Paco: la bienvenida de la abuela

Paco y Raquel tienen que volver a su casa y la abuela cariñosa le da la bienvenida cómo a ella le gusta... con mucho amor.

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Estábamos los tres en el salón sentados y esperando a que llegara el hijo de Leticia. Estaba nerviosa por algún motivo.

-Leticia, no sabía nada de que tuvieras un hijo. – Le dijo mi madre para que hablara y se tranquilizara un poco.

-Bueno, no es mi hijo… sería mi hijastro. Es hijo de Manuel, mi último marido. Tiene dos hijos, Manuel que es el mayor y Patricia. Siempre tuve mucha amistad con este chiquillo y sé que lo estaba pasando mal viviendo con su padre. Espero que no haya tenido ninguna tontería, hace cuatro años que no lo veo.

-Pues si podemos ayudaros en algo dínoslos

-Gracias cariño. – Contestó Leticia y se besaron en la boca.

Sonó el timbre de la puerta y se levantó rauda a abrir. Escuchamos desde el salón como se saludaron y se acercaban al lugar donde estábamos nosotros. Entraron por la puerta y nos presentó.

-Mirad, hijos míos, estos son Raquel y Paco, viven en una casa un poco más abajo y se han quedado unos días aquí para estar conmigo pues últimamente están robando en las casas… - Se dirigió a nosotros. – Estos son mis hijos Patricia y Manuel, bueno, lo que te he dicho, hijos de una relación anterior de mi marido… Bueno, sentaros.

-Bueno Leticia, si no te importa nosotros iremos arriba para mirar esas ropas que te dije. – Comentó mi madre.

-¡Ah, vale Raquel! ¡Gracias! – Contestó su amiga.

Nos marchamos a la habitación donde dormía mi madre, allí tenía dos camas y me eché en una. Ella se sentó en el filo junto a mí. Pasé mi mano por sus caderas y nos miramos. Inmediatamente comenzamos a besarnos suavemente.

-¡Cariño, vamos a recoger nuestras cosas por si se quedan los hijos de Leticia!

Nos levantamos y preparamos nuestras maletas. Un rato después subió Leticia y estuvo hablando con mi madre. En media hora volvíamos a nuestra casa pues lo hijos de Leticia habían tenido problemas con el padre y decidieron quedarse con ella.

-Gracias por haberos quedado estos días conmigo, pronto volveremos a acabar lo que habíamos empezado, te lo prometo Paco.

Nos despedimos y en cinco minutos entrábamos en nuestra casa. Entramos y todo estaba en silencio, sólo se escuchaba el televisor en el salón.

-¡Hola! – Dijo mi madre. - ¿Hay alguien?

-¿Raquel? – La voz de mi abuela respondió. - ¿Ya estáis de vuelta? – Dijo al vernos con las maletas.

-Sí… ¿Estás sola?

-Sí hija, tus hermanas Laura y Paula quería que las acompañara a la casa de la playa, pero yo no he querido, iban con unos amigos y no tenía ganas de aguantar su marcha… ¿Y ustedes?

-Han llegado los hijos del último marido de Leticia y nos hemos vuelto. ¿Todo va bien por aquí?

-La verdad es que bien, bien, no. – Mi abuela se acercó a mí y me rodeo con su brazo por la cintura. – He echado de menos a mi nietecito.

-Abuela, me tienes para todo lo que necesites.

-¡Me llevo a tu hijo, ahora te lo devuelvo!

Me agarró de la mano y me llevó a su habitación. Se arrodilló delante de mí y me desabrochó los pantalones. Me los quitó y empezó a acariciar mi polla por encima de la tela. La mordía con los labios sintiendo su grosor. Podía sentir la calidez de su aliento, estaba demasiado excitada. Mi polla creció y su cabeza salió por el filo de los calzoncillos. Su lengua empezó a lamerla mientras que sus manos bajaron por completo la única ropa que llevaba puesta.

