convirtiéndolo en mi pareja, pero tiene las piernas demasiado cortas, así que lo dejé que subiera sus patas traseras sobre mi cama y así teníamos casi la misma altura, y su pene quedaba muy bien a la altura de mi pubis y fue al bailar que me vino la idea tonta de frotarme con él. Sentí una sensación muy excitante y me froté con él un buen rato. Lo jalaba hacia mí, lo abrazaba y sí dejaba asomar una punta roja de su pene, que tomé como que le estaba gustando mi insinuación. Aunque no creo que él haya sentido nada sexual en ese momento, por lo menos no dio muestras de ello, pero dejó que yo me sobara con él.

Ya estaba segura que lo que intentaba este perro era ensartarme, yo no lo iba a dejar y no tenía intenciones de ello. Aunque ya en repetidas ocasiones había pensado y soñado con tener relaciones sexuales con un gran perro, sobre todo después de recordar haber participado con mi amiga Ilse del sexo con su perro Tibo, desde entonces me quedó una gran curiosidad y muchas ganas, y si en ese entonces no acepté el ofrecimiento no sé que me hubiera pasado, creo que fue por miedo o porque en ese entonces aún era virgen.

Bailé un rato con Paco. Yo solo vestía mis chones y una camiseta larga, me había quitado el resto de la ropa cuando sequé a los perros, así que el roce y contacto con Paco era intenso, muy pegadito a mi piel.

Ya fatigada, descansé y me recosté en mi cama, boca arriba, con las piernas colgando, el Paco se dio cuenta e inmediatamente se abalanzó sobre de mí.

“¿No perrito, no y no!”

Lo rechacé con amabilidad, lo acosté sobre la alfombra, boca arriba y me monté sobre él. Por un rato, se dejó sin protestar y yo busqué que su miembro me quedara exactamente bajo mi cosita que estaba protegida todavía por mis pantis. Con la mano, y con la intención de provocarlo, le sobé su pene y reaccionó inmediatamente dejando crecer su punta roja, aproveché para sobárselo y buscar una reacción que me diera algún placer. Se la jalé un poco y me la tallé contra mi cosita, inmediatamente enloquecí, me provocó una excitación muy fuerte, pero aún no eran mis intenciones aparearme con él, todavía sentía estar consiente de lo que hacía. No estaba en mis planes tener sexo en ese momento, y menos con un perro.

Pero el Paco insistió, vino y se dedicó a lamerme desesperadamente mi cosita, se me fue metiendo poco a poco entre las piernas, hasta llegar al punto donde yo ya no podía seguir  resistiendo , abrí ligeramente las piernas y lo dejé llegar hasta mi cosita, aún protegida por la tela delgadita de mis pantis, que me los empapó con su saliva, pero como me provocó una de las sensaciones más hermosas lo dejé me siguiera complaciendo con su lengua, subió sus patas delanteras sobre mi pecho e inició sus movimientos dirigidos a tener sexo conmigo, desesperado y alocado. Lo retiré, volvimos a corretearnos nuevamente, pero volví a mi cama y ya lo dejé hiciera lo que quisiera con mi cuerpo, pero eso sí, como a mí me pareciera.

El condenado se me subió encima estando yo boca arriba y sin preámbulos inició sus intentos de meterme su cosa, completamente alocado y aunque fuera con todo y mis pantis, que los hice a un ladito y lo dejé llevara a cabo su apareamiento, pero eso sí, como a mí me pareciera, como aún insistía yo, boca arriba.

Creí que no iba a hacerlo, pero o sorpresa, ya encima de mi pecho bombeó alocadamente varias veces, me lastimó y picoteó mis muslos, mi entrepierna y mi pubis con su pene duro, erecto. Terminé haciéndome a un lado los pantis para darle mejor cabida y ya con la mano le guie su pene a mi pepita en la que entró de golpe, a la primera, después de todos los intentos fallidos que había hecho él antes.

