Paco, el farmaceutico
Una aventura casual con mi farmacéutico, por quien me sentía muy atraído. Poco a poco hicimos amistad y acabamos en la cama.
EL FARMACEUTICO
Solía comprar en esta farmacia porque me pillaba de paso hacia mi casa. La farmacéutica era una señora mayor, no demasiado simpática, que se jubiló al poco tiempo de vivir yo en este barrio, traspasando la farmacia a un hombre mucho más joven y de aspecto muy agradable.
Recuerdo que la primera vez que entré en el establecimiento después del cambio de titular se había hecho una gran remodelación; algunos mostradores más, un horario más amplio y algunos/as dependientes nuevos que antes no estaban. Paco, (así se llamaba el nuevo dueño), me pareció un hombre muy educado y complaciente, y -no se porqué- tuve la sensación de que “entendía”
Aunque a mi siempre me han gustado más los hombres jóvenes, yo me sentía atraído por este hombre que tendría unos 50 años. Pero aún así, lo encontraba tan pulcro, tan educado, tan correcto, que todo en él invitaba a mantener con el una cierta complicidad de afinidad y simpatía. Pero todas las veces que pasaba por aquella farmacia, siempre estaba acompañado por alguno/a de sus mancebos/as, lo que hacía imposible cualquier intento de acercamiento, más allá del puramente comercial o profesional.
Pero una mañana del pasado verano que pasaba por delante de la farmacia, recordé que necesitaba unas pastillas y entré a comprarlas. Recuerdo que habían varias personas aguardando para ser atendidas y Paco estaba se encontraba sólo, pues su personal estaba de vacaciones. Entonces le pregunté si tenían el medicamento que yo necesitaba, para esperar mi turno o marcharme, y él me dijo que si y que enseguida me atendería.
Lo que hice fue pedir que me guardasen el turno, para poder aparcar mi coche, que había quedado en segunda fila mal estacionado, regresando enseguida a la farmacia.
Como digo era verano, una calurosa mañana del mes de agosto, y Paco llevaba unos shorts debajo del batín blanco que mantenía abierto. Aquello le daba un encanto especial que me excitaba mucho, pues podía ver unas hermosas piernas asomando por debajo de aquella bata blanca de farmacéutico. A pesar de haber transcurrido algunos meses, todavía me excito al recordar aquella imagen, porque realmente este hombre tiene un atractivo muy especial…
Yo quería prolongar al máximo mi estancia en la farmacia, pues quería provocar, de algún modo, un mayor acercamiento entre este hombre y yo. Jamás había habido nada entre nosotros, pero un sexto sentido me decía que yo tampoco le era indiferente y que él también se sentía atraído hacia mí.
Así las cosas, me hice el remolón en la farmacia y esperé a que se marchasen todos los clientes, pues ya era la hora de cerrar. Yo no sabía cómo ingeniármelas para iniciar con Paco una conversación que, dentro de los parámetros de la medicina, tuviese alguna connotación sexual, para comprobar hasta qué punto mi intuición estaba en lo cierto y –quizá- podía mantener con este hombre algún tipo de aventura.
Debo aclarar que hasta aquel momento yo le llamaba Don Francisco, pero aquel día me decidí a llamarle Paco a secas. Y cuando nos quedamos solos le dije:
- Paco, ¿te puedo hablar de algo con total sinceridad?
Él contestó: * Por supuesto. Tienes total libertad. Además ahora mismo estamos solos, dime lo que quieras…
Yo le dije: * Tengo un problema que no me he atrevido a contarle a nadie hasta ahora. Los preservativos que encuentro en las farmacias me aprietan demasiado y me hacen daño, (tal vez tengo el pene demasiado grueso). ¿Existen condones extra grandes para estos casos?
Él se sonrió, se dirigió a una estantería y me mostró unos que decía: “PASANTE”, preservativos extra-gruesos. Y a continuación me dijo: * ¿Tan gorda la tienes?