Agarró mi polla con una mano y comenzó a darme una frenética mamada. Estaba desesperada por tener una polla… mi polla en ella y se la tragaba y succionaba demasiado fuerte.

-¡Tranquila abuela, nadie te la va a quitar! – Le dije y aflojó un poco. - ¡Si sigues así me correré y no podré metértela ya!

Se levantó rápidamente y me volvió a agarrar por la mano para llevarme a la cama.

-¡Hijo perdona! – Me dijo. - He estado pensando en ti todos estos día, deseando verte para tenerte dentro de mí… un momento antes de que llegarais me estaba masturbando y no he podido llegar… ¡Estoy demasiado caliente!

Hablaba y se iba desnudando. Estaba completamente desnuda y no tenía mal cuerpo para sus cincuenta y pocos años. Se subió en la cama y se colocó a cuatro patas en el filo, dejando su sexo a mi alcance.

-¡Fóllame hasta que muera! – Se echo hacia delante y su culo quedó más en pompa. Agarró sus cachetes y los abrió para mostrarme la raja de su coño y su ano. - ¡Fóllame por donde quieras, todos mis agujeros son tuyos!

Sin duda le había excitado lo que le dije la vez que le di por el culo a mi madre y hoy estaba dispuesta a todo por tener mi polla dentro de ella. Agarré mi polla con la mano y la llevé a la entrada de su vagina. La froté de arriba abajo sintiendo el calor que emanaba de su interior. Paré en su entrada y empujé para irla penetrando. Mi polla entraba en ella y empezó a gemir. La puerta se abrió.

-Perdonad, pero tengo que coger una cosa… - Dijo mi madre entrando como si no quisiera que la viéramos.

Le hice una señal con la mano para que se acercara a mí.

-¡Ayúdame a follar a la abuela que hoy está demasiado caliente! – Le pedí y le di un beso en la boca.

Mi polla entraba por completo en la vagina de mi abuela que gemía y se retorcía por el placer. Besaba a mi madre y la tenía agarrada por la cintura tocando y amasando su redondo culo. Sonaba en la habitación la mezcla de sonidos procedentes de la boca de mi abuela y de los golpes que mis caderas daban en el hermoso culo cuando empujaba con todas mis ganas para penetrarla.

Mi lengua jugaba con la de mi madre y mi polla acariciaba las suaves paredes de la vagina de aquella caliente mujer que no dejaba de chillar y echar flujos por su coño. No tardó mucho en lanzar fuertes gritos al correrse.

Seguí follándola suavemente mientras tenía los últimos espasmos de placer y no se la saqué, quería provocarle otro orgasmo pues mi polla aún aguantaba otro asalto. Mi madre alargó una mano y empezó a acariciar el culo de mi abuela, la otra mano llevaba rato acariciando el mío.

Con su dedo gordo empezó a empujar en su ano, acariciándolo a la vez. Aquello me gustó y puse mi mano para hacerlo yo. Mi madre se colocó detrás de mí y empezó a acariciar mi pecho mientras mi polla entraba en el coño de mi abuela y mi dedo jugaba con su ano.

Fue bajando hasta quedar en cuclillas detrás de mí. Sus manos acariciaban ahora mi culo y empezaron a separar mis cachetes. Sentí su lengua que empezaba a jugar sobre mi ano. Aquello me gustó y clavé mi polla con todas mis fuerzas en mi abuela, arrancándole un gritito de placer. Empujé mi dedo sobre su ano y se perdió dentro, hacía círculos dentro de su ano y sentía como mi polla se deslizaba en el interior de su vagina.

-Para hijo. – Dijo mi abuela. – Túmbate en medio de la cama.

La obedecí, mi abuela y mi madre se subieron en la cama. Me subieron las piernas todo lo posible y mi abuela me empezó a mamar. Mi madre separaba los cachetes de mi culo y siguió lamiendo mi ano. Estaba en la gloria, pero no quería correrme así.

-¡Quiero meterla en alguna de ustedes! – Les imploré.