Yo gemía y lo jalaba para que lo metiera más y más y no se le saliera de mi. Él también empujaba y lo oía resoplar, haciendo mucho esfuerzo. Con mis talones lo detenía para que me lo clavara más. Cada vez que yo hacía presión él disminuía su ritmo, aflojaba y reiniciaba sus movimientos alocados.

Me olvidé de todo, extasiada de lo que me estaba haciendo sentir este perrito, enloquecí, ¡que ricura y que locura! Repetidas veces se le salía de mi pepita, yo le ayudaba un poco a que la volviera a meter. Al principio era delgada y muy dura, cada vez que volvía a metérmela, estaba más y más gruesa pero más suave y menos rígida. Me entraba y salía muy suave, aunque apretadita, estaba muy lubricada con mis jugos y los de él tal vez. Pero en una de esas veces que se le salió el pene, éste dejó salir bastante líquido y él ya no regresó conmigo, tal vez porque en esa posición se sentía apresado, lo abrazaba con mis piernas para ayudarle y jalarlo hacia mí, pero en el momento en que las abrí para que entrara más y más fácil, lo liberé y se salió de mí, en el fondo yo me abría de piernas más y más para ayudarle a que me metiera su bola fácilmente. En ese momento me enfurecí, creí que ya había terminado y el poco líquido que me salía era su semen y a mi me había dejado a medias.

Dio varias vueltas alrededor en la recamara. Yo seguía frustrada, recostada sobre la cama y con lo que creía era su semen, escurriéndome en las piernas, pero después de un tiempo volvió a mí. Con el hocico me dio varios empujones que interpreté que él quería que me levantara, pero en vez de eso me voltee, dejé las rodillas en el suelo, con el pecho sobre la cama y sin invitación, éste volvió a subírseme encima, con sus patas delanteras aprisionándome la cintura y arañándome. Ya había quedado en posición de perrita y comenzó con nuevos bríos a tratar de insertarse de nuevo. Después de no se cuantos intentos y cambios de posición y de altura, Paco logró acertar en mi hoyito, claro que con ayuda de mi mano. Tuvo varias sesiones de bombeo intenso y alocado y de escapatorias de mi interior, como antes. Afortunadamente fuimos ganando práctica y cada vez que me lo remetía era más placentero y suavecito, y fácil a pesar de que cada vez estaba más y más grueso, aunque más suave.

Yo, cada vez que lo remetía, sentía más intenso el placer y esta vez sí me llevó a un orgasmo que duró hasta que se salió de mi totalmente, no sé cuánto tiempo duró, pero yo estando en el punto más alto me logró meter su bola. Me dejé y hasta ayudé, sí me causó un poco de dolor aguantable y como el orgasmo estaba sintiéndolo en ese momento, el dolor pasó desapercibido para mí.

Desde antes de que su bola me entrara me comenzó un orgasmo enorme, estaba como perdida, jalando y mordiendo el cubrecama, no sé si alguien me oyó, recuerdo que grité de placer, no sé que cosa, pero recordé a Ilse que en ese momento fue cuando estalló y apretó gritándome, que buena idea tuvo, que linda, la adoro por haberme dado esta muestra.

Paco se mantuvo en calma dejando su bola dentro de mí por un buen tiempo, jadeando, vaciándose en mi interior, bombeándome en espacios, en cada espasmo que le venía, yo lo sentía rico, calientito.

Después de un tiempo bastante largo, jaloneó y su bola salió suavemente, sin dolor, pero mi pepita sí quedó inflamada y algo de dolor y perdiendo el rico semen que me había dejado este adorado animal, ahora sí, chorreando en cantidades.

Me tiré en la cama, me quité la camiseta que traía y me la enrollé entre las piernas para que en ella quedara el semen que me salía. Al rato me aseé, me curé las heriditas que las locuras de Paco me dejaron en las piernas y un rasguño en la espalda y ya pude trabajar en calma y muy bien inspirada, lo que me hacía falta era descargar mi energía retenida en el Paco, que después de pasar un tiempo acurrucado, limpiándose sus restos, se quedó dormido.