¡Que vergüenza!. Yo que me había lanzado “a por todas”, me encontraba ahora muy cortado sin saber que decir. Pero deseaba seguir adelante con el juego, porque quería tener sexo con este hombre. * Bueno… (fue mi respuesta)
Entonces él sacó un preservativo de su envase y, mientras bajaba las persiana de la farmacia, me dijo: * Si quieres, pruébatelo aquí mismo…
Ufff… Era demasiado… Yo estaba súper excitado y no sabía que hacer ni cómo ocultar el bulto de mi polla bajo el short. Pero me armé de valor y le dije:
-¿No te importa…?, ¿puedo…?, ¿aquí mismo…?, ¿delante de ti…?
- ¡Si hombre, si. No te cortes…!
¡Joder…! ¡Que gozada…!. Yo no cabía en mi mismo de excitación, y estaba ansioso por mostrarle mi verga en todo su esplendor… Así que, saqué el condón, desabroché mi bragueta en su presencia, saque mi polla excitadísima y me coloqué aquel preservativo. Él me miraba entre divertido y asombrado, pero yo notaba que no le disgustaba contemplar mis atributos masculinos, y un cierto deseo de cogerlo entre sus manos y, ¿porqué no? hacerme una rica mamadita…
Entonces, como él sospechaba, (estaba ya muy claro), que yo deseaba algo con él, me dijo: * ¿Puedo tocar? * ¡Claro!, le dije. Toca y haz todo lo que se te ofrezca…
Cuando tuvo mi polla en sus manos se volvió loco… Se la quería comer… No le cabía en la boca y no hacía más que succionar en un intento desesperado por vaciarme toda la leche de mis huevos… En un momento me dijo: * Ahí detrás tengo un camastro donde solemos tumbarnos las noches que hacemos guardia. ¿Quieres que nos acostemos ahí?
Era lo que yo estaba deseando… ¡Que felicidad…!
Entonces pasamos a la parte posterior de la farmacia, nos desnudamos al completo y yo le pregunté: * ¡Qué es lo que te gusta a ti!
Él me dijo: * Me gusta todo, pero soy más bien pasivo… * ¡Estupendo!, (le dije); porque yo no soy pasivo. Nunca me han penetrado…
En un momento dado, Paco me dijo:
Espera un momento. Y se dirigió hacia una de las estanterías, de donde cogió un lubricante maravilloso, que yo no conocía, y me lubricó toda la polla… Hizo lo propio con su ojete: Se colocó culo en pompa y me dijo: * Soy todo tuyo, amigo.
Yo estuve jugueteando un poco con mi polla sobre su ano para facilitar la penetración, y cuando consideré que había lubricado lo suficiente, introduje mi pene lentamente, cuidando de no hacerle mucho daño, mientras que él gemía de dolor y de placer… Al tiempo me pedía más y me decía: * ¡Fóllame… fóllame…!
Mientras le iba penetrando, agarraba su polla y le masturbaba. Ambos gemíamos de gusto, gozando como perros… Hubo un momento en que me dijo: * ¡Quítate el condón!. Quiero sentir tu leche en mis entrañas…
Yo no sabía que hacer, aunque en mi fuero interno confiaba en que Paco fuese un tipo sano y que no hubiese ningún peligro de contagio. Pero, pese a mis dudas, me quité el preservativo y volví a penetrarlo, esta vez sin condón. En cada vaivén, Paco exhalaba un suspiro de placer y de dolor, ambos sentimientos mezclados, que me excitaban todavía más… Cada vez que yo sentía que me iba a correr, paraba, pues quería prolongar al máximo aquel momento. Pero llegó un instante en que no pude aguantar más y dejé correr todo el semen de mis huevos por las entrañas de Paco, mientras él lo sentía en su interior y daba muestras de placer con grandes gemidos.
Esto pasó en agosto de 2013. Desde entonces nos hemos visto tres veces más, pero ya ha sido en un apartamento que él tiene en las afueras, donde lleva a sus conquistas. Debo decir que Paco es un macho-macho, al que también le gustan las mujeres y que se las lleva de calle. Pero, como él dice; “cuando estoy con un tío que me gusta, soy una puta en la cama.”