Mi abuela me liberó y me dejó tumbado como estaba. Se subió sobre mí poniendo una pierna a cada lado de mi cuerpo. Se fue sentando y dirigió mi polla al interior de su vagina hasta que estuvo por completo dentro de ella. Se movió y se la clavó varias veces, la tocaba con la mano para comprobar que se estaba mojando con sus flujos. Subió hasta que mi polla salió de su coño y ahora la dirigió a su ano. Se fue sentando y su ano se dilataba con el empuje de mi polla.

-¡Qué bien se ve desde aquí la polla de mi hijo partiendo el culo de mi madre! – Dijo mi madre entre mis piernas.

Mi abuela se quejaba por el daño que le estaba dando mi polla al entrar en su culo. Poco a poco la tuvo más adentro hasta tenerla entera. Empezó a moverse, a follarme con su culo.

-¡Estoy haciendo esto para que te corras dentro de mí, quiero sentir su leche en mi interior!

Yo la agarraba por sus caderas y la movía para que mi polla entrara y saliera de aquel apretado agujero. La empujé para colocarla de lado, la polla se salió en el movimiento y la mano de mi madre no ayudó a apuntarla de nuevo hacia su oscura entrada. "Empuja" me indicó mi madre y di un fuerte empujón para clavarla en el culo de mi abuela, pero resbaló y se clavó en su coño. Aproveché y le follé el coño. Volví a sacarla para buscar de nuevo su culo.

La boca de mi madre me regaló unas cuantas mamadas antes de llevarla de nuevo a su ano. Se aseguró de que estaba bien colocada y empujé… Se clavó hasta el fondo sin dificultad. De nuevo la follaba. Durante un rato largo, mi madre sacaba la polla de un agujero y la dirigía al otro. Mi abuela estaba en una nube sintiendo como mi polla le entraba por todos lados.

Pero yo quería correrme. Me puse de rodillas e hice que mi abuela se pusiera boca abajo. Me subí sobre ella y dirigí mi polla a su culo. La mano de mi madre de nuevo me ayudó a encontrar aquel culo. Dejé caer todo mi peso y entró todo de una vez. Empecé a moverme y a follar el culo de mi abuela que gemía y se retorcía por el placer que estaba sintiendo. Yo quería correrme, pero parecía que mi abuela estaba a punto e hice un gran esfuerzo para no correrme. Se tensó bajo mi cuerpo y un gran chillido salió de su boca.

-¡Dios, me muero de placer! – Gritó enloquecida. - ¡Córrete en mí hijo mío! ¡Llena a la vieja de tu abuela con tu leche! ¡Quiero tu leche!

Gemía mientras hablaba y yo no dejaba de follarla. Mis huevos iban a reventar. Con Leticia no pude correrme, aquí lo tenía que hacer, tenía mucho semen acumulado y pendiente de salir. Su redondo culo botaba con mis empujes. Sonaban los golpes de mi cuerpo contra él, en cada golpe mi polla le entraba todo lo posible en el interior de mi abuela. Podía ver como mi polla tenía dilatado su ano y como mi polla se perdía en su interior.

-¡Me corroooo!

Grité y empujé mi polla todo lo posible contra su culo. Salió un gran chorro la penetré un poco más para que mis huevos liberaran toda su carga en ella que se retorcía y gemía al sentir mi semen caliente dentro de sus entrañas.

-¡Qué maravilla hijo, qué bien follas!

Mi madre estaba junto a nosotros y su mano estaba empapada con los flujos que brotaban de su coño, pues se masturbó viéndonos y se corrió a la misma vez que nosotros.

Sonó el teléfono y mi madre contestó. Estaba hablando con Leticia mientras me levantaba de mi abuela y mi polla salía de su culo. Mi abuela estaba satisfecha con que le hubiera follado su coño, primero y después su culo, descansaba tumbada.

-¡Hija, no te preocupes! – Le decía a Leticia. - ¡El cabrito este tiene muchos coños para satisfacerse!