Como en las noches lo dejaba dormir en el interior de la casa y la puerta de mi recamara permanecía abierta, Paco entró, olfateó mi cama y a mí y descaradamente se acurrucó a mi lado. Así pasamos la noche, como amantes.

Después del paseo matutino y desayuno volví a mi trabajo de la escuela, pero Paco, que se había mantenido quieto, empezó de nuevo a buscar mi atención. Sentada en la silla del escritorio, descaradamente se me subió al regazo, hasta con las patas y se me sentó sobre las piernas y comenzó a lamerme la cara y a darme mordisquitos en el cuello y en los hombros, tal vez como gesto de cariño.

Lo bajé y le sobé la panza estando echado, boca arriba. Causé que se excitara y dejó nuevamente que la punta roja de su pene apareciera, se la toqué y provoqué que le creciera causando que ahora yo me excitara, me monté de rodillas sobre él, quedamos en posición de misionero sin dejar mi peso sobre su cuerpo, me quité los calzones y me restregué los labios de mi vagina con su pene, que creció más, Paco no protestaba, se mantenía quietecito, boca arriba. Con cariño, y muy despacito, le masturbé un poco para tratar de que le creciera y me pudiera dar lo que yo anhelaba. Logré metérmelo poco a poco, lo suficientemente como para sentir placer, y para él también. Busqué irme clavando más y más, lo que él dejaba que creciera. Yo ya tenía la cantidad de miembro que me daba placer, pero continué apoyándome sobre de él, pendiente de que podría levantarse repentinamente, como ya lo había hecho, y zafarse, pero no, continuó consentido debajo de mí, con su pene bien apapachado, recibiendo el sexo sin esfuerzo alguno.

Yo proseguí egoístamente, masturbándome, sintiendo lo rico, pero él no podía ni moverse y necesitaba hacerlo para engancharse conmigo y bombear a su ritmo y gusto y vaciar dentro de mi pepita su rica lechita. Se levantó e inmediatamente se abalanzó sobre mi espalda al yo inclinarme estando de rodillas en la alfombra, para conseguir y meterme su pene de nuevo.

No fue fácil, aunque ya habíamos practicado y encontramos la posición adecuada, costó mucho esfuerzo atinarle de nuevo, la relación de ayer fue relativamente sencilla, a pesar de haber sido la primera vez que yo hacía esto, pero esta vez, después de haber cambiado de muchas posiciones, terminé prácticamente de panza en el piso, levanté la colita y ahí fue en donde sí pudo metérmela. Con sus patas traseras arañaba sobre la alfombra, con eso se ayudaba a tener mejor apoyo para metérmela con más fuerza haciéndome sentir más y más bonito. Su bola me entró muy fácil, nada de dolor, esta vez ya me di cuenta de que las pulsaciones que yo sentía eran cuando él hacía fuerza para echarme dentro más de su lechita, claro, favoreciendo mi placer. De todas maneras, este nuevo contacto causó que perdiera toda la relación con mi alrededor cuando estábamos en el punto más alto. Me hizo sentir cosas diferentes. Mantuve los ojos cerrados casi todo el tiempo, soñando y me dejé sentir que todo me daba vueltas, que estaba sobre las nubes, que flotaba y que alguien me abrazaba y que me hacía un sexo con un pene enorme, que sentí muy bonito dentro de mí. Esta vez sí me di cuenta de que me retorcí, que me menee mucho como perrita y también que le bombee ayudándole a que me entrara más. Ya no le tuve miedo a su bola y aprendí que con ella dentro de mí, él hacía presión con su pene y me tocaba lugares mucho más sensibles, causándome un orgasmo interminable.

Me retorcía y ansiaba sentir mi clítoris con la mano, me lo tallaba, el espacio que me quedaba era pequeño pero mi cosita estaba muy bien lubricada gracias a nuestras secreciones, o más bien a las de él que le vinieron desde un principio, mucho antes de vaciarse dentro de mí, y que ayudaron a que desde el momento en que puso su puntita en la entrada de mi vagina, su pene, que al principio siempre estaba muy duro y lastimaba al picotear en sus intentos, empezara a suavizarse y repentinamente se deslizaba hasta mi interior. A pesar de sus bombeos alocados, medio se me salía, pero entraba de nuevo hasta adentro, o me lo metía yo orientándoselo con la mano, lo veía muy crecido y lo sentía cada vez más gordo y largo, pero con más fuerza. Ya con su bola dentro de mí se quedó inmóvil, solo sentía que le pulsaba. Se dio la vuelta y quedamos cola contra cola. Me acomodé para estar cómoda y esperar a que Paco terminara de eyacular, ansiaba que me dejara bien satisfecha.

Estuvimos enganchados mucho tiempo dejándomelo dentro, suficiente para haber sentido lo más hermoso, y fue cuando sentí que su miembro se agrandó aún más al meter también su bola. No me molestó ese aumento de tamaño porque estaba ya algo blando, aunque mucho más gordo, sentía que rellenaba los espacios libres de mi interior que todavía dejaba algo más, ahí, dentro de mí.

Al sacar su bola, salió su miembro aún largo. Me impresionó lo grande y gordo que se veía, muy sabroso como para repetir.

Me quedé recostada en el piso, otra vez con otra camiseta entre las piernas que ahora sí quedó empapada. Paco regresó y me comenzó a limpiar con su lengua todo el semen que emanaba del interior de mi vagina. Me volteé boca arriba, abrí mis piernas y, con mi mano, me abrí los labios exponiendo mi clítoris para que me lo acariciara con su lengua. Me dejé atender de esa manera, él se detenía a ratos y como veía que yo no me levantaba volvía a lengüetearme, estaba yo sintiendo una excitación diferente que también me inducía a buscar de Paco que nuevamente me montara, pero no quiso. Se dio la vuelta, se echó a lamerse su pene y a descansar. Yo me levanté, fui a la regadera y me lavé, pero cada vez que me pasaba la mano por mis labios mi ansiedad crecía porque Paco me volviera a montar. Después lo busqué, pero ya no dio muestras de que deseara.

Me puse a trabajar quedándome frustrada, pero muy productiva. Será después, o mañana en que haya otra oportunidad, pero esa oportunidad solo hasta el último día pudimos tenerla y hacer sexo. Al tener en cuenta que ese día se iban a llevar a mi amor, tempranito, después de salir a correr, de desayunar, lo bañé y lo sequé. Me sentía ridícula de lo desesperada que estaba, lo ansiaba con desesperación. Lo sequé suavemente, su pija salió a relucir, pero no grande, así que lo masturbé y en esas estábamos cuando reaccionó, yo estaba de rodillas, me abrazó de frente pasándome sus patas delanteras sobre los hombros, me lamió la cara y mis pechos, las tetillas, como nunca me lo había hecho.

Lo acaricié como agradecimiento a sus muestras de cariño, su pene me quedaba pegado a mi vientre así que solo me enderecé y logré que me quedara exactamente frente a mi pubis, abrí tantito las rodillas y ¡que mejor posición para que ahí me penetrara!

Si entendió mis intenciones, se dejó que lo jalara de su trasero hacia mí, su pene estaba algo crecido y él si lo empujaba para meterlo. Como no lo lográbamos meter, lentamente me dejé caer de espaldas, deteniéndolo siempre para que su pija no se me escapara y me entrara directamente. Ya había abierto mis piernas, pero la poca altura no ayudaba así que me fui arrastrando hasta el sofá, sin soltarlo, quedé recostada de espaldas con las piernas colgando, como el primer día.

¡Pum! Logró entrar desde los primeros intentos. Como siempre, se alocó y después de unos cuantos bombazos que me parecieron demasiado pocos, se dedicó a luchar por meterme su bola, que se acomodó de inmediato a pesar de no haber estado acostumbrado a hacerlo conmigo boca arriba. Demasiado rápido y corto este inicio, su bola la dejó bastante tiempo, suficiente como para que yo haya sentido mi orgasmo y mi mente y mis sentimientos hayan gozado de esta oportunidad para guardar este recuerdo.